Horizonte posible
Debatir en el Congreso desde la raz¨®n y el respeto deber¨ªa ser algo irrenunciable
El candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, ha expuesto este s¨¢bado el programa sobre el que la C¨¢mara habr¨¢ de pronunciarse el domingo en primera vuelta y, previsiblemente, tambi¨¦n el pr¨®ximo martes, cuando la aritm¨¦tica parlamentaria ya comprometida podr¨ªa poner fin al bloqueo que llev¨® a la repetici¨®n electoral. En su discurso, S¨¢nchez perfil¨® dos ejes preferentes de acci¨®n gubernamental, relacionados con las medidas necesarias para superar los efectos sociales de la crisis y con la tensi¨®n territorial en Catalu?a.
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La sola reanudaci¨®n de la actividad del Congreso, tras ocho meses de silencio parlamentario, ofrec¨ªa una ocasi¨®n inmejorable para recuperar una cierta contenci¨®n, siquiera procedimental, en el est¨¦ril clima de crispaci¨®n y de enfrentamiento que domina la vida p¨²blica en Espa?a. Sin embargo, el l¨ªder del Partido Popular, Pablo Casado, la dej¨® pasar, optando por una r¨¦plica en la que reincidi¨® en el error de confundir la cr¨ªtica pol¨ªtica con la descalificaci¨®n personal. Es innegable que S¨¢nchez afronta un problema de credibilidad pol¨ªtica, por sus anteriores contradicciones, pero, al consagrar a ¨¦l la totalidad de su intervenci¨®n, recurriendo, adem¨¢s, a una ret¨®rica insultante, Casado fracas¨® en ofrecer aquello que ten¨ªa al alcance de la mano como segunda fuerza m¨¢s votada: exigir precisiones sobre el programa del candidato, a fin de capitalizar su papel al frente de la oposici¨®n y ejercer con eficacia el control parlamentario que le corresponde.
La prioridad social que S¨¢nchez estableci¨® en su discurso responde a una dram¨¢tica realidad provocada por la crisis de 2008 cuya soluci¨®n no puede postergarse por m¨¢s tiempo, y, precisamente por ello, no cabe enarbolarla como bandera sin dotarla simult¨¢neamente de los recursos que precisa. La correcci¨®n efectiva de la desigualdad, con la que S¨¢nchez se comprometi¨® con rotundidad, exige una determinaci¨®n equivalente para no limitar la b¨²squeda de ingresos adicionales al aumento del IRPF de las rentas m¨¢s altas o la subida del impuesto de sociedades, tal vez relevantes a efectos de imagen pero insuficientes a efectos econ¨®micos.
S¨¢nchez se comprometi¨® a conducir el di¨¢logo con Esquerra Republicana de Catalunya en el marco de la Constituci¨®n, una menci¨®n que no aparece expresamente en el documento hecho p¨²blico esta misma semana. Era la pieza imprescindible que faltaba en una operaci¨®n cargada de riesgo, pero que un nuevo Ejecutivo est¨¢ legitimado para intentar siempre y cuando no la reduzca a una mera declaraci¨®n formal y no pierda de vista que cualquier soluci¨®n pasa tambi¨¦n por el acuerdo con las fuerzas de oposici¨®n. La manera de sortear los obst¨¢culos no es ignorando a los partidos que los interpongan, sino coloc¨¢ndolos ante la alternativa de aceptar la eventual salida alcanzada dentro de la Constituci¨®n o afrontar el coste pol¨ªtico ante los ciudadanos. El hecho de que el portavoz de ERC explicitara su rechazo frontal a la violencia y a la imposibilidad de alcanzar sus objetivos pol¨ªticos sin di¨¢logo y pactos, es decir, renunciando a la unilateralidad, reduce tambi¨¦n la ambig¨¹edad del documento acordado.
La primera jornada de la sesi¨®n de investidura altern¨® momentos de aut¨¦ntico debate con otros de simple cruce de descalificaciones, que, no por estar protagonizados por pol¨ªticos, son pol¨ªticos en s¨ª mismos. Cuatro a?os de par¨¢lisis son demasiados para un pa¨ªs cuyos ciudadanos siguen padeciendo los efectos de la crisis econ¨®mica, y en el que los da?os que el independentismo ha infligido a la sociedad catalana amenazan con extenderse hasta el ¨²ltimo rinc¨®n. Imaginar un acuerdo para abordar desde el consenso ambos problemas es por ahora un horizonte inalcanzable. Pero debatir en el Congreso, desde la raz¨®n y desde el respeto, no deber¨ªa serlo.
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