La guerra de nuestra generaci¨®n
M¨¢s de 8.000 militares batallan cada d¨ªa en Espa?a contra el coronavirus. Un recorrido a su lado durante 48 horas patrullando Madrid, descontaminando residencias de personas mayores, construyendo hospitales de campa?a y transportando cad¨¢veres. Y en los centros de decisi¨®n estrat¨¦gica donde se dirige la Operaci¨®n Balmis.
Cae una lluvia g¨¦lida sobre Madrid. Las calles est¨¢n desiertas. El panorama es desolador. La capital es el mayor foco de contagios y fallecidos en Espa?a. Y las residencias de ancianos, uno de los puntos m¨¢s cr¨ªticos de la pandemia. A las afueras de la ciudad, en un barrio residencial de Alcal¨¢ de Henares, 48 paracaidistas aguardan bajo un chaparr¨®n que se va transformando en nieve y ti?e de blanco sus boinas negras. Hay pocas palabras. El cansancio de muchos d¨ªas se va acumulando. El patio de la residencia de personas mayores se ha convertido en un improvisado aparcamiento de veh¨ªculos militares. La Brigada Paracaidista ha llegado con las primeras luces del d¨ªa con la orden de descontaminar este recinto. Al menos tres miembros del personal del mismo ya han ca¨ªdo enfermos por coronavirus. Y un par de residentes de edad muy elevada muestran s¨ªntomas de haberse contagiado. Nadie sabe a ciencia cierta si lo han contra¨ªdo; no se les podido realizar un test; carecen de ese sistema de diagn¨®stico r¨¢pido. Como precauci¨®n se les mantiene aislados en un extremo del edificio. Visto a trav¨¦s de un ventanal uno de los enfermos proyecta la imagen de un estado ag¨®nico.
La misi¨®n de desinfecci¨®n que van a realizar los paracaidistas hoy es clave. Se rumorea que la carga viral del enorme inmueble con 180 habitaciones y 200 residentes es elevada. El subteniente Carlos Infante, el veterano especialista en defensa NBQ (nuclear, biol¨®gica y qu¨ªmica) que dirige la operaci¨®n, se l¨ªa su primer pitillo de la ma?ana y profiere a su gente con voz queda: ¡°Vamos a esperar a que los viejecitos terminen de desayunar, que luego les confinen en el comedor de cada planta y entramos. Esto es muy grande. Aqu¨ª tenemos para doce horas¡±. Un goter¨®n le empapa el cigarrillo. Y mira al cielo.
A esta primera hora de la ma?ana otros destacamentos de las grandes unidades militares que rodean Madrid han salido a la calle para realizar la misma misi¨®n: descontaminar residencias de ancianos. Llevan m¨¢s de 2.000. Una misi¨®n de alto riesgo. Lo saben. Y lo hacen todos los d¨ªas. ¡°Que si tenemos miedo a pillar el virus? Para nada. Lo que estamos haciendo representa la solidaridad m¨¢s elemental. Si no, para qu¨¦ estamos¡±, profiere un joven paraca.
Desde el extrarradio de Madrid se han comenzado a organizar desde la madrugada otros convoyes de veh¨ªculos con tropas y material de descontaminaci¨®n que atravesar¨¢n la fantasmal ciudad deteni¨¦ndose en los sem¨¢foros. La Brigada Guadarrama XII, acantonada en El Goloso, dotada de carros de combate Leopard y ca?ones que alcanzan 30 kil¨®metros, tiene hoy entre sus cometidos desinfectar recintos de ancianos en Colmenar Viejo y Galapagar. Y la Unidad Militar de Emergencias (UME), aquel vituperado invento de Zapatero, que desde 2005 se enfrenta a las cat¨¢strofes por tierra, mar y aire en toda Espa?a y salva vidas, emprende a la misma hora su marcha en direcci¨®n a Alpedrete y San Sebasti¨¢n de los Reyes. Y suma y sigue. Los militares desinfectan una media de 200 residencias al d¨ªa. Las peticiones son continuas. En todos los puntos de esta ciudad asolada, los militares transportan a enfermos y centenares de muertos; construyen hospitales de campa?a y campamentos para los sin techo; trabajan en Ifema; patrullan ciudades solos y junto a la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa e intentan, ¡°proteger, ofrecer seguridad y generar confianza¡±. En otros puntos del pa¨ªs, adem¨¢s, custodian infraestructuras cr¨ªticas (como las centrales nucleares), impermeabilizan fronteras y aerotransportan material sanitario y espa?oles atrapados en el exterior. Limpian y patrullan hospitales, aeropuertos, estaciones y edificios p¨²blicos y suministran agua y alimentos. Incluso han movilizado barcos de proyecci¨®n de tropas para convertirlos en hospitales flotantes.
Cerca de tres centenares de los efectivos de las Fuerzas Armadas ya han contra¨ªdo el virus. Trabajan sin horarios. Comen cuando pueden. Est¨¢n en primera l¨ªnea. ¡°Estamos aqu¨ª para ayudar; es un buen momento para que los espa?oles vean de lo que somos capaces y qu¨¦ hacemos con sus impuestos; el apoyo a las autoridades civiles est¨¢ en nuestro plan anual de adiestramiento, y ya sabe, se lucha como se entrena¡±, explica el general Rafael Colomer, jefe de la brigada acorazada Guadarrama XII, mientras controla en tiempo real el despliegue de 1.300 de sus soldados y 300 veh¨ªculos desde el TOC (Centro de Operaciones t¨¢cticas) de su cuartel, con las paredes empapeladas con mapas de Madrid, y se mantiene en continuo contacto con el Palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ej¨¦rcito, en Cibeles, donde se asignan diariamente a las unidades del ej¨¦rcito de Tierra de toda Espa?a sus cometidos. Durante el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, esta brigada Guadarrama XII de El Goloso (que pertenec¨ªa a la famosa divisi¨®n acorazada Brunete) ten¨ªa la misi¨®n de ocupar Madrid y fumigar la democracia. Era la disc¨ªpula predilecta del golpista Milans del Bosch. Cuarenta a?os despu¨¦s, esta ma?ana gris, sus veh¨ªculos salen a la calle para apoyar a los ciudadanos, Y llegar hasta donde otras administraciones no llegan. Limpiando, construyendo, transportando o patrullando. Con el fusil o la bayeta. La teniente Elvira Barbas¨¢n, que no ha cumplido a¨²n los 30 y ya manda a un centenar de artilleros, est¨¢ feliz con ese trabajo pero no altera mientras habla su posici¨®n de firmes: ¡°Lo mejor de todo esto es permanecer junto a los espa?oles en estos momentos tan duros; interactuar con ellos, ser ¨²tiles, que lo vean y lo tengan claro. Y es algo que a los militares no nos ocurre muy a menudo y es muy gratificante. Los ciudadanos saben poco de nosotros. Y es una ocasi¨®n para darnos a conocer¡±.
Su jefe, el general Colomer, relata como uno de sus regimientos acantonado en Barcelona est¨¢ descontaminando edificios p¨²blicos en Catalu?a, desde aeropuertos a comisar¨ªas. Y en el Pa¨ªs Vasco hay trabajando miembros de otras unidades. Como la unidad NBQ de Valencia. ¡°Y no ha habido ni un solo problema. El feed back diario es extraordinario. Estamos donde se nos solicita¡±.
Cada una de esas unidades militares activada en toda Espa?a (8.000 soldados a diario de los que 3.000 son profesionales sanitarios militares repescados incluso del retiro), est¨¢ representada por un icono en el enorme mapa electr¨®nico que cubre una pared del Centro de Operaciones Conjunto, en la base de Retamares, al oeste de Madrid. Hoy 400 misiones en marcha. Estamos en el centro neur¨¢lgico desde el que se conduce, dirige y monitoriza la Operaci¨®n Balmis, es decir, la participaci¨®n de las Fuerzas Armadas en la crisis del coronavirus. Este JOC (Joint operation Center, en la jerga de la Otan) ofrece la apariencia de una sala de cine en semi penumbra. El frontal de la sala est¨¢ ocupado por pantallas con datos que se actualizan continuamente. En torno suyo, en gradas, oficiales de los tres ej¨¦rcitos permanecen absortos en sus ordenadores. Son expertos en operaciones, log¨ªstica e inteligencia. En la parte superior del anfiteatro tres generales y un capit¨¢n de nav¨ªo reciben toda la informaci¨®n y toman las decisiones. Hay tambi¨¦n uniformes de la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, Protecci¨®n Civil y la UME. Y oficiales de enlace con los ministerios delegados por el Presidente para la gesti¨®n del estado de alarma: Sanidad, Defensa, Interior y Movilidad. ¡°Esto es pura coordinaci¨®n¡±, explica un oficial de la Marina, ¡°somos como un buz¨®n, tenemos informaci¨®n de lo que se necesita en cada lugar de Espa?a en cada momento y sabemos qu¨¦ unidad militar lo puede hacer por proximidad y competencia. Y cruzamos esos datos. Cada unidad sabe con 24 horas de antelaci¨®n lo que tiene que hacer al d¨ªa siguiente¡±. En este centro de situaci¨®n se trabaja en turnos de 12 horas, pero el JOC no para durante los 365 d¨ªas del a?o. Desde esta sala tambi¨¦n se controla el espacio a¨¦reo, mar¨ªtimo y terrestre de Espa?a. Y las operaciones militares en el exterior, en la que participan 3.000 soldados espa?oles (algunos de ellos tambi¨¦n contagiados. En un lateral, un pu?ado de relojes electr¨®nicos marcan el huso horario de cada territorio donde hay desplazados militares espa?oles, ya est¨¦n navegando o en L¨ªbano o Irak.
A las ocho de la ma?ana se lleva a cabo en esta sala con precisi¨®n matem¨¢tica la ¡°actualizaci¨®n de operaciones¡±, en la que cambia el jefe de turno (un oficial superior) y transmite el ¡°punto de situaci¨®n¡± al oficial que lo releva y al teniente general jefe del Mando de Operaciones, Fernando L¨®pez del Pozo, el encargado de ejecutar Balmis. Especialista en emergencias, ataviado su uniforme de campa?a, lucha con su mascarilla, que no deja deslizarse de su nariz. Todos los oficiales del JOC la llevan. Y guantes de l¨¢tex. Y mantienen con disciplina castrense la distancia de seguridad. Un teniente coronel advierte continuamente al periodista que no se acerque a ¨¦l. ¡°Ni usted ni yo podemos ponernos malos¡±.
Desde que se public¨® el viernes 13 de marzo el Real Decreto el Real Decreto que declaraba el estado de alarma, qued¨® activado este Centro de Operaciones por orden de la ministra de Defensa, Margarita Robles. ¡°A primera hora del s¨¢bado 14 tuvimos una reuni¨®n del Grupo de Planeamiento para poner en marcha toda la operaci¨®n¡±, explica uno de los asistentes a la misma, el coronel Juan Bustamante. ¡°De esa reuni¨®n sali¨® un plan de operaciones, un dossier breve, en el que se contemplaban las necesidades de los ministerios de Sanidad, Defensa, Interior y Movilidad, y c¨®mo pod¨ªamos apoyarles. Al final de la reuni¨®n, uno de los presentes, un capit¨¢n de fragata, sugiri¨® bautizarla como Balmis, un m¨¦dico militar que a comienzos del XIX organiz¨® una expedici¨®n de varios a?os por todo el planeta para extender la vacuna de la viruela. Encajaba. Esta es una misi¨®n militar de apoyo a la poblaci¨®n civil. Pura gesti¨®n de crisis. En solo 48 horas, el lunes 16, est¨¢bamos en la calle. Con Madrid como objetivo prioritario. Y los soldados patrullando las estaciones de metro y ferrocarril¡±.
No part¨ªan de cero. ¡°Somos unos pesados; los militares tenemos un plan para todo¡±, explica un oficial del Mando de Operaciones. Este ¨®rgano, desde el que se dirigir¨ªa una guerra en la que participara Espa?a, tiene la ventaja de contar con una estructura permanente para conducir operaciones y el soporte te¨®rico de una veintena de ¡°planes de contingencia¡±, elaborados por un centenar de analistas de su estado mayor, que se actualizan cada a?o. Ah¨ª se contemplan las distintas y posibles situaciones contra la seguridad del Estado, desde los conflictos de alta intensidad, hasta una amenaza terrorista o una cat¨¢strofe natural. Y cuando esa contingencia se presenta, se abre el sobre lacrado y la respuesta se pone en marcha. En esta ocasi¨®n, adem¨¢s, la contingencia estaba prevista en la Estrategia de Seguridad Nacional 2017, elaborada por la Administraci¨®n Rajoy, que incorporaba como un posible desaf¨ªo, ¡°las pandemias y epidemias¡±. El responsable del Mando de Operaciones comenta que cuando se previ¨® esa hip¨®tesis, se estaba pensando en la epidemia de ¨¦bola de 2014 (que solo provoc¨® una v¨ªctima mortal en Espa?a, pero 12.000 en ?frica, y sigue pendiendo como una espada de Damocles sobre la humanidad), ¡°no en algo como el coronavirus. Esto es excepcional. Pero estamos respondiendo d¨ªa a d¨ªa y ayudando a los colectivos m¨¢s desfavorecidos, explica el general L¨®pez del Pozo.
¡°Vamos Mar¨ªa term¨ªnese la leche y la magdalena que van a venir los polic¨ªas a ayudarnos¡±, apremia una enfermera de la residencia de Alcal¨¢ de Henares donde aguardan para entrar los paracaidistas a una octogenaria que desayuna con parsimonia en su cuarto delante de la televisi¨®n. Una residencia de ancianos es un hogar de peque?os hogares. Cada habitaci¨®n atesora los recuerdos m¨¢s ¨ªntimos de sus moradores. Sus posesiones sentimentales. Hay viejas fotos en blanco y negro, abanicos enmarcados, dibujos infantiles y estampas religiosas. Y sobre el lavabo el perfume que le regalaron los nietos esta navidad. Una de las habitaciones parece un palacete con candelabros de plata y un sill¨®n de terciopelo rojo y otra, blanca y desnuda, la celda de un cartujo. El inquilino de esta no quiere salir al pasillo. Adopta una resistencia pasiva. Hay que convencerle. Las empleadas de la residencia han levantado las camas, abierto los armarios y ba?os y retirado las cortinas y alfombras. Los ancianos son confinados en el comedor de cada planta, se les cubre con mascarillas quir¨²rgicas y sienta en sillas separadas unas de otras. Cunde entre ellos el desconcierto. Algunos tienen expresi¨®n de p¨¢nico. La mayor¨ªa, de tristeza. Por fin, se sumen en sus pensamientos. Algunos dormitan y otros presencian desde su pecera el espect¨¢culo de la desinfecci¨®n militar sin entender nada. Una hace un gesto de aplaudir. ¡°?Viva Espa?a!¡±, dice.
El subteniente paracaidista Carlos Infante apaga su cigarrillo y pone a su gente en marcha para acometer la ¡°descontaminaci¨®n operativa¡±. Van provistos con reci¨¦n desprecintados equipos NBQ: unos uniformes de camuflaje de un tejido t¨¦cnico y correoso que les cubre herm¨¦ticamente la cara, la cabeza y el cuerpo. Se lo ajustan adem¨¢s a las mu?ecas y tobillos con cinta americana. Llevan gruesos guantes y calzas de goma que les obligan a caminar como patos. Se ci?en al rostro las m¨¢scaras negras M6-87, con filtros de carb¨®n activado, capaces de evitar la contaminaci¨®n bacteriol¨®gica, qu¨ªmica y radioactiva. Pueden beber sin retir¨¢rsela con una cantimplora que parece el morro de un oso hormiguero. Cuando te la pones, la vista se empa?a y la respiraci¨®n se vuelve trabajosa. Cualquier esfuerzo se cuadruplica por la dificultad para absorber aire limpio. Te ahogas.
Es la sensaci¨®n que tienen los paracaidistas mientras suben trabajosamente por las escaleras los cuatro pisos de la residencia. Se comunican con gestos. El procedimiento operacional NBQ implica descontaminar desde las plantas superiores hacia abajo. Y no acercarse de ninguna manera a la ¡°zona caliente¡±, donde permanecen aislados los enfermos. Antes de acceder al edificio, los soldados se han desinfectado a conciencia. Se trata de que ning¨²n pat¨®geno entre o salga de la residencia. Cuantas veces accedan o abandonen el edificio, tendr¨¢n que repetir una farragosa operaci¨®n que implica ser rociados de agua helada con lej¨ªa (¡°hiploclorito de sodio¡±, aclara un brigada), y lavarse el calzado, los guantes (que se retiran con maestr¨ªa) y despu¨¦s las manos y la cara. Es el momento de quitarse la m¨¢scara y respirar aire fresco unos pocos minutos. Y volver dentro. ¡°Aqu¨ª, aunque salgas a mear, te tienes que volver a descontaminar¡±, sentencia un paraca guas¨®n.
El procedimiento de descontaminaci¨®n de la residencia es lento y perfectamente regulado y organizado. Los soldados esparcen lej¨ªa con unos potentes nebulizadores sobre los techos y paredes, lo que crea una atm¨®sfera irrespirable. Hay que esperar unos minutos para que la suciedad se deslice. A continuaci¨®n, llega otro equipo de paracaidistas que roc¨ªan con mochilas aspersoras de diez litros de agua con lej¨ªa cada resquicio y se ceban con las camas, armarios y ba?os. Despu¨¦s llega el ¡°comando bayeta¡±, que frota con fruici¨®n cada picaporte, espejo, puerta, mesa y pasamanos. La operaci¨®n termina con el ¡°comando fregona¡±, que se trabaja con ¨ªmpetu el suelo de la residencia. Cuarto a cuarto; pasillo a pasillo; ba?o a ba?o. El proceso termina con el secado y ventilaci¨®n de la residencia. Ma?ana tienen otra. ¡°Nos ha tocado esta misi¨®n y yo me la tomo como si fuera un conflicto de alta intensidad, cono una guerra contra el virus¡±, dice un soldado exhausto¡±.
Toda la labor de las Fuerzas Armadas en la crisis del coronavirus a trav¨¦s de la Operaci¨®n Balmis es r¨¢pida, flexible y modular. Y se extiende por todo el Estado. Tiene un componente de apoyo material a las autoridades civiles y otro (menos tangible) para generar confianza y seguridad a la poblaci¨®n. El presidente de la Rep¨²blica Francesa, al poner en marcha una misi¨®n militar similar contra el coronavirus bautizada Resiliencia, dej¨® claro que esta no ten¨ªa nada que ver con la Operaci¨®n Sentinelle, que combate militarmente el terrorismo islamista en el interior del pa¨ªs: ¡°Resiliencia estar¨¢ centrada en dar apoyo a los ciudadanos y a los servicios p¨²blicos en di¨¢logo continuo con las autoridades del Estado¡±.
Esa es la clave: estar al servicio de las autoridades. Que la poblaci¨®n se sienta segura. Patrullar con el pelot¨®n del Teniente Ezequiel por la desierta localidad madrile?a de El Escorial, donde las pisadas de una treintena de soldados de la brigada Guadarrama retumban en los viejos adoquines del monasterio, es una buena muestra de ello. No llevan fusiles, solo pistolas los oficiales y suboficiales. Desde las ventanas los vecinos les sonr¨ªen con timidez. El capit¨¢n Diego Ruiz responde saludando marcialmente. Y surge un aplauso.
?Cu¨¢l es el objetivo de esas patrullas? Estos soldados y todos los que operan por Espa?a fueron nombrados ¡°agentes de la autoridad¡± mediante el Real Decreto del estado de alarma. ¡°Lo que no quiere decir que puedan detener o presentar denuncias, porque no son polic¨ªa judicial¡±, explica el general L¨®pez del Pozo, jefe del Mando de Operaciones. Por eso algunas de sus patrullas han comenzado a ser conjuntas con miembros de la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil. Es una forma de incorporar a los 120.000 soldados espa?oles (los efectivos de la Guardia Civil son 80.000 y los del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa 65.000) a tareas de seguridad ciudadana durante esta crisis, aunque a las ¨®rdenes de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y bajo las coordenadas del ministerio del Interior. ¡°El presidente ha buscado en la caja de herramientas del Estado y ha visto que los militares somos perfectos en un momento de cat¨¢strofe nacional, cuando est¨¢ amenazada la seguridad y bienestar de los ciudadanos, porque podemos hacer de todo, llegamos a todos lados, estamos disciplinados, tenemos una estructura capilar, medios log¨ªsticos y nos atrevemos. Tenemos un cat¨¢logo completo de capacidades y muy claro hasta donde podemos llegar¡±, explica un alto cargo militar.
El capit¨¢n Francisco Jos¨¦ Gonz¨¢lez instal¨® ayer en Segovia con su unidad de Castrametaci¨®n del Mando de Ingenieros de Salamanca (especializada en la construcci¨®n de campamentos militares), un hospital de campa?a con capacidad para 130 camas. Hoy hace lo propio en Madrid, en el exterior del saturado hospital Gregorio Mara?¨®n. Y ma?ana tienen que estar en Sabadell para poner en marcha un hospital de emergencia en el polideportivo de la ciudad ante la desconfianza del Govern y el presidente Torra. El interior de las enormes tiendas Drash que montan en minutos junto al Gregorio Mara?¨®n se muestran luminosas c¨®modas, limpias y hasta c¨¢lidas. Aptas para reforzar al servicio de urgencias del centro m¨¦dico y no tanto para albergar enfermos del virus. Dos equipos electr¨®genos instalados por los soldados del capit¨¢n Gonz¨¢lez proveen de energ¨ªa al campamento, que cuenta con climatizadores y aseos. Una breve charla con estos soldados de ingenieros muestra a gente muy joven y muy motivada. ¡°Estamos encantados de echar una mano donde nos llamen¡±.
En otra punta de Madrid, a un suboficial del Ej¨¦rcito le han encomendado una labor m¨¢s dura: el transporte de cad¨¢veres hasta la morgue instalada en el Palacio de Hielo del distrito de Hortaleza. Con frialdad profesional relata el minucioso y estricto protocolo de triple identificaci¨®n de los cuerpos y el precintado de las bolsas con cremallera y despu¨¦s de los ata¨²des. ¡°La clave es que no se rompa en ning¨²n momento la cadena de custodia. Que no haya dudas. Nos ha tocado hacer esto. Y ayer desplazamos casi un centenar. Es otra forma de servir a Espa?a. Aunque nunca lo hubi¨¦ramos imaginado. Esta es la guerra de nuestra generaci¨®n¡±.
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