La pandemia como coartada
El intento de acaparar poder ampar¨¢ndose en la emergencia por parte de algunos l¨ªderes pol¨ªticos alerta del riesgo que corren las democracias en tiempos de vulnerabilidad como los actuales
El atropello de las instituciones que conforman la espina dorsal de nuestras democracias es siempre indicio de autoritarismo, y por eso dispara las alarmas. Pero arremeter contra las instancias que garantizan un Estado de derecho ¡ªcon todas las deficiencias que se quiera, pero legalista¡ª en circunstancias excepcionales como las que vivimos es, adem¨¢s, una muestra de indecencia. Amparados en la crisis del coronavirus ¡ªla pandemia como gran coartada¡ª, algunos l¨ªderes pol¨ªticos est¨¢n dando un recital de impudicia.
La Hungr¨ªa de Orb¨¢n pretende extender sine die el estado de excepci¨®n para gobernar por decreto, y as¨ª poder meter en la c¨¢rcel, hasta cinco a?os, a aquellos periodistas que difundan noticias falsas ¡ªid est, las que ¨¦l considere que lo son¡ª sobre la Covid-19. En Israel, el Likud ha intentado secuestrar el Parlamento provocando un grave bloqueo en momentos en los que se necesita precisamente lo contrario, acciones de consuno. Ambos hechos suceden estos d¨ªas, de los pocos que se sustraen ¡ªy no del todo¡ª al coronavirus.
Ambas maniobras son comprensibles viniendo como vienen de l¨ªderes fuertes, autoritarios, como Orb¨¢n, que puede sacar adelante su prop¨®sito gracias a la mayor¨ªa absoluta de que goza, o un Netanyahu que se resiste a perder el poder (y la inmunidad que conlleva) instrumentando arteramente la emergencia mediante una jugada maestra. Pero lo m¨¢s grave es que llueven sobre mojado: sobre el terreno propicio de una creciente desafecci¨®n democr¨¢tica, abonado hoy por el miedo. El ¨²ltimo estudio del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge constata que la insatisfacci¨®n ciudadana con la democracia no ha dejado de aumentar en los pa¨ªses desarrollados desde 1995 ¡ªinicio de la investigaci¨®n¡ª, hasta alcanzar el a?o pasado un nada despreciable rango del 48% al 58%, seg¨²n los 154 pa¨ªses objeto de la muestra. Desafecci¨®n significa frustraci¨®n, expectativas truncadas por la gran crisis de 2008 ¡ªy v¨¦rtigo ante el abismo econ¨®mico que viene¡ª, un acre sentimiento de desubicaci¨®n en el concierto, o desconcierto, global. La clase media abocada al m¨®rbido declive de comunidades enteras. En esta prolongada depresi¨®n emocional y material, vivida como un extra?amiento forzoso ya antes del confinamiento, caen cual chaparr¨®n sobre el desierto las baladronadas de estos l¨ªderes, m¨¢xime ante el incierto d¨ªa despu¨¦s de la emergencia. Porque Orb¨¢n, Netanyahu, Bolsonaro y el resto de innombrables tienen m¨¢s eco en una sociedad atenazada por el miedo.
Por eso, cuando se discute la pertinencia de las met¨¢foras b¨¦licas para glosar la lucha contra el virus, convendr¨ªa remendar el lenguaje, tan disminuido tras lustros de bulos y posverdades. Reasumir, resignific¨¢ndolas, palabras clave hace tiempo en desuso que nos har¨¢n m¨¢s fuertes para superar la pandemia y esquivar los ardides de quienes intenten sacar provecho de ella: decoro, sacrificio, entereza, entrega, conmiseraci¨®n, deber, disciplina... Desprovistas de todo sesgo religioso o militarista, simple y llanamente como ejercicios de autodefensa.
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