A m¨ª no se me nota apenas
Estimados bienintencionados que solo sois feministas a ratos, no nos le¨¢is, si os molesta nuestra voz. Pero no nos dig¨¢is que hablemos de otra cosa
Desde hace un tiempo vengo escuchando un rumor alrededor de mi conciencia, que proviene de almas bienintencionadas que me quieren y se preocupan por m¨ª, incluso quiz¨¢ me admiran, y me susurran consejos desde la lejan¨ªa de sus temores. Lo consideraba un bisbiseo, casi una sensaci¨®n, algo que nadie se atreve a pronunciar, hasta que el otro d¨ªa un buen amigo abri¨® la boca por fin. ¡°Tienes que dejar de escribir sobre feminismo¡±. Le falt¨® decir: ¡°Ahora que parece que te lee m¨¢s gente, no lo fastidies hablando siempre de eso¡±. No soy la ¨²nica. Lo he comentado con otras compa?eras y tambi¨¦n les pasa. Lo peor del asunto es que no es algo del todo externo, creo que nosotras mismas originamos ese runr¨²n, esa advertencia que viene de otra era: si seguimos hablando de esto, escribiendo sobre esto, acabar¨¢n por meternos de nuevo en el corral. Tenemos que disimular.
Lo cierto es que nadie de verdad feminista nos dar¨ªa ese consejo, nadie de verdad feminista estar¨ªa preocupado porque escribamos sobre esto, repetidas veces, levantando una capa y luego otra, poniendo el dedo o el grito sobre la superficie m¨¢s ancha. Nadie de verdad feminista es feminista solo a ratos. Eso era antes.
Es inevitable meditar sobre el tema. ?Por qu¨¦ tenemos que parar? O peor: disimular. Los bienintencionados no nos piden (la mayor¨ªa de ellos no se atreve a pedir siquiera, pero es f¨¢cil percibir que lo desean, igual que nuestros progenitores deseaban que no nos meti¨¦ramos en pol¨ªtica; de hecho, exactamente igual) que abandonemos del todo, solo que no estemos siempre ah¨ª. Y ?por qu¨¦? ?Es que la situaci¨®n merece un descanso? ?Es que hemos mejorado? Ya no hablamos de la gripe A, por ejemplo, porque ya no hay que hablar de ella. No hablamos de la borrasca Gloria, y eso que acaba de irse. Seguramente en breve no hablaremos del coronavirus, igual que no hablamos de la peste que azot¨® Europa en la Edad Media o del desastre del Prestige. Somos bastante obedientes con la actualidad. Y, por ejemplo, el lunes, nada ha podido impedirlo, entr¨® en prisi¨®n una mujer por una condena de lesiones a su agresor, lesiones proferidas en defensa propia, durante una discusi¨®n con el que fue su pareja, mientras este le pegaba y la amenazaba de muerte. ?l hab¨ªa sido condenado por violencia de g¨¦nero, pero nunca fue a la c¨¢rcel. El hijo de ella dice: ¡°Mi madre lo ¨²nico que hizo el d¨ªa de los hechos fue evitar ser asesinada¡±. ?Cu¨¢nto hablaremos de esto? ?Cu¨¢nto tiempo estuvimos hablando sobre Juana Rivas? He tenido que buscar su nombre en Google.
Nadie de verdad feminista estar¨ªa preocupado porque escribamos sobre esto, repetidas veces, levantando una capa y luego otra, poniendo el dedo o el grito sobre la superficie m¨¢s ancha
Hablamos. Escribimos. Porque durante mucho tiempo no parec¨ªa que lo hici¨¦ramos, aunque ya lo hici¨¦ramos, porque siempre lo hicimos. En nuestros libros, en nuestros ratos de sof¨¢, en la barra de los bares, en las cocinas, en nuestras miradas de desconcierto. Hablamos porque la construcci¨®n es tan profunda y est¨¢ tan habilitada para suceder que en el fondo solo ara?amos un pedacito de esa vasta superficie. El ruido que hacemos (el l¨¢tigo que otros convierten en ruido molesto) es un murmullo, la parte sin aire de la escalada. Casi todas las mujeres que tengo cerca (y tantas que tengo tan lejos) han sufrido abusos machistas, han sido educadas desde la infancia bajo un sesgo brutalmente desequilibrado. Todo ha pasado desapercibido. Y, a la vez, hay tantas luchando desde hace tanto (siglos). La concesi¨®n sigue siendo tremenda, ins¨®lita, hasta en los n¨²cleos m¨¢s progresistas de la sociedad. Imaginad en el resto. La concesi¨®n no tiene l¨ªmites. Los parcos l¨ªmites legales que existen (por ejemplo) se han dise?ado bajo esa concesi¨®n. Es necesaria una legi¨®n de nuevas mentes educadas en la verdadera posibilidad de concebir una sociedad basada en la libertad y en el respeto, nuevas mentes que ni siquiera sean capaces de concebir otro tipo de sociedad. Esta que todav¨ªa habitamos est¨¢ mortalmente enferma. Lo repetiremos una vez m¨¢s: las mujeres asesinadas y violadas son solo la punta del iceberg de un extenso sometimiento. Lo dem¨¢s queda en casa.
A m¨ª, por ejemplo, no se me nota apenas. S¨¦ que a otras tantas tampoco. Yo puedo pasar perfectamente por una mujer que ha vivido al margen de las verdaderas tragedias del machismo. Pues bien: no es verdad. Las violencias han ca¨ªdo sobre m¨ª, certeras, con estruendo.
Estimados bienintencionados que solo sois feministas a ratos (y el resto que no lo sois en absoluto), no nos le¨¢is, si os molesta nuestra voz. Pero no nos dig¨¢is que hablemos de otra cosa, que escribamos de otra cosa. Porque con los ojos cerrados solo querremos ya dormir, y m¨¢s tarde morir, a ser posible en paz. Porque hablaremos de esto el resto de nuestras vidas. Encerradas en un ba?o o en medio del fr¨ªo invierno. Respetad esta revoluci¨®n. Porque acallarla, incluso desde la prudencia del falso aliado, no es m¨¢s que el s¨ªntoma reaccionario de que habremos de acabar desga?itadas, pero con los ojos abiertos, vi¨¦ndolas a ellas y a ellos, a las que vienen, caminar en libertad.
?Lara Moreno es escritora. Su ¨²ltima novela es Piel de lobo (Lumen).
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