Giro popular
El regreso a la crispaci¨®n menoscaba la credibilidad y el liderazgo de Casado
La agresiva intervenci¨®n de Pablo Casado durante la sesi¨®n de investidura ha originado una reflexi¨®n en el seno del Partido Popular acerca de la mejor estrategia de oposici¨®n al inminente Gobierno de Pedro S¨¢nchez, tanto a efectos de los intereses generales del pa¨ªs como a los de los eventuales beneficios electorales. Dos dirigentes con destacado peso territorial, el gallego Alberto N¨²?ez Feij¨®o y el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla, adem¨¢s del presidente del Partido Popular en el Pa¨ªs Vasco, Alfonso Alonso, se han mostrado reacios a seguir las indicaciones de la direcci¨®n nacional y a romper todos los puentes con el nuevo Ejecutivo. Tambi¨¦n se oponen a simultanear la oposici¨®n en las instituciones y en las calles.
No es esta la primera vez en que se enfrentan los dirigentes radicales y moderados tras la llegada de Casado a la presidencia del Partido Popular, interpretada en su momento como una rotunda victoria de los primeros. Los malos resultados cosechados en las elecciones generales de abril le obligaron a modular el discurso, lo que se habr¨ªa traducido en un ligero incremento del apoyo ciudadano, suficiente para consolidar provisionalmente su liderazgo pero excesivamente limitado para zanjar la crisis que se mantiene larvada en el partido desde el triunfo de la moci¨®n de censura contra Rajoy y el relevo en la presidencia popular. En lugar de seguir explorando la alternativa de la moderaci¨®n, Casado se dej¨® vencer en el Congreso por el temor a que el espacio pol¨ªtico que abandonaba fuera ocupado por la ultraderecha, convertida en la tercera fuerza del pa¨ªs, y por los restos de Ciudadanos, al que ofrecer¨ªa la ocasi¨®n de rehacerse.
El nuevo giro de Casado transmite exactamente aquello que le reprocha a Pedro S¨¢nchez: falta de credibilidad. Con el agravante, en su caso, de falta de liderazgo, al aparecer como reh¨¦n impotente de las fuerzas m¨¢s radicales en el interior de su partido y tambi¨¦n de la agenda pol¨ªtica impuesta por la ultraderecha. Esta ya ha anunciado que el pr¨®ximo domingo saldr¨¢ a las calles en protesta por los pactos que permitir¨¢n gobernar al Partido Socialista, una iniciativa adoptada, entre otras razones, para que Casado se decante. La trampa que la ultraderecha pretende tenderle as¨ª radica en que, una vez que la oposici¨®n comienza a ejercerse en la calle y no en las instituciones, la frontera entre fuerzas pol¨ªticas se desvanece, con ganancia neta para la minoritaria. Portando una pancarta Casado no es el jefe de la oposici¨®n, sino un manifestante entre la multitud.
Cualquiera que sea la opci¨®n del Partido Popular sobre su estrategia durante esta legislatura, la responsabilidad de la que no puede desentenderse es contribuir a restablecer el normal funcionamiento del sistema constitucional. Su inalienable derecho a participar como fuerza parlamentaria en la composici¨®n de ¨®rganos como el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional no puede ser utilizado como un veto, prolongando la interinidad y empujando el conjunto del sistema hacia la excepcionalidad. La voluntad que los ciudadanos expresan en las urnas se refleja en las C¨¢maras, pero no se detiene ah¨ª. Desde que el juego de mayor¨ªas y minor¨ªas se proyecta tambi¨¦n sobre otros ¨®rganos del Estado, bloquearlos o impedir su pleno funcionamiento es tanto como despreciar el mandato de las urnas. Algo que el PP deber¨ªa vetarse a s¨ª mismo sin excusas.
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