Ahora es la hora
Las principales formaciones defensoras del sistema deben ignorar los c¨¢lculos pol¨ªticos y sumar fuerzas. La naci¨®n requiere un empuje unitario para derrotar el virus y afrontar la monumental crisis econ¨®mica
M¨¢s de uno ha ca¨ªdo en la tentaci¨®n desde la aparici¨®n del coronavirus de elogiar el modo en que China se ha enfrentado a la crisis: medidas dr¨¢sticas, aislamientos masivos, m¨¢xima disciplina ciudadana y f¨¦rreo control del mensaje por parte de las autoridades. En el extremo, algunos incluso a?oran las herramientas de las que los sistemas autoritarios disponen para abordar problemas como este y, en contraste, lamentan las carencias de nuestras democracias. Hasta he le¨ªdo una comparaci¨®n entre ¡°el liderazgo de Xi Jinping¡± ahora y el Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial.
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En realidad, no hay nada que alabar ni nada que envidiar. China ha aprovechado l¨®gicamente la crisis para hacer propaganda de su sistema pol¨ªtico, lo que incluye algunos gestos de solidaridad con otros pa¨ªses que, en s¨ª mismos, son dignos de agradecimiento. Ha conseguido sin duda resultados positivos gracias a la capacidad resolutiva del poder centralizado y absoluto del Partido Comunista y a la fuerza intimidatoria de un r¨¦gimen represivo y temido. Una sociedad atemorizada es una sociedad m¨¢s obediente y un Gobierno autoritario est¨¢ tambi¨¦n mucho mejor dotado para silenciar cualquier atisbo de discrepancia. Todo contribuye a una apariencia de eficacia y unidad. Pero, en realidad, se trata del triunfo de un sistema de intimidaci¨®n y control, el mismo que quedar¨¢, seguramente reforzado, cuando el virus sea derrotado.
No es ese el modelo que queremos en nuestro pa¨ªs. Nuestro sistema, fundamentado en la libertad, choca frontalmente con el alejamiento, el confinamiento y la cr¨ªtica atenuada que esta crisis nos recomienda. Con esfuerzo, lo hacemos porque somos conscientes de lo que todos nos jugamos. Nos sacrificamos voluntariamente para que nuestra comunidad sobreviva. Pero cuando despertemos de esta pesadilla no queremos encontrarnos en China. Queremos despertarnos en la misma sociedad abierta que tanto echamos ahora de menos. A ser posible, a¨²n m¨¢s abierta, m¨¢s libre y m¨¢s fuerte.
Solo la defensa de nuestro actual sistema democr¨¢tico puede asegurarnos ese despertar. Esta crisis, junto a sus m¨²ltiples calamidades, ha tra¨ªdo tambi¨¦n la oportunidad de observar a cada uno de nuestros dirigentes ante el umbral de su verdadera naturaleza. Han sorprendido algunos personajes de los que poco se esperaba y, en cambio, han quedado en evidencia propagandistas y demagogos que llevaban tanto tiempo ofreci¨¦ndose como salvadores ante calamidades ficticias y redentores de males exagerados. Los m¨¢s oportunistas hasta han tratado de aprovechar el virus para derribar al jefe del Estado o hacer la revoluci¨®n. Por lo general, han sucumbido los extremos, Podemos y Vox, desnudos ante su verborrea ahora in¨²til, y han crecido los partidos del sistema: PSOE, que ha entendido ¡ªaunque no lo admita p¨²blicamente¡ª el error tan grave que cometi¨® con la elecci¨®n de sus socios de Gobierno y de mayor¨ªa; PP, que ha sabido estar a la altura de las circunstancias en las comunidades que administra y en la oposici¨®n al Gobierno; y Ciudadanos, que ha recuperado el papel de socio predispuesto en el centro.
Los m¨¢s oportunistas han tratado de aprovechar la crisis para derribar al jefe del Estado o hacer la revoluci¨®n?
Ahora es la hora de que esos tres partidos ignoren de una vez los c¨¢lculos pol¨ªticos que puedan favorecer m¨¢s a unos o a otros ante pr¨®ximas contiendas electorales y sumen fuerzas para sacar al pa¨ªs adelante. No valen m¨¢s excusas. La naci¨®n requiere un empuje unitario que solo es posible si las principales fuerzas defensoras del sistema se empe?an de forma conjunta en esa misi¨®n.
Cuando el virus sea derrotado, Espa?a ser¨¢ un pa¨ªs dolorido, con decenas de miles de familias rotas y una sociedad entera desmoralizada y confundida tras semanas de aislamiento y miedo. A la vuelta de la esquina nos espera una crisis econ¨®mica monumental que vamos a tener que afrontar en peores condiciones que la de 2008 y, probablemente, en medio de una Europa con menos iniciativa y peor gobierno. Los nacionalistas extremistas catalanes y vascos han demostrado con creces, incluso en estas circunstancias tan dram¨¢ticas, que no se puede contar con ellos en la tarea de procurar el beneficio colectivo de Espa?a, a la que odian por encima de lo que la raz¨®n es capaz de entender. No se puede por tanto descartar que incluso exploten la debilidad del conjunto del pa¨ªs para intentar avanzar en sus intereses propios.
No es dif¨ªcil augurar el da?o que todo esto puede causar a nuestro sistema pol¨ªtico, debilitado ya por a?os de populismo y frivolidad en el tratamiento de nuestros problemas y nuestra historia. Un sistema que lleva ya tiempo requiriendo de reformas con profundidad y que se ve ahora amenazado adem¨¢s por una crisis de la primera instituci¨®n de nuestra democracia a la que habr¨¢ que hacer frente con el reconocimiento de todo lo bueno que la Corona ha hecho y puede seguir haciendo para la protecci¨®n de nuestros valores democr¨¢ticos ¡ªrepublicanos, finalmente¡ª y permitiendo a la vez que la justicia act¨²e sin excepci¨®n contra quienes quebrantan la ley. No deber¨ªa ser esto una excepci¨®n en un pa¨ªs que puede enorgullecerse de que todos los grandes casos de corrupci¨®n, incluido alguno que implicaba a miembros de la Casa Real, han sido resueltos en los tribunales y sus responsables condenados. Ser¨ªa un error convertir los retos que se avecinan en un debate entre Monarqu¨ªa y Rep¨²blica. Solo una s¨®lida mayor¨ªa constitucional en el Gobierno puede establecer las prioridades realmente urgentes, entre las que destaca por encima de todas la elaboraci¨®n de un aut¨¦ntico Presupuesto de apoyo mayoritario para una econom¨ªa de guerra.
La democracia espa?ola sali¨® adelante sorteando siempre grandes diferencias entre sus principales protagonistas
No va a ser f¨¢cil. Despu¨¦s de a?os en los que la alimentaci¨®n del odio ha dominado la pr¨¢ctica pol¨ªtica ¡ªodio al otro, al del otro pa¨ªs, al del otro pueblo, al del otro sexo, al de la otra lengua, al del otro partido¡ª no va a ser sencillo superar prejuicios y mitos h¨¢bilmente fabricados. Despu¨¦s de haberse jactado de ser el primer Ejecutivo de izquierdas desde la Guerra Civil, el PSOE tendr¨¢ que admitir que sus primeros temores eran ciertos y que no cabe un Gobierno de progreso con quienes quieren a la vez liquidar el sistema. PP y Ciudadanos tendr¨¢n que superar sus reservas respecto a la figura del presidente del Gobierno ¡ªal menos ya no se oye lo de las tres derechas¡ª y asumir su responsabilidad en este momento.
¡°Ahora es hora de rezar por Trump y por el vicepresidente Pence. Por ahora ellos son los l¨ªderes que tenemos. Mientras contemplamos el colapso econ¨®mico, las muertes en masa y la descomposici¨®n de nuestro modo de vida, reconstruyamos con resoluci¨®n nuestro sistema pol¨ªtico para que no vuelven a surgir otros¡±, afirma el columnista Dana Milbank en The Washington Post, en un recordatorio de que no somos los ¨²nicos ante retos similares.
Nuestras diferencias van a seguir ah¨ª. Tambi¨¦n quedar¨¢n ah¨ª las responsabilidades de cada cual en esta crisis y en el pasado. Y tendr¨¢n que responder por ellas. La democracia espa?ola sali¨® adelante sorteando siempre grandes diferencias entre sus principales protagonistas. Nuestro sistema pol¨ªtico no es producto, como dicen algunos, de un pacto secreto entre oligarqu¨ªas y traidores, sino del enorme esfuerzo de una sociedad dirigida por una clase pol¨ªtica que supo anteponer a sus diferencias la necesidad de un esfuerzo colectivo para progresar juntos como naci¨®n. Entonces fue la izquierda la que m¨¢s se sacrific¨® por esa unidad. Ahora es la que m¨¢s y primero ha explotado nuestra divisi¨®n. Es hora de rectificar. Todos los dirigentes involucrados en esta tarea son adem¨¢s muy j¨®venes, por lo que puede tambi¨¦n ser la hora de que una nueva generaci¨®n construya las bases para otros 50 a?os de convivencia democr¨¢tica.
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