Simplemente grandiosos
Lo lograremos. Llegar¨¢ el d¨ªa en que recuperaremos el derecho al roce. ?Y c¨®mo ser¨¢n esos primeros abrazos?
Todos los d¨ªas al sacar a mis perras paso al lado de un sin techo que est¨¢ siempre instalado en el mismo banco, de cara a la verja de un parque. Es la ¨²nica persona sin hogar que contin¨²a en la calle por mi barrio; los dem¨¢s habituales han desaparecido y espero que est¨¦n a salvo en los albergues que han habilitado para ellos. Este hombre parece muy mayor, aunque quiz¨¢ sea m¨¢s joven que yo: la intemperie tritura. Nadie se le acerca, por supuesto; su soledad, en este desierto del coronavirus, resulta sobrecogedora. Cuando le veo a lo lejos, la ¨²nica alma en la ancha calle vac¨ªa, podr¨ªa ser el ¨²ltimo habitante de un planeta maldito. A veces habla solo; yo dir¨ªa que su equilibrio mental est¨¢ algo alterado, lo cual no me extra?a en absoluto.
El banco en el que reside queda justo enfrente de una zona de juegos infantiles dentro del parque. No es la vista m¨¢s bonita; hay otros bancos en la misma acera que permiten ver partes arboladas mucho m¨¢s bellas. Durante varios d¨ªas me he preguntado por qu¨¦ insiste en sentarse justo ah¨ª y pasarse las horas mirando un feo caj¨®n de arena y un columpio. Quiz¨¢ le recuerde algo del pasado, una vida con hijos o su propia infancia, elucubr¨¦. Pero luego ca¨ª en algo m¨¢s obvio. Sin duda este hombre lleva mucho tiempo instalado en ese banco: somos animales de costumbres. Y antes del coronavirus, el parque no era un jard¨ªn cerrado y silencioso, sino que estaba lleno de gente. Y justo enfrente del banco, lleno de ni?os. Mi pobre sin techo, que tal vez lleve a?os sin que nadie se acuerde de su nombre y sin recibir un abrazo, quiz¨¢ anhelara ese m¨ªnimo calor humano de las risas de los ni?os y su algarab¨ªa.
Somos criaturas sociales. Necesitamos sentir la proximidad de nuestros iguales. El roce, la caricia, los abrazos. Esto es lo m¨¢s penoso, desde mi punto de vista, del confinamiento; y a¨²n m¨¢s para una cultura tan tocona y besucona como la nuestra. Ojal¨¢ esto nos ense?e, cuando recuperemos la normalidad, a ayudar a todos los que viven en total soledad, como mi sin techo. Numerosas investigaciones demuestran que los abrazos generan oxitocina, la llamada hormona del amor, y hacen disminuir la tensi¨®n arterial y el ritmo cardiaco, es decir, protegen el coraz¨®n. Los efectos en los ni?os son a¨²n m¨¢s estremecedores: un beb¨¦ que no recibe caricias no produce suficiente hormona del crecimiento y es aproximadamente un 20% m¨¢s peque?o de lo que le corresponder¨ªa. Es lo que los cient¨ªficos de la Universidad de Duke (EE UU) han denominado ¡°enanismo psicosocial¡± (lo cont¨® Elena Sanz en Muy Interesante). Diversos expertos dicen que es necesario recibir un m¨ªnimo de cuatro abrazos al d¨ªa para mantener la salud mental y emocional. Otros suben esa cifra hasta los doce abrazos. En cualquier caso, bastantes. Pero aqu¨ª estamos todos, en Espa?a y en el resto del mundo, atravesando esta aguda hambruna de la piel y el roce de los dem¨¢s.
Por no hablar del sexo. Aquellos que est¨¢n encerrados en parejas tienen suerte, o quiz¨¢ no, porque esta clausura puede forzar la m¨¢quina de muchas convivencias. Pero todos los que no contamos con una pareja clara, lo tenemos muy crudo, como evidenciaban esas fotos de las baldas vac¨ªas de los supermercados al principio de la alarma: estanter¨ªas y estanter¨ªas desiertas, pero la secci¨®n de los condones atiborrada de cajas. Y es que, ?qui¨¦n se va a atrever, ya no digo ahora, que es imposible, sino al relajarse el confinamiento, a intercambiar roces m¨¢s profundos con un extra?o? Para los m¨¢s j¨®venes va a ser una tentaci¨®n quiz¨¢ irrefrenable y desde luego un claro riesgo social; y para la gente como yo, que ya estamos en la edad del perro, es decir, que cada a?o nuestro ya cuenta como siete, esta cuarentena puede liquidarnos.
Hay que tenerlo claro: saldremos del confinamiento, como dicen los chistes, con m¨¢s kilos y m¨¢s canas. Pero sobre todo saldremos lentamente. Necesitamos reunir toda nuestra paciencia, nuestra entereza y nuestra esperanza. El encierro total acabar¨¢ m¨¢s o menos pronto, pero me temo que pasar¨¢n muchos meses antes de que podamos volver a besarnos y a abrazarnos con libertad. Ahora bien: lo lograremos. Llegar¨¢ el d¨ªa en que recuperaremos el derecho al roce. ?Y c¨®mo ser¨¢n esos primeros abrazos? Simplemente grandiosos.
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