De explorador a ecologista
Reflexiones de un trotamundos austero y defensor a ultranza del medio ambiente

Mi primer viaje me llev¨® a atravesar Europa en bicicleta, ten¨ªa diecinueve a?os y cruc¨¦ en solitario desde Espa?a hasta los Balcanes. Ese viaje reformul¨® mi vida, insufl¨® curiosidad, pero tambi¨¦n despert¨® mi conciencia. Hasta entonces intu¨ªa que no estaba haciendo todo lo que podr¨ªa hacer. Observaba alrededor, a mis amigos, a mis familiares¡ y no encontraba ninguna inspiraci¨®n, ning¨²n objetivo por el que esforzarse. Todo el mundo viv¨ªa dentro de la misma monoton¨ªa, mismos esquemas, mismos sue?os. Conclu¨ª que si no pod¨ªa encontrar respuestas en mi entorno, tendr¨ªa que salirme fuera. Los resultados llegaron por s¨ª solos y la bicicleta demostr¨® ser el medio ideal para llevar a cabo la transici¨®n. Te fijas un reto, te esfuerzas en lograrlo y lo superas. Da igual si se trata de un objetivo a corto plazo: recorrer 150 kil¨®metros en un d¨ªa, o a largo plazo: atravesar los Alpes. Si sale bien puedes sentirte orgulloso, si sale mal no hay nadie a quien culpar, excepto a ti mismo.
As¨ª fue como al entrenar mis piernas, entren¨¦ la autocr¨ªtica y el sentido de la responsabilidad. Si hasta entonces mi vida no hab¨ªa cumplido con mis expectativas, al ¨²nico al que pod¨ªa culpar era, efectivamente, a m¨ª mismo. A ese viaje le siguieron muchos otros, recorr¨ª Europa en diferentes direcciones, Asia, y en una de mis expediciones por ?frica me qued¨¦ a vivir en una aldea en medio de la selva. Antes, cuando me enfrentaba a una decisi¨®n importante sobre qu¨¦ hacer, trataba de resolver la pregunta no desde el presente, sino desde el futuro. Cuarenta o cincuenta a?os m¨¢s viejo, sentado frente a una chimenea, ?cu¨¢les son las memorias que me gustar¨ªa conservar??De qu¨¦ decisiones me voy a sentir orgulloso? Al encararlo as¨ª, mis respuestas eran sinceras y habitualmente mucho m¨¢s osadas.
En lugar de trabajar para comprar comida, aprendo a recolectarla y conservarla por el camino
Esto que empez¨® siendo una buena v¨ªa para encontrar mi propia direcci¨®n tom¨® un giro inesperado cuando constat¨¦ el estado real del planeta. Hasta entonces yo no hab¨ªa tenido gran inter¨¦s por los asuntos medioambientales, pero a fuerza de confrontar la realidad, el ecologismo se convirti¨® en mi principal inquietud. Desde entonces, cada vez que llego a una encrucijada ¨¦tica, soy consciente de que la ¨²nica manera de llegar a viejo y poder hacerme aquellas cuestiones es habiendo luchado tenazmente por preservar un mundo que en la actualidad est¨¢ agonizante.

Por ello no viajo en avi¨®n, ni en tren ni en autob¨²s. Entrar en un aeropuerto y salir en otro, adem¨¢s de ser un atentado contra el planeta, te priva de la percepci¨®n de la distancia. Sin un proceso de aclimataci¨®n y esfuerzo, llegas a tu destino completamente desubicado, emanando esa clase de adustez que todo turista exuda durante sus costosas vacaciones. La ant¨ªtesis es viajar gratis, autosuficientemente, a pie, en canoa, en bicicleta¡ Sin saber a d¨®nde vas a llegar hoy o d¨®nde despertar¨¢s ma?ana. En una sociedad como la nuestra, en la que cualquier cosa se logra sin apenas esfuerzo y el dinero lo compra todo, viajar de manera aut¨®noma se puede entender como una profunda revoluci¨®n personal.
El a?o pasado, en mi ¨²ltimo viaje a Oriente Pr¨®ximo, gast¨¦ de media 1,5 euros al d¨ªa. Esta afirmaci¨®n levant¨® mucho revuelo en las redes sociales ya que no resulta sencillo imaginar c¨®mo se puede sobrevivir con semejante presupuesto y mucho menos viajando. Llevo un estilo de vida c¨®modamente austero, priorizando el desarrollo personal ante el econ¨®mico. La vida que me gusta llevar, los objetivos que quiero cumplir, no se alcanzan por medio del dinero. En lugar de trabajar para comprar comida aprendo a recolectarla y conservarla por el camino. La electricidad es la del sol y el agua, la de los r¨ªos. No pago hipoteca o alquiler, pues vivo en una tienda de campa?a cuando hace fr¨ªo y en una hamaca cuando hace calor.

Nuestra sociedad, como la naturaleza domesticada, persigue la uniformidad. Como ¨¢rboles id¨¦nticos en un monocultivo, los ciudadanos se alinean ex¨¢nimes a la espera de la demanda del mercado. En semejante entorno la diversidad asusta. Desde que nacemos hasta que morimos obedecemos y rendimos cuentas a alguien. A nuestros padres primero, a nuestros profesores despu¨¦s y, para cuando ya somos adultos, la mayor¨ªa est¨¢n tan desvalidos que se abrumar¨ªan sin un trabajo que d¨¦ sentido a sus vidas y un jefe que estipule tareas y horarios. La emancipaci¨®n requiere recobrar la confianza en uno mismo y manifestar la propia personalidad. Todo lo dem¨¢s, todo lo que puedas necesitar, est¨¢ dentro de ti, solo tienes que atreverte a destaparlo.
En unos meses comienzo un nuevo viaje. Sin destinos establecidos ni fechas l¨ªmite, con mi compa?era Agnieszka Sobo¨½, nos hemos marcado el objetivo de alcanzar los ¨²ltimos bastiones de naturaleza virgen que sobreviven en el planeta. Vamos hacia los frentes de la resistencia ambiental. Este viaje es una acci¨®n que surge tras constatar que el ecologismo, y m¨¢s concretamente la educaci¨®n ambiental, han fracasado estrepitosamente. La gente ni se inmuta con las im¨¢genes de osos polares fam¨¦licos, playas cubiertas de residuos u orangutanes calcinados¡ nadie deja de volar, de usar pl¨¢sticos, ni de comer chocolatinas; m¨¢s bien incrementamos el ritmo de su consumo. A lo largo y ancho del mundo, nuestro estilo de vida capitalista promueve y financia el asesinato en masa de millones de especies. Arrasamos bosques, explotamos los mares, alteramos el clima¡ La sociedad no parece estar dispuesta a cambiar su estilo de vida y no podemos tolerar la indiferencia por m¨¢s tiempo.
De ese sentimiento de rabia nace el proyecto Rewilders. Para nosotros se agot¨® la esperanza, se acabaron las palabras amables, en adelante la acci¨®n. En un recorrido a escala global, vamos a usar todos los medios a nuestro alcance para frenar la destrucci¨®n que el ser humano est¨¢ llevando en nombre del progreso. Sabemos que no vamos a ganar, pero vamos a atacar porque los riesgos inherentes a la inacci¨®n son mucho peores que cualquiera de los desaf¨ªos que nos esperan.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.