Comida de pobres
La historia suelen hacerla los despose¨ªdos, esos que no cuentan hasta el d¨ªa en que deciden contar
El Consejo Nacional de Investigaciones Cient¨ªficas y T¨¦cnicas de Argentina (Codicet) efect¨²a un experimento interesante. Un polit¨®logo y dos nutricionistas llevan 100 d¨ªas aliment¨¢ndose con un presupuesto mensual de 4.886 pesos. Esa cantidad, unos 70 euros al cambio, es la que seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªsticas y Censos permite vivir en, digamos, una pobreza digna, sin caer en la indigencia. El experimento durar¨¢ un semestre, pero har¨¢n falta relevos. Las dos nutricionistas se han dado de baja por recomendaci¨®n m¨¦dica: han perdido mucho peso y corren riesgo de anemia y osteoporosis. El polit¨®logo sigue de momento, aunque se le hayan disparado los triglic¨¦ridos y haya perdido tambi¨¦n seis kilos. Para los que siempre ven algo bueno en lo malo, una precisi¨®n: ese adelgazamiento es el paso previo a la p¨¦rdida de masa muscular y la obtenci¨®n de nueva grasa, lo que conduce a la desnutrici¨®n obesa.
Los 4.886 pesos de la ¡°canasta b¨¢sica¡± corresponden a un c¨¢lculo que se hizo en 1988, preguntando a gente pobre de los suburbios bonaerenses cu¨¢l era su dieta. La suma ha ido actualiz¨¢ndose con la inflaci¨®n, sin que a ning¨²n especialista en estad¨ªsticas se le ocurriera catar la ¡°canasta b¨¢sica¡±. El experimento ha permitido comprobar dos cosas. La primera, que alimentarse de harinas, f¨¦culas y carne barata es, adem¨¢s de insalubre, desagradable, y requiere muchas horas de cocina. La segunda, que para vivir en una pobreza realmente digna har¨ªan falta al menos 7.000 pesos, por lo que en realidad m¨¢s de la mitad de los argentinos, ciudadanos de uno de los pa¨ªses que m¨¢s comida produce, viven en la pobreza indigna.
En Espa?a, de acuerdo con los baremos de la Uni¨®n Europea, una de cada cinco personas sufre ¡°riesgo de exclusi¨®n¡±, es decir, est¨¢ mal. Y cinco de cada cien ciudadanos sufren la llamada ¡°privaci¨®n material severa¡±, tambi¨¦n conocida como hambre y fr¨ªo.
No creo que eso nos quite el sue?o. Aunque sepamos que no es as¨ª, actuamos como si ellos se lo hubieran buscado. Como si la pobreza fuera electiva. Como si ignor¨¢ramos (y no es el caso) que nuestra alimentaci¨®n y nuestras comodidades dependen casi siempre del azar: d¨®nde nacimos y qui¨¦n nos educ¨®. Los casos de heroica superaci¨®n personal son muy pocos; la gran mayor¨ªa de las biograf¨ªas son fruto del azar, de la inercia y de las condiciones sociales.
Seguiremos leyendo que la pobreza se resuelve creando riqueza. Qu¨¦ m¨¢s da que no sea cierto. La econom¨ªa espa?ola creci¨® m¨¢s del 17% entre 2014 y 2018. En ese per¨ªodo, los porcentajes de pobreza se mantuvieron casi id¨¦nticos. Pero hablar de distribuir la riqueza, empezando por subir impuestos a quienes m¨¢s tienen y siguiendo por discutir todo lo discutible en el sistema, se considera de mal gusto. Ni siquiera es progre: es rojo, antiguo y huele a rencor de clase.
La historia la escriben los poderosos. Y la transmitimos correveidiles como yo mismo. Sin embargo, suelen hacerla los despose¨ªdos. Esos que no cuentan hasta el d¨ªa en que deciden contar. Por eso casi nunca entendemos lo que pasa. Creemos que con nosotros, con nuestra democracia liberal, con nuestro libre comercio y con nuestra paguita culmina la evoluci¨®n de la humanidad. Que se escondan los pobres, que se vayan los inmigrantes. Que nos dejen tranquilos.
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