M¨¢s all¨¢ de Gald¨®s: la cuesti¨®n del gusto
Hay autores que fracasan en un g¨¦nero que les ilusionaba y triunfan en otro que relegaban
Juan Benet suele funcionar bien como piedra de toque. Escritores que coinciden en muchas cosas (tambi¨¦n cuestiones de gustos), e incluso tienen entre s¨ª excelentes relaciones amistosas, se abren como las aguas del mar Rojo al llegar a ¨¦l. De un lado est¨¢n los que lo consideran como una cumbre en la novela espa?ola del siglo XX, encabezados por sus disc¨ªpulos directos, como Javier Mar¨ªas o F¨¦lix de Az¨²a. Del otro, los que celebran el comentario que hizo Savater cuando Benet critic¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica por ser demasiado blanda con Solzhenitsyn: dijo que su opini¨®n era muy importante, al ser Benet un gran especialista en t¨¦cnicas de tortura, como puede comprobar cualquiera que intente leer una de sus novelas.
No solo hay gustos contrapuestos entre personas de inteligencia, formaci¨®n e intereses similares. Tambi¨¦n ocurre frente a los diversos g¨¦neros cultivados por un mismo autor. El propio Savater es un gran defensor de los ensayos y art¨ªculos que escribi¨® Benet, cuyo estilo ingenioso, ocurrente y agudo contrasta con el tono de sus novelas. Y el propio Savater lamenta que las novelas de aventuras o fant¨¢sticas que ¨¦l mismo ha escrito no tengan la acogida que suelen tener sus art¨ªculos y ensayos.
Fue precisamente Benet quien plante¨® de forma pol¨¦mica la cuesti¨®n del gusto literario en el art¨ªculo Pan y chocolate (1981). Sosten¨ªa que el paso de la infancia a la juventud implica ¡°trocar a Verne y Stevenson por Kafka y Hemingway, pongo por caso. En este, como en cualquier otro cambio de paladar, no hay vuelta atr¨¢s¡±. Frente a la moda de reivindicar las novelas de acci¨®n, de piratas o de fantasmas, defend¨ªa los aspectos creativos e innovadores de la gran literatura que abre al p¨²blico ¡°un nuevo cauce a su sensibilidad y un mayor horizonte de su entendimiento¡±, a diferencia del producto pseudocultural, que no incrementa m¨¢s que el embrutecimiento.
Savater respondi¨® afirmando que un buen lector, como todos los animales superiores, suele ser omn¨ªvoro, lo que no significa que carezca de paladar, sino que saborea cada g¨¦nero literario en funci¨®n de sus caracter¨ªsticas. Tras reivindicar la categor¨ªa literaria de lo interesante y plantear la sospecha de que quiz¨¢ lo inmaduro sea el vanguardismo adolescente de los experimentos ling¨¹¨ªsticos abstractos, confesaba su incapacidad de soportar los ¡°mon¨®tonos mon¨®logos monocordes que declaman inacabablemente lecciones cuya pedanter¨ªa impresiona m¨¢s que su profundidad, con el m¨ªnimo soporte de argumentos imperceptibles o indescifrables¡±, y conclu¨ªa reafirmando lo apetecible que puede resultar ¡°el pan y el chocolate al sentirse harto de tocinos de cielo y de tortillas de tonter¨ªas¡±.
El caso de Gald¨®s no solo es paradigm¨¢tico por las reacciones opuestas que provoca; es a la vez id¨®neo para plantear, en t¨¦rminos generales, la cuesti¨®n del gusto, del papel que juegan la objetividad y la subjetividad en los criterios que se usan para valorar la literatura. Y m¨¢s all¨¢ de la literatura, para cualquier juicio de valor est¨¦tico. Y m¨¢s all¨¢ de la est¨¦tica, para cualquier juicio de valor, sea art¨ªstico, moral, econ¨®mico, jur¨ªdico, pol¨ªtico, sanitario¡ Pero qued¨¦monos en la literatura, porque ser¨ªa desmesurado plantear, en un art¨ªculo period¨ªstico, las coincidencias y diferencias que se dan entre el acto de valorar la ¨²ltima pel¨ªcula de Amen¨¢bar, la conducta de Estefan¨ªa en La isla de las tentaciones y la salud mental del se?or Torra.
Los ejemplos son inagotables. Editores de primera categor¨ªa rechazan manuscritos de autores desconocidos que 50 a?os despu¨¦s son obras c¨¦lebres. Y junto a casos como los citados, de autores que fracasan en un g¨¦nero que les ilusionaba, pero triunfan en otro al que ellos no daban tanta importancia, hay tambi¨¦n escritores que se mueven como pez en el agua en m¨²ltiples registros: Torrente Ballester escribi¨® alguna de las mejores novelas vanguardistas de su ¨¦poca (La saga-fuga de J. B.), pero tambi¨¦n obras maestras del realismo (Los gozos y las sombras), excelentes relatos fant¨¢sticos (El cuento de sirena), enjundiosos estudios literarios (El Quijote como juego) y deliciosas compilaciones de ensayos (Los cuadernos de La Romana).
No se resuelve el problema invocando la objetividad o la subjetividad. La cuesti¨®n misma evidencia, solo con la posibilidad de plantearla, el papel decisivo de la subjetividad en el gusto literario. Y la importancia de la objetividad queda clar¨ªsima en la reacci¨®n que producir¨ªa quien afirmase que Francisco Umbral es un escritor mucho mejor que Cervantes.
Hay casos que suscitan casi unanimidad y otros en los que ocurre todo lo contrario. Las opiniones sobre la calidad de Valle-Incl¨¢n, Garc¨ªa Lorca o S¨¢nchez Ferlosio tienen muy pocas voces disonantes. Ocurre lo contrario cuando se plantea el caso de Cela (que muestra c¨®mo el juicio de valor ¨¦tico infiltra, inevitablemente, el est¨¦tico).
La cuesti¨®n est¨¢ abierta y no es f¨¢cil de cerrar. Habr¨ªa que preguntarse si es deseable cerrarla o es preferible seguir abri¨¦ndola, por la cantidad de ense?anzas que podemos sacar de su interminable exploraci¨®n. El tono razonable y sereno con el que Cercas y Mu?oz Molina, sin rehuir la pol¨¦mica, han planteado sus diferencias sobre Gald¨®s alimenta la esperanza de que, incluso en el pa¨ªs que retrat¨® Machado, es posible que poco a poco las cabezas que piensan le vayan ganando terreno a las que embisten.
Jos¨¦ L¨¢zaro es profesor de Humanidades M¨¦dicas en la UAM. Director de www.deliberar.es.
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