El pacto de los montes
En el pasado Pedro S¨¢nchez no ha sabido tender la mano ni a los compa?eros de partido con los que compiti¨® en primarias. Ser¨¢ ahora o nunca
El parto de los montes, en la vieja f¨¢bula de Esopo, fue un proceso terriblemente aparatoso que, tras desatar las grandes fuerzas de la naturaleza entre ruidos y temblores, acababa con el nacimiento de un peque?o ratoncito. La moraleja, modulada de Horacio a Samaniego, apunta a que la promesa de grandes cosas a menudo queda en casi nada. Y es f¨¢cil intuir el riesgo de que los Nuevos Pactos de la Moncloa acaben en un "pacto de los montes": una aparatosa puesta en escena, con gran faramalla medi¨¢tica, resuelta con poca cosa. Los primeros indicios son pobres. Arrimadas, despu¨¦s de 40 minutos de conversaci¨®n, acab¨® pregunt¨¢ndose qu¨¦ pretend¨ªa puesto que no le hab¨ªa transmitido ni objetivo, ni metodolog¨ªa ni propuestas, o sea, b¨¢sicamente nada. Es inevitable considerar que Casado se enter¨® por la prensa porque el mensaje no estaba destinado a ¨¦l sino a la prensa.
El Gobierno act¨²a con la ventaja de la expectativa de los ciudadanos: si esta crisis no da para unirse en un pacto de Estado, ?qu¨¦ esperanza queda de la menor unidad nacional? Esa es la expectativa de la mayor¨ªa, y precisamente se ha esgrimido el CIS como aviso a navegantes. Seguramente esto es lo que frena el deseo del PP de mandar a Moncloa, como Vox, a hacer pu?etas. Y es posible, en definitiva, que entre rivales sea imposible un verdadero pacto de buena fe, como sosten¨ªa John William Cooke, aquel peronista argentino con nombre de profesor de Harvard; pero lo que importa no es la buena fe m¨¢s o menos entusiasta, sino la conciencia de que hay que pactar por el inter¨¦s de la mayor¨ªa. Ya sea haga por c¨¢lculos tacticistas o por necesidad instintiva.
Al Gobierno le toca pasar de las musas al teatro. No se trata de formular una idea sugerente ¡ªahora Mesa de Reconstrucci¨®n Social¡ª sino convertirla en un pacto. Y eso no es un conejo en la chistera de Iv¨¢n Redondo. No cabe enga?arse al solitario sosteniendo, como la portavoz, que ¡°el pacto avanza, est¨¢ cada vez m¨¢s cerca¡± buscando el efecto bandwagon. El pacto est¨¢ lejos, m¨¢s all¨¢ del apoyo previsible de los socios de investidura, y ni siquiera. De los indepes no cabe esperar nada: JxCat se aferra al raca-raca de la autodeterminaci¨®n, y ERC va tras ellos en un marcaje de precampa?a. Pero el Gobierno, de hecho, deber¨ªa mirarse al espejo con el enredo del ingreso m¨ªnimo vital: a ver de qu¨¦ pactos ser¨¢n capaces cuando les cuesta entenderse incluso entre los socios de coalici¨®n. Y los grandes pactos, tipo 1977, requieren liderazgo pero adem¨¢s sustancia. De momento no hay se?ales. No se trata de confiar en que el PP ¡°se sume¡± ¡ªpresi¨®n ad populum¡ª sino ser capaces de sumarlos. La responsabilidad del ¨¦xito o el fracaso, aunque tambi¨¦n interpele a la oposici¨®n, es de quien lidera. Y S¨¢nchez tiene una trayectoria bajo sospecha. De hecho, va a completar otro a?o m¨¢s con los presupuestos de Montoro, todo un s¨ªmbolo de su capacidad para hacer mayor¨ªas. En el pasado no ha sabido tender la mano ni a los compa?eros de partido con los que compiti¨® en primarias. Ser¨¢ ahora o nunca.
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