Protegernos de nosotros mismos
Una parte de las teor¨ªas que se ense?an en las Facultades de Econom¨ªa o Derecho hace peores nuestras sociedades
En 1903, el naturalista Abbott Handerson Thayer viaj¨® al Caribe para comer mariposas. Su objetivo era refutar una teor¨ªa de la m¨ªmesis que postulaba que algunas mariposas hab¨ªan adquirido el aspecto de las especies con mal sabor para protegerse. Seg¨²n Thayer, todas las mariposas sab¨ªan igual, as¨ª que la teor¨ªa era falsa. Es una escaramuza menor de una largu¨ªsima historia de extravagancias acad¨¦micas. Lo que solemos olvidar es que a veces hay solo una distancia de grado entre las investigaciones rid¨ªculas y las revolucionarias. Andre Geim recibi¨® en 2000 el Premio Ig Nobel de F¨ªsica ¡ªun premio par¨®dico a las investigaciones m¨¢s absurdas¡ª por hacer levitar una rana en un campo magn¨¦tico. Diez a?os despu¨¦s obtuvo el aut¨¦ntico Nobel de F¨ªsica por sus estudios sobre el grafeno.
La universidad es un espacio que reservamos en nuestras sociedades para equivocarnos, para invertir enormes cantidades de tiempo y esfuerzo en proyectos tal vez improbables. Por eso el pluralismo cient¨ªfico es algo m¨¢s que un valor ¨¦tico: forma parte de la estructura misma del progreso de la ciencia. En el caso de las ciencias naturales, la principal amenaza a ese pluralismo es hoy la competitividad extrema y la exigencia de resultados inmediatos (en palabras de Sarah Palin: ¡°Las subvenciones se van en investigaciones que no sirven para nada, como esos estudios con la mosca de la fruta¡¡±). En ciencias sociales, al cortoplacismo se une la presi¨®n de colectivos que se sienten ofendidos por aquellas investigaciones que consideran incompatibles con sus concepciones de la dignidad humana. En los ¨²ltimos meses, varias actividades acad¨¦micas han sido suspendidas en nuestro pa¨ªs a causa de la movilizaci¨®n de grupos de presi¨®n. El ¨²ltimo caso, hace apenas unas semanas, un seminario ¡ªes decir, un curso voluntario, dirigido a adultos y extracurricular¡ª de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense sobre ¡°teor¨ªa del porno¡± (suena extra?o, pero existen los porn studies, con su literatura especializada, congresos y toda la parafernalia acad¨¦mica).
No hay nada reprochable en someter a escrutinio p¨²blico la docencia universitaria y exigir que se abra la caja negra de la investigaci¨®n para que distintos colectivos manifiesten su opini¨®n sobre ella. La motivaci¨®n cient¨ªfica no es un salvoconducto universal: muchos experimentos cl¨¢sicos de psicolog¨ªa ser¨ªan hoy impensables por motivos ¨¦ticos. Pero es que, adem¨¢s, la intervenci¨®n de pol¨ªticos o personajes p¨²blicos en la universidad a menudo moviliza a la propia comunidad cient¨ªfica, que critica que las autoridades acad¨¦micas premien o den voz a personas de talla intelectual discutible por motivos espurios (por ejemplo, Mario Conde fue nombrado doctor honoris causa en la Complutense). Pero lo que est¨¢ pasando es justo lo contrario: la universidad se est¨¢ acostumbrando a suspender sus propios mecanismos de deliberaci¨®n cient¨ªfica a causa de las presiones p¨²blicas.
Esta din¨¢mica es muy dif¨ªcilmente compatible con un rasgo fundamental de las ciencias humanas: su car¨¢cter pol¨¦mico. Sobre casi cada problema hay al menos dos posiciones respecto a las que no somos neutrales ¡ªni cient¨ªfica ni pol¨ªticamente¡ª, pero cuyo rigor y plausibilidad simult¨¢nea somos capaces de reconocer. Un ejercicio que suelo proponer a mis estudiantes es que defiendan con los mejores argumentos de los que sean capaces teor¨ªas que les parecen equivocadas, no para hacerles cambiar de opini¨®n, sino para fortalecer y refinar sus propias posiciones. Una parte de las teor¨ªas que se ense?an en las Facultades de Econom¨ªa, Psicolog¨ªa o Derecho me parecen err¨®neas y nocivas: realmente creo que hacen peores nuestras sociedades. Ese es un gran motivo para promover la presencia de alternativas en los planes de estudio, no para encadenarse a la puerta del aula magna para impedir que se imparta Microeconom¨ªa Avanzada.
La naturaleza pol¨¦mica de las ciencias humanas implica tensiones y negociaciones dif¨ªciles sobre cu¨¢l es el l¨ªmite de lo aceptable, cient¨ªfica y moralmente, y cualquier docente deber¨ªa sentirse interpelado por los dilemas ¨¦ticos que atraviesan su campo de estudio. Pero deber¨ªamos recordar siempre que la libertad de c¨¢tedra sirve, por encima de todo, para protegernos a nosotros mismos de los efectos de nuestra propia convicci¨®n moral.
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