19 aficionados nos revelan cu¨¢l fue el partido de f¨²tbol que les cambi¨® la vida
?Brasil contra Italia en el 82? ?La final de la Liga de Campeones de 2014 en Lisboa? ?La de Wembley en 1992? ?O esa Copa Intercontinental que le gan¨® Boca Juniors al Real Madrid? Mientras lo piensas, te contamos los encuentros que jam¨¢s olvidaremos nosotros
Hubi¨¦semos preferido quedar en un bar para ver el partido, o mejor todav¨ªa, en un bar cerca del campo era ir juntos hasta el estadio a ver el partido. Pero no puede ser. Por eso hemos llamado a amigos y colaboradores de la revista y les hemos preguntado cu¨¢l es el encuentro de f¨²tbol que m¨¢s les ha emocionado, del que guardan espaciales recuerdos. Pueden ser buenos. Malos. Incluso neutrales, que no neutros. Aqu¨ª hay ¨¦picas derrotas, victorias inolvidables, p¨¦rdidas de inocencia y p¨¦rdidas de los papeles. Aqu¨ª hay un poco de todo lo que da el f¨²tbol. Desde recordar ir al Bernab¨¦u cuando a¨²n hab¨ªa gradas con aficionados de pie hasta descubrir la magia de este deporte gracias a un tipo portugu¨¦s llamado Chalana. Visitas al estadio del eterno rival, ascensos frustrados, penaltis que no acaban nunca, penaltis que jam¨¢s debieron empezar. Aqu¨ª van todas nuestras historias. Y t¨², ?cu¨¢l fue el partido que jamas olvidar¨¢s?
Ganar de pie (por ¨²ltima vez)
Primera Divisi¨®n, jornada 30. Real Madrid-Deportivo de La Coru?a (3 de junio de 1995. Santiago Bernab¨¦u, Madrid)
106.000 personas. Ese era el aforo del Santiago Bernab¨¦u en 1995, cuando a¨²n se pod¨ªa ir a ver el f¨²tbol de pie sin abono, armado tan solo con tu carn¨¦ de socio y, encima, los porteros hac¨ªan la vista gorda con facilidad en la entrada (en El Plant¨ªo, en Burgos, te dejaban llevar la bota de vino, no digo m¨¢s). Cuando un par de a?os despu¨¦s se instalaron asientos en todo el estadio, dicha capacidad disminuy¨® a los 74.000 espectadores, imag¨ªnese.
El caso es que, pese a tener un abono con asiento junto a mi padre, en cuanto pod¨ªa me escapaba a alguno de los fondos con mis amigos, no hab¨ªa mejor plan. Por eso aquella noche del 3 de junio en la que deb¨ªamos sentenciar el t¨ªtulo de Liga frente al Superd¨¦por, volv¨ª a dejar tirado a mi santo padre. C¨¢nticos, diversi¨®n, alguna cerveza furtiva, inconsciencia y sobre todo muchos nervios acumulados, ven¨ªamos de sendos gatillazos en Tenerife y por una vez lo de que el miedo se palpaba en el ambiente no era una exageraci¨®n. Hasta que lleg¨® el minuto 85 y Amavisca se ali¨® con Bam Bam Zamorano, qui¨¦nes si no, para poner el definitivo 2-1 en el marcador m¨¢s a fuerza de voluntad que talento, como hab¨ªa sucedido durante todo el a?o. Seguro que volv¨ª a visitar aquellas gradas sin asientos, pero mi cerebro ha borrado esos recuerdos. Para m¨ª aquel d¨ªa muri¨® una manera de vivir el f¨²tbol, pero lo hizo de la mejor manera posible. Rodrigo Varona
La noche que Dios se disfraz¨® de Fernando Chalana
Eurocopa 1984, semifinal: Francia-Portugal (23 de junio de 1984. Stade V¨¦lodrome, Marsella)
Un partido demencial, disputado al l¨ªmite por dos equipos que derrocharon talento, sudaron sangre y nunca bajaron los brazos. As¨ª fue la primera semifinal de la Eurocopa de 1984. Se enfrentaban la Francia exquisita de Michel Platini y el irreductible Portugal de Fernando Chalana. Para el observador neutral pero siempre ¨¢vido de f¨²tbol que era yo por entonces, se trataba de ver hasta qu¨¦ punto pod¨ªan resistir los portugueses a una Francia muy superior sobre el papel y que adem¨¢s jugaba en casa. Recuerdo una primera parte que sigui¨® el guion previsto, el gol de falta del lateral bordel¨¦s Jean-Fran?ois Domergue, la media hora de f¨²tbol coral y de etiqueta con la que Platini y compa?¨ªa abrumaron a una Portugal que lleg¨® a estar no ya contra las cuerdas, sino con la nariz sangrando en la lona.
Recuerdo, como en un poema ¨¦pico que se pierde en las brumas de la infancia, la irrupci¨®n ya en la segunda parte de Fernando Chalana, ese loco bajito, extremo del Benfica, a sus 25 a?os en estado de gracia. Un irreductible luso que rompi¨® a jugar con una fe y un entusiasmo encomiables, corriendo como un gamo, regateando hasta a su sombra, sin rendirse a la adversidad hasta conseguir inclinar el partido hacia la porter¨ªa francesa. Marc¨® Rui Jordao, el partido fue a la pr¨®rroga y es en esa media hora extra disputada con el ¨²ltimo resuello cuando de verdad eclosion¨® el gran f¨²tbol, cuando se desataron el v¨¦rtigo, la pasi¨®n y la locura. Segundo gol de Jordao, recital infinito del incombustible Chalana, con sus pies el¨¦ctricos y su mostacho ondeando al viento como una bandera portuguesa.
Al final, la ¨¦pica cambi¨® de bando y Francia remont¨® hasta el 3 a 2 definitivo con un par de goles postreros, el segundo, del mariscal Platini a pase de Jean Tigana, su mejor soldado. Un desenlace que entonces me pareci¨® cruel, porque a esas alturas mi coraz¨®n estaba ya con Chalana, pero que hoy entiendo como justo. Porque aquella Francia y aquel Platini genial rodeado de artesanos y poetas eran un monumento al f¨²tbol. Jugaban como los ¨¢ngeles, salvaron al juego del sopor en aquellos sider¨²rgicos a?os ochenta y merec¨ªan citarse con la gloria. A los que fuimos portugueses por un d¨ªa siempre nos quedar¨¢ el bigote de Chalana. Miquel Echarri
Con la Liga a en otra parte
Primera Divisi¨®n, jornada 38. F.C. Barcelona-Sevilla (14 de mayo de 1994. Camp Nou, Barcelona)
Aunque probablemente mi partido m¨¢s euf¨®rico fuera la final de Wembley 92 (compr¨¦ el VHS y, de tanto verlo, logr¨¦ que el gol de Koeman apareciera rayado, igualito que cierta escena de Instinto B¨¢sico, tambi¨¦n grabada en esa ¨¦poca), el partido que m¨¢s recuerdo es el que decidi¨® la Liga 93-94. El Superdepor ha ido casi toda el campeonato en cabeza. Pero la competici¨®n se decide en un ¨²ltimo partido. En el Camp Nou, el Bar?a debe ganar al Sevilla. Si esto sucede, el Depor deber¨¢ ganar al Valencia en la suya. Pues s¨ª, sucede. Pitan penalti, Riazor corea ?Campeones! y Arsenio, el hombre que mejor ha combinado chupa deportiva y zapatos, le dice a su asistente: hay que meterlo. Djukic debe decidir con pena m¨¢xima el destino de todo ese p¨²blico que casi se pone de espaldas en la grada.
Yo, de ra¨ªces gallegas y padre deportivista, estoy en el Camp Nou en ese momento. Un amigo ha logrado unas entradas para el palco, primera y ¨²ltima vez en mi vida. Tenemos 13 a?os y saltamos como cosacos beodos rodeados de trajes y corbatas negras. Falla el penalti, nos subimos a los asientos y los desfondamos. Cuando salgo del estadio, digo la primera gran mentira de mi vida a mi padre. Paro en una cabina, descuelgo y le suelto seis palabras: "Te juro que no me alegr¨¦". Esa noche ponemos, un gesto algo s¨¢dico, Estudio Estadio y la c¨¢mara ofrece un plano general de gran parte del palco del Camp nou. Se ven claramente dos sillas desfondadas. Miro a mi padre pero no se ha dado cuenta. El d¨ªa que m¨¢s celebr¨¦ por las calles y el d¨ªa que m¨¢s culpable me sent¨ª en casa. Miqui Otero
Peor fue lo de Djukic
Primera Divisi¨®n, jornada 38. Deportivo de La Coru?a-Valencia CF (14 de mayo de 1994. Riazor, A Coru?a)
Soy m¨¢s de las R¨ªas Baixas que el Albari?o y m¨¢s del D¨¦por que Mar¨ªa Pita. Responsabilidades a mi t¨ªo, sacerdote, socialdem¨®crata, preso pol¨ªtico y precursor del gallego en la Iglesia. El antricristo coru?¨¦s del Franquismo, vaya. Recuerdo Riazor antes que las filloas y no olvido a Djukic desde el 1994. Ese penalti contra el Valencia me rompi¨® el coraz¨®n pero ese se?or serbio me hizo inmune a casi todo. Esa tristeza tan desgarradora marc¨® mi umbral del dolor. Desde entonces, la angustia es relativa. A cada desenga?o amoroso, repet¨ªa: "l d¨ªa de lo de Djukic fue peor". El d¨ªa del Prestige: "Lo de Djukic fue peor" y as¨ª sucesivamente. Solo ha habido algo peor a lo de Djukik: el d¨ªa que Djukic fich¨® por el Valencia. Ese d¨ªa perd¨ª la inocencia y abrac¨¦ la violencia. Si en los noventa hubiese AVE Vigo-Comunitat Valenciana, Djukic tal vez nunca hubiese entrenado al Sporting de Gij¨®n. Es m¨¢s, si hubiese ahora mismo AVE Vigo- Gij¨®n, me acercaba a Asturias. Malditas conexiones ferroviarias... Rebeca Queimali?os
Bendita afici¨®n
Segunda Divisi¨®n, jornada 42: Getafe-Atl¨¦tico de Madrid (17 de junio de 2001. Colis¨¦um Alfonso P¨¦rez, Getafe)
A los aficionados del Atleti nos salen siempre situaciones dram¨¢ticas cuando pensamos en nuestros momentos m¨¢s memorables como futboleros. Derrotas tr¨¢gicas. Nos gusta vivir al l¨ªmite, caer a la lona y luego levantarnos. Mi mejor partido de la historia sigue ese relato. Fue en 2001. Est¨¢bamos en Segunda, el Calder¨®n m¨¢s lleno que en Primera. Un comienzo de temporada desastroso. ?Los ¨²ltimos de Segunda! E iniciamos la remontada, partido a partido. Hasta que llegamos a la ¨²ltima jornada con posibilidades de ascender. Deb¨ªamos ganar en Getafe y que Betis o Tenerife no venciesen sus partidos. Nosotros cumplimos, pero Betis y Tenerife no fallaron. Otro a?o en Segunda. Nada m¨¢s finalizar el partido en Getafe (lleno de rojiblancos) se hizo un silencio que nunca hab¨ªa vivido en un lugar con miles de personas. El silencio se rompi¨® con llantos. Solo sollozos de gente sentada en el cemento, las manos en la cara. En el Fondo Norte, en la grada, en el Fondo Sur¡ Los lloros se fueron apagando lentamente. Y surgi¨® el canto, el coro, la pasi¨®n: ¡°?Atleti, Atleti, Atleti!¡±. Los jugadores, en el campo, hundidos, aplaud¨ªan a la afici¨®n con un mar de l¨¢grimas circulando por sus rostros. El Atleti: vivir al l¨ªmite, caer a la lona, levantarse. El mejor partido de mi vida. Carlos Marcos
La resurrecci¨®n de Rossi
Mundial 1982, segunda ronda. Brasil-Italia (5 de julio de 1982. Estadio de Sarri¨¤, Barcelona)
Para m¨ª, el f¨²tbol naci¨® en 1982. Uno pod¨ªa ir por la vida tranquilamente sin saber de la pelotita hasta ese verano, cuando el Mundial de Espa?a todo lo cambi¨®. ?Si hasta los bancos regalaban (has le¨ªdo bien, regalaban) libros sobre el Mundial! Y uno los miraba y los remiraba, y se aprend¨ªa los imposibles nombres de las estrellas, sobre todo de las de looks m¨¢s pintorescos: los rizos pelirrojos del polaco Zbigniew Kazimierz Boniek, el aspecto de bater¨ªa de los Kinks del ingl¨¦s Kevin Keegan¡ Pero ning¨²n otro equipo ten¨ªa a tantos y tan ic¨®nicos como Brasil, el del extravagante doctor S¨®crates de los penaltis de tac¨®n y la cinta en el pelo (ese complemento arruinado de por vida por Mark Knopfler), el del guaperas de Zico, apodado el Pel¨¦ blanco (por los que no eran ni familia de Pel¨¦ ni de color, suponemos).
A los ni?os no les gusta perder, y la deslumbrante Brasil iba a ganar¡ o eso parec¨ªa. Tuvo que ser en Sarri¨¤, claro, un estadio tan sobrado de pasiones como acostumbrado a las derrotas donde hincaran la rodilla. La elegante aristocracia verdeamarela se las ver¨ªa en el hogar del Real Club Deportivo Espa?ol con Italia, una panda de plebeyos patibularios. Y es una descripci¨®n, no una ofensa: a su estrella, Paolo Rossi, le hab¨ªan metido dos a?os de suspensi¨®n por ama?o de partidos. Al virtuoso Brasil le bastaba el empate para pasar a semifinales. A la r¨¢cana Italia, solo la victoria, dif¨ªcil si tenemos en cuenta que Rossi llevaba todo el Mundial m¨¢s seco que el ojo de Willy el Tuerto y solo hab¨ªan ganado un encuentro hasta entonces. Era el partido definitivo del f¨²tbol contra el antif¨²tbol.
Pitido inicial. Los defensas de antes pegaban mucho m¨¢s que los de ahora (?lo que le lleg¨® a meter Gentile a Zico esa tarde!), pero t¨¢cticamente dejaban mucho que desear. Bal¨®n a la espalda de la defensa y gol de Rossi. Minuto 5. Siete minutos despu¨¦s, S¨®crates empata con una tragada espectacular de Dino Zoff, el legendario portero de la Juve. El llamado a ser el mejor centrocampista del campeonato, Toninho Cerezo, hace lo que no puede hacer el mejor centrocampista del campeonato: da un pase en horizontal, la reba?a Rossi y 2-1. Minuto 25. Zico est¨¢ hist¨¦rico: no contento con sus tobillos, Gentile se ha entretenido tambi¨¦n con su torso y le desgarra la camiseta (?vaya u?as, don Claudio!). Falcao, la estrella de la Roma, el brasile?o que mejor conoce a los italianos, pone pausa y empata el partido desde fuera del ¨¢rea en el 68. Parece el fin, pero no en vano los italianos son los inventores de la commedia dell'arte¡ Minuto 74: saca un c¨®rner Conti, empalma Tardelli y Rossi, que pasaba por all¨ª mientras la defensa brasile?a estaba de paseo con la garota de Ipanema, la env¨ªa a la red y a Brasil, la considerada mejor Brasil de la historia, a un fracaso hist¨®rico. Hoy, Sarri¨¤ no existe. Pero nadie olvidar¨¢ la pasi¨®n que se vivi¨® en sus gradas ese d¨ªa. Ni tampoco que el f¨²tbol son 11 contra 11¡ y hay muchas maneras de ganar. Rub¨¦n Romero
Milagro en Gij¨®n
Primera Divisi¨®n, jornada 36. Sporting de Gij¨®n-Real Sociedad (26 de abril de 1981. Estadio de El Molin¨®n)
Siempre hay una segunda oportunidad, hasta para un equipo ascensor que en La Liga anterior hab¨ªa logrado mantenerse invicto durante 34 jornadas y acab¨® ahog¨¢ndose en la orilla, perdiendo inexplicablemente ante un Sevilla primado en la pen¨²ltima jornada y dejando as¨ª que le superara el Real Madrid de Juanito, Pirri y Del Bosque en una competici¨®n en la que las victorias a¨²n val¨ªan dos puntos. A¨²n hay muchos en San Sebasti¨¢n que dicen que esa era la Liga que haber ganado la Real, despreciando lo que vendr¨ªa despu¨¦s. Porque la alineaci¨®n m¨¢s repetida de memoria de la historia txuriurdi? volvi¨® a encontrarse en la ¨²ltima jornada de la siguiente temporada con una nueva oportunidad hist¨®rica tras un curso bastante menos brillante que el anterior pero igualmente efectivo.
No alcanz¨® el liderato hasta la jornada 31, y en El Molin¨®n le bastaba con un empate para arrebatarle el t¨ªtulo al equipo de Chamart¨ªn. Sin teles en directo, pero con las radios echando humo, los donostiarras se enfrentaron a un Sporting que no se jugaba nada. Y la cosa no pudo empezar mejor. En el minuto siete, Maceda le hizo un penalti claro a L¨®pez Ufarte, que transform¨® con clase Kortabarria. El t¨ªtulo parec¨ªa encarrilado. Sin embargo, Mesa, hist¨®rico del club asturiano, dio la vuelta al partido con dos goles, uno justo antes del descanso y otro a la vuelta del vestuario. El Real Madrid, mientras tanto, se paseaba a la misma por el estadio de Zorrilla ganando al Real Valladolid por un c¨®modo 1-3. Guip¨²zcoa entera se hund¨ªa angustiada bajo el pesimismo: otro a?o igual.
La segunda parte pareci¨® confirmar los peores presagios. El Sporting conten¨ªa sin grandes agobios a la Real de Alberto Ormaetxea. Sus ataques quedadan siempre enterrados en el barro cada vez m¨¢s blando de El Molin¨®n. Hasta que lleg¨® el descuento (en mi casa ya hab¨ªamos apagado la radio). Un despeje de la defensa asturiana recogido en el centro del campo por Olaizola. Un pase a la banda izquierda a Alonso (el padre de Xabi Alonso) despejado de pu?os por el guardameta Castro. Un bal¨®n que cae al central Gorriz convertido en delantero, que remata fatal. Un churro que aprovecha Zamora al borde del ¨¢rea peque?a Un gol que se cant¨® tan alto en las calles y los patios de luces que nos hizo a encender la radio. Al a?o siguiente, la Real volvi¨® a ganar la Liga, pero no fue lo mismo. Lo de El Molin¨®n solo se vive una vez. Aitor Mar¨ªn
Sergio Ramos siempre llega a tiempo
Liga de Campeones 2014, final: Real Madrid-Atl¨¦tico de Madrid en Lisboa (24 de mayo 2014. Estadio da Luz, Lisboa)
No me van a dar el premio a la originalidad al elegir este partido, pero no por ello deja de ser ¨¦pico. Fue imposible pedir un guion mejor. El encuentro iba por el minuto 93 y el Real Madrid perd¨ªa 1-0 contra su eterno rival en la final de la Champions. Lev¨¢bamos 12 a?os sin ganar la Copa de Europa y a esas altura de la pel¨ªcula, ya est¨¢bamos en el descuento, todo parec¨ªa indicar que ¨ªbamos a tener que sumar un a?o m¨¢s. Pero no. Cuando incluso los m¨¢s optimistas empezaban a asumir que no hab¨ªa nada que hacer, y los rojiblancos iban ya camino de Neptuno, Sergio Ramos marc¨® un gol que dej¨® sin voz a una afici¨®n incr¨¦dula y sobreexcitada que estuvo aullando sin descanso varios minutos. El final estuvo a la altura de ese minuto legendario: el Madrid meti¨® tres goles m¨¢s en una prorroga que domin¨® y termin¨® la noche con una d¨¦cima Champions que se hab¨ªa echo de rogar m¨¢s de una d¨¦cada. Sara Navas
Un gol que hizo olvidar otros cuatro
Primera Divisi¨®n, jornada 18. F.C. Barcelona-Real Madrid (8 de enero de 1994. Camp Nou, Barcelona)
Ese d¨ªa yo estaba en mi localidad del gol sur del Camp Nou. Me hab¨ªa hecho socio del Bar?a en 1987, justo despu¨¦s de lo de Sevilla. La ¨¦pica del perdedor, supongo.
Jug¨¢bamos contra el Madrid, Cruyff mandaba en el club y Romario, el delantero centro m¨¢s vago de la historia (un d¨ªa se neg¨® a darme un aut¨®grafo hasta que le quitara la capucha al boli Bic; ¨¦l no iba a hacerlo), le disloc¨® las dos piernas y la cintura a un defensa del Madrid llamado Rafa Alkorta.
Unos d¨ªas antes, Alkorta hab¨ªa dicho ¨Cen m¨¢s palabras¨C que Romario no era para tanto. Por eso recuerdo el pase de Guardiola, los dos toques de Romario, y el bal¨®n, que ya ni vi entrar, porque estaba demasiado ocupado gastando la repetici¨®n del gol en mi cerebro. Rebobin¨¢ndolo, poniendo el pause, rebobin¨¢ndolo de nuevo. Aquella noche ganamos cinco a cero, pero volviendo a casa con mis amigos, nadie se acordaba del resultado. Gabri, un colega m¨ªo, hombre de pocas palabras, lo resumi¨® de forma sumar¨ªsima: ¡°Pero qu¨¦ hijo de la gran puta¡±. Toni Garcia
Riquelme contra los Gal¨¢cticos
Copa Intercontinental 2000. Real Madrid-Boca Juniors (28 de noviembre de 2000. Estadio Nacional de Tokio, Jap¨®n)
Aquella ma?ana el bus que me llevaba a m¨ª y a toda la clase de cuarto grado al centro deportivo donde d¨¢bamos clases de actividad f¨ªsica sal¨ªa a las ocho de la ma?ana desde la puerta de la escuela. Ese d¨ªa lo esper¨¢bamos todos: nos enfrent¨¢bamos contra la otro clase en un partido que cada martes era una final entre chicos de diez a?os. Mi vieja me dej¨® ir m¨¢s tarde. Ese d¨ªa me llevaba ella, dijo. A las siete de la ma?ana en Argentina arrancaba Boca-Real Madrid, la final de la Copa Intercontinental de 2000 que se disputaba en Tokio. Ten¨ªamos a Riquelme, el ¨²nico jugador con la categor¨ªa de los Gal¨¢cticos. Ellos, a Figo, que se paraba como puntero derecho. Lo marc¨® An¨ªbal Matell¨¢n, que jug¨® el mejor partido de su vida. A los seis minutos ¨ªbamos ganando 2-0, con dos de Mart¨ªn Palermo, el delantero m¨¢s disparatado de nuestra historia. El m¨¢ximo goleador de Boca Juniors.
Llegu¨¦ al colegio a las nueve, ya desayunado. Mi clase era la letra F y nos enfrentamos aquella ma?ana, por el honor, contra los muchachos del E. Jugu¨¦ como un campe¨®n del mundo. Rom¨¢n ya hab¨ªa sacado a pasear a Makelele. Muchos dicen que a¨²n lo sigue buscando. Pablo Vander
Y Gascoigne se pidi¨® otra ronda
Eurocopa 1996. Fase de grupos. Escocia-Inglaterra (15 de junio de 1996. Estadio de Wembley)
No era Inglaterra un equipo especialmente dotado. Un par de talentosos centrocampistas (m¨¢s Steve McManaman que Darren Anderton), un gran delantero centro (Alan Shearer) y una serie de roc¨®dromos con m¨¢s probabilidades de abrirse la cabeza que de dar un pase al pie: Tony Adams, Stuart Pearce, Paul Ince, los Neville, un portero con bigote. Qu¨¦ tiempos. Luego estaba este hombre, esta mezcla entre un Zico de Newcastle y Ozzy Osbourne, que dos semanas antes hab¨ªa sido llamado por The Sun ¡°pat¨¢n borracho sin orgullo¡±. Paul Gascoigne cumpl¨ªa 29 a?os, pero ya luc¨ªa casi como un exfutbolista gordo, bebedor y con poca circulaci¨®n por la azotea. Gazza aparec¨ªa en portada, junto a McManaman y Teddy Sheringham, en un bar de Hong Kong con la camisa rota, beodos perdidos todos, subidos a una silla de dentista en la que les aplicaban botellas de tequila y whisky como un surtidor de gasolina.
Inglaterra hab¨ªa empatado el partido inaugural ante Suiza, as¨ª que el segundo contra Escocia era susto o muerte. Despu¨¦s de una primera parte anglosajonamente horrible, Shearer marc¨® en el minuto 53 y lo celebr¨® como hac¨ªa ¨¦l, como si se le escapara el taxi. David Seaman le par¨® un penalti a pen¨²ltima hora a Gary McAllister. Y la siguiente jugada es por la que todos recordamos el partido y hasta el torneo: Anderton se visti¨® de Glenn Hoddle para asistir a Gascoigne, que desde el v¨¦rtice del ¨¢rea hizo un sombrero orientado con la zurda que Colin Hendry solo pudo ver por la tele, y al caer (y tard¨®) empalm¨® con la derecha, fuerte y colocado, el bal¨®n a gol. La euforia fue descomunal, no se sab¨ªa si por la victoria ya asegurada, por el golazo que se acababa de ver o por la resurrecci¨®n de L¨¢zaro en vivo y en directo.
Esa sensaci¨®n dur¨® un segundo, lo que tard¨® Gazza en se?alar los aparentemente inofensivos botellines de agua del portero escoc¨¦s para que le fueran rociados como el alcohol en el bar de Hong Kong. Fue la foto del torneo del hombre del torneo. Pese a su imperdonable no-gol de oro (?recuerda el invento?) en semifinales contra Alemania, o precisamente por eso tambi¨¦n, por la rebeld¨ªa y la irreverencia y la derrota, no hubo nada m¨¢s pop en junio de 1996 que Paul Gascoigne. Josu Lapresa
Con diez se juega mejor
Primera Divisi¨®n, jornada 31. F.C. Barcelona-Real Madrid (2 de abril de 2016. Camp Nou, Barcelona)
Hacia poco que me hab¨ªa mudado a Barcelona y no estaba entre mis planes ir al Camp Nou a ver ning¨²n partido. Ni siquiera recuerdo seguir aquella temporada con especial atenci¨®n. Disfruto del f¨²tbol y soy del Madrid porque toda mi familia lo es, pero salvo que se trate de un partidazo o tenga posibilidad de ir a verlo al estadio, suelo elegir otra forma de pasar el rato. Ese d¨ªa ocurrieron las dos: un cl¨¢sico de Liga en el campo del rival para el que mi compa?era de piso colchonera hab¨ªa conseguido hacerse con dos entradas gracias al abono de uno de sus hermanos, que decidi¨®, claramente con m¨¢s criterio que ella, seguir al equipo blanco.
Mentir¨ªa si digo que recuerdo gran cosa de lo que ocurri¨® en aquel partido. Lo cierto es que he tenido que pedir ayuda a Google y a mi amiga para situarlo en la fecha adecuada. Ni siquiera ten¨ªa en mente que el Madrid acab¨® jugando con diez despu¨¦s de que le sacaran una roja a Ramos en el minuto 83. Tampoco que nos fuimos al descanso empatados ni que a la vuelta Piqu¨¦ fue el que marc¨® el primer gol. De lo que estoy segura es de que no iba vestida de blanco. Tengo la superstici¨®n de que cuando uso este color y hay partido, perdemos. Y ese d¨ªa, ganamos.
Era un d¨ªa gris y fr¨ªo de primavera. Imposible de olvidar cuando tus entradas son para aquel lugar remoto, situado en lo m¨¢s alto de la grada, rodeado con una malla y con paneles de metacrilato, donde sientan a los aficionados m¨¢s peligrosos del equipo contrario para evitar problemas. All¨ª est¨¢bamos, nosotras y los m¨¢s hooligans del Real Madrid rezando por que no se pusiera a llover porque no hab¨ªa techo que nos protegiera. A lo lejos ve¨ªamos el cl¨¢sico en versi¨®n miniatura. Recuerdo la emoci¨®n del primer gol (de Benzema en el 62¡¯). Habr¨ªa firmado por irme de all¨ª con un empate, pero Cristiano Ronaldo hizo de las suyas y nos dio la victoria.
Una vez acabado el juego, nos toc¨® esperar. Hab¨ªa que dejar salir al estadio entero antes que nosotros. Un grupo de antidisturbios vino a buscarnos cuando el resto de la grada estaba vac¨ªa. Nos escoltaron hasta la calle. Solo he vuelto una vez m¨¢s al Camp Nou. Fue en la ida de la Supercopa de 2017. Tampoco fui de blanco, el Madrid tambi¨¦n acab¨® jugando con diez jugadores, y ganamos. La ¨²nica diferencia, es que ese d¨ªa lo vi en uno de los palcos. Manuela Sanoja
Tan cerca, tan lejos
Liga de Campeones 2001, final. Valencia C.F.-Bayern de M¨²nich (23 de mayo de 2001. Estadio Giuseppe Meazza, Mil¨¢n)
Cuando tu equipo de f¨²tbol no es el Madrid o el Barcelona, es muy posible que los momentos verdaderamente definitorios, que los hitos de tu archivo sentimental, contengan un buen pu?ado de tormento y alguna que otra alegr¨ªa. El culmen de dolor y gloria de mi vida como valencianista es la final de la Champions League 2000-2001 contra el Bayern de M¨²nich. Ser del Valencia C.F. es un continuo transitar por una sinuosa carretera de alta monta?a, con fabulosas vistas panor¨¢micas, pero tambi¨¦n un peligro constante y real de despe?amiento. Mi generaci¨®n, que ha sido suficientemente afortunada como para vivir t¨ªtulos y grandes noches tras d¨¦cadas anteriores de traves¨ªa por el desierto, vive y morir¨¢ con la cicatriz de juventud que es ver c¨®mo se escapaba a cent¨ªmetros de distancia la mayor distinci¨®n posible para un equipo de f¨²tbol europeo no en una, sino en dos ocasiones. Desde el gol tempranero de Mendieta hasta el penalti fallado por Pellegrino (la pena m¨¢xima), aquella final tiene todos los ingredientes para ser un pin¨¢culo de la tragedia griega y una obra maestra de la nostalgia fatalista: nunca volveremos a ser j¨®venes y el f¨²tbol y la vida 20 a?os dentro del siglo XXI ya no tienen nada que ver. Y, sin embargo, aqu¨ª seguimos. ?lex Serrano
Remontada y hundimiento
Eurocopa 2004, fase de grupos. Holanda-Rep¨²blica Checa (19 junio de 2004. Estadio Municipal de Aveiro, Aveiro)
Estudiar con f¨²tbol de fondo es hacerse un regate a uno mismo. Como salir por la noche y volver a casa una hora antes de que cierre el garito porque comes con tus padres al d¨ªa siguiente. Ten¨ªa tantos ex¨¢menes por delante como partidos se jugaban de la Eurocopa ese fin de semana de junio. Encend¨ª la tele para ver las alineaciones del Holanda-Rep¨²blica Checa y ya se qued¨® puesto. Marcaron primero Bouma y Van Nistelrooy para Holanda y luego Koller hizo el 2-1. Todo en 23 minutos. Pero lo que convirti¨® un partido de fase de grupos puesto de fondo en el encuentro m¨¢s bonito del torneo fue la lesi¨®n de Grygera en el 25¡¯. Karel Br¨¹ckner retir¨® al defensa checo que jugaba de cinco y puso al centrocampista ofensivo del Liverpool Smicer. Ya no se acordaba de los ex¨¢menes nadie.
Aun por detr¨¢s en el marcador, el entrenador checo retir¨® a Galasek, otro defensa, y sac¨® a Heinz, un delantero. El equipo checo jugaba con tres arriba (Koller, Baros y Heinz) y con cuatro centrocampistas ofensivos (Nedved, Poborsky, Rosicky y Smicer). No se acordaba del primer a?o de Ingenier¨ªa T¨¦cnica Industrial nadie. Remontaron con goles de Baros ¨Cm¨¢ximo goleador del campeonato¨C y Smicer. Solo aprob¨¦ un examen en todo el curso: el del carn¨¦ de conducir. Suspend¨ª todas las asignaturas de mi primer a?o de universidad. La que se estuvo acordando de ese partido y de todo el torneo el resto del verano fue mi madre. Mariano Ahijado
Cuando las urracas cantan
Premier League, jornada 29. Newcastle-Liverpool (5 de marzo de 2005, St. James¡¯ Park, Newcastle upon Tyne)
El amor por el f¨²tbol esta en el agua all¨ª donde nac¨ª, Newcastle upon Tyne. Mi abuelo lleg¨® incluso a jugar para el eterno rival, el Sunderland. A trav¨¦s de los a?os, he ido a m¨¢s partidos de nuestro equipo de los que puedo recordar. Incluso he llegado a viajar con nuestra afici¨®n hasta el Camp Nou. A pesar de todo, mi partido m¨¢s memorable sigue siendo el primero, a la edad de 13 a?os. Riadas de personas llevando camisetas con los colores del Newcastle (blanco y negro) dirigi¨¦ndose hacia el estadio de St. James¡¯ Park, en el centro de la ciudad (aficionados borrachos al f¨²tbol significan toda una visi¨®n para una chica adolescente como era yo). Pero, entonces, el partido empieza y 50.000 personas se arrancan a cantar en el estadio: hay algo espiritual en eso, una mezcla de unidad, pasi¨®n y devoci¨®n al equipo. De golpe, formas pate de todo eso. Katie Gatens
Con Koeman empez¨® todo
Copa de Europa 1992, final: F.C. Barcelona-Sampdoria (20 de mayo de 1992. Estadio de Wembley, Londres)
Cuando era ni?o, en algunas ocasiones, si el Bar?a marcaba un gol importante (recuerdo, c¨®mo no, aquel de Julio Alberto a la Juve en 1986) mi padre me cog¨ªa en brazos y me daba vueltas por las alturas gritando gooool mientras yo casi tocaba el techo. Era su modo de expresar la alegr¨ªa. Como es sabido, hasta que lleg¨® Cruyff, no hubo mucha. En 1992 todo cambi¨®. Por eso, de entre todos los partidos emocionantes que he vivido escojo uno fundacional, la final de Copa de Europa contra la Sampdoria, la de Wembley (la primera), un partido que vi desde distintos sitios. Recuerdo la previa, el ambiente de Barcelona. A las siete de la tarde, mi madre me mand¨® a comprar pan al Forn Sarret y comprob¨¦ la atm¨®sfera (estridencias, prisas, banderas) que reinaba en la calle. Le entregu¨¦ la barra y me fui. Estaba nervioso. Me esperaban en dos sitios y no fui a ninguno. La primera parte la vi en el bar Can Codina de la calle Bonavista esquina Torrent de l'Olla, que estaba a reventar. Me gustan los partidos que son emocionantes sin que pase gran cosa como en aquellos primeros 45 minutos.
A la media parte me fui al ¨¢tico de la calle Girona, 110, a la casa de Herminia y Tino, amigos de mis padres. Sab¨ªa que all¨ª estaba mi padre. Alrededor de la mesa y sin poder cenar, casi sin hacer comentarios, sufrimos (por dentro) la segunda parte, en la que s¨ª pasaron cosas: una ocasi¨®n inventada de Salinas, tres de Vialli que vi dentro y un poste de Stoichkov que todos llamamos gol. As¨ª hasta la pr¨®rroga, cuando en el minuto 111 el arbitro pit¨® una de esas faltas que mejor no preguntar de d¨®nde salen. Con el gol de Koeman, todos saltamos gritando lo mismo, y salimos en bandada a la terraza, a soltar (para fuera) la alegr¨ªa en la noche c¨¢lida de mayo. En ese momento de euforia mi padre ya no me cogi¨® en brazos (yo acababa de cumplir 16) pero me abraz¨® muy fuerte mientras yo miraba los primeros fuegos artificiales del cielo. A¨²n puedo sentirlo. Creo que fue la ¨²ltima vez que me abraz¨® as¨ª. Con nuestro equipo siempre estuvimos de acuerdo. Use Lahoz
As¨ª se pierde
Copa de la UEFA, final. Liverpool FC-Deportivo Alav¨¦s (16 de mayo de 2001. Westfalenstadion, Dortmund)
No tengo duda. La final de la Copa de la UEFA entre el Alav¨¦s y el Liverpool. El Alav¨¦s, mi equipo, se hab¨ªa pasado toda la vida entre Segunda y Segunda B. Durante d¨¦cadas su lucha fue no desaparecer. Pero en 1998 consigui¨® el ascenso a Primera. Al a?o siguiente quedaba el sexto en la Liga y entraba en la UEFA. No me pregunt¨¦is c¨®mo, pero llegaron a la final eliminando al Inter y al Kaiserlauten. La jugar¨ªamos contra el Liverpool de Gerrard, Owen y McAllister en Dortmund. A partir de aqu¨ª todo es como un sue?o. No s¨¦ si os ha pasado no ser capaces de separar lo que vivisteis de lo que hab¨¦is imaginado. Este es el caso. Yo, hasta ayer, lo ten¨ªa muy claro: vi el partido en la televisi¨®n de la cervecer¨ªa Casa Juan de Vitoria-Gasteiz con mi amigo Gonzalo Varona. Pero ayer empec¨¦ a dudar. Vale, muchos de mis amigos consiguieron entrada, pero ?solo est¨¢bamos nosotros dos? No puede ser. Sin embargo recuerdo claramente el baj¨®n cuando el Liverpool meti¨® el primer gol en el minuto 4 y la sensaci¨®n de que aquello estaba acabado cuando nos endosaron el segundo en el 16. C¨®mo nos animamos un poco cuando Iv¨¢n Alonso meti¨® el dos a uno en el 26 y el bajonazo cuando McAllister nos coloca otro, de penalti, en el 40. Tres a uno en el descanso. Est¨¢bamos jodidos.
Lleg¨® la segunda parte. Y la magia: en cinco minutos nos pusimos tres a tres. Dos goles de Iv¨¢n Alonso. No hab¨ªa duda, ¨ªbamos a ganar. Hasta que, en en el 72, va Robbie Fowler y rompe la defensa. Cuatro a tres. Se acab¨®.
Los ¨²nicos que parec¨ªan convencidos de que pod¨ªan remontar eran los jugadores del Alav¨¦s. Fueron 15 minutos de empujar y empujar. Hasta que, dos minutos antes del final, un corner. No pod¨ªa ni mirar. Me gir¨¦ a tiempo para ver c¨®mo, entre cuatro o cinco jugadores del Liverpool, aparec¨ªa la cabeza de Jordy Cruyff, y zas, cuatro a cuatro.
Aquello fue la apoteosis. El ¨¦xtasis. La m¨¢s absoluta de las alegr¨ªas.
¨CGonzalo, ?t¨² recuerdas que un t¨ªo que estaba en el bar se hizo pis encima delante de nosotros con el empate a cuatro?
¨CTe confundes. Eso nos lo contaron los que estaban en el campo. Pedro se dio la vuelta para abrazar a (nombre ocultado para respetar su intimidad) y se encontr¨® que se estaba meando de la emoci¨®n.
Lleg¨® la prorroga. El Alav¨¦s estaba reventado. El Liverpool apretaba y a nosotros solo nos quedaba pararles como se pudiera, confiando en llegar a los penaltis. A Magno le ense?aron la segunda amarilla en el 99. A Karmona, en el 116. Jug¨¢bamos con nueve, cuando nos metimos un gol en propia meta. Cosas que pasan. Cinco a cuatro. Ah¨ª se acab¨® el partido. Era el primer a?o que en la pr¨®rroga se jugaba al gol de Oro. El que marcaba, ganaba.
Los aficionados de equipos grandes no entienden que uno milite en clubes que nunca han ganado nada. El Alav¨¦s cumplir¨¢ 100 a?os en 2021 sin un solo t¨ªtulo en su vitrina. No tiene importancia. Nosotros no le pedimos a nuestro equipo que gane. Le pedimos estar orgullosos de seguirles. Nunca he estado m¨¢s orgulloso de mi equipo que cuando perdimos la final de la Copa de la UEFA, por cinco a cuatro, en la pr¨®rroga, jugando con nueve, con gol en propia meta, remontando tres veces el marcador en contra. As¨ª se pierde, joder. As¨ª se pierde. I?igo L¨®pez Palacios
De la carpeta al c¨¦sped
Liga de Campeones 2004, cuartos de final. Real Madrid-Bayern de M¨²nich (10 de marzo de 2004. Estadio Santiago Bernab¨¦u, Madrid)
Yo ten¨ªa 14 a?os y estaba obsesionada con Michael Ballack. La cara del futbolista alem¨¢n adornaba, junto a otros flechazos de adolescencia, las puertas de mis armarios y las tapas de mis carpetas de instituto. As¨ª que, un d¨ªa, mi padre y mi t¨ªo Antonio ¨Cque no pueden molar m¨¢s¨C decidieron sorprenderme regal¨¢ndome entradas para un partido de cuartos de final de la Liga de Campeones que enfrentaba a mi equipo, el Real Madrid, con el de mi inalcanzable crush, el Bayern de M¨²nich. Era la primera vez que acud¨ªa al Santiago Bernab¨¦u y, a pesar del recuerdo erosionado por el tiempo, a¨²n percibo esa magia extra?a que se desprende cuando uno se adentra en un decorado que hasta ese momento solo hab¨ªa visto por televisi¨®n. La incredulidad ante las proporciones, el calor humano en una noche de invierno, el frenes¨ª desbocado de la hinchada merengue estallando tras el primer gol. Todo sali¨® fant¨¢stico: el Real Madrid se clasific¨® (1-0, gol de Zidane en el minuto 31), estuve m¨¢s cerca que nunca de meine Liebe y hasta fui obsequiada con una bonita bufanda que a¨²n conservo. Una noche ¨¦pica. Seguida de una ma?ana atroz. Eva Blanco
El penalti m¨¢s largo del Mundial
Mundial 2010, cuartos de final. Ghana-Uruguay (2 de julio de 2010. FNB Stadium, Johannesburgo)
Pod¨ªa haber elegido alg¨²n partido de los equipos a los que sigo, o incluso aquel maravilloso 1-0 de Argentina a Brasil en el Mundial del 90 con gol de Caniggia en una de las m¨¢s bellas injusticias de la historia del f¨²tbol. Pero ten¨ªa que ser este. El f¨²tbol es una met¨¢fora de la vida, pero no se me ocurre nada en la vida que se pueda parecer a lo que se vivi¨® aquella tarde en Johannesburgo. Vi el partido junto a Miquel Echarri, m¨¢s arriba lo tienen hablando de un Portugal-Francia de 1984, con eso se hacen una idea del tipo de gente que somos. El pub Limerick, en la calle Bruc de Barcelona, estaba lleno de gente que no atend¨ªa al partido pero iba con Ghana, claro.
En el minuto 44, Muntari solt¨® un zapatazo descomunal que se col¨® sin que Muslera, el guardameta uruguayo, pudiera hacer anda. A los diez minutos del reinicio, Forl¨¢n empataba para los charr¨²as con otro golazo de falta directa, de aquellas de centrar al ¨¢rea, pero que solo los m¨¢s grandes entienden como un tiro directo que podr¨ªa ser gol. El partido se fue a la pr¨®rroga. Y entonces, cuando apenas quedaban 30 segundos del a?adido, el uruguayo Fucile sufre une especie de desmayo, o resbal¨®n, y cae sobre un jugador africano. Falta. Bal¨®n al ¨¢rea y se acaba el partido. Saca Ghana, hay dos rebotes. Un defensor charr¨²a salva el primero bajo palos. El segundo se va a colar, cuando Luis Su¨¢rez, el 9 uruguayo, lo saca sobre la l¨ªnea en la mejor parada del Mundial, con permiso de la que le har¨ªa Casillas a Robben en la final. Penalti y expulsi¨®n del actual delantero del Bar?a. Chuta el penal Gyah para Ghana y¡ larguero y bal¨®n a la frontera con Botsuana. Arranca la tanda. Marca los tres primeros penaltis Uruguay y sus dos primeros el combinado africano. Falla Mensah para Ghana. Falla Pereira para Uruguay. Falla Adiyiah para Ghana. Esto es un cachondeo.
Es el turno del Loco Abreu. Si convierte el ex del D¨¦por y la Real, Uruguay, a semifinales por primera vez en 40 a?os. Pero no le llaman Loco por nada. Miquel me mira. Yo le miro. ?No se va a atrever, ?verdad? Ser¨ªa demasiado loco incluso para ¨¦l. Pero, claro, este partido est¨¢ m¨¢s chalado que el uruguayo. Entonces, se acerca al punto de penal, coloca el esf¨¦rico, se aleja hasta m¨¢s all¨¢ de la l¨ªnea del ¨¢rea y empieza a correr hacia el bal¨®n como si fuera a reventarlo y¡ lanza una picadita estilo Panenka. ?Loco! El portero se vence a su derecha y la pelota se cuela mansa por el centro de la porter¨ªa, tan lenta que casi da tiempo a ir al ba?o, volver y el bal¨®n a¨²n no ha cruzado la l¨ªnea. Pero entra. Hay gente a la que no le gusta el f¨²tbol. Xavi Sancho
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