Sobre la libertad
Un individuo libre es aquel capaz de pensar sin que los prejuicios o la desinformaci¨®n enturbien su mente
Mantener a la poblaci¨®n en la ignorancia y fomentar el odio ha sido siempre la doble estrategia de los partidos totalitarios cuando no pueden utilizar la fuerza para imponerse. El odio es un arma eficaz que necesita muy pocas ideas para germinar. No arraiga en la concordia ni en la raz¨®n cordial, sino en la voluntad de confrontaci¨®n y el ansia de prevalencia.
Es f¨¢cil fabricar problemas. Se lanza una idea y se la nombra. Una vez nombrado cualquier fantasma adquiere existencia. El siguiente paso es a¨²n m¨¢s f¨¢cil: se sit¨²a a los probables adversarios en el re?idero y se les azuza. De inmediato vuelan las plumas. A favor o en contra del fantasma, los partidarios se enzarzan, mientras en los altavoces se retransmite la pelea y el p¨²blico hace sus apuestas.
Quienes, confundiendo la pol¨ªtica con el poder, utilizan tales ruidosas artima?as saben que, de este modo, distraer¨¢n a la poblaci¨®n de lo que m¨¢s importa. Lo triste del asunto es que caemos en sus redes: opinamos, debatimos, nos enfrentamos y terminamos escupiendo lodo.
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Esto, por supuesto, no es hacer pol¨ªtica. La pol¨ªtica no se hace con opiniones, sino proponiendo acciones que faciliten la convivencia, no que la deterioren. Y en este sentido es como ha de entenderse la educaci¨®n.
Quienes, desde la voz p¨²blica, la emprenden con la funci¨®n docente en una sociedad cuyo mayor bien es el de pensar y expresarse libremente no est¨¢n haciendo otra cosa que tratar de desestabilizar los cimientos de un sistema social que necesit¨® de varias revoluciones para implantarse y que se resum¨ªa en aquellas famosas palabras de Camille Desmoulins que los franceses incluyeron en su Constituci¨®n de 1848: ¡°Libertad, igualdad y fraternidad¡±.
Y no es que nuestra sagrada democracia sea el mejor sistema posible ¡ªtampoco este mundo es el mejor de los mundos posibles¡ª, pero qu¨¦ duda cabe de que puede mejorarse. Una mejor democracia ser¨¢ aquella que est¨¦ formada por personas que puedan pensar libremente. Cuando esto no se da, recordando a Stuart Mill, diremos que el gobierno de la mayor¨ªa es a¨²n peor que el gobierno de un tirano, pues protegerse contra la tiran¨ªa de la opini¨®n y el sentimiento prevaleciente es mucho m¨¢s complicado que defenderse de un tirano.
Pero ?qu¨¦ significa pensar libremente? ?De qu¨¦ o frente a qu¨¦ podemos ser libres? Evidentemente, no se trata aqu¨ª de libertad pol¨ªtica, sino de aquella otra libertad que precede a toda libertad pol¨ªtica y sin la cual ¨¦sta no ha lugar. Pensar libremente significa pensar libre de conflictos interiores: aquellos que vienen producidos por la desinformaci¨®n, la manipulaci¨®n inform¨¢tica, los prejuicios, el adoctrinamiento y la incapacidad para gestionar las propias emociones y entender c¨®mo y por qu¨¦ o frente a qu¨¦ se generan. Un individuo libre es aquel que ser¨¢ capaz de pensar sin que nada de esto enturbie su mente.
Una mejor democracia ser¨¢ aquella que est¨¦ formada por personas que puedan pensar libremente
Ahora bien, esto no se consigue sin una formaci¨®n adecuada. Y por adecuada entiendo aquella que, lejos de adoctrinar, ense?e a pensar correctamente: seg¨²n reglas l¨®gicas y no a partir de creencias, convicciones, opiniones ni sentimientos heredados, los diversos temas que afectan a la convivencia. Esto es lo que siempre fue ¡ªo deber¨ªa haber sido¡ª la ense?anza de la ¨¦tica, una disciplina que, en este pa¨ªs, se ha considerado siempre, lamentablemente, como una mar¨ªa:una de esas asignaturas que no tienen importancia y que pueden, por tanto, aprobarse sin necesidad de estudio. ?Por qu¨¦ ser¨¢, si ¨¦sta es precisamente una de las materias que m¨¢s han preocupado a los pensadores de todas las culturas? Y no vale argumentar que a los alumnos no les interesa la filosof¨ªa, porque s¨ª que les interesa, y mucho, aprender a pensar y a dialogar con instrumentos l¨®gicos adecuados; s¨ª que les interesa participar en los asuntos p¨²blicos, y s¨ª que est¨¢n capacitados para hacerlo. La filosof¨ªa no es ¡ªo no s¨®lo¡ª metaf¨ªsica (de ¨¦sta se ocupan ahora mucho mejor los f¨ªsicos te¨®ricos), es ante todo un instrumento, una lente y, a la vez, el arte de pulirla. Los ni?os no son ositos de peluche. No hay que defenderles de la raz¨®n, sino ense?arles a utilizarla correctamente, all¨ª donde la raz¨®n alcanza.
Los hijos no son una pertenencia, son una responsabilidad. Somos responsables de ellos en las dos acepciones del t¨¦rmino: estar al cuidado y ser la causa. El deber de cuidarlos viene dado por la responsabilidad que supone darles vida y traerles a un mundo impredecible, dif¨ªcil, complejo, y mucho m¨¢s extra?o de lo que parece. De ah¨ª la obligaci¨®n, por nuestra parte, de procurarles una educaci¨®n que les permita vivir y convivir en la complejidad sin trabas ideol¨®gicas. Que les permita, en definitiva, ser due?os de la parte de s¨ª que al pensar corresponde cuando pensar se hace sin prejuicios.
Y en esto, el voto de confianza ha de serles dado a los docentes, pues en las condiciones actuales, m¨¢s que un trabajo remunerado, la ense?anza es, sin duda, una vocaci¨®n cuya ¨²nica recompensa es ver a los alumnos desenvolverse libremente fuera de los viejos moldes que nos han llevado a tan mal puerto.
No es la informaci¨®n ni la libertad de pensamiento lo que pone en riesgo la convivencia, sino el ansia de tener, de poseer y de poder. Esto s¨ª que ha de preocuparnos. Y si el miedo a la libertad sigue siendo un problema, pensemos que solamente con ella ser¨¢n capaces las nuevas generaciones de enfrentarse a los problemas reales y graves que habr¨¢n de resolver sin nuestro concurso y que solamente desde ella estar¨¢n en situaci¨®n de poder concebir y programar un futuro m¨¢s acorde con las necesidades de un planeta que nosotros no supimos preservar.
Chantal Maillard es escritora.
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