El odio es inmune al Covid-19
La crisis ha provocado en M¨¦xico, Estados Unidos y Espa?a una aceleraci¨®n del acostumbrado canibalismo en la esfera pol¨ªtica y en las redes sociales
Se supone que ante un enemigo com¨²n los pueblos se galvanizan, ponen en pausa sus rencillas cotidianas y marchan juntos a la guerra. Sucedi¨® con George Bush cuando la crisis por la destrucci¨®n de las torres de Nueva York llev¨® al techo los niveles de aprobaci¨®n, que d¨ªas antes estaban en el suelo. Incluso le funcion¨®, al menos moment¨¢neamente, a la desprestigiada Junta Militar en Argentina al declarar la guerra al Reino Unido por las islas Malvinas. Pero eso no est¨¢ sucediendo ahora en Espa?a, Inglaterra, Estados Unidos o M¨¦xico frente a la tragedia sanitaria y econ¨®mica que ha desencadenado el Covid-19. Lejos de fortalecerse el liderazgo pol¨ªtico de los mandatarios, la crisis ha provocado en estos pa¨ªses una aceleraci¨®n del acostumbrado canibalismo en la esfera pol¨ªtica y en las redes sociales.
Cada naci¨®n tiene su propia explicaci¨®n, desde luego. En el caso de M¨¦xico no hay que ir muy lejos para encontrarla. El ambiente previo al estallido de la pandemia ya era febril; ahora se ha hecho asfixiante, t¨®xico. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador despierta sentimientos encontrados desde que tom¨® posesi¨®n, pero desde el coronavirus se ha desatado una atm¨®sfera de linchamientos y provocaciones incendiarias. Unos y otros, presidente y seguidores, por un lado, y algunos sectores medios, prensa y ¨¦lite, por el otro, se han enfrascado en un intercambio de insultos con el pretexto del virus, como dos adversarios dispuestos a seguir intercambiando golpes en medio de un naufragio.
Todo lo que hace o deje de hacer el Gobierno de la 4T muestra su impericia, su negligencia y su da?ina ingenuidad, a los ojos de sus adversarios. Si no lo hace, porque se est¨¢ tardando, y si lo hace porque lo hace mal. No hay explicaci¨®n t¨¦cnica que valga, as¨ª venga de un experto calificado como el Dr. Hugo L¨®pez-Gatell, responsable de la campa?a en contra de la propagaci¨®n del virus. Para los anti lopezobradoristas la tragedia que se avecina ya tiene nombre y apellido tabasque?o, as¨ª est¨¦ sucediendo en el resto del planeta. En ¨²ltima instancia, para ellos, todo remite a la burbuja de negaci¨®n en la que el presidente est¨¢ perdido, una negaci¨®n que llevar¨¢ al pa¨ªs al abismo. Es tal la animosidad que en las reacciones que provoca cada mala noticia, sea el deterioro de la moneda o la escasez de un medicamento, se advierte el fest¨ªn embozado de todos aquellos que celebran el cumplimiento, por fin, de la negra profec¨ªa que hab¨ªan anticipado con respecto a AMLO.
La heterodoxa actitud del presidente tampoco es que est¨¦ ayudando mucho a calmar los ¨¢nimos. Frente a la crisis de la pandemia y lo que se viene con ella, ¨¦l ha tratado de aferrarse a sus br¨²julas de toda la vida: la noci¨®n de que la prioridad son los pobres y la confianza ilimitada en las virtudes del pueblo mexicano. Br¨²julas que sin duda servir¨¢n para que las calamidades por venir no se ceben en los m¨¢s desprotegidos, como siempre ha sido el caso. Pero a muchos les parece que es un horizonte de visibilidad que se queda corto frente al momento in¨¦dito que vive el planeta y los complejos efectos que la crisis provocar¨¢ a lo largo y ancho de la sociedad y la econom¨ªa del pa¨ªs.
Por el contrario, otros podr¨ªan pensar que conviene tener un presidente que tome decisiones de acuerdo a convicciones profundas y bien intencionadas. En las deliberaciones de algunos mandatarios, muy claramente el caso de Donald Trump, parecer¨ªa que pes¨® m¨¢s el inter¨¦s pol¨ªtico inmediato y la presi¨®n de los grupos de inter¨¦s con mayor poder, que el bienestar de la sociedad en su conjunto.
En todo caso, es a¨²n muy pronto para hacer una evaluaci¨®n cabal de la estrategia de cada Gobierno frente a la crisis. Sobre todo en el caso mexicano, que hasta el pr¨®ximo fin de semana anunciar¨¢ el paquete de medidas econ¨®micas que habr¨¢ de tomarse para paliar la crisis que la emergencia ha desatado.
Por desgracia, el clima de confrontaci¨®n es tal que podemos anticipar que, con independencia de lo que se anuncie, las propuestas solo servir¨¢n para atizar el fuego de las recriminaciones mutuas. Los adversarios las ridiculizar¨¢n inexorablemente y, por su parte, el Gobierno acusar¨¢ a los cr¨ªticos de ser moralmente impresentables.
Lo curioso es que las dos partes se convocan mutuamente a una tregua sin darse tregua. Hace unos d¨ªas Denise Dresser, una columnista emblem¨¢tica, justamente titul¨® as¨ª su art¨ªculo en el diario Reforma: La tregua. Una larga descalificaci¨®n del presidente y su Gobierno culminado por un p¨¢rrafo conciliador. No muy distinto al esp¨ªritu de AMLO en las ma?aneras, en la que tras dos frases destinadas a convocar a la cordura y la concordia, se desv¨ªa en una larga diatriba en contra de los conservadores que sabotean a su Administraci¨®n.
Muchas cosas han cambiado en dos meses en todo el orbe, nada ha quedado inmune frente a la pandemia. Salvo el odio, quiz¨¢, que simplemente se ha recrudecido sin dejarse distraer por el Apocalipsis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.