?M¨¢s o mayor UE?

La propuesta francesa de endurecer el acceso de nuevos candidatos a la Uni¨®n Europea (UE), aunque pol¨¦mica y de perfiles irregulares, merece una reflexi¨®n profunda. Porque atina al identificar algunos de sus problemas y propone paliativos correctos, junto a otros excesivos. En el fondo, las ideas de Emmanuel Macron reactualizan el viejo debate entre la ampliaci¨®n y la profundizaci¨®n: entre m¨¢s Europa en el sentido de una mayor articulaci¨®n interna del club; o una mayor Europa,m¨¢s nutrida, pero con el peligro de su menor cohesi¨®n, hacia dentro y hacia fuera.

As¨ª que la precipitada negativa de Bruselas se percibe muy administrativa. Alegar que los aspirantes que ser¨ªan primeros objetivos de un cat¨¢logo m¨¢s severo de exigencias, como Macedonia del Norte y Albania, han cumplido sus tareas, o que el retraso en acogerlos env¨ªa una mala se?al a los siguientes en la lista, Serbia y Montenegro, o que debilitar la perspectiva europea de los Balcanes abre hueco a la mayor influencia de potencias rivales como Rusia o China, no es muy consistente.

Cumplir las exigencias sobre el papel no es lo mismo que en la realidad: guste o no, Albania mantiene elementos de Estado fallido y Serbia precisa de una advertencia de mayor rigor en sus relaciones con sus vecinos y de cuidado con la influencia de Mosc¨².

La propuesta francesa de endurecer los criterios pol¨ªticos para la adhesi¨®n (Estado de derecho, democracia liberal, compromiso europe¨ªsta) y darles permanencia despu¨¦s de la integraci¨®n no es algo malo, sino bueno. Y sintoniza con una promesa de la presidenta nominada de la Comisi¨®n, Ursula von der Leyen, de establecer un mecanismo estable de control de las libertades democr¨¢ticas en todos los miembros; y con la del presidente saliente, Jean-Claude Juncker, de condicionar los fondos estructurales a la calidad democr¨¢tica de los socios. Los traumas iliberales de Polonia y Hungr¨ªa reclaman una actualizaci¨®n continua de los est¨¢ndares de entrada, para que no sean burlados una vez se accede al club.

La propuesta francesa falla, sin embargo, al afrontar solo las debilidades de los pr¨®ximos candidatos, como si las derivas autoritarias no se hubiesen producido tambi¨¦n en miembros m¨¢s veteranos, como Austria (con la incorporaci¨®n intermitente del partido de Haider al ¨¢rea gubernamental) o la Italia de la reciente coalici¨®n populista por partida doble. Tambi¨¦n puede ser abusivo exigir como condici¨®n un muy alto nivel de convergencia econ¨®mica previo. La experiencia demuestra que, en el aspecto econ¨®mico, todas las ampliaciones han sido bastante fruct¨ªferas.

Macron abre un debate necesario. La integraci¨®n de nuevos miembros quiz¨¢ exija primero la configuraci¨®n de un nuevo Estatuto intermedio para algunos aspirantes, por fases; y despu¨¦s, con una reforma (amplia o simplificada) de los tratados, que limite radicalmente el veto cuando paraliza las decisiones. En cualquier caso, se trata de hacer m¨¢s eficientes los procesos de ampliaci¨®n, voluntad hist¨®rica de la Uni¨®n, y no de impedirlos. Es verdad que Francia est¨¢ aprovechando la ocasi¨®n que ofrece la actitud renqueante de Berl¨ªn para intentar ocupar el liderazgo europeo, pero no parece que haya ideas mejores en el escenario.