Gobiernos de juguete
Comparados con los programas de la derecha, los que aplica la izquierda cuando llega al poder parecen maquetas
ALF es el t¨ªtulo de una serie de televisi¨®n protagonizada por un extraterrestre hom¨®nimo que TVE emiti¨® en los a?os ochenta. Tras la destrucci¨®n de su planeta natal, Alf ¡ªuna especie de koala peludo y narizotas¡ª es acogido por una familia de clase media estadounidense, que lo oculta en su casa y evita que lo capturen los agentes del Gobierno que lo persiguen. Una de las diversiones favoritas de Alf es jugar con las maquetas de trenes de Will, el padre de la familia con la que vive. Una noche, sus amigos le llevan a escondidas a ver un tren de verdad. Al ver pasar un enorme convoy de mercanc¨ªas, Alf se queda estupefacto y grita: ¡°?Will, comparado con este, tu tren parece de juguete!¡±. Es una escena que se me viene a la cabeza cada vez que alg¨²n partido de izquierdas llega al poder. Comparados con los programas de gobierno de la derecha, los de izquierdas parecen un poco de juguete, maquetas.
No es exactamente una met¨¢fora. Resulta sorprendente lo a menudo que los Gobiernos de izquierdas emplean t¨¦rminos como ¡°prototipado¡±, ¡°laboratorio¡±, ¡°experiencia¡± o ¡°incubadora¡± para definir sus proyectos m¨¢s ambiciosos.
Las iniciativas relacionadas con el cooperativismo, las rentas ciudadanas o la mejora de la educaci¨®n p¨²blica casi siempre se limitan a peque?os experimentos encapsulados, sin ninguna capacidad expansiva y, sobre todo, presupuestariamente muy modestos. Ning¨²n pol¨ªtico de derechas, en cambio, ha planteado jam¨¢s crear una microrreforma laboral experimental, presupuestada en unos pocos cientos de miles de euros, para analizar los efectos de la precarizaci¨®n extrema. O una minipista de aterrizaje para observar la evoluci¨®n de un aeropuerto internacional en una ciudad de 50.000 habitantes; o un prototipado de privatizaci¨®n sanitaria. Sencillamente han puesto en marcha esas medidas gastando las cantidades absurdas de dinero necesarias para ello.
A menudo se dice, con raz¨®n, que el gran triunfo de la restauraci¨®n mercantilizadora que se impuso en todo el mundo a partir de los a?os setenta fue modificar el sentido com¨²n pol¨ªtico. Se normalizaron iniciativas que poco antes resultaban disparatadas ¡ªcomo la desregulaci¨®n financiera¡ª y, en cambio, se elimin¨® del repertorio de posibilidades pol¨ªticas aquello que hasta entonces se consideraba imprescindible.
Lo que a menudo pasamos por alto es que no se trata s¨®lo de una transformaci¨®n cualitativa ¡ªrelacionada con el tipo de pol¨ªticas deseables¡ª, sino tambi¨¦n cuantitativa: afecta a las cantidades de dinero que consideramos sensato invertir en diferentes pol¨ªticas.
Hemos internalizado un profundo sesgo colectivo relacionado con los ¨®rdenes de magnitud del gasto p¨²blico que nos parecen aceptables en distintos ¨¢mbitos. Por ejemplo, en Espa?a se han gastado m¨¢s de 50.000 millones de euros en l¨ªneas de tren de alta velocidad, ninguna de las cuales es ni siquiera remotamente rentable y son usadas por apenas el 4% de pasajeros. Seg¨²n el Tribunal de Cuentas Europeo, la construcci¨®n de cada kil¨®metro de AVE cuesta de media en Espa?a 25 millones de euros, en algunas l¨ªneas se alcanza la demencial cifra de 69 millones de euros por cada minuto de trayecto ahorrado. Otro ejemplo: Espa?a es el tercer pa¨ªs del mundo con mayor n¨²mero de kil¨®metros de autov¨ªas o autopistas (?s¨®lo por detr¨¢s de China y Estados Unidos!), con un coste medio de m¨¢s de 6 millones de euros por kil¨®metro. Por no hablar de los 30.000 millones de euros anuales que supone el gasto militar real. Son cifras astron¨®micas que asumimos con naturalidad. En cambio, la idea de hacer una inversi¨®n similar en, por ejemplo, vivienda o banca p¨²blica, la atenci¨®n a las personas dependientes, la lucha contra la pobreza o la transici¨®n medioambiental jam¨¢s ha sido planteada por ning¨²n partido pol¨ªtico con opciones de gobierno.
Ning¨²n Gobierno progresista dispone de recetas m¨¢gicas para impulsar la transformaci¨®n pol¨ªtica. El reto de revertir el efecto de cuatro d¨¦cadas de globalizaci¨®n elitista est¨¢ lleno de riesgos y callejones sin salida. Pero hay algo que s¨ª sabemos con toda certeza acerca de las pol¨ªticas igualitarias factibles: no van a ser baratas.
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