Un a?o despu¨¦s de la tormenta, no ha llegado la calma
La ciudad de Beira, en Mozambique, fue el epicentro del cicl¨®n Idai, que azot¨® el sureste de ?frica en marzo de 2019. Este pa¨ªs, uno de los m¨¢s pobres del planeta, se llev¨® la peor parte en p¨¦rdidas humanas y materiales. A¨²n la poblaci¨®n no se ha recuperado
El techo de metal sali¨® volando y los diez metros cuadrados de vivienda quedaron al descubierto. La lluvia torrencial pronto llen¨® las dos estancias y el viento se llev¨® en segundos los pocos enseres que hab¨ªa en su interior. George Tembe y su mujer, Cristina, se resguardaron debajo de una repisa del dormitorio porque tem¨ªan que el hurac¨¢n lanzase sobre sus cabezas lo que hab¨ªa engullido en su camino. "Muchos murieron as¨ª, por golpes o cortes de las chapas", se pasa el hombre la mano por el cuello. "Cualquier cosa pod¨ªa caer dentro". As¨ª recuerda este vecino de Beira, en Mozambique, aquel 14 de marzo de 2019 en el que el cicl¨®n Idai toc¨® tierra muy cerca de la ciudad portuaria y sigui¨® su destructor periplo hacia Malaui y Zimbabue.
La descomunal tormenta tropical fue calificada por la ONU como "uno de los peores fen¨®menos meteorol¨®gicos de la historia en el hemisferio Sur". Un a?o despu¨¦s, todav¨ªa 2,5 millones de afectados necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir. La mitad son ni?os, denuncia Unicef.
De los tres pa¨ªses afectados, Mozambique ¡ªen la posici¨®n 180 de 189 en el ?ndice de Desarrollo Humano de la ONU¡ª se llev¨® la peor parte. M¨¢s de 600 personas perdieron la vida y decenas de miles se quedaron sin hogar. Beira fue el epicentro con m¨¢s de un centenar de fallecidos y un 90% de la ciudad destruida. Gra?a Machel, ex primera dama del pa¨ªs, dijo de ella que era "la primera ciudad completamente devastada por el cambio clim¨¢tico".
La huella del Idai en Beira es todav¨ªa visible desde sus alturas: gran cantidad de edificios est¨¢n a¨²n desnudos de tejados, otros est¨¢n cubiertos por lonas y, en el mejor de los casos, en proceso de reconstrucci¨®n. Un paseo a pie de calle por la ciudad desvela, sin embargo, otros destrozos personales y materiales pendientes de reparaci¨®n.
Tembe, de 43 a?os, ha podido arreglar parcialmente su min¨²scula vivienda de dos habitaciones (un dormitorio y un sal¨®n-cocina-comedor). "El agua lleg¨® hasta aqu¨ª", marca la altura en una de las paredes. ¡°Nos tuvimos que ir a casa de mis padres un mes. Volvimos cuando reconstruimos el tejado con las chapas que se hab¨ªan ca¨ªdo del techo de Pescamar¡±. La filial de Nueva Pescanova en Mozambique, con sede en Beira, di¨® a sus trabajadores los restos met¨¢licos de la cubierta de sus propias naves. Tambi¨¦n reparti¨® alimentos y agua entre su plantilla de un millar de empleados. Ninguno falleci¨® y apenas contaron cinco heridos leves. La flota ¨²til que aguant¨® el embite de la tormenta apoy¨® adem¨¢s las labores de rescate de v¨ªctimas atrapadas en ¨¢reas remotas r¨ªo arriba.
La huella del Idai en Beira es visible desde lo alto: gran cantidad de edificios no tienen a¨²n tejados, otros est¨¢n cubiertos por lonas y, en el mejor de los casos, est¨¢n en proceso de reconstrucci¨®n
El conductor de la compa?¨ªa comparti¨® la ayuda recibida con otros vecinos de su barrio, Matacuane. "Otra gente no ten¨ªa ni eso, ni casa ni comida. Viv¨ªan en la calle", explica Tembe. Hoy, ¨¦l tiene una nueva cama, una televisi¨®n y una nevera. Su despensa es un mont¨®n de tarros ordenados con legumbres y recipientes con cebollas, patatas y huevos. ¡°Ahora est¨¢ bien, da para vivir, aunque todav¨ªa entra agua por algunos sitios cuando llueve y tenemos que colocar cubos para recogerla y no mojarnos¡±. Gesticula. Se?ala el techo, una gran humedad en el dormitorio, los lugares donde emplaza los cazos... En la pared destaca, colgada como si se tratara de una obra de arte que sobrevivi¨® al desastre, la banda de graduaci¨®n de Cristina en el Instituto Formaci¨®n de Profesores Inhamizua. Promoci¨®n de 2009. Gracias a sus estudios, trabaja como maestra, aunque ahora est¨¢ convaleciente en casa. "Tiene malaria", confirma el esposo.?
"Con todo este agua estancada, ?c¨®mo no va a haber malaria?", apunta Tembe con el dedo los grandes charcos, h¨¢bitat ideal de los mosquitos transmisores de la enfermedad, que se encuentran en su barrio por doquier. El paludismo es end¨¦mico en Mozambique. De los 228 millones de casos en el mundo en 2018, el 4% se dieron en este pa¨ªs, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Lo que le coloca entre los diez con m¨¢s carga de paludismo del mundo. Pese a sus avances en la lucha contra esta dolencia, la prevalencia de infecci¨®n en la poblaci¨®n oscila del 3% a m¨¢s del 50% seg¨²n la zona. Tras el cicl¨®n, el problema se agrav¨® en las provincias afectadas, tal como hab¨ªan advertido entidades como Unicef y M¨¦dicos sin Fronteras.
Y emergerieron otros males como el c¨®lera, causado por la ingesti¨®n de alimentos o agua contaminados. Un mes despu¨¦s se contaban m¨¢s de 3.500 casos y seis fallecidos. "Este es un pa¨ªs muy vulnerable a desastres y el saneamiento es muy pobre en muchos lugares", explica Rosa Marlene, directora general de Salud P¨²blica de Mozambique, en un encuentro reciente con periodistas en el ministerio de Sanidad, en Maputo. "En dos meses hab¨ªamos contenido el brote. La clave fue la vacunaci¨®n", apunta. La administraci¨®n se hac¨ªa de forma masiva all¨ª donde se detectaban casos de diarrea en adultos. No fue dif¨ªcil hacerelo, dice Marlene, gracias al apoyo internacional.
Un mismo golpe, desigual impacto
¡°El cicl¨®n no entend¨ªa de ricos y pobres, afect¨® a todos. Si yo no dorm¨ª esa noche, los ricos tampoco¡±, reflexiona Tembe durante la caminata por las calles de Matacuane. Pero la recuperaci¨®n ha sido muy distinta para unos y otros. "Hay gente que todav¨ªa vive en tiendas y no tiene una habitaci¨®n. El Gobierno dio tres chapas y dos sacos de cemento; pero eso no da para hacer una casa, si acaso para rehabilitarla", comenta. Con m¨¢s del 46% de la poblaci¨®n por debajo del umbral nacional de la pobreza, las familias mozambicanas tienen muy dif¨ªcil recuperarse de este tipo de impactos, cada vez m¨¢s frecuentes. Y el Idai fue un golpe sin precedentes. M¨¢s de 100.000 personas todav¨ªa se asientan en refugios temporales doce meses m¨¢s tarde, confirma la ONG Plan Internacional.
El cicl¨®n no entend¨ªa de ricos y pobres, afect¨® a todos. Si yo no dorm¨ª esa noche, los ricos tampoco George Tembe, vecino de Beira
Para llegar a Praia Nova hay que atravesar un entramado de precarias tiendas y viviendas de listones de madera y lonas sujetas con palos. El olor de la basura aplastada bajo los pies se mezcla con el del pescado seco que se presenta a los compradores amontonado sobre pl¨¢sticos en el suelo. En la playa, varadero natural de los pescadores locales, se venden las escasas capturas del d¨ªa. Muchas embarcaciones fueron destruidas por la furia del viento, que alcanz¨® velocidades de casi 200 kil¨®metros a la hora, y los marineros trabajan un marzo despu¨¦s en su rehabilitaci¨®n.
Amuji Hassan, de 50 a?os, tiene casi listo su barco semi-industrial un a?o despu¨¦s del Idai. El tiempo apremia. En un mes empezar¨¢ la temporada de pesca y cada d¨ªa que se quede en tierra significar¨¢ p¨¦rdidas. ¡°Lo hemos tenido que reconstruir entero, el d¨ªa del cicl¨®n se qued¨® encima de otro¡±, rememora. Despu¨¦s, mandar¨¢ algunas fotograf¨ªas que lo demuestran. "No hemos recibido ninguna ayuda del Gobierno, aunque hubo muchas promesas". Por eso, este responsable de flota en una empresa de transportes ha pasado de tener dos fuentes de ingresos a dedicar parte de su salario a reparar su barco. ¡°Nos hace falta alg¨²n tipo de financiaci¨®n para arrancar la campa?a; si no, vamos a perder meses de pesca¡±, reclama Hassan, que cuando hay faena emplea a una decena de marineros.?
No solo la pesca, una de las actividades econ¨®micas principales en esta ciudad, sigue resentida. La agricultura y el comercio tambi¨¦n sufren hoy los estragos causados por el Idai. Y los que menos ten¨ªan son quienes m¨¢s tardan en reponerse. Bien lo sabe Juliao Sosa, de 49 a?os. Residente en Dondo, cada d¨ªa se traslada a Beira (a unos 40 kil¨®metros) en autob¨²s para instalar en la puerta del club n¨¢utico su negocio, una manta con figuras de madera de pescadores, animales y otros motivos africanos fabricados por artesanos locales. ¡°Salvo cuando llueve mucho¡±, matiza.
La venta de artesan¨ªas ha ca¨ªdo dr¨¢sticamente en este enclave desde el cicl¨®n. Pese a que cualquier vecino dirige al visitante interesado en adquirir un recuerdo aut¨¦ntico a este mercado de tres tiendas, la afluencia de compradores ya no es la que era. El Club Na¨²tico, con su popular restaurante junto al mar, lleva un a?o cerrado. El Idai se lo llev¨® por delante y no hay m¨¢s indicio de reconstrucci¨®n que una carretilla en la acera que es usada por un lugare?o como camastro para dormir una siesta.?
La pesca, la agricultura y el comercio sufrieron el impacto del Idai. Todav¨ªa no se han recuperado
¡°Vendemos un 90% menos¡±. Una risilla delata que Sosa exagera. ¡°Pr¨¢cticamente no vendemos nada¡±, vuelve a ponerse serio. ¡°Pero este es un punto de referencia, llevamos aqu¨ª desde 1992 y esperamos que vuelva a abrir¡±, razona positivo. Y vuelve a sonre¨ªr.
Padre de siete hijos y abuelo de dos nietos de uno y tres a?os, Sosa recuerda que el Idai les pill¨® a todos en casa. ¡°Ya sab¨ªamos que iba a llegar, la gente hablaba de ello. Pero no esper¨¢bamos que fuera tan fuerte. Mi casa aguant¨®, pero nos est¨¢bamos construyendo una nueva m¨¢s grande. Ya estaba casi terminada y cay¨® entera. Nos ped¨ªamos ayuda unos a otros para sobrevivir". As¨ª superaron los primeros d¨ªas, sin comunicaciones, electricidad, agua potable ni alimentos, hasta que lleg¨® la ayuda internacional. En su pueblo, Dondo, fue donde se instal¨® el hospital port¨¢til con capacidad quir¨²rgica Start, que la Cooperaci¨®n Espa?ola despleg¨® por primera vez en esta emergencia humanitaria.
El centro se repleg¨® semanas despu¨¦s, lo que no significa que el maltrecho hospital central de Beira estuviera recuperado. De hecho, un a?o despu¨¦s de que el complejo quedara inundado y destrozado, hay m¨®dulos que no se han reconstru¨ªdo, como anatom¨ªa patol¨®gica. Las instalaciones prioritarias ¡ªlas urgencias, unidad de pediatr¨ªa o los quir¨®fanos¡ª han sido rehabilitadas con fondos y a iniciativa de diversas ONG, como dejan constancia los carteles informativos en el recinto sanitario. Otras est¨¢n todav¨ªa en obras o abandonadas.
Pese a la solidaridad global que ha permitido reanudar la actividad m¨¦dica en el hospital, reconstruir viviendas y ayudar a los m¨¢s vulnerables, el cicl¨®n es m¨¢s que un terrible recuerdo. Un a?o despu¨¦s, "todav¨ªa queda gente afectada porque no ha conseguido recuperar lo perdido", relata Sosa mientras saca brillo a una figura de un m¨²sico que toca los timbales.
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