Desde la cumbre de los embustes

No le bastaba con anunciar la fortaleza del estado de la Uni¨®n, tal como han venido haciendo siempre todos los presidentes en el discurso ceremonial anual ante el Congreso. Trat¨¢ndose de Trump, deb¨ªa superarse a s¨ª mismo y a cualquier otro presidente, especialmente en las actuales circunstancias, cuando empiezan las primarias para la elecci¨®n de los candidatos presidenciales y a pocas horas de la votaci¨®n exoneratoria del Senado respecto a la propuesta de destituci¨®n presentada por la C¨¢mara de Representantes por abuso de poder y obstrucci¨®n a la investigaci¨®n parlamentaria.

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As¨ª es como anunci¨® sin rebozo que el estado de la Uni¨®n es el m¨¢s fuerte de la historia de los Estados Unidos. No ahorr¨® ni siquiera el adjetivo de ¡°incre¨ªble¡±, ir¨®nicamente una de las pocas verdades de su discurso. El pa¨ªs se halla dividido y polarizado. Las instituciones, cuarteadas por el esp¨ªritu partidista y sectario. Su prestigio internacional, por los suelos. El orden mundial construido por Washington durante 70 a?os ha sido demolido desde la Casa Blanca en solo tres. Y la presidencia est¨¢ debilitada fuera y cuestionada dentro por el proceso de destituci¨®n o impeachment, salvada solo por el control republicano del Senado, a pesar de las evidencias sobre el comportamiento presidencial, al menos incorrecto, tal como reconocen incluso algunos senadores republicanos que prefieren dejar la decisi¨®n en manos de los votantes, en vez de destituirle a diez meses de la elecci¨®n presidencial.

El ¨²nico acompa?amiento a las exageraciones trumpistas es econ¨®mico. Las cifras de crecimiento y empleo no pueden ser mejores para la renovaci¨®n del mandato presidencial. Cosa distinta son los m¨¦ritos, dif¨ªcilmente exclusivos de Trump, y sobre todo su inevitable amplificaci¨®n ret¨®rica. La econom¨ªa estadounidense no acaba de alcanzar su momento m¨¢s fuerte de la historia, tal como afirma este personaje adicto a las hip¨¦rboles y a los superlativos, aunque s¨ª es cierto que ha entrado en el per¨ªodo expansivo m¨¢s largo.

Desde la cumbre de los embustes y con unos vientos econ¨®micos a favor, que previsiblemente se mantendr¨¢n durante este a?o electoral, todo favorece esos "cuatro a?os m¨¢s" de Trump que ya demandaba el c¨¢ntico de los congresistas republicanos al recibir al presidente. El fiasco dem¨®crata en los caucus de Iowa y la exoneraci¨®n cantada en el impeachment han llenado el dep¨®sito del b¨®lido rojo (republicano), situado en la posici¨®n de cabeza justo cuando acaba de arrancar, sin que se sepa muy bien todav¨ªa el perfil del piloto que debe disputarle la carrera en el b¨®lido azul (dem¨®crata).

No puede excluirse que el impeachment tenga todav¨ªa alg¨²n efecto en la campa?a en caso de que se produzcan nuevas revelaciones escandalosas. Pero a la vista de los antecedentes, dif¨ªcilmente influir¨¢. El desenlace es todo un ¨¦xito para la defensa profesional de Trump, que ha sabido sincronizar los tiempos, hasta hacerlo coincidir con el inicio de la campa?a, y cerrar todos los flancos d¨¦biles del comportamiento presidencial. Y tambi¨¦n un fracaso de los dem¨®cratas, a pesar de los esfuerzos infructuosos de Nancy Pelosi por no cortarse con un arma que tiene dos filos.