Cada bestia que mates regresar¨¢ a por ti
El confinamiento ha hecho que animales no dom¨¦sticos se asomen a la ciudad. ?Habremos aprendido la lecci¨®n?
Hemos visto delfines en Cagliari y osos por las calles de Cangas de Narcea y jabal¨ªes y pavos reales por las de Barcelona y Madrid. Aprovechando las cuarentenas por la covid-19, la pandemia que detuvo los relojes, la naturaleza recupera terreno y los animales no dom¨¦sticos toman las ciudades igual que la hiedra coloniza muros de una casa abandonada. Hasta un tigre ha dado positivo por coronavirus en un zool¨®gico de Nueva York. Debe de haber multitud de escritores imaginando tramas de ciencia-ficci¨®n donde las fieras se hacen con el planeta y vengan a las especies que extinguimos y los bosques que quemamos. No ten¨ªamos que predecir el futuro sino prevenirlo, dijo Ray Bradbury, el autor de Cr¨®nicas marcianas y Fahrenheit 451. Nadie le hizo caso. Suenan las trompetas del apocalipsis.
Lo que suelen contar los libros es un viaje en sentido contrario, el del regreso de las personas a la vida silvestre, lejos de la contaminaci¨®n ambiental e ideol¨®gica de las sociedades urbanas. Es la moda anglosajona del nature writing. Aqu¨ª las novelas y pel¨ªculas de marco rural est¨¢n a la orden del d¨ªa y tenemos editoriales que dedican gran parte de su cat¨¢logo a publicar obras que relatan las epopeyas de quienes tratan de regenerar paisajes da?ados o volver a introducir especies en su h¨¢bitat. En el sello Capit¨¢n Swing podemos leer El hombre que susurraba a los elefantes, la aventura del conservacionista Lawrence Anthony, que dedic¨® su vida a salvar de circos, reservas en bancarrota o jardines zool¨®gicos a ese ser al borde de la mitolog¨ªa, llev¨¢ndose todos los ejemplares que pudo a una finca de Sud¨¢frica. O podemos releer el cl¨¢sico Nacida libre, donde la ecologista Joy Adamson recuerda c¨®mo adopt¨® a una leona hu¨¦rfana y la cri¨® en Kenia, antes de devolverle la libertad.
En Errata Naturae se puede disfrutar Los b¨²falos de Broken Heart, del novelista y maestro de cetrer¨ªa Dan O¡¯Brien, que logr¨® reintroducir en las grandes llanuras de Norteam¨¦rica cientos de bisontes; o leer la autobiograf¨ªa de Sy Montgomery, C¨®mo ser una buena criatura: ¡°He ido a Pap¨²a Nueva Guinea a colocar radiotransmisores a canguros; he buscado leopardos de las nieves en el macizo de Alt¨¢i del Gobi en Mongolia; he nadado entre pira?as y anguilas el¨¦ctricas para escribir un libro sobre los delfines rosados del Amazonas¡±. Convivi¨® con guepardos en Namibia y con tigres en Bengala, y vio pulpos gigantes en M¨¦xico. Nunca dej¨® de creer en la frase con la que acaba sus memorias: ¡°Siempre puede haber algo maravilloso esper¨¢ndonos a la vuelta de la esquina¡±.
Gabi Mart¨ªnez acaba de sacar Un cambio de verdad (Seix Barral), su cr¨®nica como pastor de un reba?o de m¨¢s de 400 ovejas en la Siberia extreme?a, que antes se llam¨® la Comarca de Los Montes y Los Lagos. Habla de los efectos del cambio clim¨¢tico, el castigo de la sequ¨ªa, la necedad de los pol¨ªticos que pusieron un impuesto al sol, las mentiras de la vida en la ciudad, la bella dureza de trabajar al aire libre o de dormir en un refugio sin comodidades. De la ingratitud que sufren los defensores de la fauna y la flora, empezando por el m¨¢s conocido, F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, que quiso resucitar al lobo y volverlo a hacer el rey de nuestras monta?as. Lleg¨® a adoptar dos, Sibila y Remo, y le acusaron, como recuerda Mart¨ªnez, de usarlos para falsear sus documentales.
La epidemia pasar¨¢, los animales volver¨¢n a su mundo y recuperaremos el nuestro. La pregunta es si en esta ocasi¨®n sabremos c¨®mo tratarlo. Si no lo hacemos, ser¨¢ un suicidio: cada ¨¢rbol que tales caer¨¢ sobre tu casa; cada animal que matas regresar¨¢ a por ti.
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