Los conservadores de izquierda no existen
Los mexicanos que entendemos que L¨®pez Obrador recibi¨® un pa¨ªs en ruinas, no queremos que su Gobierno naufrague, queremos que gobierne mejor
Todos los d¨ªas, por no decir varias veces cada d¨ªa, el presidente pide la comprensi¨®n ¡ªcuando no complicidad¡ª de los mexicanos. La mayor¨ªa de las acciones que est¨¢ llevando a cabo o que pretende llevar a cabo, asevera en cada oportunidad que tiene, se ven lastradas por la corrupci¨®n, la impunidad o la ineptitud de los Gobiernos anteriores.
En este tema, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador es exigente. Sin duda, la raz¨®n est¨¢ de su lado, como deber¨ªa quedarnos claro a la mayor¨ªa de los ciudadanos. No hablo tan solo de aquella mayor¨ªa que llev¨® al poder al actual mandatario, hablo tambi¨¦n de buena parte de quienes no lo votaron pero coinciden con ¨¦l en este tema: el pasado reciente es pesado, est¨¢ sucio y apesta, era una verdadera pira de suficiencias, humillaciones, desprecios, ultrajes, componendas, ofensas y escarnio.
Cuando aquello que se recibe es un pa¨ªs devastado, cuyas estructuras y factores reales de poder se encuentran al borde del colapso ¡ªno solo a consecuencia del neoliberalismo, tambi¨¦n de las administraciones que quisieron convertirlo en una sociedad limitada; podr¨ªamos, de hecho, revisar nuestros ¨²ltimos 60 a?os como la historia de un pa¨ªs gobernado, casi siempre y tr¨¢gicamente, a partir de la racionalidad empresarial, es decir, un pa¨ªs que fue Asociaci¨®n Civil, despu¨¦s Sociedad Civil, luego Sociedad An¨®nima, posteriormente Sociedad Limitada y finalmente Club Mercantil¡ª, el trabajo de la autoridad requiere y requerir¨¢, durante mucho, much¨ªsimo tiempo, la complicidad y la comprensi¨®n de la mayor¨ªa de los gobernados.
Ante esta certeza, no resulta sencillo ordenar el presente, reconstruir el futuro inmediato ni proyectar el largo plazo. Pensemos, por ejemplo, en aquello que genera mayor preocupaci¨®n, seg¨²n casi todas las encuestas publicadas durante los ¨²ltimos a?os: la inseguridad y la violencia. Obviamente, no podemos pensar en esto si no asumimos que, durante demasiado tiempo, vivimos en un narcoestado, en el que el crimen organizado fue tomando las estructuras de seguridad, infiltrando las de impartici¨®n de justicia, comprando las de administraci¨®n ¡ªa trav¨¦s de la financiaci¨®n de campa?as pol¨ªticas desde el ¨¢mbito municipal hasta el federal¡ª y desgarrando todos los niveles y ¨¢mbitos del tejido social, amparado en el necrocapitalismo que impuso ese mismo narcoestado. Pero reduzcamos un poco m¨¢s nuestro ejemplo, convirti¨¦ndolo en nombres propios: Felipe Calder¨®n Hinojosa, Genaro Garc¨ªa Luna y Eduardo Medina Mora. Ellos declararon la guerra que convirti¨® al neoliberalismo en necrocapitalismo, que consum¨® la conversi¨®n del Estado en narcoestado, que elev¨® la violencia a hiperviolencia, que volvi¨® las morgues camiones de doble remolque, que hizo de nuestros campos fosas comunes, que transform¨® la desaparici¨®n en eterno retorno. Y es que, mientras declaraban la guerra, faenaban con el Cartel de Sinaloa. Por eso Garc¨ªa Luna est¨¢ siendo enjuiciado en Estados Unidos, por eso Medina Mora se convirti¨® en el conejo de un sombrero de copa y por eso el expresidente se aferra a una nueva organizaci¨®n pol¨ªtica que garantice la impunidad que necesita.
Ahora bien, ?por qu¨¦ ese expresidente, Felipe Calder¨®n Hinojosa, como tantos otros pol¨ªticos mexicanos, se encuentra en condiciones de crear un nuevo partido pol¨ªtico? ?Por qu¨¦ Medina Mora puede retirarse, peor a¨²n, por qu¨¦ se le retira en silencio y sin dar explicaciones? ?Por qu¨¦ Garc¨ªa Luna es juzgado en el extranjero y no en nuestro pa¨ªs? ?Por qu¨¦ ellos, como tantos otros ¡ªdesde Carlos Salinas hasta Pe?a Nieto¡ª, parecen tener derecho a la evasi¨®n? ?Es esto lo que quiere, lo que quer¨ªa la mayor¨ªa de los mexicanos, a quienes el presidente nos solicita, todos los d¨ªas, nuestra comprensi¨®n y nuestra complicidad frente a los problemas de inseguridad y violencia que su Gobierno hered¨®, los mexicanos que vemos la creaci¨®n de la Guardia Nacional como la mera repetici¨®n de algo que ya sucedi¨®? ?Es esto lo que har¨¢ que M¨¦xico sea un mejor pa¨ªs y que su sociedad alcance el bien com¨²n: la fotocopia, la intocabilidad? ?La poderosa frase que asevera "ni perd¨®n ni olvido", sentencia que L¨®pez Obrador reconvirti¨® en este otro mantra: "perd¨®n s¨ª, olvido no" ¡ªsin darse cuenta de que los procesos hist¨®ricos no se cierran en tanto sus s¨ªntomas persistan¡ª, no deber¨ªa haber sido reconvertida por todos los mexicanos y no s¨®lo por un presidente? ?No ser¨¢ que los gobernados, en este sentido, tambi¨¦n necesitamos de la complicidad y la comprensi¨®n del gobernante?
No somos iguales, repite una y otra vez el presidente. Lo repite, adem¨¢s, exigiendo que los ciudadanos reconozcamos lo que resulta evidente para ¨¦l: su derecho a ser otro, a ser distinto de los aut¨®cratas asesinos, corruptos e indolentes que lo precedieron. Lo dice, en todo momento, convencido de qui¨¦n es y de que la mayor¨ªa de los mexicanos habremos de verlo como ¨¦l se ve a s¨ª mismo y como se observa a alguien que, en efecto, es diferente de aquello a lo que est¨¢bamos acostumbrados. Lo hace porque cuenta con nuestra comprensi¨®n y nuestra complicidad: la de la mayor¨ªa de quienes lo votamos e incluso de una buena parte de quienes no lo votaron. Pero quiz¨¢ ¨¦l tambi¨¦n tendr¨ªa que empezar a ofrecernos lo mismo, para que no se empa?en los cristales con los que lo miramos. Los mexicanos tenemos que pedirle al presidente que nos observe como somos y no como ve a sus enemigos. Porque la mayor¨ªa de nosotros tampoco somos iguales a esos enemigos suyos. No todos somos esos conservadores que le quitan el sue?o, conveniente o inconvenientemente. No, no todos somos ni respondemos a intereses oscuros.
Los mexicanos que no somos s¨²bditos, que entendemos que recibi¨® un pa¨ªs en ruinas y que no lo confundimos con sus predecesores, debemos exigir que el presidente tampoco nos confunda: no queremos que su Gobierno naufrague, queremos que gobierne mejor. Exigir que no nos desaparezcan con etiquetas tan f¨¢ciles como aquellas que no le gusta que le endosen a ¨¦l o a su proyecto. Si somos capaces de reconocer que L¨®pez Obrador no es igual a los que dejaron un pa¨ªs destrozado, L¨®pez Obrador tiene que ser capaz de reconocer que no todo aquel que disiente es un seguidor de la reacci¨®n o est¨¢ en contubernio con fuerzas oscuras, por m¨¢s que esto le sirva, pol¨ªtica o pedag¨®gicamente. Los conservadores de izquierda no existen. Existen, eso s¨ª, los fundamentalistas de centro. Y son peligrosos.
Si nosotros entendemos que la corrupci¨®n del sistema de salud hab¨ªa llegado al exceso, el presidente debe entender que nos horrorice y lastime la falta de medicamentos para ni?os enfermos. Y comprender que podemos exigir soluciones que no conlleven costos tan altos como los de antes. Igual que podemos y debemos decir, por ejemplo, que queremos que el presidente entienda, empatice y reaccione pol¨ªtica, humana y socialmente ante el horror de los feminicidios, sin que nadie piense, al escucharnos, que buscamos atacar un proyecto. La pol¨ªtica, como el presidente de M¨¦xico sabe, es un juego de pesos diversos, no una balanza de dos platos.
El gobernante que exige complicidad, solo puede hacerlo si muestra empat¨ªa. Si reconoce el resto de las voces que, aunque no sean la suya, tampoco son las de sus fantasmas. Los temas en los que urge su comprensi¨®n y su complicidad son muchos: ah¨ª est¨¢n las comunidades, todas las comunidades y no solo las que le quedan a modo, que ser¨¢n arrolladas por el tren maya y por sus otros megaproyectos; ah¨ª est¨¢ el asunto migratorio, que tan mal se ha manejado y que, para colmo, ha enrarecido lo peor del nacionalismo: los liderazgos sordos convierten las angustias en odios.
Si no queremos reproducir las suficiencias, las humillaciones, los desprecios, los ultrajes, las componendas, las ofensas y el escarnio del pasado, si no queremos, en suma, que el nuevo Gobierno se parezca m¨¢s a una Sociedad Limitada que a una Asociaci¨®n Civil, como menos, hay que empezar por ofrecer y otorgar aquello que se exige.
La pluralidad no es, nunca ser¨¢ un juego binario. Esto deber¨ªa tenerlo claro, en particular, un presidente que repite, una y otra vez, que no todos son lo mismo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.