Abran paso a la intimidad
El esfuerzo y la confianza sostenidos por parte de cada ciudadano son imprescindibles para salir de esta crisis. Prestar atenci¨®n a las personas es una cuesti¨®n de I+D
¡°El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos¡±, dec¨ªa Elsa a Rick en Casablanca. Hoy, mientras el mundo se derrumba, nosotros limpiamos los ba?os, hacemos la comida, teletrabajamos ¡ªsi es que podemos¡ª, fundamos escuelas virtuales y miramos a nuestras parejas como si no las hubi¨¦ramos visto antes porque, en realidad, nunca hemos podido mirarlas como ahora. Al mismo tiempo, los que atraviesan este desierto en solitario acarician su cuerpo como si nadie fuera a tocarlo nunca m¨¢s. Y los deseos que palpitaban en nosotros se ven amenazados cuando no aniquilados por las actuales circunstancias. La intimidad ha sufrido un golpe tan grande o mayor que la econom¨ªa. Y la subjetividad se ha borrado del debate p¨²blico y pol¨ªtico con la naturalidad con que siempre se silencia todo lo que es personal, como si no existiera. Mejor dicho, como si no existi¨¦ramos.
Borrar la intimidad de la vida p¨²blica permite eliminar de la acci¨®n pol¨ªtica un sinf¨ªn de situaciones personales y hasta un gran n¨²mero de personas. Y este hecho convierte la pol¨ªtica en un sistema gravemente ineficaz. Desde que el pasado 14 de marzo empezara el estado de alarma, pol¨ªticos, fil¨®sofos y lideres de opini¨®n se convirtieron en simples mercenarios. Una sola pregunta se convirti¨® en el centro de todos los an¨¢lisis: la bolsa o la vida. Y a partir de ese momento, los n¨²meros sustituyeron a las personas y la estad¨ªstica, muchas veces, a la realidad.
Ya antes de estallar la crisis se hab¨ªa borrado del mapa a los ancianos. Tardamos un tiempo inexplicable en proteger las residencias de mayores no por falta de experiencia o de conocimiento sino porque los viejos eran econom¨ªa residual antes de la Covid-19 y por eso nadie pens¨® en ellos. Con los viejos ya olvidados, decidimos aislar a los ni?os en primer lugar. Esta medida se tom¨® porque era inevitable y con el acuerdo de todos. Sin embargo, despu¨¦s de encerrar a los menores, apenas ha habido palabras sobre la atenci¨®n a la infancia. Como si los ni?os fueran un asunto exclusivo de sus padres y como si todos ellos tuvieran padres. Las personas con enfermedades mentales tambi¨¦n desaparecieron en esta crisis, al menos hasta que algunos de sus cuidadores pidieron p¨²blicamente auxilio o respeto. Sobre quienes atraviesan el confinamiento en solitario, ni media palabra tampoco. Bastante tienen con estar vivos y libres de contagio mientras dure el encierro. Sus cuerpos y sus desvelos no parecen un asunto pol¨ªtico. De las mujeres que sufren violencia machista, nadie se acord¨® al elaborar las medidas, como si todo el mundo tuviera un lugar seguro donde refugiarse. Los toxic¨®manos superaron de un plumazo sus adicciones y ninguna medida especial se adopt¨® al respecto. A continuaci¨®n, el sistema se limit¨® a esperar que nos comport¨¢ramos como h¨¦roes. H¨¦roes, eso s¨ª, desprovistos de subjetividad y de ternura, una clase de h¨¦roe que no ha existido nunca en la historia, por cierto.
En un momento como este, la atenci¨®n al ciudadano deber¨ªa ser un asunto prioritario. Considero urgente la creaci¨®n de un Ministerio de la Intimidad que se ocupe de dar respuestas, gu¨ªa, soluciones y consuelo a los ciudadanos. Quiero, por ejemplo, que si una familia depende de un subsidio que no puede cobrar porque su cita presencial con la seguridad social caduc¨®, esa familia pueda recibir una soluci¨®n a su problema. Y no me refiero a que hable con una m¨¢quina o rellene un formulario hecho con prisas que la mitad de las veces no funciona y hace sentirse in¨²til adem¨¢s de pobre a quien intenta completarlo, que es lo que pasa hoy. Digo que haya una persona al otro lado que pueda ayudar, capaz de responder y de hacer sentir humanamente relevante a quien depende del subsidio, por ejemplo. Son tantas las subjetividades ah¨ª fuera ¡ªall¨ª dentro, mejor dicho¡ª que su atenci¨®n requiere de una ingenier¨ªa social especializada. El esfuerzo y la confianza sostenidos por parte de cada ciudadano son imprescindibles para salir de esta crisis. Por eso, prestar atenci¨®n a la intimidad es en este momento una cuesti¨®n de I+D.
Mientras tanto, en lo que respecta al uso de la tecnolog¨ªa, los Gobiernos parecen obsesionados con otra pregunta de bandoleros: espiar o no a la gente. Al mismo tiempo, todos nosotros hemos descubierto que los smartphones son ahora herramientas de cuidado mutuo de primera necesidad. ?Por qu¨¦ no se ha sofisticado la atenci¨®n a las personas tanto como la tecnolog¨ªa nos permite? Me refiero a dar respuestas en redes sociales, a activar consultorios especializados en YouTube con t¨¦cnicos y profesionales expertos, a InstagramTv al servicio de todas las personas que necesitan informaci¨®n de primera necesidad. C¨®mo es posible que en las actuales circunstancias, haya clases de zumba en directo y gratuitas desde el primer d¨ªa y no se haya creado siquiera un tel¨¦fono especializado en atenci¨®n al duelo. No puedo imaginarme todas las dudas pr¨¢cticas y espirituales que afectan a las personas que pierden un ser querido en medio de este horror. Deber¨ªa ser pol¨ªticamente relevante despedir a las personas cuyas vidas defendemos. Que los que pierden a alguien sepan que su comunidad les procura un espacio de rito y de consuelo.
Prestar atenci¨®n a lo personal cuesta poco dinero, requiere de profesionales que est¨¢n disponibles y adem¨¢s existe la tecnolog¨ªa adecuada para hacerlo. Hacer lo correcto ser¨ªa f¨¢cil y r¨¢pido. Sin embargo, ni se hace ni se exige porque nos hemos rendido a los n¨²meros. Pero que nadie se enga?e, saldremos adelante gracias a las personas. Por eso es crucial preservar la intimidad y el sentido de las mismas. Los n¨²meros, igual que nosotros, tienen alma. Deber¨ªamos actuar por una vez en consecuencia.
Nuria Labari es periodista y escritora.
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