A los buscadores espirituales
Cuando no eres quien eras ni quien deseabas ser, puedes empezar a ser t¨². Solamente a la intemperie hacemos la experiencia del ser
Por no perder a nuestro grupo de referencia estamos dispuestos, normalmente, a traicionarnos a nosotros mismos. Nadie quiere nadar contracorriente; resulta inc¨®modo, fatigoso y dif¨ªcilmente se llega lejos. Los otros siempre nos dejan solos en cuanto ven que no queremos ser como ellos. Pronto nos califican de bichos raros, de casos excepcionales ¡ªdignos de estudio¡ª, de casos perdidos incluso, ?con lo mucho que promet¨ªamos! No es uno de los nuestros, se dicen entre s¨ª. Has cambiado, nos aseguran. Y est¨¢n en lo cierto: desde que est¨¢s en las cosas del esp¨ªritu, tu mundo es otro.
No es cuesti¨®n de que te hayas apartado, sino de que tu inter¨¦s por Dios (el silencio, la espiritualidad, ll¨¢malo como desees) te ha hecho entrar en otra esfera: tienes otros intereses, lees otros libros, vas con otras gentes, pasas tu tiempo libre de otra forma. Tu coraz¨®n, en pocas palabras, est¨¢ en otro sitio. No hay buscador espiritual de verdad que no haya pasado por todo esto: el extra?amiento de lo propio, la p¨¦rdida de la vieja patria.
Ten por seguro que tus padres y amigos no te dejar¨¢n marchar f¨¢cilmente. Te dir¨¢n que has enloquecido e intentar¨¢n retenerte con toda clase de se?uelos. Te llevar¨¢n al psic¨®logo, siempre hay quien conoce a uno que es muy bueno. Alguien que ha visto casos semejantes, casi id¨¦nticos. Te asegurar¨¢n que desde todas partes se puede hacer el bien, eso nunca falla. Que no hace falta ser tan radical, eso tampoco suele fallar. Que se trata de un fen¨®meno pasajero¡
No juzgues todo lo que te digan en este sentido y mucho menos les juzgues a ellos. No son malos porque hablen o act¨²en as¨ª. Es s¨®lo que no soportan que hayas cambiado. Tu opci¨®n les pone en crisis. ?Por qu¨¦ ir por un sendero inexplorado ¡ªte preguntan¡ª habiendo tantas autopistas c¨®modas y seguras?
Cuando empiezas a caminar en pos de tu propia voz, seguramente tendr¨¢s fuerza para hacer frente a todas estas dificultades. Con el paso del tiempo, sin embargo, diluido un poco tu entusiasmo inicial, tambi¨¦n t¨² te preguntar¨¢s al cabo, ya al borde de la traici¨®n: ?No ser¨¢ esa voz, despu¨¦s de todo, una mera ilusi¨®n? ?No tendr¨ªa que fiarme de mi gente, que tanto me quiere? ?No me habr¨¦ equivocado? ?No estar¨¦ exagerando?
Es entonces cuando mirar¨¢s hacia atr¨¢s con melancol¨ªa, a lo que fuiste, y cuando descubrir¨¢s que ya no te apasiona tanto lo que tanto te apasion¨®. Ese, justo ese, es el instante perfecto para empezar la aventura espiritual. No tienes ya el ardor del horizonte (como al principio), pero tampoco el consuelo de lo que dejaste. Todo est¨¢ al fin lejos: tu pasado y tu futuro. Est¨¢s por fin en el presente, puedes vivir de la fe. No eres ya el hombre o la mujer que dej¨® la casa paterna (tu mundo anterior), pero tampoco el hombre o la mujer que tu voz te hab¨ªa dicho que pod¨ªas ser. No eres quien eras ni quien deseabas ser, puedes empezar a ser t¨².
S¨®lo a la intemperie hacemos la experiencia del ser. Cuando no se puede regresar ni avanzar, sencillamente eres. Pero antes de todo eso hay, naturalmente, desconcierto, llanto, protesta, agotamiento, rendici¨®n y abandono al fin¡ Todo lo que sucede cuando ya no sabes qu¨¦ m¨¢s puede suceder es lo espiritualmente interesante. Te deseo un buen viaje.
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