Bye now
Es un d¨ªa triste para los que creemos en el proyecto europeo
Qui¨¦n habr¨ªa imaginado que el Brexit pasar¨ªa pr¨¢cticamente desapercibido en la ¨²ltima semana oficial del Reino Unido en la Uni¨®n Europea. Ser¨¢ por el coronavirus, el impeachment o el culebr¨®n catal¨¢n, pero esta fase final del divorcio del siglo no est¨¢ teniendo la cobertura que cabr¨ªa esperar. Incluso Boris Johnson ha desinflado (forzado por la afon¨ªa del Big Ben) la celebraci¨®n p¨²blica.
Tras m¨¢s de tres a?os de amarga ruptura comienza una nueva y transitoria etapa en la que nada est¨¢ escrito. Ma?ana, 1 de febrero, poco se notar¨¢. Algunas banderas menos, si acaso. Pero es el espejismo de que nada cambia para que todo se transforme. La p¨¦rdida de lo que han aportado los brit¨¢nicos en ideas, estrategias, procesos y, sobre todo, personas, ser¨¢ enorme.
Aun as¨ª, habr¨¢ muchas cosas que los brit¨¢nicos dejar¨¢n en la UE tras su salida. Aqu¨ª van algunas:
El idioma. Antes de que el Reino Unido e Irlanda se unieran a las comunidades europeas, la lengua de trabajo era el franc¨¦s. El ingl¨¦s fue suplant¨¢ndolo poco a poco, hasta convertirse en la aut¨¦ntica lingua franca de la Uni¨®n (y tambi¨¦n fuera de ella). Por mucho que algunas voces continentales pretendan recuperar un cierto nacionalismo ling¨¹¨ªstico, es una batalla perdida.
Un pu?ado de esca?os en el Parlamento Europeo. De los 73 brit¨¢nicos, 46 se reservan para futuros Estados miembros. Los otros 27 se reparten: a Espa?a le corresponden cinco. En cuanto a familias pol¨ªticas, los equilibrios de poder no var¨ªan significativamente. Nigel Farage no hab¨ªa logrado incluir sus 27 esca?os en ning¨²n grupo, con lo que su salida simplemente adelgaza el n¨²mero de independientes.
Queda, claro, la tremenda incertidumbre de los ciudadanos y ciudadanas en uno y otro lado (tres millones de europeos en el Reino Unido, un mill¨®n de brit¨¢nicos en la Uni¨®n). En teor¨ªa, mantendr¨¢n los mismos derechos que hasta ahora. En la pr¨¢ctica, a la batalla emocional que comenz¨® tras el refer¨¦ndum se sumar¨¢ ahora la batalla burocr¨¢tica.
Quedan algunos funcionarios brit¨¢nicos en las instituciones europeas. Cuando se celebr¨® el refer¨¦ndum hab¨ªa algo m¨¢s de 1.000. Durante este tiempo, algunos se han ido; otros han solicitado otra nacionalidad. En teor¨ªa, estar¨¢n cubiertos por el acuerdo sobre los ciudadanos; en la pr¨¢ctica, sus perspectivas de carrera se ver¨¢n seriamente limitadas.
Queda Huawei, el ¨²ltimo gran legado brit¨¢nico. La decisi¨®n de Johnson de no expulsar a la firma china de su mercado ¡ªcon las debidas precauciones¡ª facilita la posici¨®n europea en su conjunto en la guerra comercial tecnol¨®gica entre las dos potencias.
Y queda, ya se sabe, una complej¨ªsima negociaci¨®n por delante, que deber¨¢ dirimirse en apenas 11 meses. El fantasma de un no acuerdo sigue ah¨ª. Y la necesidad de dedicar una ingente cantidad de recursos y de tiempo, tambi¨¦n.
Es un d¨ªa triste para los que creemos en el proyecto europeo.
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