Calma catalana
La visita de S¨¢nchez a Torra introduce un elemento de serenidad
El presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, mantuvo a mediod¨ªa de ayer una reuni¨®n con el jefe del Ejecutivo auton¨®mico catal¨¢n, Quim Torra, de acuerdo con la sugerencia realizada por Esquerra Republicana de Catalunya con vistas a facilitar la puesta en marcha de la mesa de negociaci¨®n pactada en el acuerdo de investidura. Si algo demostraron las ruedas de prensa posteriores al encuentro no fue solo el cambio de tono en las relaciones entre dos instituciones del Estado, sino tambi¨¦n la creciente dificultad del president Torra y su partido para desmarcarse del camino aceptado por la otra fuerza independentista mayoritaria. El discurso de m¨¢ximos reiterado por Torra qued¨® sin efectividad desde el momento en que, reconociendo que el Gobierno central no se ha movido de sus posiciones, esta constataci¨®n no fue obst¨¢culo para acordar un nuevo encuentro en fecha pr¨®xima, quiz¨¢ este mismo mes.
Aun as¨ª, conviene recordar que, en contra de lo sostenido por Torra al t¨¦rmino de su reuni¨®n con S¨¢nchez, ni Catalu?a tiene derecho a la autodeterminaci¨®n de acuerdo con la legalidad internacional ni las sentencias penales derivadas de los delitos cometidos por el independentismo pueden ser objeto de amnist¨ªa en el Estado de derecho espa?ol. La calma que parece estar abri¨¦ndose camino para abordar en todos sus aspectos la crisis territorial en Catalu?a no puede dejar que prospere el espejismo de que las demandas del presidente de la Generalitat son viables. Como tampoco lo son sus reclamaciones de contar en los pr¨®ximos encuentros con las organizaciones independentistas que actuaron en connivencia con el Govern, ni menos a¨²n con una entidad fantasma que, como el Consell de la Rep¨²blica, pretende servir de plataforma pol¨ªtica al margen del Parlament en favor de Junts per Catalunya.
La prolongaci¨®n de la legislatura catalana una vez que el propio president?Torra la dio por concluida carece de sentido, por m¨¢s que ayer contribuyera de manera decisiva a poner en claro la situaci¨®n actual de Catalu?a. La fecha de caducidad que pesa sobre un Govern fracturado y un Parlament sin pulso se proyect¨® sobre la totalidad de las afirmaciones de Torra, comenzando por la de que, con la desobediencia por la que ha sido condenado a consecuencia de un gesto tan est¨²pido como est¨¦ril en periodo electoral, pretend¨ªa proteger la libertad de expresi¨®n de todos los catalanes. En realidad, su objetivo fue el mismo que en la pr¨¢ctica totalidad de sus actuaciones: instrumentalizar las instituciones auton¨®micas gobernadas por el independentismo contra los catalanes contrarios a la secesi¨®n.
El elemento de serenidad introducido por la presencia del presidente del Gobierno en la Generalitat, hasta el punto de desactivar el discurso con el que Torra hab¨ªa logrado hasta ahora marcar la agenda pol¨ªtica en Catalu?a y en el resto de Espa?a, deber¨ªa ser un motivo de reflexi¨®n para la oposici¨®n. El independentismo parece estar girando hacia una estrategia que consiste en ampliar su base de apoyo, de la que ni siquiera Torra ha podido desentenderse. En lugar de limitarse a contemplar pasivamente si este viraje da o no resultado, los partidos no independentistas tienen la oportunidad y la obligaci¨®n de ampliar tambi¨¦n su propia base. Y para ello ser¨ªa necesario que reforzaran aquello de lo que Torra alarde¨® ayer sin tenerlo: un consenso sobre lo que la otra parte puede y no puede esperar de esta legislatura.
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