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Columna
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El futuro poscoronavirus ya est¨¢ en disputa

?C¨®mo impedir que el capitalismo, que ya nos ha robado el presente, nos robe tambi¨¦n el ma?ana?

Eliane Brum
Una mujer carga una caja de alimentos de donaci¨®n en una favela de R¨ªo de Janeiro, este martes.
Una mujer carga una caja de alimentos de donaci¨®n en una favela de R¨ªo de Janeiro, este martes.MAURO PIMENTEL (AFP)

Nosotros, los que hoy estamos vivos, nunca nos hemos enfrentado a una amenaza como la del nuevo coronavirus. Si tantos repiten que el mundo nunca m¨¢s ser¨¢ el mismo, ?cu¨¢l es el mundo que queremos?

Que nadie se enga?e: mientras enfrentamos la pandemia, esa respuesta ya se est¨¢ disputando. Es la que determinar¨¢ el futuro pr¨®ximo. Luchar por la vida que el virus amenaza es la necesidad imperiosa de la emergencia. Pero tambi¨¦n hay que hacer algo todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil: luchar por el futuro posvirus. Si no lo hacemos, recuperar la ¡°normalidad¡± ser¨¢ regresar a la brutalidad cotidiana que es solo ¡°normal¡± para unos pocos, una normalidad arrancada de las vidas de muchos a quienes diariamente les dejan el cuerpo exhausto. La interrupci¨®n de lo ¡°normal¡±, causada por el virus, puede ser una oportunidad para dise?ar una sociedad basada en otros principios, capaz de detener la cat¨¢strofe clim¨¢tica y promover la justicia social. Lo peor que nos puede pasar despu¨¦s de la pandemia es precisamente volver a la ¡°normalidad¡±.

Las grandes corporaciones ya empiezan a moverse para garantizarse el control de lo que est¨¢ por venir. La semana pasada, Donald Trump recibi¨® a las compa?¨ªas petroleras en la Casa Blanca. No fueron para discutir c¨®mo salvar a los m¨¢s pobres de los efectos de la pandemia. En el Reino Unido, las compa?¨ªas a¨¦reas est¨¢n presionando para obtener subsidios gubernamentales y, por supuesto, la desregulaci¨®n. Tampoco se reunieron para tomar el t¨¦ y discutir inversiones en el ¨¢rea social.

Ante el nuevo coronavirus, incluso bastiones de la prensa liberal, como la revista The Economist y el peri¨®dico Financial Times, ambos nacidos en la cuna del capitalismo, han anunciado que es necesario dar un paso atr¨¢s. Una mayor intervenci¨®n del Estado y pol¨ªticas como la de ofrecer una renta b¨¢sica y la de tasar las grandes fortunas, anteriormente consideradas ¡°ex¨®ticas¡±, se han incluido en el nuevo contrato social en el mundo pospand¨¦mico. Conceder un poco para garantizar que nada cambie en esencia es un viejo truco.

Con el virus, descubrimos que quienes afirmaban que era imposible dejar de producir, reducir el n¨²mero de vuelos, aumentar las inversiones gubernamentales y cambiar radicalmente los h¨¢bitos simplemente ment¨ªan. El mundo ha cambiado en menos de tres meses en nombre de la vida. Tambi¨¦n en nombre de la vida necesitamos mantener las buenas pr¨¢cticas que han surgido en este per¨ªodo y presionar como nunca antes por otro tipo de sociedad, tejida con otros hilos.

Es algo inaplazable. Si no hacemos eso, el mundo poscoronavirus ser¨¢ a¨²n m¨¢s brutal y el colapso clim¨¢tico se agudizar¨¢. Para el exterminio de la naturaleza no hay y nunca habr¨¢ una vacuna. Nuestro futuro depende de que enterremos el sistema capitalista que ha agotado el planeta y nos ha devuelto al tiempo de las pandemias. El comunismo, que explot¨®, destruy¨® vidas, erosion¨® la naturaleza y oprimi¨® los cuerpos, tampoco sirve. Tenemos que encontrar otros caminos. Y r¨¢pido. Muchos dicen que es ingenuo. Otros dicen que es imposible. Lo ingenuo es sentarse en la silla de clavos en la que se ha convertido en el presente y esperar que los efectos de la brutal sobreexplotaci¨®n de la naturaleza terminen de deformar la faz del planeta. Lo imposible es seguir viviendo como est¨¢bamos viviendo.

El aislamiento f¨ªsico tiene que utilizarse para producir pensamiento social y actuar colectivamente, en red. Este art¨ªculo, dividido en dos partes, pretende contribuir al debate del futuro que debe entablarse en el presente. Ahora.

1) En Brasil, todos los caminos conducen al neoliberalismo

El presente, en Brasil, es una trampa. Tenemos a un antipresidente ¡ªy la antipresidencia es un concepto creado por el bolsonarismo¡ª que se opone a su propio Gobierno. La t¨¦cnica ha sido clara desde el comienzo de su mandato, pero ha adquirido contornos dram¨¢ticos en la pandemia, cuando Jair Bolsonaro ha empezado una guerra contra su propio ministro de Sanidad. La negaci¨®n de la realidad como m¨¦todo para mantener el poder tiene varios efectos en la poblaci¨®n. Uno de ellos es ocupar las noticias y secuestrar el debate.

En lugar de debatir la amenaza m¨¢s urgente, estamos entablando el falso debate que Bolsonaro ha lanzado contra los brasile?os: aislamiento o no aislamiento, es decir, salud o econom¨ªa. Esto es lo que sucede cuando se elige a un hombre que, en el pasado, planeaba hacer estallar bombas en los cuarteles para presionar por un aumento salarial. Hoy las bombas de Bolsonaro son de desinformaci¨®n, apuntan al caos y tambi¨¦n pueden matar.

El problema es a¨²n mayor, porque negar la realidad tambi¨¦n produce realidad. En este caso, no solo la de poner en riesgo a la poblaci¨®n, sino tambi¨¦n la de hacer creer a la gente que existe una oposici¨®n real. Esta ilusi¨®n que crece en Brasil, incluso por desesperaci¨®n, puede comprometer el futuro de manera irreversible.

Si Jair Bolsonaro renunciara, lo que parece muy poco probable en este momento, o si fuera destituido, lo que tambi¨¦n parece distante, el vicepresidente asumir¨ªa el cargo. Hamilton Mour?o es un general de cuatro estrellas de la reserva que, hasta las elecciones presidenciales de 2018, era considerado un golpista por varias declaraciones p¨²blicas que hab¨ªa hecho. Durante la campa?a, lleg¨® a decir en una entrevista en el canal GloboNews que, en ¡°caso de anarqu¨ªa¡±, un presidente puede dar un ¡°autogolpe¡± con ¡°la ayuda de las fuerzas armadas¡±. En comparaci¨®n con Bolsonaro, hasta un pitbull parece ¡°moderado¡±. Es lo que sucede con Mour?o, como escrib¨ª hace m¨¢s de un a?o.

El tercero en la jerarqu¨ªa es Rodrigo Maia, del partido Dem¨®cratas (DEM). Adem¨¢s de estar acusado de corrupci¨®n, el presidente de la C¨¢mara de los Diputados se identifica plenamente con el neoliberalismo que nos ha llevado a la situaci¨®n actual y con las fuerzas m¨¢s conservadoras del pa¨ªs, con la excepci¨®n (de momento) de los evang¨¦licos sacadineros. Lo que convirti¨® a Maia en un ejemplo de moderaci¨®n y competencia para lo que llaman ¡°mercado¡± fue llevar a cabo una reforma de las pensiones, que, aunque era necesaria, claramente el modelo aprobado no era ni el mejor ni el m¨¢s justo para los trabajadores, ya que precariz¨® todav¨ªa m¨¢s su vida. Maia, a quien, hasta el advenimiento del bolsonarismo, la mayor¨ªa de los brasile?os prefer¨ªa ver muy lejos (o en la c¨¢rcel), se convirti¨® en una especie de or¨¢culo del sentido com¨²n, lo que muestra la profundidad del abismo en el que se encuentra Brasil.

Y luego tenemos a los nuevos candidatos a estadistas: los gobernadores de S?o Paulo y R¨ªo de Janeiro. Jo?o Doria, del Partido de la Social Democracia Brasile?a (PSDB), y Wilson Witzel, del Partido Social Cristiano (PSC). Doria, el gestor privatizador, y Witzel, el defensor de la violencia policial en las favelas. Hasta ayer, ambos eran u?a y carne con Bolsonaro. O vocal y consonante, en el caso de Doria, que fue elegido como ¡°Bolsodoria¡±. Para contener la pandemia, solo siguen las orientaciones sanitarias internacionales en sus Estados, pero, como hacer lo obvio es hacer lo contrario de lo que predica Bolsonaro, se erigen en defensores del pueblo contra el bolsovirus. Sus ojos est¨¢n puestos en las elecciones presidenciales de 2022.

Bolsonaro presta un gran servicio a sus ex mejores amigos. En S?o Paulo, en particular, libra a Doria de explicar la baja inversi¨®n en sanidad p¨²blica que ha realizado su partido a lo largo de los m¨¢s de 25 a?os que ha estado al mando del Estado. A fin de cuentas, esta falta de inversi¨®n en el sistema p¨²blico de salud es lo que resultar¨¢ en muertes por coronavirus.

En todo el pa¨ªs, el falso debate eclipsa el verdadero debate. La pandemia ha mostrado la importancia de la sanidad p¨²blica. Y ha revelado toda la monstruosidad de la Propuesta de Enmienda Constitucional 95, creada por el Gobierno del expresidente Michel Temer para poner un techo al gasto p¨²blico, una pol¨ªtica neoliberal t¨ªpica de Estado m¨ªnimo que elimin¨® miles de millones del presupuesto de Sanidad. Gran parte de esta factura se est¨¢ pagando ahora. Con vidas.

En el certificado de defunci¨®n de las v¨ªctimas pondr¨¢ ¡°muerte por coronavirus¡±. Pero, en una parte de los casos, lo que los habr¨¢ matado es la precariedad de la sanidad p¨²blica, el aumento de la desigualdad y de la miseria en los ¨²ltimos a?os, la falta de inversi¨®n en saneamiento y de una vivienda digna. Y finalmente, el hecho de que una parte de la poblaci¨®n todav¨ªa est¨¢ expuesta al virus porque no se les permite dejar de trabajar.

La imagen de la trampa en la que est¨¢ metida Brasil es el ministro de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta. Al enfrentarse al jefe y tomar medidas obvias en la pandemia, Mandetta se ha convertido en el nuevo h¨¦roe nacional. Todos los errores, como tardar en proporcionar test, mascarillas y otros equipos de protecci¨®n, se le perdonan. Bolsonaro, el principal oponente de su ministro, tambi¨¦n le presta un gran servicio. Y a su propio Gobierno, ya que, sea cual sea el resultado, se lo puede atribuir o no. Es la astucia ser Gobierno y oposici¨®n a la vez.

Veamos qui¨¦n es el nuevo h¨¦roe nacional, hoy adulado y apoyado por todos los campos ideol¨®gicos. Mandetta, un conocido defensor de los ruralistas, en el tema de la salud se manifest¨® abiertamente contra el programa M¨¢s M¨¦dicos y milit¨® contra la ampliaci¨®n de los casos en que se permite abortar. Tambi¨¦n lament¨® la fragmentaci¨®n de las familias que caus¨® la Ley del Divorcio. Dilma Rousseff demarc¨® muchas menos tierras ind¨ªgenas que sus predecesores, una de las razones por las que recibe severas cr¨ªticas de ind¨ªgenas y ambientalistas. Aun as¨ª, Mandetta pens¨® que la presidenta exageraba. ¡°La presidenta est¨¢ dirigiendo su ira contra los productores rurales, est¨¢ poniendo todas sus ganas de que Brasil vaya mal en la agroindustria¡±, dijo en el pleno del Congreso en 2016. Al a?o siguiente, fue un cr¨ªtico feroz de la operaci¨®n Carne D¨¦bil, en la que la Polic¨ªa Federal que investig¨® irregularidades en los almacenes frigor¨ªficos.

El nuevo h¨¦roe brasile?o se?ala d¨®nde est¨¢ Brasil. Cada uno que llegue a su propia conclusi¨®n. La oposici¨®n real, como ya se ha visto, es d¨¦bil. No muestra cu¨¢l es su gran diferencia, y mucho menos convence a la poblaci¨®n de que es diferente. Abrazada a Lula y al Partido de los Trabajadores (PT), o pele¨¢ndose con Lula y el PT, la izquierda ha dejado de disputar por el pa¨ªs. Cree que disputa, por supuesto, pero a nadie le importa. La actuaci¨®n m¨¢s s¨®lida es la del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), pero solo hace mella en un peque?o n¨²mero de brasile?os.

Esto no significa que la izquierda sea una soluci¨®n, ya que una parte significativa de la izquierda brasile?a ¡ªy del mundo¡ª permanece anclada en el siglo XX, totalmente ajena a los principales problemas actuales, como la crisis clim¨¢tica y la destrucci¨®n de la vida natural en el planeta. Quien realmente hizo oposici¨®n en el Brasil prepand¨¦mico de los ¨²ltimos a?os fueron grupos los identitarios: mujeres, j¨®venes, negros e ind¨ªgenas. La oposici¨®n es pol¨ªtica, pero no tiene a los partidos pol¨ªticos como protagonistas. Y a¨²n se necesitan partidos pol¨ªticos para disputar el futuro.

Por lo tanto, en el per¨ªodo posterior a la pandemia, o incluso durante la pandemia, dado que no se sabe si terminar¨¢, todos los caminos conducen a la derecha neoliberal. Este es el hoyo que Brasil tiene delante. Y tambi¨¦n muchos pa¨ªses, sumidos en la crisis de las democracias occidentales, algunos teniendo que lidiar con d¨¦spotas elegidos.

Brasil, por lo tanto, tiene dos desaf¨ªos gigantescos. El primero es evitar que el virus mate a miles de brasile?os. No hay duda de que ser¨¢n los m¨¢s pobres quienes morir¨¢n m¨¢s. Los que no tienen casas compatibles con el aislamiento; los que han sido forzados por los empleadores a trabajar; los que han sido despedidos; los que viven de trabajillos, en la informalidad, y ya no pueden trabajar. Los que no podr¨¢n alimentarse con los 600 reales (117 d¨®lares) que ofrece el Gobierno. Los que no tienen alcantarillado, no tienen agua y pronto tampoco tendr¨¢n comida. Los que enfermen y no encuentren camas en la sanidad p¨²blica, saboteada en los ¨²ltimos a?os en nombre de la privatizaci¨®n y el lobby de los seguros de salud privados.

El subsidio de emergencia de 600 reales para los informales es otra prueba del hoyo parad¨®jicamente grande y a la vez claustrof¨®bico en el que se encuentra el pa¨ªs. Ante los 200 reales (39 d¨®lares) propuestos inicialmente por el ministro de Econom¨ªa, Paulo Guedes, de repente 600 reales empezaron a sonar con notas de decencia. El valor, sin embargo, es totalmente indecente. Nadie vive en Brasil con una dignidad m¨ªnima con 600 reales. A la otra mitad de los trabajadores, los que tienen un contrato formal, el Gobierno ha permitido que se les reduzca la jornada laboral y el sueldo.

Para quien se l¨ªa con el significado de neoliberal, es esto. Vale la pena buscar definiciones m¨¢s sofisticadas y completas. En un p¨¢rrafo, lo que se puede decir es que los neoliberales creen que el Estado deber¨ªa interferir lo menos posible y que el Mercado se autorregula. Para ello, es esencial debilitar las representaciones de los trabajadores y la palabra para todo es ¡°flexibilizaci¨®n¡±. Privatizar, desregular, flexibilizar: estos son los verbos favoritos del neoliberalismo. Cada vez que se ¡°flexibiliza¡± algo en Brasil, los trabajadores urbanos y rurales, los pueblos ind¨ªgenas, la naturaleza y otras especies son los que sufren. Al trabajador precario con cada vez menos derechos se le da el hermoso y moderno nombre de ¡°emprendedor¡±. Libre y aut¨®nomo para morir trabajando. Y, si no puede ¡°emprender¡±, las razones del fracaso tambi¨¦n le pertenecen. F¨ªjate, ¡°emprendedor¡±, en qu¨¦ situaci¨®n te encuentras. Y si eso es lo que quieres seguir siendo.

En la etapa neoliberal del capitalismo, todas las relaciones se reducen y se someten, a la vez, al consumo. Lo que define a cada ¡°individuo¡± es su capacidad de consumo. Sus opciones se reducen a elegir entre productos, marcas, precios, colores, formatos; su libertad consiste en consumir lo que le permiten sus ingresos y desear agotarse m¨¢s para tener m¨¢s dinero para consumir. Toda la vida est¨¢ mediada por mercanc¨ªas y, por encima de cualquier identidad, t¨² eres un consumidor.

Es justo con este sistema que se ha consumido el planeta, supuestamente a disposici¨®n de los consumidores; especies enteras han sido destruidas y otras han sido subyugadas para que sus cuerpos se consuman a un ritmo de producci¨®n industrial. As¨ª, naces para ¡ªconsumiendo tu cuerpo y tu tiempo¡ª consumirte. Y, as¨ª, desde la revoluci¨®n industrial, cuando empez¨® un proceso cada vez m¨¢s r¨¢pido de emisi¨®n de CO2 al quemar combustibles f¨®siles (carb¨®n, petr¨®leo, etc.), los humanos se han convertido en una fuerza de destrucci¨®n del planeta.

Presionadas por el colapso de la naturaleza que han provocado y la evidencia de que habr¨¢ m¨¢s pandemias, las grandes corporaciones que controlan el mundo y quienes se benefician de ellas ahora intentan reinventar el sistema de destrucci¨®n, como ya hicieron en el pasado, para mantener el control. Tienen muchas posibilidades de conseguirlo.

En Brasil, Bolsonaro ha forzado tanto los l¨ªmites que ha hecho que todas las fuerzas conservadoras a su alrededor resulten aceptables. No s¨¦ si se ha dado cuenta de que este es su papel principal. El hecho es que lo cumple de manera brillante. Cada vez que se comporta como un man¨ªaco, hace que los que hasta ayer provocaban escalofr¨ªos ahora se destaquen como estadistas. Antes de ¨¦l, un Mour?o en la presidencia era inimaginable despu¨¦s de m¨¢s de 20 a?os de dictadura militar. Antes de ¨¦l, Rodrigo Maia era solo otro representante tradicional¨ªsimo de un Congreso marcado por la corrupci¨®n y la fisiolog¨ªa. Antes de ¨¦l, Doria y Witzel, cada uno con su propio estilo, nunca recibir¨ªan aplausos de la izquierda o halagos de Lula. Antes de ¨¦l, Mandetta era un pol¨ªtico preocupado por apoyar proyectos corporativos del sector de la salud y hacer presi¨®n para los ruralistas. Gracias a Bolsonaro y a la incompetencia de la verdadera oposici¨®n, todos nos lideran.

?Ser¨¢ as¨ª, entonces?

Brasil ¡ªy el mundo¡ª tienen que hacer frente a dos cuestiones urgentes: la disputa por el presente, que es el nuevo coronavirus, y la disputa por el futuro, que tambi¨¦n ocurre ahora, en el presente.

Enfrentar una pandemia en un pa¨ªs donde la desigualdad y la pobreza extrema han aumentado en los ¨²ltimos a?os por las pol¨ªticas neoliberales es un desaf¨ªo inmenso. Pero quiz¨¢s sea a¨²n mayor el desaf¨ªo de imaginar un futuro que no sea volver a una normalidad que solo era normal para los privilegiados. En la trampa en que se ha convertido el pa¨ªs, todos los caminos conducen al mismo lugar. Los personajes que disputan el presente y el futuro dentro de la estructura del Estado son, en el fondo, todos iguales, o al menos muy similares.

?C¨®mo podemos aprender del coronavirus para crear un futuro que no sea la aniquilaci¨®n?

Parece casi imposible cuando todas las salidas est¨¢n bloqueadas por las tropas neoliberales, que ya se est¨¢n organizando para azotar a la poblaci¨®n tras la pandemia, con la necesidad imperiosa de producir para superar la recesi¨®n y retomar el dogma del crecimiento. Ya hemos tenido indicios de que el coronavirus se utilizar¨¢ para imponer p¨¦rdidas de derechos y libertades. China, con su comunismo capitalista (s¨ª, eso es posible), ha ampliado a¨²n m¨¢s su vigilancia desp¨®tica de la poblaci¨®n. Es solo una se?al de lo que est¨¢ por venir.

Pronto, ya lo ver¨¢s, los gobiernos pedir¨¢n que todos nos sacrifiquemos. Que nunca somos todos, sino los de siempre. Presta atenci¨®n al significado que se le dar¨¢ a la palabra ¡°retomar¡± y piensa en qu¨¦ se retomar¨¢. La pandemia es nueva. Los m¨¦todos de quienes han conducido el planeta a este estado de cosas, no.

Parece imposible disputar el futuro en estas condiciones. Pero todo lo que podemos hacer es encontrar una manera de minar a esa criatura llamada capitalismo, que en nuestro tiempo se expresa por medio del neoliberalismo, y evitar que se regenere. M¨¢s que nunca, hoy luchamos por la vida.

2) Tenemos que detener a los se?ores del mundo antes de que puedan peg¨¢rnosla (otra vez)

Hac¨ªa tiempo que los pensadores occidentales no se empe?aban tanto en interpretar un momento. Tiene mucho sentido. Nada es ¡ªo ha sido¡ª mayor que esta pandemia como amenaza global capaz de cambiarlo todo en un segundo. Incluso c¨®mo se ven los humanos, al descubrir que la especie, que siempre se ha considerado due?a del planeta, est¨¢ amenazada por un ser microsc¨®pico. Ya existe al menos un libro con una recopilaci¨®n de art¨ªculos de fil¨®sofos sobre el coronavirus y sus efectos. Sin embargo, hay algo que los diferencia. Est¨¢n los pensadores que han entendido la crisis clim¨¢tica y est¨¢n los que todav¨ªa andan a vueltas con los dilemas del siglo XX, como gran parte de la izquierda mundial, y que no se han visto afectados por las ansiedades de la actualidad.

Entre los pensadores conectados con la emergencia clim¨¢tica est¨¢ el franc¨¦s Bruno Latour, autor de una de las mejores contribuciones para reflexionar sobre el momento ya como acci¨®n. El texto, disponible en la p¨¢gina del autor, ha sido traducido al castellano por Jocelyn Leyva Santoyo. En su an¨¢lisis, Latour define as¨ª la lecci¨®n que plantea el nuevo coronavirus: ¡°La primera lecci¨®n del coronavirus es tambi¨¦n la m¨¢s contundente: la prueba est¨¢ hecha, es totalmente posible, en cuesti¨®n de semanas, suspender, en todo el mundo y al mismo tiempo, un sistema econ¨®mico que hasta ahora nos hab¨ªan dicho que era imposible de frenar o redirigir. Frente a todos los argumentos de los ecologistas sobre la necesidad de cambiar nuestros modos de vida, se opuso siempre el argumento de la fuerza irreversible del ¡®tren del progreso¡¯, que por nada podr¨ªa salir de sus rieles; ¡®a causa de¡¯, se dec¨ªa, ¡®la globalizaci¨®n¡¯.¡±

Y se?ala el riesgo: ¡°todo automovilista sabe que, para aumentar la oportunidad de salvarse y seguir en ruta despu¨¦s de un giro brusco dado al volante, m¨¢s vale desacelerar primero. Desgraciadamente, en esta repentina pausa del globalizado sistema de producci¨®n, no son solo los ecologistas quienes encuentran la ocasi¨®n ideal para impulsar su programa de aterrizaje. Los globalizadores, aquellos que despu¨¦s de la segunda mitad del siglo XX inventaron la idea de escapar a las limitaciones planetarias, ven tambi¨¦n una oportunidad magn¨ªfica para destrozar, de forma a¨²n m¨¢s radical, los pocos obst¨¢culos que todav¨ªa les impiden su fuga de este mundo. Para ellos, la ocasi¨®n es por dem¨¢s perfecta: liberarse de los restos del Estado benefactor, de la red de seguridad de los m¨¢s pobres, de aquello que queda de las reglamentaciones contra la contaminaci¨®n y, todav¨ªa m¨¢s c¨ªnicamente, de deshacerse de toda esa gente en exceso que atiborra al planeta. (...) No debemos olvidar que aquello que vuelve a los globalizadores tan peligrosos es que forzosamente saben que han perdido; que la negaci¨®n del cambio clim¨¢tico no puede durar indefinidamente, que no existe ya ninguna oportunidad de reconciliar su ¡®desarrollo¡¯ con los diversos revestimientos del planeta, en donde habr¨¢ que terminar insertando a la econom¨ªa. Esto es lo que los dispone a intentarlo todo para obtener, una ¨²ltima vez, las condiciones que les permitir¨¢n existir un poco m¨¢s de tiempo y ponerse a salvo junto con sus hijos¡±.

Antes de que alguien mencione el bulo del desarrollo ¡°sostenible¡± como la panacea capaz de volver a encauzar el capitalismo, vale la pena escuchar a otro pensador, este ind¨ªgena. Autor del libro Ideias para adiar o fim do mundo (Ideas para posponer el fin del mundo), Ailton Krenak provoc¨® odio y e hizo rechinar los dientes a muchos al afirmar, hace tiempo, que ¡°la sostenibilidad era vanidad personal¡±. Todas las corporaciones, incluso las m¨¢s destructivas, tienen hoy un gestor de sostenibilidad. Forma parte de la capacidad del capitalismo para cooptar y adaptarse. Una desverg¨¹enza m¨¢s.

En marzo, cuando la pandemia ya cruzaba el globo, Krenak, al hablar sobre perspectivas anticoloniales en la inauguraci¨®n de la Muestra Internacional de Teatro de S?o Paulo, explic¨®: ¡°Vivimos precariamente una relaci¨®n de consumir lo que nos brinda la madre naturaleza. Y siempre hemos utilizado lo que nuestra madre nos brinda sin preocuparnos. Hasta que, un d¨ªa, nos convertimos en una constelaci¨®n tan grande de personas que lo consumen todo, que nuestra madre naturaleza dijo: espera, ?quer¨¦is terminar con todo lo que puede existir, aqu¨ª, como equilibrio y como posibilidad de aquello que es el flujo de la vida? ?Vais a examinar la producci¨®n de vida y decidir cu¨¢ntos trozos de vida puede tener cada uno? Y, en esta escandalosa desigualdad, ?vais a ir administrando agua, ox¨ªgeno, comida y tierra? Entonces [la naturaleza] comenz¨® a poner l¨ªmites a nuestra ambici¨®n.

¡±Una forma que los humanos encontraron para administrarlo fue creando la idea, por ejemplo, de que hay un medio ambiente y que ese universo es algo que se puede gestionar. Y, dentro de este medio ambiente, algunos flujos vitales se pueden medir, evaluar y habilitar, algunos incluso con sellos de sostenibilidad.

¡±Si tomas agua del acu¨ªfero Guaran¨ª, por ejemplo, que es agua de muy buena calidad, y la embotellas adecuadamente, eres una empresa sostenible. Pero ?qui¨¦n dice que extraer agua del acu¨ªfero Guaran¨ª es sostenible? Practicas violencia en la fuente y recibes un sello sostenible por el camino. Sucede lo mismo con la madera. Eso es un timo, no existe eso de agua sostenible y ni madera sostenible¡±.

Luego dice la terrible verdad, que es tambi¨¦n el punto de partida de cualquier propuesta de futuro que podamos esbozar: ¡°Somos una civilizaci¨®n insostenible, somos insostenibles. ?C¨®mo podemos producir algo en equilibrio?¡±.

Este es el desaf¨ªo.

Tan pronto como el nuevo coronavirus nos d¨¦ una tregua, los profetas del neoliberalismo empezar¨¢n a predicar: ¡°?Hay que producir y crecer!¡±. No hay mayor dogma en la econom¨ªa que el crecimiento. Miles de economistas perder¨¢n su trabajo en el campo de la astrolog¨ªa econ¨®mica si se desenmascara el dogma del crecimiento. Crecer es la necesidad imperiosa de todos los pa¨ªses. ?Qui¨¦n no recuerda aquel ¡°hacer crecer el pastel de la econom¨ªa para luego compartir el pastel¡± que el ministro de la dictadura y el astr¨®logo econ¨®mico mayor de Brasil, Delfim Netto, repet¨ªa durante el r¨¦gimen de excepci¨®n? M¨¢s tarde, con la expansi¨®n del neoliberalismo, ni siquiera eso. Bastaba con que los m¨¢s pobres supieran que, en el caso de que el pa¨ªs creciera, quiz¨¢s podr¨ªa quedar alguna cosita para ellos.

El dogma del crecimiento se construye sobre una mentira: la posibilidad de explotar infinitamente los recursos de un planeta con recursos finitos. Dos neuronas son suficientes para entender que no es posible. Y aqu¨ª viene el otro dogma, el de la sostenibilidad, como si fuera posible hacer sostenible lo que, en su estructura, es insostenible.

Lo que hace el dogma del crecimiento es proteger los privilegios de los muy ricos: el problema ya no es la distribuci¨®n equitativa de la riqueza existente, sino un crecimiento insuficiente, que no garantiza lo suficiente para todos. La necesidad imperiosa de crecer se repite hasta la saciedad para encubrir la injusticia estructural: la desigualdad en la distribuci¨®n de la riqueza. Cargando con su cuerpo exhausto, incluso los pobres llegan a creer que su miseria la provoca la falta de crecimiento. Sin darse cuenta de que, en los momentos en que el pastel creci¨®, los trozos se hicieron m¨¢s grandes para aquellos que ya pose¨ªan el pastel y para ellos quedaron, como m¨¢ximo, algunas migajas.

En Brasil, el 1% m¨¢s rico concentra casi un tercio de la renta (28,3%), lo que otorga al pa¨ªs el t¨ªtulo de vicecampe¨®n mundial de la desigualdad, seg¨²n el ¨²ltimo Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Brasil solo pierde ante Qatar, y solo por un 0,7%. Cinco multimillonarios brasile?os concentran la misma riqueza que la mitad m¨¢s pobre del pa¨ªs, seg¨²n un estudio de la organizaci¨®n no gubernamental brit¨¢nica Oxfam, publicado en 2018. Cinco personas concentran los mismos ingresos que 100 millones de brasile?os. Este es el problema. Si el pa¨ªs es tremendamente desigual no es por falta de explotaci¨®n de la naturaleza. Al contrario. El agotamiento de los sostenes de vida del planeta es uno de los principales impulsores de la pobreza y la desigualdad.

El dogma del crecimiento, que hace girar los engranajes del capitalismo, fue determinante para producir la emergencia clim¨¢tica. Lo que la emergencia clim¨¢tica hace expl¨ªcito es que ya no ser¨¢ posible ¡°crecer¡±. Hay que cambiar radicalmente nuestro modo de vida porque, como dice la joven Greta Thunberg, ¡°nuestra casa est¨¢ en llamas¡±. Ante el sobrecalentamiento global y la p¨¦rdida de ecosistemas vitales, es realmente imperioso distribuir la riqueza existente.

Este contenido explosivo hace que las grandes corporaciones que dominan el planeta apoyen a negacionistas del clima como Donald Trump y Jair Bolsonaro. Con estos d¨¦spotas electos que difunden mentiras y distraen al mundo con problemas falsos, ganan tiempo. Ya saben que no pueden continuar, pero har¨¢n lo imposible para ganar el m¨¢ximo de dinero mientras sea posible. Salvando las distancias, es como la industria del tabaco: neg¨® el da?o durante d¨¦cadas, contra todas las investigaciones cient¨ªficas, y gan¨® dinero produciendo c¨¢ncer mientras pudo. Incluso hoy, obtiene cifras multimillonarias.

El desaf¨ªo que enfrenta nuestra generaci¨®n es inmenso. Y ser¨¢ duro. Muy duro. Como la crisis clim¨¢tica se desarrolla a otro ritmo, la mayor¨ªa siempre pospone el encuentro con la realidad, a pesar de los gritos de los cient¨ªficos y los j¨®venes. Los negadores han salido elegidos porque una gran parte de la poblaci¨®n mundial quiere seguir negando lo innegable junto con ellos. Entonces llega el virus y expone la realidad de par en par. No es posible escapar de ¨¦l, ya que escapar es morir.

Lo que tenemos hoy es una ventana de realidad, el momento en que todos, absolutamente todos, se ven obligados a encontrarse con la verdad. Por eso Bolsonaro se ha vuelto todav¨ªa m¨¢s pirot¨¦cnico. Para mantener el poder, debe falsificar la realidad. Lo estaba consiguiendo, pero el virus ha barrido esa posibilidad. Entonces dice que ¡°el virus no es todo lo que dicen¡±. Porque, aterrorizado, sabe que el virus es mucho m¨¢s. Ante la verdad de la muerte, las mentiras no sobreviven.

Bruno Latour anuncia as¨ª el impasse de la ventana que ha abierto el coronavirus: ¡°Si la ocasi¨®n se abre a ellos, se abre tambi¨¦n a nosotros. Si todo se detuvo, todo puede ser puesto en tela de juicio; cuestionado, seleccionado, ordenado, interrumpido de una vez por todas o, al contrario, acelerado. El inventario del a?o debe hacerse ahora. Si el sentido com¨²n nos dice: ¡®Reiniciemos la producci¨®n lo m¨¢s r¨¢pido posible¡¯, debemos gritarle de vuelta: ¡®?Por supuesto que no!¡¯. Lo ¨²ltimo que deber¨ªamos hacer es retomar de manera id¨¦ntica todo aquello que hac¨ªamos antes¡±.

Para que podamos seguir este debate, reproduzco aqu¨ª las preguntas que plantea para cada uno y para el colectivo:

¡°Aprovechemos para hacer una lista de las actividades de las que nos sentimos privados a causa de la crisis actual y que percibimos incluso como un atentado a nuestras condiciones esenciales de subsistencia. Por cada actividad, indiquemos si nos gustar¨ªa que estas regresaran tal y como eran antes, con mejoras, o que no regresaran en absoluto. Responda a las siguientes preguntas:

¡±1. ?Qu¨¦ actividades que se encuentran actualmente suspendidas le gustar¨ªa que no se reanudaran?

¡±2. Describa a) por qu¨¦ esta actividad le parece nociva / superflua / peligrosa / incoherente; b) en qu¨¦ medida su desaparici¨®n / puesta en espera / sustituci¨®n volver¨ªa otras actividades que usted prefiere m¨¢s f¨¢ciles / coherentes. (Escriba un p¨¢rrafo distinto para cada una de las respuestas).

¡±3. ?Qu¨¦ medidas recomienda para que los obreros / empleados / agentes / empresarios que no podr¨¢n continuar en las actividades que usted ha eliminado vean facilitada su transici¨®n hacia otras actividades?

¡±4. ?Qu¨¦ actividades que se encuentran actualmente suspendidas le gustar¨ªa que se desarrollaran / reanudaran o fueran creadas desde cero?

¡±5. Describa a) por qu¨¦ esta actividad le parece positiva; b) c¨®mo vuelve m¨¢s f¨¢ciles / armoniosas / coherente ?estas actividades permiten luchar contra aquellas que usted considera desfavorables? (Escriba un p¨¢rrafo distinto para cada una de las respuestas).

¡±6. ?Qu¨¦ medidas recomienda para ayudar a los obreros / empleados / agentes / empresarios en la adquisici¨®n de las capacidades / medios / ingresos / instrumentos que permitan la reanudaci¨®n / desarrollo / creaci¨®n de esta actividad?¡±

A?ado a la lista una pregunta m¨ªa. No hay nada que las grandes corporaciones que controlan el planeta, al igual que los pol¨ªticos neoliberales que las representan en las diversas instancias del Estado, teman m¨¢s que la desobediencia civil. En Brasil, las limosnas que otorgan para que los m¨¢s pobres sobrevivan a la pandemia tienen el objetivo de estancar la posibilidad de que se genere ¡°caos social¡± o una ¡°convulsi¨®n social¡±. En otras palabras: la gente en la calle y sin nada que perder.

Desde finales de 2018, el movimiento que m¨¢s ha sacudido la ¡°normalidad¡± que los se?ores del mundo aprecian tanto ha sido la desobediencia civil de los adolescentes, que se negaron a ir a la escuela los viernes. En la huelga escolar, denunciaban que los adultos les robaban el futuro al no hacer lo necesario para contener el colapso clim¨¢tico. Sin futuro, ?por qu¨¦ estudiar? Como son ni?os y adolescentes, esta era la desobediencia civil que estaba disponible. Y c¨®mo funcion¨®.

Entonces, mi pregunta es: ?cu¨¢l podr¨ªa ser la mejor acci¨®n de desobediencia civil en este momento?

En el Brasil de Bolsonaro, sabemos que nuestra principal desobediencia civil es sobrevivir. Pero, adem¨¢s de mantenernos con vida, ?c¨®mo podemos desobedecer a los productores de muerte para crear un futuro donde podamos existir con todos los otros?

Concluyo con Ailton Krenak, porque creo que las mejores ideas vendr¨¢n de los pensadores ind¨ªgenas, de aquellos que saben vivir sin agotar el planeta y sin producir iniquidades. Dice: ¡°El propio enunciado de algo que vendr¨¢ despu¨¦s anima nuestro sentido de la vida. Es la idea de posponer el fin del mundo. Posponemos el fin de cada mundo, cada d¨ªa, creando exactamente un deseo verdadero de encontrarnos ma?ana, al final del d¨ªa, el a?o que viene. Estos mundos encapsulados uno dentro de otro nos desaf¨ªan a pensar en un posible encuentro de nuestras existencias. Es un desaf¨ªo maravilloso¡±.

?Vamos?

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro. Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.

Traducci¨®n de Meritxell Almarza

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