Remar acompasados
La gravedad de la crisis aconseja eliminar divisiones entre el Gobierno central y los auton¨®micos
La gesti¨®n de la pandemia causada por el coronavirus ha presentado un formidable reto de coordinaci¨®n en distintos niveles: el mundial, el europeo y el nacional. El reto en el primer nivel lo hemos perdido y el de la Uni¨®n Europea parece abocado a un doble fracaso. La descoordinaci¨®n est¨¢ obligando a cada pa¨ªs a enfrentarse a la pandemia con lo que buenamente puede, con mejor o peor fortuna seg¨²n su desarrollo tecnol¨®gico, la extensi¨®n de sus contactos en China o su pericia para comprar materiales en un mercado descontrolado. En el ¨¢mbito econ¨®mico, la falta de consenso sobre la respuesta a esta crisis profundiza la divisi¨®n entre quienes demandan f¨®rmulas para la mutualizaci¨®n del riesgo y quienes las rechazan aludiendo, como en la crisis financiera del 2008, a un problema de riesgo moral.
El desaf¨ªo nacional en un sistema descentralizado como el nuestro se encuentra en la coordinaci¨®n entre el Gobierno central y las comunidades aut¨®nomas. Desde que en 2001 las regiones del llamado territorio Insalud recibieran las competencias de sanidad, la coordinaci¨®n de esta pol¨ªtica se desarrolla en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, una de las conferencias sectoriales que mejor funcionan. Quienes en el pasado han participado en estos ¨®rganos de cooperaci¨®n reconocen que la coordinaci¨®n es m¨¢s exitosa cuando se trata de una crisis que sobrepasa las fronteras auton¨®micas, como ocurri¨® en el caso de la gripe aviar, la peste porcina o la crisis de las vacas locas. En estos asuntos la divisi¨®n ideol¨®gica entre territorios tiende a diluirse a fin de conseguir la colaboraci¨®n institucional. Siguiendo esta experiencia, la gravedad de la crisis actual deber¨ªa ser m¨¢s que suficiente para eliminar cualquier atisbo de divisi¨®n en la colaboraci¨®n intergubernamental. Sin embargo, esta crisis excepcional ha estallado en un momento igualmente excepcional por lo que a la confrontaci¨®n pol¨ªtica se refiere.
La sensaci¨®n es que el impulso inicial de unidad y coordinaci¨®n entre el Ejecutivo central y los auton¨®micos se debilita. ?Por qu¨¦? Existen algunos factores estructurales que lo explican. Sabemos, por ejemplo, que la cooperaci¨®n es m¨¢s complicada cuanto m¨¢s protagonismo adquieren los ¨®rganos de negociaci¨®n del nivel pol¨ªtico en detrimento de los ¨®rganos t¨¦cnicos, pues los primeros son m¨¢s permeables a la confrontaci¨®n partidista. Los acuerdos son tambi¨¦n m¨¢s probables cuando la frecuencia de las reuniones acaba redundando en una mejora de las relaciones personales entre los asistentes. Si las relaciones entre el presidente del Gobierno y los auton¨®micos no est¨¢n siendo f¨¢ciles es en parte porque se incumplen esos dos requisitos para que la cooperaci¨®n funcione: se trata de una colaboraci¨®n de primer nivel pol¨ªtico y en un formato que hab¨ªa ca¨ªdo en desuso, pues durante la ¨²ltima d¨¦cada la Conferencia de Presidentes apenas se ha convocado. En cualquier crisis, mejor llegar con los instrumentos de cooperaci¨®n bien engrasados.
Quiz¨¢s el factor de fondo m¨¢s importante para que Gobierno central y auton¨®micos remen acompasados es que la naturaleza y el alcance de los costes a los que se enfrentan son distintos. Por un lado, los gobernantes auton¨®micos son responsables de una gesti¨®n que se mide de forma concreta e inmediata en el grado de protecci¨®n a sus ciudadanos en comparaci¨®n con otros territorios. Esto explica, por ejemplo, que se adelantaran en el cierre de colegios o que se embarcaran en una adquisici¨®n masiva de material sin esperar a la compra centralizada, a pesar de que ello les hac¨ªa competir entre ellas por un material escaso con un poder de negociaci¨®n m¨¢s fragmentado. Por otro lado, sobre el Gobierno central recae la responsabilidad de redistribuir los recursos y los costes financieros de medio y largo plazo que se deriven de esta crisis. As¨ª, la decisi¨®n del cierre total salvo para actividades esenciales puede beneficiar a las comunidades aut¨®nomas con los sistemas sanitarios m¨¢s saturados, pero los efectos econ¨®micos y financieros de ese cierre recaen sobre el conjunto y ser¨¢ el Gobierno central quien deba rendir cuentas sobre ellos ante la ciudadan¨ªa y las instituciones europeas. Que el Pa¨ªs Vasco haya liderado la protesta por esta decisi¨®n no solo responde a una cuesti¨®n de forma, sino tambi¨¦n a que, en su caso, los costes del cierre de su industria no pueden diluirse en el conjunto y recaen esencialmente sobre su territorio, al tener plena autonom¨ªa sobre su financiaci¨®n.
La coordinaci¨®n es m¨¢s exitosa cuando se trata de una crisis que sobrepasa las fronteras auton¨®micas
El esfuerzo m¨¢s importante de coordinaci¨®n est¨¢ por llegar. En las pr¨®ximas semanas las asimetr¨ªas territoriales en la incidencia de la epidemia y en los costes econ¨®micos del cierre seguramente aflorar¨¢n en forma de estrategias auton¨®micas diferenciadas en el ritmo e intensidad del retorno a la actividad econ¨®mica. Cuando el Gobierno central no disponga de la autoridad que le otorga el estado de alarma se necesitar¨¢n muchas complicidades para desarrollar una estrategia com¨²n de regreso paulatino a la normalidad que asegure que las decisiones sobre qu¨¦ es lo mejor en cada territorio no lastran la evoluci¨®n de la epidemia ni la recuperaci¨®n econ¨®mica en el conjunto.
Sandra Le¨®n es polit¨®loga e investigadora Talento S¨¦nior en la Universidad Carlos III de Madrid. @sandraleon_
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