El malperder
A falta de unos resultados favorables en sucesivas elecciones, la derecha espa?ola se ha comportado como el perro del hortelano
El buen malperdedor, el que ha hecho de su malperder un virtuosismo, es incansable y obstinado. Nunca se corrige. Cava incansablemente en la misma direcci¨®n, hacia abajo, hasta convertir el agujero en fosa, hasta hundirse ¨¦l mismo con sus obsesiones.
Sin alternancia, no hay democracia. Puede haber urnas y votos, puede haber partidos e incluso libertades. La ley y el Estado de derecho pueden ser respetados. Pero no es una verdadera democracia aquella que no da pie a la alternancia. Pocos se atreven a negarla en sus palabras, salvo los abiertos ap¨®stoles de la dictadura, pero no son pocos los que est¨¢n dispuestos a obstaculizarla por todos los medios, aun a costa de vulnerar el Estado de derecho o de hacer burla de la democracia.
La negaci¨®n de la alternancia no es una exclusiva de los sistemas totalitarios, donde el culto al partido ¨²nico impide imaginar siquiera la existencia de partidos que compitan en las urnas y todav¨ªa menos que puedan sustituirlos. Y si sucede tambi¨¦n en pa¨ªses de larga raigambre democr¨¢tica, donde el poder ha sido secularmente sentido como patrimonio de las ideas y partidos conservadores, c¨®mo no iba a suceder en el nuestro, donde qued¨® suprimida durante las cuatro d¨¦cadas anteriores a la Constituci¨®n de 1978.
El espect¨¢culo parlamentario que hemos vivido estos d¨ªas ha sido una exhibici¨®n de estas artes oscuras del malperder parlamentario. A falta de unos resultados favorables en sucesivas elecciones, la derecha espa?ola se ha comportado como el perro del hortelano, que no com¨ªa ni dejaba comer. Ni pod¨ªa alcanzar una mayor¨ªa de gobierno ni se conformaba con que la formaran las izquierdas. Solo quedaba entonces el camino de boicotear la mayor¨ªa posible por todos los medios imaginables, incluida la coacci¨®n, la amenaza y, sobre todo, una especialidad de la casa, como es el uso y abuso de las instituciones.
Tiene toda la l¨®gica y no es ni mucho menos una exclusiva espa?ola: v¨¦ase el rumbo nefasto del trumpismo. Cada uno usa libremente lo que considera que es de su propiedad. Eso suelen creer las derechas respecto a las instituciones, instrumentales para erosionar la democracia cuando las urnas no arrojan el resultado deseado. Dispuestas a sacrificarlas y erosionarlas con tal de evitar la alternancia. Incluyendo las m¨¢s altas, como la instituci¨®n mon¨¢rquica, o las m¨¢s delicadas y arbitrales, como el sistema judicial.
Ese cavar incansable llevar¨¢, al final, cuando la alternancia sea ya un hecho, a negar tambi¨¦n toda legitimidad al Gobierno legal y leg¨ªtimo bajo excusas osadas e incre¨ªbles que apelan a la moral. Quienes se llenan la boca de la Constituci¨®n, terminar¨¢n as¨ª convertidos en el aut¨¦ntico frente contra la Constituci¨®n, la regla de juego que exige los guardarra¨ªles de la tolerancia y de la contenci¨®n para que la democracia no se vaya por el desag¨¹e hacia el que la conduce ese hosco y rencoroso malperder.
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