Golpismos
El golpe de Estado es un concepto demasiado doloroso como para frivolizar con ¨¦l. No lo usemos de manera caprichosa ni siquiera en la pelea dial¨¦ctica. No vaya a ser que lo pongamos de moda, de nuevo

?ltimamente se habla tanto de golpes de Estado que parecen estar de moda. Todo es golpismo, como si fuera una tendencia m¨¢s de ropa o tatuaje. Suena un poco fr¨ªvolo, pero en un mundo de postureo, si se tontea tanto con el concepto de golpe de Estado, al final se le pierde el miedo. Quiz¨¢ ser¨ªa bueno volver a utilizar esa descripci¨®n con cierta pulcritud. El ¨²ltimo en agitarlo ha sido nada menos que el l¨ªder israel¨ª Benjam¨ªn Netanyahu. Despu¨¦s de 10 a?os en el poder podr¨ªa ser la fiscal¨ªa del pa¨ªs quien le apartara de sus funciones, ya que el equilibrio electoral amenaza con terceras elecciones en un mismo a?o. Antes de su declaraci¨®n contra los fiscales acus¨¢ndolos de golpistas por imputarle en delitos de corrupci¨®n, conoc¨ªamos ese delirio en otras bocas. Siempre que alguna instituci¨®n democr¨¢tica se erige en autoridad frente a los l¨ªderes desbocados del populismo, el concepto de golpe de Estado vuelve a resurgir. Hasta Trump considera el proceso de su destituci¨®n un golpe de Estado, antes incluso de que haya sido votado en las C¨¢maras del pa¨ªs.
Hay una especie de fantas¨ªa en torno al revisionismo de lo que es un golpe de Estado. Es el resultado de este preocupante choque entre contrarios en que vivimos. Todos creen tener autoridad para darlo, al mismo tiempo que todos se creen v¨ªctimas de uno cuando no imponen su visi¨®n. Ya o¨ªmos hablar de golpes de Estado entre los cotizantes de una empresa, entre la c¨²pula de un negocio familiar, entre los jugadores de un equipo. Alguien ha hablado de golpes de Estado en las parejas. Y pronto los ni?os aspirar¨¢n a un golpe de Estado en sus colegios. Pero estos disparates no anulan la visi¨®n del golpe de Estado tradicional. Hace unos meses, algunos pol¨ªticos irresponsables parec¨ªan pedir a gritos un golpe de Estado en Venezuela como ¨²nica soluci¨®n al enquistamiento en el poder de Nicol¨¢s Maduro. Hasta salieron a comprar voluntades militares. Son los mismos que quiz¨¢ hayan visto el triste papel que ha desempe?ado ese concepto de nuevo para resolver la crisis institucional en Bolivia.
La salida de Evo Morales fue empujada por la c¨²pula militar y policial y solo la convocatoria de elecciones libres resolver¨¢ ese equilibrio de desmanes. Firmar la impunidad para los excesos represivos de las fuerzas del orden ha sido una se?al aterradora del Gobierno interino, que adem¨¢s invoca la Biblia en lugar de la Constituci¨®n, lo cual invita a temblar de pavor. Una norma de la democracia es la alternancia en el poder. Es un elemento sanador imprescindible. Desde Buenos Aires hasta Sevilla, pasando por Hong Kong. Evo Morales llevaba al mando de su pa¨ªs, aproximadamente, los mismos a?os que Angela Merkel, pero sin la solidez de las instituciones de control las tentaciones de permanencia son m¨¢s sospechosas y acaban en tejemaneje. La democracia es compleja y sus expresiones m¨¢s zafias tienen lugar cuando cualquier l¨ªder se considera insustituible. Es un sistema muy f¨¢cil de degradar si no se sostiene la posibilidad de alternancia siempre viva. El golpe de Estado es un concepto demasiado doloroso como para frivolizar con ¨¦l. No lo usemos de manera caprichosa ni siquiera en la pelea dial¨¦ctica. No vaya a ser que lo pongamos de moda, de nuevo. No parece que vayamos a tener escasez de candidatos a golpistas en los pr¨®ximos a?os. La recomendaci¨®n es dejar de jugar con fuego y apostar por la madurez democr¨¢tica.
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