El espacio, parque de atracciones de los milmillonarios
Los ultrarricos impulsan la carrera espacial a trav¨¦s de empresas con programas espaciales propios y como turistas que ven estos viajes como el ¨²ltimo producto exclusivo
En 1954, tres a?os antes de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica lanzase el primer sat¨¦lite artificial al espacio, Thomas Cook, la compa?¨ªa de viajes m¨¢s antigua del mundo, abri¨® una lista de reservas para viajar a la Luna. La compa?¨ªa se compromet¨ªa a proporcionar los billetes en cuanto este tipo de crucero espacial fuese tecnol¨®gicamente posible, pero quebr¨® el a?o pasado sin haber cumplido sus promesas espaciales.
La idea del turismo espacial de masas parece hoy descabellada, pero una analog¨ªa evidente pudo alimentar el optimismo sobre esa posibilidad en los inicios de la carrera espacial. Solo medio siglo antes, en 1903, los hermanos Wright hab¨ªan probado con ¨¦xito el primer avi¨®n en un vuelo que recorri¨® poco m¨¢s de 200 metros. En 1927, Charles Lindbergh cubri¨® con su Spirit of St. Louis los m¨¢s de 6.000 kil¨®metros que separan Nueva York de Par¨ªs y en 1954 la aviaci¨®n comercial empezaba a explotar. El espacio, sesenta a?os despu¨¦s del viaje orbital de Yuri Gagarin, solo ha recibido a un pu?ado de turistas que pagaron m¨¢s de 20 millones de euros por su viaje y no parece que el acceso se vaya a popularizar pronto.
Virgin Galactic empez¨® a vender billetes hace 16 a?os y a¨²n no ha llevado a ning¨²n turista al espacio
Durante d¨¦cadas, la conquista del espacio estuvo en manos de grandes potencias que enviaban a soldados, ingenieros o cient¨ªficos a probar tecnolog¨ªas, hacer experimentos o demostrar superioridad sobre el adversario. La situaci¨®n ha cambiado. Hoy, a los competidores habituales en la carrera espacial se han unido algunos de los grandes magnates del planeta. Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Elon Musk, que se hizo millonario con PayPal, han puesto sus fortunas al servicio de empresas con las que quieren hacer que, por fin, el espacio sea accesible. Bezos ha planteado convertir el Sistema Solar en el lugar donde obtener recursos y fabricar productos para no contaminar la Tierra. Musk quiere ser el hombre que lleve a los primeros humanos a Marte y no descarta llegar all¨ª ¨¦l mismo.
La libertad con la que los milmillonarios emplean el dinero en sus ambiciones espaciales tambi¨¦n ha dejado espacio para excentricidades que no ten¨ªan lugar cuando la aventura la patrocinaban fondos p¨²blicos. En 2018, el millonario japon¨¦s Yusaku Maezawa compr¨® el primer paquete tur¨ªstico para llegar hasta la Luna, orbitar a su alrededor y regresar. Si todo sale seg¨²n lo previsto, partir¨¢ en 2023 a bordo de la nave Starship de SpaceX, la compa?¨ªa de Musk. Maezawa, que tiene una importante colecci¨®n de arte, quiere invitar a su viaje a varios artistas y tambi¨¦n, seg¨²n anunci¨® la semana pasada, una mujer especial. A diferencia de los requisitos que se sol¨ªan demandar a las astronautas, la compa?era del empresario japon¨¦s solo tendr¨¢ que ser mayor de 20 a?os, tener una personalidad brillante y positiva, querer vivir la vida al m¨¢ximo y, como guinda, desear la paz mundial. La primera mujer en llegar a la Luna ser¨ªa as¨ª la ganadora de un concurso organizado por un potentado para echarse novia.
Hasta ahora, los ¨²nicos turistas espaciales han viajado a la Estaci¨®n Espacial Internacional a bordo de las c¨¢psulas Soyuz dise?adas por los sovi¨¦ticos. En la d¨¦cada de los 2000, Rusia vio los viajes pagados como una forma de financiar su programa espacial. Musk tambi¨¦n considera este tipo de negocio un modo de cubrir los gastos inmensos de desarrollar un programa espacial propio. El magnate sudafricano calcula que dos viajes anuales como el que le vendi¨® a Maezawa podr¨ªan suponer alrededor del 10% de los ingresos de su compa?¨ªa SpaceX. Adem¨¢s, el japon¨¦s y sus compa?eros ser¨ªan una especie de pilotos de pruebas en una misi¨®n que, como todas las que requieren viajar al espacio, implica riesgos importantes. Aunque SpaceX ha realizado con ¨¦xito 32 lanzamientos desde 2006, Mark Zuckerberg puede recordar a quienes olviden los riesgos de intentar abandonar la Tierra c¨®mo hace tres a?os perdi¨® un sat¨¦lite con el que pretend¨ªa dar cobertura de internet a los pa¨ªses del ?frica subsahariana cuando el Falcon 9 que lo iba a poner en ¨®rbita explot¨® en su plataforma de lanzamiento.
En 2016, un Falcon 9 que llevaba a bordo un sat¨¦lite de Mark Zuckerberg explot¨® en la plataforma de lanzamiento
En cualquier caso, las fechas de las misiones espaciales no siempre se pueden cumplir. M¨¢s de 600 personas, entre los que se encuentran famosos como Ashton Kutcher, han pagado un adelanto de al menos 200.000 d¨®lares por un asiento en la SpaceShip Two, la nave espacial suborbital de Virgin Galactic, la compa?¨ªa del millonario Richard Branson. En 2013, Branson sugiri¨® que los primeros turistas podr¨ªan volar al a?o siguiente, pero en octubre de 2014, un accidente durante un vuelo de prueba mat¨® a uno de los pilotos y dej¨® malherido al otro. Hoy, 16 a?os despu¨¦s de que Virgin Galactic comenzase a vender los primeros pasajes a la frontera con el espacio, no hay fecha fijada para el comienzo de vuelos regulares.
El inter¨¦s en el espacio de los ultrarricos, ese peque?o grupo de humanos que ve c¨®mo crecen sus fortunas haya crisis o bonanza, ha abaratado los medios de transporte al espacio y sus grandes impulsores creen que ser¨¢n capaces de triunfar donde las grandes potencias fracasaron. ¡°Si fueses un siglo atr¨¢s y le contases a la gente que hoy puedes comprar un billete y volar por todo el mundo en un avi¨®n, pensar¨ªan que est¨¢s loco¡±, ha afirmado recientemente Bezos empleando la misma analog¨ªa optimista que llev¨® a Thomas Cook a prometer viajes al espacio en 1954.
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