Lenguaje y cuidado
Hay apenas un paso entre gritar a un vecino por saltarse el confinamiento a destiempo y arrogarse el derecho de da?arle de veras y agredirle
Dec¨ªa S¨¢nchez-Ferlosio que el patriotismo es una mala pasi¨®n, con la victoria como ¡°¨²nico o m¨¢ximo instrumento de autoafirmaci¨®n colectiva¡±. Y hoy, que o¨ªmos por doquier sentidas llamadas a combatir la enfermedad, a vencer al virus o enfrentarse a la pandemia, cuando nos hablan de la primera l¨ªnea de combate sanitario o el hero¨ªsmo de tantos y tantos profesionales de muchos sectores, quiz¨¢ convenga voltear la mirada hacia nuestro b¨¦lico y patri¨®tico lenguaje p¨²blico. Ya estaba presente en nuestra vida pol¨ªtica y deportiva, pero ahora ocupa casi por completo los mensajes difundidos tan insistentemente por nuestros medios y por todos nosotros en las redes sociales, repletas de ¨¢nimos, fakes, chistes, pero tambi¨¦n de gritos de guerra. Si, como nos recordaba Unamuno, ¡°la lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo¡±, ?qu¨¦ ocurre cuando lenguaje y pensamiento se ocupan por entero con met¨¢foras guerreras?
Es posible que, en tiempos de incertidumbre y sufrimiento, nuestra naturaleza nos incline hacia lo combativo, a los s¨ªmiles marciales que unen a la tribu frente a un enemigo real o imaginario, pero quiz¨¢ tambi¨¦n lo sea que existe otra manera de narrar el mundo, de contar lo que nos ocurre y c¨®mo superarlo desde un lenguaje, un habla, una lengua cercana y asertiva, incluso en estos tiempos de dram¨¢tica y dolorosa pandemia. Combate, enemigo, lucha, etc¨¦tera son palabras que retumban con inmediatez en nuestra conciencia ¨¦pica, que activan mecanismos inconscientes que provienen de nuestra herencia hist¨®rica y cultural, pero no son palabras inocentes. Nos conducen a lugares donde el yo se diluye para entrar en un nosotros que solo se define por la victoria o la derrota, y donde todos, usted y yo, somos soldados, peones de un juego donde no importa quienes somos, sino el fin al que servimos: ganar, derrotar al virus.
Cuando las sociedades se movilizan, cuando, inevitablemente y por responsabilidad, respondemos a las arengas, a las llamadas a cumplir con nuestro deber, cruzamos siempre una l¨ªnea fr¨¢gil que nos aleja de nuestro n¨²cleo m¨¢s preciado, aquello que nos permite decirnos que somos algo m¨¢s que una mera amalgama de instintos biol¨®gicos. Movilizados, en guardia y atentos, enardecidos por los discursos belicosos, los ciudadanos nos mecanizamos; coordinados contra ese enemigo que nos mata, nos arriesgamos a pasar al otro lado del espejo: hay apenas un paso entre gritar a un vecino por saltarse el confinamiento a destiempo y arrogarse el derecho de da?arle de veras y agredirle. Conciliar, cuidar, asistir, atender¡ El lenguaje puede unirnos tambi¨¦n alrededor de una sem¨¢ntica inclusiva, cuidadosa, comprensiva. Porque, al cabo, los desaf¨ªos se afrontan, los retos se consiguen, los objetivos se cumplen... pero las guerras, cuando terminan, se pierden siempre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.