Mircea Eliade: ?y si el verdadero mensaje a conservar del estudioso no fueran las religiones comparadas sino el vestuario?
Toda la vida pensando que era un maestro de pensadores para descubrir ahora que adem¨¢s era un maestro de tendencias del vestir
Siempre hab¨ªa tenido a Mircea Eliade (1907-1986) por un ma?tre ¨¤ penser; ahora resulta que era tambi¨¦n un ma?tre ¨¤ vestir. El autor de El mito del eterno retorno, t¨ªtulo que puede leerse en clave de moda (?acaso no acaban regresando incluso los pantalones de pata de elefante?), hab¨ªa quedado bastante desprestigiado desde que en los ochenta le destaparon al entonces ilustre historiador de las religiones asentado en Chicago su pasada devoci¨®n por el fascista Codrenau y su siniestra Guardia de Hierro. No obstante, el t¨ªo sigue volviendo y el otro d¨ªa me top¨¦ con Oceanograf¨ªa (Hermida Editores, 2020), un conjunto de textos que Eliade public¨® en 1934. Entre ellos hay uno, La moda masculina, en el que encontramos a un Eliade ins¨®lito hablando no del dualismo iranio o las hierofan¨ªas de los dacios, sino de qu¨¦ has de ponerte.
Sostiene el erudito que los occidentales modernos vestimos de un modo ¡°inc¨®modo, antihigi¨¦nico y rid¨ªculo¡±. Considera que la moda, ¡°mon¨®tona, adocenada e impersonal¡±, ha conseguido ¡°ocultar o empobrecer todo cuanto es l¨ªnea, equilibrio y significado en la belleza masculina¡± (?Eliade podr¨ªa tener una columna en Icon!). Y propone recuperar los zarag¨¹elles, los tradicionales calzones turcos amplios y abolsados, las camisas mexicanas y, en lugar del cintur¨®n, la faja. Leyendo este texto he recordado la can¨®nica foto de Eliade de joven en el Himalaya, arrebatadoramente atractivo con una t¨²nica y una barba muy de hoy. ?Y si el verdadero mensaje a conservar del estudioso no fueran las religiones comparadas sino el vestuario? ?Mircea Eliade prescriptor de moda, influencer incluso?
En su viaje a la India en los a?os treinta desech¨® la indumentaria occidental para vestir la oriental. En Calcuta, donde estudi¨® con Dasgupta, llevaba el 'dhoti', especie de larga camisa blanca, y en el Himalaya una t¨²nica amarillo ocre propia de un yogui
He rele¨ªdo parte de su obra con esa nueva idea crucial y he encontrado interesantes reflexiones sobre la ropa. En el primer tomo de sus memorias, Las promesas del equinoccio, y en la larga entrevista de La prueba del laberinto, explica c¨®mo en su viaje inici¨¢tico a la India en los a?os treinta desech¨® pronto la indumentaria occidental para vestir la oriental. En Calcuta, donde estudi¨® con Dasgupta, llevaba el dhoti, especie de larga camisa blanca, y en el ashram Svarga del Himalaya (cerca de Rishikesh), con Shivananda, t¨²nica amarillo ocre propia de un swami o yogui. Del ¨¦xito de la forma de vestir de Eliade dan fe, entre tanto misticismo, s¨¢nscrito y conocer a Rabindranath Tagore, sus dos aventuras amorosas muy carnales: de casa de Dasgupta sali¨® por piernas por beneficiarse a la hija del sabio, Maitreyi, con la que intercambiaban franc¨¦s y bengal¨ª, y en el Himalaya volvi¨® a meter la pata (es un eufemismo) al precipitarse a espaldas de su maestro en las complejidades del sexo t¨¢ntrico de la mano y todo lo dem¨¢s de Jenny, una joven y atractiva violonchelista de Johanesburgo que estudiaba en el mismo ashram.
Eliade vuelve a demostrar su inter¨¦s por la moda al describir el sari muy ligero de Jenny y c¨®mo se lo quitaba para devenir en sus brazos una nayika, la compa?era consagrada (y desinhibida) de las ceremonias t¨¢ntricas. El estudioso se entreg¨® con admirable aplicaci¨®n a recorrer con Jenny el a veces arduo y engorroso camino del tantra, que exige, no tengo espacio aqu¨ª para explicar el motivo, y adem¨¢s no lo entiendo, la retenci¨®n de semen (v¨¦ase al respecto Yoga, inmortality and freedom del propio escritor, cap¨ªtulo VI, lo otro te lo puedes saltar). Es sabido que Eliade estuvo a punto de morir por practicar el sexo t¨¢ntrico sin protecci¨®n (de un gur¨², lo que habr¨ªa convertido la experiencia en tr¨ªo), y fue muy recriminado, l¨®gicamente, por los maestros del ashram. Se ve que de tanta contenci¨®n te entra primero un gran dolor de cabeza y luego expiras, ?toma mandala! Afortunadamente, Eliade detuvo su, digamos, frenada y sobrevivi¨® para convertirse en el gran historiador de las religiones que todos conocemos y el ejemplo de moda que hoy les descubro. Namast¨¦.
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