Loter¨ªa de Navidad 2019: un Gordo madrugador, media docena de langostinos y una teor¨ªa conspirativa
Disfraces, tensi¨®n y emoci¨®n en el Sal¨®n de Sorteos del Teatro Real
Son poco m¨¢s de las ocho de la ma?ana y la cola para acceder al Teatro Real por la puerta de acceso para los n¨²meros pares llama la atenci¨®n, tanto por su longitud ¡ªhay gente que lleva m¨¢s de 24 horas aqu¨ª¡ª como por lo dispar de los perfiles de quienes la forman. Hay suficientes personas disfrazadas de suficientes animales como para repoblar varios zoos y llenar un par de arcas de No¨¦. Pero tambi¨¦n han venido los protagonistas de La Casa de Papel y de alg¨²n que otro fen¨®meno contempor¨¢neo, confirmando que en 2019 esto del sorteo de la Loter¨ªa de Navidad es un evento transgeneracional y permeable a la actualidad. Incluso al cambio clim¨¢tico con el cierre la tarde anterior de la c¨¦lebre administraci¨®n de loter¨ªa madrile?a Do?a Manolita, provocada por la ca¨ªda de unos cascotes fruto del tremendo viento que lleva d¨ªas azotando la Madrid. Incluso a la de las teor¨ªas conspirativas que en unos minutos, tras el arranque del sorteo, han empezado a campar por las redes con el v¨ªdeo del se?or que parece introducir una bola de forma furtiva en el bombo. La versi¨®n oficial es que cay¨® una bola y ¨¦l la introdujo de nuevo. Feliz Navidad.
Ya en la sala encontramos grandes patriotas, d¨¦cimos que son trajes y trajes que son d¨¦cimos, un se?or con una camiseta del Liverpool, que anoche se proclam¨® Campe¨®n del Mundo al derrotar en la pr¨®rroga al Flamengo, y hasta un Don Quijote de la Suerte que remata su disfraz con unas mallas de runner. Hola, siglo XXI. Ducho en estas lides, nuestro espa?ol m¨¢s universal con el permiso de Rafa Nadal hinca la rodilla justo en la zona en la que se concentraba el mayor n¨²mero de reporteros y se convierte en la persona m¨¢s entrevistada durante los minutos previos a que se produzca la tradicional introducci¨®n de los 100.000 n¨²meros en el bombo. Hay en este sorteo una serie de habituales que manejan a los medios de comunicaci¨®n a su antojo. Don Quijote es uno de ellos, pero tambi¨¦n un se?or vestido de flamenca ¡ªal que nuestro manchego confunde con Dulcinea en una escena que es realmente disruptiva¡ª, uno de Papa y hasta un Sancho Panza que parece que est¨¢ dormido en su silla, pero que de manera m¨¢gica cada vez que se levanta sucede algo.
Mientras, en el exterior avanza lenta la cola. A falta de cuatro minutos para el inicio del sorteo crece la tensi¨®n al comprobar que, si aquello no fluye con un poco m¨¢s de br¨ªo, es posible que no lleguen a tiempo de entrar ni Pikachu ni, lo peor de todo, media docena de personas disfrazadas de langostino. Una Navidad sin langostinos no es Navidad ni es nada.
A las 9.19, los langostinos finalmente logran acceder al Teatro Real y apenas dos minutos m¨¢s tarde Nora Akrouh y Elizabeth del Carmen Roque Figuereo cantan el Gordo, el segundo m¨¢s madrugador de la historia, despu¨¦s del de 2004, que como muchos espa?oles durante sus vacaciones se va directo a Salou (Tarragona). ?Coincidencia? No creemos, esto es la Navidad y este es el sorteo de loter¨ªa, acaso el ¨²nico evento en el que la prensa que lo cubre, cuando sucede algo, en vez de informar inmediatamente siente la pulsi¨®n de sacarse la cartera del bolsillo y ver si le ha tocado algo. Pero esta vez no hay nadie en la sala con el 26590.
Cerca de las diez, y ya con la segunda tabla en funcionamiento, a las puertas de la entrada para asientos pares del Real la estampa la protagonizaba un hombre vestido de Pap¨¢ Noel sentado en una silla plegable frente al acceso ya cerrado. La sala est¨¢ llena y ¨¦l se ha quedado fuera. Este no es pa¨ªs para pap¨¢s noeles. Mientras, en el acceso para numeraciones impares, hasta ahora habilitado solo para personalidades y gentes que nunca se sabe qui¨¦nes son pero siempre est¨¢n, se agolpa una veintena de ciudadanos a quienes han informado de que, como en las discotecas, solo si sale uno, podr¨¢ entrar uno. ¡°Pero no sale nadie¡±, dice un joven. ¡°Si vamos todos a la vez, seguro que pasamos¡±, grita una se?ora imbuida por el esp¨ªritu de estos tiempos convulsos.
Procedemos a introducirnos en la puerta giratoria que da acceso al teatro cuando notamos que alguien nos coge del brazo. Miramos. Es la l¨ªder de la revuelta. ?Perd¨®n? ¡°T¨² di que soy tu madre¡±. Antes de poder responderle, un amable miembro de seguridad le advierte de que el truco no le va a servir de mucho. ¡°Solo quiero entrar y verlo¡±, suplica. Se canta entonces un quinto premio. Media hora m¨¢s tarde, en este acceso se habr¨¢ formado ya una enorme cola. Y all¨ª encontraremos, entre otros, a unos periodistas de una televisi¨®n de Miami y a C3PO, que de todos los robots de La Guerra de las Galaxias jam¨¢s pudimos decir que fuera el m¨¢s espabilado.
Que el Gordo se haya cantado tan pronto ha provocado una ca¨ªda en la efusividad, tanto de p¨²blico como de los medios. Esto parece uno de aquellos conciertos en los que el artista toca la buena primero y luego se pasa el resto del evento intentando infructuosamente convencernos de que las dem¨¢s que tiene son igual de buenas. Y no. Unos aprovechan para hacerse fotos en el escenario en el que luego las televisiones entrevistar¨¢n a los chavales. Esperemos que no solo a los que cantan n¨²meros y premios sino tambi¨¦n a los que sacan las bolas, que escondidos tras los bombos juegan el desagradecido papel de invisibles y silenciosos secundarios. Su labor debe ser reivindicada. Incluso los miembros de la mesa, que aprovechan cuando son sustituidos para ense?arle a la familia las magn¨ªficas vistas que hay del Palacio Real desde la segunda planta del Teatro.
As¨ª, mientras pasan los minutos y los premios menores, es hora de apurar las historias humanas, aunque, claro, la cantidad de personas a las que se puede preguntar de d¨®nde vienen, si es la primera vez que est¨¢ aqu¨ª, por qu¨¦ han venido, de qu¨¦ va disfrazados ¡ªlas 12.25, hasta alguien vestido de duende puede tener sus minutos de gloria radiotelevisiva¡ª, cu¨¢ntas horas de cola ha hecho o qu¨¦ har¨ªa con el premio¡ es finita. Entonces, se canta el segundo premio. Hay alegr¨ªa, pero no es muy distinta a la que hab¨ªa hace un minuto, cuando las c¨¢maras que retransmit¨ªan en directo han enfocado al patio de butacas, o cuando la gente ha cogido asiento, o cuando han introducido las bolas en el bombo, o incluso en la cola cuando a¨²n no hab¨ªa salido el sol.
Es casi la una y bailan los langostinos frente a uno de los monitores que hay a un lado del escenario, mientras en el acceso al teatro empiezan a recoger. Ha empezado y ha acabado la Navidad.
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