Los balances partidistas en tiempos de la campa?a de Trump
Los gobiernos de Am¨¦rica Latina tendr¨¢n que preguntarse si sus interacciones con la Casa Blanca pueden ser manipuladas en favor del republicano
Existen un profundo reto y una enorme responsabilidad para los gobiernos de Am¨¦rica Latina ante la campa?a presidencial en Estados Unidos. No se trata de las profundas diferencias de visi¨®n sobre las relaciones interamericanas entre el presidente Donald Trump, candidato republicano, y quien representar¨¢ al partido Dem¨®crata. Es m¨¢s fundamental que eso, pero tambi¨¦n m¨¢s complejo de navegar. ?C¨®mo preservar los balances partidistas en Estados Unidos en tiempos de Trump?
Normalmente, este balance ha sido f¨¢cil de mantener a¨²n en contextos electorales. Lo s¨¦ porque, de alguna forma, lo he vivido de primera mano durante al menos las ¨²ltimas cuatro campa?as presidenciales. Tradicionalmente, los gobiernos de la regi¨®n han guardado una correcta distancia de la pol¨ªtica interna estadounidense.
Existen excepciones aisladas. La m¨¢s llamativa ha sido la ins¨®lita invitaci¨®n y el trato presidencial que dio el Gobierno del entonces presidente de M¨¦xico, Enrique Pe?a Nieto, al candidato Trump. En general, los gobernantes de las Am¨¦ricas han entendido que entrar en debates internos o expresar preferencias entre candidatos es peligroso si quieren salvaguardar los intereses nacionales a mediano y largo plazo.
Aunque es hipot¨¦tico dados los hechos, es f¨¢cil imaginar que el comienzo de una relaci¨®n Pe?a-Hillary Clinton hubiera sido fr¨ªo hasta el punto de ser da?ina para los intereses de M¨¦xico tras la invitaci¨®n a Trump si es que la candidata dem¨®crata hubiera vencido en el Colegio Electoral.
Para evitar autogoles similares, los gobiernos latinoamericanos han tratado sus relaciones bilaterales de manera bipartidista, asegur¨¢ndose de mantener estrechas relaciones con ambos partidos en el Congreso sin importar qui¨¦n ocupa y qui¨¦n quiere ocupar la Casa Blanca. Lo han hecho tambi¨¦n tratando de manera respetuosa ambas campa?as, abriendo espacios para escuchar sus visiones y dejando claro que no buscan influir ni participar en la elecci¨®n.
Pero esta vez existe una din¨¢mica nueva porque al presidente estadounidense no solo no le molesta la interferencia extranjera en nuestras elecciones, sino que la busca e incentiva. Y tenemos un partido Dem¨®crata, en parte como reacci¨®n a esa postura alarmante, cuyos candidatos ser¨¢n muy cautelosos en sus contactos con extranjeros a lo largo de la campa?a. Y lo seguir¨¢n siendo en la transici¨®n si logran ganar para no crear una impresi¨®n falsa de cooperaci¨®n.
Frente a esta dualidad, los gobiernos de la regi¨®n tendr¨¢n que redoblar sus esfuerzos por mantener los balances partidistas y tendr¨¢n que ir m¨¢s all¨¢ de lo habitual para utilizar mecanismos oficiales de alto nivel. No carecer¨¢n de oportunidades, como hemos visto recientemente en Washington con dos ejemplos de c¨®mo el presidente trata de utilizar l¨ªderes de la regi¨®n para avanzar sus intereses pol¨ªticos.
Hace algunos d¨ªas, la Administraci¨®n Trump invit¨® a representantes del Gobierno de M¨¦xico a la firma del Tratado M¨¦xico, Estados Unidos y Canad¨¢ (T-MEC) a un evento en la Casa Blanca al cual no invitaron a representantes ni senadores Dem¨®cratas que fueron claves para mejorar y aprobar el acuerdo.
Como si no fueran suficientemente obvios los fines partidistas para no compartir el cr¨¦dito por una nueva era en las relaciones comerciales, la noche anterior, en un evento de campa?a, Trump habl¨® de su cercan¨ªa con el presidente mexicano, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, y que esa buena relaci¨®n estaba beneficiando a Estados Unidos hasta decir que pronto veremos c¨®mo M¨¦xico pagar¨¢ su infame muro.
A pesar de los trabajos cotidianos de su embajada en Washington para mantener buenas relaciones bipartidistas, el Gobierno mexicano cay¨® de lleno en la trampa trumpista cuando su canciller, Marcelo Ebrard, quien asisti¨® a la ceremonia en la Casa Blanca, se subi¨® a un avi¨®n de regreso a M¨¦xico sin tocar la puerta de un solo Dem¨®crata en el Congreso.
La noticia, de doble filo para M¨¦xico, es que su Gobierno tendr¨¢ muchas oportunidades para rectificar. El pa¨ªs, queri¨¦ndolo o no, tendr¨¢ un papel protag¨®nico a lo largo de los nueve meses que quedan hasta el 3 de noviembre, fecha de las elecciones.
Quiz¨¢ el Gobierno mexicano puede tomar nota de c¨®mo se manej¨® el presidente interino de Venezuela, Juan Guaid¨®, un pol¨ªtico latinoamericano con debilidades reales, cuando se encontr¨® ante el precipicio de la trampa trumpista. En el discurso anual del Estado de la Uni¨®n, el presidente Trump lo utiliz¨® para avanzar su argumento absurdo de que sus oponentes pol¨ªticos quieren hacer en Estados Unidos lo que los corruptos y criminales del r¨¦gimen de Maduro han hecho en Venezuela.
Pero Guaid¨® no se qued¨® solo como parte del discurso de campa?a de Trump navegando aguas revueltas. Se reuni¨® p¨²blicamente con senadores y representantes dem¨®cratas y compareci¨® frente los medios con Nancy Pelosi, la presidenta de la C¨¢mara de Representantes. As¨ª dej¨® claro que entiende la importancia del apoyo bipartidista y dio una buena lecci¨®n de c¨®mo preservar los balances en Washington.
Tristemente, a lo largo de los pr¨®ximos nueve meses, cada Gobierno de las Am¨¦ricas (y francamente en todo el mundo) tendr¨¢ que preguntarse cada vez que interact¨²a con el presidente Trump si esa interacci¨®n es o podr¨ªa ser manipulada para la campa?a presidencial republicana. Tendr¨¢n que ir m¨¢s all¨¢ de los esfuerzos ¡°normales¡± para subrayar el mensaje de que no se est¨¢n prestando para ese abuso.
Indudablemente, ser¨¢ inc¨®modo para los que comparten ideolog¨ªa con Trump, como el presidente brasile?o Jair Bolsonaro, quien se puso a hacer campa?a para Trump en la Oficina Oval en marzo de 2019. Tambi¨¦n para quienes temen ser chantajeados si no son sumisos a los deseos del presidente, algo que los gobiernos de M¨¦xico y Centroam¨¦rica, en particular, conocen de primera mano.
Hasta puede imaginarse el c¨¢lculo que muchos querr¨¢n hacer: aplacar al presidente porque tiene el poder hoy y quiz¨¢s lo tenga cuatro a?os m¨¢s y concluir, quiz¨¢ err¨®neamente, que no habr¨¢ consecuencias negativas para aquellos que cayeron en la trampa trumpista aun si un dem¨®crata llega a la Casa Blanca en enero de 2021. Es vital que todos reconozcan que lo que est¨¢ en juego va m¨¢s all¨¢ de c¨¢lculos cortoplacistas.
Estamos en una confrontaci¨®n global entre quienes creen en la democracia y la inclusi¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y social y aquellos que creen que un mundo cerrado beneficia a pocos e intentan restar la dignidad a los menos poderosos.
Los defensores de la apertura tienen la responsabilidad de defender una visi¨®n de inclusi¨®n que debe mantener los balances partidistas inc¨®modos en los tiempos electorales de Trump. S¨ª, es injusto que los gobiernos regionales tengan que poner sus intereses nacionales y sus principios b¨¢sicos por encima de los intereses personales de un l¨ªder que es incapaz de hacer lo mismo. Pero vivimos en tiempos anormales que requieren cumplir con responsabilidades extraordinarias.
Dan Restrepo fue asesor del Gobierno de Barack Obama y director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional entre 2007 y 2012. Ha participado en las ¨²ltimas cinco campa?as del Partido Dem¨®crata.?
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