La ley del b¨²merang
El Gobierno mexicano exculp¨® a Bartlett por haber ocultado su fortuna. El problema es que hab¨ªa una promesa de L¨®pez Obrador de que la corrupci¨®n no iba a ser tolerada
Hacer promesas es uno de los perpetuos recursos de los que echan mano los pol¨ªticos. A veces, esas promesas funcionan y son como un cuchillo que le lanzan al adversario, porque una promesa no se verbaliza al azar o porque s¨ª: se asegura que se har¨¢ lo que otro no quiso o pudo y la gente reclama como necesario (y, de paso, se subrayan las insuficiencias e ineptitudes de quienes han ejercido el poder y no fueron capaces de notar lo que urg¨ªa); solo un pol¨ªtico muy desorientado, o muy poco ambicioso, lo sabemos, se compromete a dejar todo tal y como lo encontr¨®. Pero otras veces, las promesas terminan por convertirse en un b¨²merang: regresan, se estampan en la cabezota del que las hace y le dejan una marca inocultable.
En una democracia, los candidatos en campa?a se comprometen a tomar una serie de medidas o a llevar a cabo ciertas acciones para atraerse seguidores. Y esos seguidores, es decir, las personas que les creen que cumplir¨¢n, ya sea porque les conviene o porque tienen fe (parece mentira, pero esto tipo de ciudadanos abunda), enarbolan esas medidas y acciones para tratar de convencer a otros de empe?ar su voto en el mismo sentido que ellos. Una vez que su candidato est¨¢ en el poder, sus partidarios rememoran esas promesas y las presentan ante los esc¨¦pticos o los detractores como si fueran la l¨ªnea del horizonte, como el futuro anhelado al que la naci¨®n (o el municipio, o lo que sea) alcanzar¨¢ de la mano del pol¨ªtico de marras y de nadie m¨¢s.
El actual presidente mexicano, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, hizo varias promesas durante su larga campa?a presidencial (que, dado que logr¨® ser electo al tercer intento, dur¨® la friolera de dieciocho a?os, ya que comenz¨® a operar con la l¨®gica de un candidato desde el d¨ªa que tom¨® posesi¨®n como Jefe de Gobierno de la Ciudad de M¨¦xico). En la campa?a que lo llev¨® al poder, la promesa fundamental fue acabar con la corrupci¨®n. Toda su plataforma gir¨® en torno a esa idea. Cuando se le consultaba sobre temas de violencia, rezago econ¨®mico, servicios p¨²blicos, etc¨¦tera, las respuestas acababan por confluir en un punto: se acabar¨ªa con la corrupci¨®n y cortar ese nudo gordiano permitir¨ªa resolver, uno por uno, todos los dem¨¢s conflictos.
Los matices comenzaron a surgir cuando el ejercicio del poder los hizo inevitables¡ Entre enero y noviembre de este 2019, seg¨²n puede verse en Compranet, el portal pertinente del gobierno, el 78% de los contratos federales se concedieron por adjudicaci¨®n directa, es decir, sin proceso de licitaci¨®n alguno, pese a que el Plan Nacional de Desarrollo aseguraba que tal figura legal se prohibir¨ªa (recordemos que los contratistas consentidos, los que andaban repartiendo ¡°Casas Blancas¡±, ya hab¨ªan dado mucho de qu¨¦ hablar en el sexenio anterior, el de Enrique Pe?a Nieto). No existe, hasta el momento, una explicaci¨®n oficial clara en torno a este asunto, que es primordial, dado que tiene que ver directamente con la forma en que el gobierno ejerce el presupuesto (en democracia se concursan, por lo general, desde la compra de clips hasta la construcci¨®n de una carretera).
Pero el combate a la corrupci¨®n tambi¨¦n opera en un nivel simb¨®lico. Y qu¨¦ podemos decir en ese terreno, si esta semana la investigaci¨®n de la Secretar¨ªa de la Funci¨®n P¨²blica sobre los abundantes bienes del director de la Comisi¨®n Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett, concluy¨® con una exculpaci¨®n total del viejo ¡°dinosaurio¡±, una de las figuras m¨¢s emblem¨¢ticas del priismo durante decenios, pero que, convenientemente, supo leer el cambio de marea y apoy¨® a L¨®pez Obrador a tiempo para volver al ¡°campo de fuerza¡± de la protecci¨®n presidencial. Las decenas de propiedades millonarias de Bartlett, se nos explic¨®, en realidad son de sus hijos o de su pareja sentimental, con quien no lo une lazo legal alguno¡
Adjudicaciones directas, contratistas consentidos y pol¨ªticos a los que se les hacen ¡°limpias¡± a la medida para que nadie ose extra?arse por el n¨²mero de propiedades que poseen. Nada que no conozcamos, claro, porque venimos de decenios de ¡°jugadas¡± y leguleyadas as¨ª. El problema es que hab¨ªa una promesa ?recuerdan? Que la corrupci¨®n no iba a ser tolerada. Ese es el b¨²merang que viene de regreso.
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