¡®El Chopo¡¯ Iribar, el hombre que lo paraba todo
Se cumplen 40 a?os de la retirada de quien, para muchos aficionados, simboliz¨® la figura del portero de f¨²tbol
EN EL PALCO de San Mam¨¦s se mira el partido del Athletic Club de Bilbao con un solo ojo, el otro es para ver qu¨¦ hace Iribar: todo el mundo observa sus reacciones y nadie olvida que est¨¢ ante un mito, cerca de alguien que parece haberse recortado a s¨ª mismo de un cromo para darse un paseo entre los mortales. Porque El Chopo, que era su nombre de guerra mientras estuvo en activo y que fue para mucha gente el mejor cancerbero del mundo en las d¨¦cadas de los sesenta y los setenta, no es parte de la actualidad sino de la historia, y sin embargo, all¨ª donde est¨¢, la estrella es ¨¦l, las c¨¢maras lo buscan, no hay quien desaproveche la ocasi¨®n de estrecharle la mano o hacerse una foto a su lado.
A sus 76 a?os sigue recto como una vela y atrae como un im¨¢n. Y eso, en un mundo en el que todo va tan deprisa que hay tiempo para la admiraci¨®n, pero no para el respeto; donde las novedades se devoran entre ellas y se tapan como una capa de pintura a otra, es casi un milagro.
Ahora se cumplen 40 a?os de su retirada, que lleg¨®, porque todo llega, en diciembre de 1979; y 50 del primer t¨ªtulo que logr¨® con su equipo, la Copa del Rey de 1969. Solo ganar¨ªa otro igual, en 1973, pero nada ha hecho palidecer la figura del guardameta de los leones y de la selecci¨®n espa?ola, cuyos tres palos defendi¨® 12 a?os y con la que conquist¨® la Copa de Europa de 1964, en el Santiago Bernab¨¦u, derrotando a la URSS con el inolvidable gol de Marcelino.
?l no es una celebridad, es una leyenda; no es una vieja gloria, es un icono: en Espa?a dices ¡°portero¡± y lo ven a ¨¦l, con su uniforme negro, el que visti¨® de luto a tantos delanteros rivales, viudos de los goles que les paraba.
Y luego est¨¢ la persona, un hombre de una sencillez inaudita en esta feria de las vanidades. Fui hace nada a dar una charla a San Mam¨¦s, pero el d¨ªa antes me invitaron al campo para asistir a un encuentro de Liga y all¨ª estaba mi h¨¦roe de la infancia, una de las personas que m¨¢s ilusi¨®n me ha hecho conocer en mi vida. ?l lo sab¨ªa, pero me trat¨® como a un amigo, vino al acto de la tarde siguiente y cuando le pregunt¨¦ qu¨¦ libro m¨ªo quer¨ªa que le regalase, porque hab¨ªa una librer¨ªa en la sala, prefiri¨® uno de poemas, es decir, a juego con ¨¦l, que es una oda de carne y hueso. Y despu¨¦s, en lugar de volverse a su pedestal nos llev¨® en su coche a nuestro hotel. Los que dicen que mide 1,84 mienten: lo mide todo, hacia fuera y hacia dentro.
Mirar para otro lado sirve tambi¨¦n para descubrir lo que tiene su propia m¨²sica en mitad de tanto ruido. Qu¨¦ pena que Joaqu¨ªn Sabina y yo empez¨¢ramos una canci¨®n dedicada a ?ngel Gonz¨¢lez con el verso ¡°Gonz¨¢lez era un ¨¢ngel menos dos alas¡±, porque, tanto en el territorio de la m¨¦trica como en el de la sem¨¢ntica, queda igual si sustituyes Gonz¨¢lez por Iribar y sirve para seguir diciendo la verdad. Han pasado cuatro d¨¦cadas desde que colg¨® los guantes, pero el himno a la medida que le cantaban en todos los estadios contin¨²a teniendo raz¨®n: como Iribar no hay ninguno.
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