La poblaci¨®n bosnia que convive con los refugiados del siglo XXI
A¨²n con las heridas de una guerra no tan lejana, los ciudadanos de las localidades frontera con la Uni¨®n Europea intentan paliar, con solidaridad, la situaci¨®n sin salida en la que viven miles de migrantes en sus campos y calles
Zehida Bihora?, maestra de la escuela de Velika Kladu?a, sale con su coche repleto de comida y mantas para repartir entre aquellos que est¨¢n sin hogar en su ciudad. Se trata de personas en tr¨¢nsito que, tras haber escapado de alguna guerra o conflicto, tienen la intenci¨®n de llegar a alg¨²n pa¨ªs de la Uni¨®n Europea donde se les otorgue el derecho de pedir asilo y su petici¨®n sea tramitada. Kladu?a est¨¢ a un kil¨®metro de Croacia, en el Cant¨®n de Una Sana, y es el que aloja a m¨¢s refugiados en Bosnia Herzegovina dada su situaci¨®n geogr¨¢fica.
Zehida Mama, como la llaman aquellos a los que ayuda, vio en abril de 2018 a una joven, embarazada bajo un ¨¢rbol, empapada, cubri¨¦ndose a duras penas de la intensa lluvia junto a su familia. ¡°En ese momento tom¨¦ la decisi¨®n de ayudar¡±, explica. Poco despu¨¦s, en su localidad, el ayuntamiento ofreci¨® un prado para que los que estaban viviendo en el parque pudieran asentarse. All¨ª se improvis¨® un campamento. Y la profesora acud¨ªa a diario a contribuir en lo que pod¨ªa. Ella y decenas de ciudadanos locales, con sus propios medios.
Hace m¨¢s de dos a?os, miles de personas de pa¨ªses como Siria, Afganist¨¢n, Irak, Pakist¨¢n, Ir¨¢n o Marruecos, cansadas de esperar una soluci¨®n a su situaci¨®n en Serbia y Grecia, empezaron a ver Bosnia como la mejor alternativa. La Uni¨®n Europea no ofrece v¨ªas legales para pedir protecci¨®n o asilo a quienes est¨¢n fuera de su territorio. Y los asentados en Grecia desde hace a?os no est¨¢n siendo realojados como Bruselas prometi¨® hacer. Por tanto, la opci¨®n que barajan muchos de ellos para tratar de conseguir una estabilidad y un futuro europeo es lo que llaman The Game, es decir, caminar a escondidas por bosques de Croacia y de Eslovenia, sorteando a una polic¨ªa dispuesta a todo, hasta llegar a Europa Occidental, y poder iniciar as¨ª el tr¨¢mite de asilo. Conseguir tal meta es tremendamente dif¨ªcil, requiere tiempo, por lo que Bosnia Herzegovina, sobre todo el Cant¨®n de Una Sana, ya no es un sitio de tr¨¢nsito, sino un embudo donde aumentan los asentados.
A falta de ayuda de fuera, manos locales
La Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM) no abri¨® un campo cerca de Velika Kladu?a hasta noviembre de 2018. Y solo en ocasiones espec¨ªficas ofrece ayuda fuera de estas instalaciones. Durante meses fueron los ciudadanos bosnios, con sus propios recursos, con la aportaci¨®n de donantes internacionales y de la di¨¢spora bosnia y las organizaciones independientes llegadas de otros pa¨ªses, quienes cargaron a su espalda con el peso de la ayuda humanitaria. Un veterano de guerra daba comidas gratis en un restaurante que acab¨® cerrando al p¨²blico para dedicarlo en exclusiva a los migrantes y refugiados que cada d¨ªa eran m¨¢s. Primero con su dinero, luego con ayudas de otras ONG.
El refugio de los sue?os rotos
Noursaid huy¨® de su ciudad natal con el miedo a cuestas: escap¨® de la guerra y la pobreza; recorri¨® casi seis mil kil¨®metros desde Kabul a Bihac para no ser forzado por los talibanes a formar parte de sus filas: camin¨® gran parte de su fuga, desde Afganist¨¢n a Bosnia Herzegovina viaj¨® cuando pudo en tren, en bus, en moto. Lo persiguieron. Atraves¨® monta?as, bosques y desiertos. Pero ahora est¨¢ atrapado por el fr¨ªo.
Este invierno intent¨® cruzar la frontera cuatro veces: un salto arriesgado al que llaman The Game. Es el pen¨²ltimo l¨ªmite antes de entrar en la Europa de los pa¨ªses de primera: el espacio Schengen.?Alrededor de 8.000 migrantes se encuentran en territorio bosnio. Gran parte de ellos han encontrado refugio en naves industriales o casas abandonadas donde sobreviven al duro invierno
Puedes leer la historia completa aqu¨ª.
Adis Imamovi?, quien desde 2015 ha recorrido la ruta de los Balcanes socorriendo a personas refugiadas, regres¨® a su pa¨ªs. Y, con pl¨¢sticos, palos de madera, herramientas y la colaboraci¨®n de los propios refugiados del campamento, construy¨® refugios para dar cobijo a aquellos que estaban atascados en este pueblo del norte de Bosnia. Muchos vecinos prepararon habitaciones en sus casas para acoger a los reci¨¦n llegados. Otras iban a repartir comida al campamento. ¡°De todos los lugares en los que he estado, Kladu?a ha sido el m¨¢s solidario que he visto¡±, dice Adis que, de hecho, ha decidido quedarse a vivir en esta localidad, ahora realizando curas m¨¦dicas.
No solo sucede en Kladu?a. Ciudadanos de todo el pa¨ªs han hecho lo que han podido para dar la bienvenida a los reci¨¦n llegados. Tuzla es otro gran ejemplo. La poblaci¨®n de este pueblo situado cerca de la frontera con Serbia se ha organizado de modo que, d¨ªa tras d¨ªa, cuando acaban sus trabajos, salen a la calle coordinados. El objetivo: cubrir las necesidades de estas personas, muchas de ellas ni?os peque?os, que paran una o dos noches a descansar de su ruta en el fr¨ªo suelo, camino al norte. Ofrecen comida caliente, ropa de abrigo y desde sus redes sociales denuncian incansables la situaci¨®n. Recientemente, de la mano de la organizaci¨®n bosnia Pomozi.ba han conseguido un gran logro: poner un motel a disposici¨®n de los migrantes. Tuzla es una parada casi obligatoria para los miles de ellos que, a pie y jug¨¢ndose la vida cruzando el r¨ªo, vienen desde Serbia para intentar suerte en la frontera que Bosnia y Herzegovina tiene con Croacia.
Expulsados de los autobuses
Otro lugar de paso en esta ruta ya cr¨®nica, es el borde de la carretera a la entrada de Klju?. Ah¨ª, la polic¨ªa desaloja, en cada trayecto, a los refugiados que han subido a un autob¨²s en la capital, Sarajevo, para desplazarse hacia el norte del pa¨ªs. Est¨¢ prohibido que se muevan libremente en transporte en el cant¨®n de Una Sana, ¡°algo ilegal¡±, seg¨²n explica la activista y maestra Sanella Kljuc. Pero, cuando entran en esta regi¨®n, se les desaloja del este medio de transporte. Muchos bajan desconcertados sin saber por qu¨¦ han tenido que interrumpir un viaje que han pagado, pero obedecen a la polic¨ªa.
Abandonan el veh¨ªculo, cruzan la carretera y ah¨ª los espera Sanella, siempre sonriente, pues sabe el maltrato que reciben all¨¢ donde van, y con un paquete de comida listo, que consigue gracias a la ayuda de activistas independientes internacionales, asegura. Y, si alguien llega herido, algo que sucede a menudo dada la precariedad de vivir en la carretera y dormir en cualquier lugar, los acerca hasta el hospital del pueblo. Reclama a los organismos internacionales que hagan algo contra esta parada obligada del camino tan tormentosa, pues desde aqu¨ª deben hacer los casi 100 kil¨®metros restantes hasta el norte a pie. Desde el primer momento en que los migrantes, en gran parte familias, comenzaron a aparecer frente a su casa, Sanella sali¨® a ayudar. Corr¨ªa noviembre de 2018. Y ah¨ª sigue, dice, sin parar un d¨ªa. Hasta ha conseguido dinero para crear un refugio cubierto "para que las noches del terriblemente fr¨ªo invierno bosnio no mate a m¨¢s en esta parada".
Presi¨®n a la poblaci¨®n solidaria?
Pero en el cant¨®n de Una Sana, desde la apertura de los campos oficiales, se presiona a los particulares que ayudan para que no lo hagan. Aunque en dichos campos no haya espacio suficiente para todos. Esto ha cambiado las cosas y originado un desconcierto a¨²n mayor, ya que aumentan los que est¨¢n en la calle, en vez de en una habitaci¨®n vac¨ªa de la casa de alguien. De hecho, denuncian organizaciones locales, incluso se presiona para que los refugiados no puedan alquilar un apartamento.?
¡°Al principio era f¨¢cil ver a los bosnios acercarse a los migrantes a llevarles comida, ofrecerles cobijo o, a veces, simplemente compartir historias sobre la guerra, sobre ser el hecho de refugiado o que este tambi¨¦n sea pa¨ªs de emigrantes¡±, explica Nidzara Ahmetasevi?, periodista e investigadora de Sarajevo. ¡°Luego, los pol¨ªticos comenzaron a difundir propaganda y odio, a menudo acompa?ados de informaci¨®n falsa, alentados por otros movimientos similares en la Uni¨®n Europea. La atm¨®sfera cambi¨®, pero muchos ciudadanos siguen involucrados de diferentes maneras y mostrando su solidaridad¡±.
Un veterano de guerra daba comidas gratis en un restaurante que acab¨® cerrando al p¨²blico para dedicarlo en exclusiva a los migrantes y refugiados que cada d¨ªa eran m¨¢s?
Pero el discurso de odio difundido por pol¨ªticos y medios ha calado. Amir Puri?, periodista, cuando se dio cuenta de que lo que le¨ªa no reflejaba la realidad que ¨¦l ve¨ªa, cre¨® un proyecto llamado Izbjeglice u Velikoj Kladu?i (Refugiados en Velika Kladusa). En ¨¦l informa de situaciones reales, cuenta historias concretas de personas que doten de la humanidad debida a los nuevos habitantes de su ciudad, a ojos de los locales. ¡°Un d¨ªa, una voz gubernamental coment¨® que los refugiados pod¨ªan ser terroristas, que ven¨ªan a crear problemas por orden del Gobierno de Sarajevo¡±, explica. As¨ª que Amir decidi¨® actuar con lo mejor se le da, ¡°luchando por la verdad y contra la propaganda¡±.
Secuelas de la propia guerra
Este nuevo contexto no es f¨¢cil para la poblaci¨®n bosnia. El pa¨ªs, pobre econ¨®micamente (puesto 77 en el IDH), no participa en guerras internacionales ni toma decisiones en Bruselas sobre las acciones que la Uni¨®n Europea aplica en sus fronteras. Pero vive en carne propia las consecuencias de ambos hechos. Hace menos de 30 a?os, sus ciudadanos estaban sumidos en una cruel guerra o escapaban ellos mismos como refugiados del horror que viv¨ªa su hogar. Y ahora tienen que ver a diario a personas maltratadas por un sistema de fronteras duro y deshumanizado. Y eso, psicol¨®gicamente, agota. El car¨¢cter bosnio es hospitalario, pero abundan las heridas por sanar. La Fondation Hirondelle, una ONG suiza, publicaba en 2016 que 450.000 personas sufr¨ªan de trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico en este pa¨ªs de cuatro millones de habitantes y 1,4 millones hab¨ªan mostrado al menos un s¨ªntoma de este s¨ªndrome.
Los voluntarios y voluntarias internacionales, que tambi¨¦n han sido y son parte importante de la ayuda humanitaria en la regi¨®n, suelen (y pueden) pasar all¨ª unas semanas, unos meses y luego se marchan. Pero a los bosnios no les queda m¨¢s remedio que continuar. ¡°Durante los primeros meses de llegada de migrantes al pueblo acogimos a un chico en casa pero a mi mujer le surgieron muchos fantasmas del pasado, as¨ª que, cuando se march¨® y consigui¨® alcanzar Francia, no volvimos a cobijar a nadie. Ella se hundi¨® en una enorme tristeza¡±, explica Zlatko, un mec¨¢nico de una aldea cercana a Velika Kladu?a.
Desde enero de 2018, unos 45.000 migrantes han entrado en Bosnia, seg¨²n datos de OIM publicados por Infomigrants. M¨¢s de 7.000 permanecen en el cant¨®n de Una Sana. Lugares peque?os, tremendamente tranquilos y mon¨®tonos como es Velika Kladu?a han cambiado. Y sus habitantes, curados o no de sus traumas del pasado, tienen que ver a ni?os y ni?as de pa¨ªses como Siria o Irak durmiendo en el suelo de la estaci¨®n de autob¨²s o a adultos heridos en cara o brazos, causados por la polic¨ªa croata, en su ¨²ltimo intento por llegar a la Uni¨®n Europea. Gente local, acostumbrada a conocer a sus vecinos, ahora convive con un vaiv¨¦n de desconocidos, lo que produce desconfianza, ¡°a veces debido a peligros percibidos y otras por miedos inducidos externamente¡±, explica Miodrag Daki?, otro voluntario local activo desde el principio.
La inestabilidad del pa¨ªs, agravada por las decisiones de la UE que ignoran la situaci¨®n de esta naci¨®n vecina, no ayuda. Miodrag recuerda que Bosnia Herzegovina es un pa¨ªs disfuncional, "con una crisis pol¨ªtica permanente producida por l¨ªderes pol¨ªticos de los tres grupos ¨¦tnicos principales¡± en constante b¨²squeda de confrontaci¨®n. Los refugiados, a?ade, "son otra excusa para el conflicto pol¨ªtico y el trasvase de responsabilidades entre unos y otros¡±.
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