Perder la vida sirviendo a tus vecinos
Los trabajadores sanitarios de Sud¨¢frica est¨¢n combatiendo la covid-19 en sus comunidades mal protegidos y mal pagados. Muchos se arriesgaron ya en la lucha contra el sida y la tuberculosis
Mar¨ªa Molefi est¨¢ de permiso, pero no puede permitirse descansar. Estamos a 30 de abril, el tercer d¨ªa de confinamiento en Sud¨¢frica despu¨¦s de la orden del Gobierno haya ordenado a la ciudadan¨ªa que se quede en casa en un intento de frenar la propagaci¨®n del nuevo coronavirus, un pat¨®geno que, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, el 3 de mayo hab¨ªa acabado con la vida de m¨¢s de 245.000 personas en todo el mundo.?
El ambiente no es precisamente de fiesta. Molefi es una sanitaria de proximidad. La suya es una de las profesiones esenciales que han seguido trabajando durante el paro nacional. Dentro de unos d¨ªas se incorporar¨¢ a un nuevo puesto en la Cl¨ªnica Nompulelo de Midrand, despu¨¦s de prestar servicio durante varios a?os en Tshwane. Su nuevo destino la aterroriza. En junio del a?o pasado desarroll¨® una tuberculosis activa tras contraer la bacteria de uno de sus pacientes. "Estuve muy, muy enferma", recuerda. "Estuve seis meses en tratamiento, pero todav¨ªa no me encuentro bien del todo".
Dentro de poco, se presentar¨¢ en la nueva cl¨ªnica para trabajar como rastreadora del coronavirus. Su tarea consistir¨¢ en seguir la pista de los posibles enfermos o de las personas que puedan haber estado en contacto con alguien infectado. Al igual que ocurre con la tuberculosis, los pacientes de covid-19, la enfermedad provocada por el coronavirus, son altamente transmisores. Pero, a diferencia de la primera, esta no tiene tratamiento.
El mes pasado, un estudio publicado en el Journal of Travel Medicine ha descubierto que el ritmo de reproducci¨®n de la covid-19 ?es decir, a cu¨¢ntas personas puede contagiar una persona infectada? y suele ser nada menos que de tres. Molefi reflexiona un momento mientras hablamos por tel¨¦fono desde su casa de Midrand, aspira profundamente y confiesa: "No quiero mentirle. Estoy muy asustada".
Un poco antes de medianoche: llamada a la acci¨®n
Son las 10 y media de la noche cuando Thabisa Mviko, una trabajadora sanitaria de proximidad de Carletonville, al oeste de Johannesburgo, recibe un mensaje de texto: Ha sido seleccionada para ser una de las rastreadoras de coronavirus de la provincia. Lo primero que har¨¢ ser¨¢ participar en una sesi¨®n de formaci¨®n que tendr¨¢ lugar al d¨ªa siguiente por la ma?ana. "?Puede estar all¨ª a las 07.30?", pregunta el mensaje del coordinador m¨¦dico de la cl¨ªnica de Carletonville.
Una semana antes, Mviko hab¨ªa visto a Bandile Masuku, miembro del Comit¨¦ Ejecutivo de Sanidad de Gauteng, anunciar en televisi¨®n que la provincia iba a preparar a 1.000 sanitarios de proximidad para que rastreasen los contactos cercanos de los enfermos de coronavirus. Entonces, Mviko pens¨® que era la primera noticia que ten¨ªa al respecto.
Gauteng es el segundo epicentro del brote de coronavirus en Sud¨¢frica despu¨¦s de Western Cape. Seg¨²n los datos m¨¢s recientes del Ministerio de Sanidad, el 3 de mayo sumaban 1.598 de un total de 6.336. En Sud¨¢frica, los enfermos ya pasan los 6.300.
Cuando Mviko lleg¨® a la sesi¨®n de formaci¨®n la ma?ana siguiente, esperaba encontrarse a un buen n¨²mero de compa?eros listos para aprender c¨®mo rastrear el virus. Pero cuando entr¨® a toda prisa en la habitaci¨®n, con algo de retraso, solo hab¨ªa dos personas delante del instructor del Instituto Nacional de Enfermedades Contagiosas (NICD). Reconoci¨® a una de las mujeres, que tambi¨¦n trabajaba en una cl¨ªnica del municipio de Merafong.
El plan, explic¨® el monitor del NICD, consist¨ªa en que, si se confirmaba alg¨²n caso de coronavirus en la zona asignada a un rastreador, este ten¨ªa que ir personalmente al pueblo para identificar a cualquier persona con la que el enfermo hubiese podido tener contacto. Luego, los rastreadores, como Mviko y sus dos compa?eras, ten¨ªan que dar a esos "contactos" la informaci¨®n necesaria para protegerse a s¨ª mismos y a los dem¨¢s, dirigirlos a un centro para que les hiciesen una prueba, y decir a la gente que se aislase hasta que tuviesen los resultados.
Si estos eran positivos, y siempre que fuese posible, la persona deb¨ªa permanecer aislada hasta que otras dos pruebas realizadas a lo largo de dos d¨ªas diesen positivo. Entonces, el proceso de rastreo volver¨ªa a empezar desde el principio. Pero hab¨ªa truco: las sanitarias no ser¨ªan responsables solamente del rastreo de todos los contactos en sus zonas respectivas, sino tambi¨¦n de formar a cualquier miembro de la cl¨ªnica al que consiguiesen enrolar para ayudar.
Miedo y frustraci¨®n: "Solo nos daban guantes, nada de mascarillas"
Cuando Mar¨ªa Molefi enferm¨® de tuberculosis, trabajaba como rastreadora de la infecci¨®n en Tshwane. Su tarea consist¨ªa en ir al pueblo a localizar a posibles enfermos o a personas que hubiesen podido estar en contacto con alguien que tuviese tuberculosis.
Seg¨²n las directrices de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, una de las maneras que tienen los sanitarios de protegerse contra la infecci¨®n con el bacilo de la tuberculosis es utilizar una mascarilla especial, conocida como respirador o mascarilla N-95. Estas mascarillas filtran el aire que respiran los trabajadores sanitarios. Pero la cl¨ªnica donde trabajaba Molefi no dispon¨ªa de ese equipo. "Solo nos daban guantes, nada de mascarillas", denuncia.
Cuando Molefi lleg¨® al centro de Midrand al que hab¨ªa sido destinada, las condiciones no eran muy diferentes. Una semana antes de su primer d¨ªa de trabajo, la cl¨ªnica ya se hab¨ªa quedado sin mascarillas. Lo mismo que con la tuberculosis, los respiradores son un elemento fundamental del equipo que los sanitarios de todo el mundo utilizan para protegerse del contagio del coronavirus. Pero actualmente son dif¨ªciles de encontrar, al igual que el resto de elementos, tales como los delantales y las viseras, que necesitar¨ªan para protegerse totalmente. Debido a la elevada demanda de equipos de protecci¨®n individual (EPI), estos escasean en todo el mundo.
La escasez es tal que el Grupo de Trabajo de Salud P¨²blica de Business for South Africa, un grupo que colabora estrechamente con el departamento de equipos de protecci¨®n individual del Gobierno, ha instado a todas las empresas, en particular a las que han parado su actividad, a que "deriven urgentemente sus reservas de EPI para su uso en el sector sanitario p¨²blico". "Los equipos son cruciales para proteger a los m¨¦dicos y los sanitarios que est¨¢n en primera l¨ªnea, y para velar por su salud en su lucha contra la pandemia", afirmaba el grupo en una declaraci¨®n a la prensa.
La situaci¨®n ha causado un gran temor a Molefi. "No quiero contraer el virus trabajando", explica. "Ya me contagi¨¦ de tuberculosis debido a mi profesi¨®n". Esta madre de algo m¨¢s de 40 a?os no es la ¨²nica rastreadora de coronavirus del Departamento de Sanidad de Gauteng que tiene miedo. Thepo Matoko es el secretario general del Foro de Asistencia Sanitaria Comunitaria de Gauteng. Cuando Matoko hizo una visita a una cl¨ªnica la semana pasada, descubri¨® que el equipo de 48 trabajadores sanitarios de proximidad no hab¨ªa recibido mascarillas para protegerse. Solamente les hab¨ªan dado una botella de 750 mililitros de desinfectante de manos para compartir.? Matoko advierte: "No se puede esperar que, en estos momentos, esas personas salgan a seguir la pista de alguien con coronavirus sin protecci¨®n".
Adem¨¢s, los rastreadores no son los ¨²nicos que corren peligro. Los trabajadores sanitarios de proximidad estar¨¢n en primera l¨ªnea, tanto si han sido formados como rastreadores como si no. "Si en la zona de seguimiento que me corresponde como sanitario de proximidad hay un caso sospechoso de covid-19", explica Matoko, "soy yo quien tiene que salir y mostrar a los rastreadores d¨®nde vive esa persona".
Gauteng hab¨ªa empezado a ense?ar a todos sus sanitarios de proximidad c¨®mo protegerse contra el coronavirus y c¨®mo educar a sus pacientes en la enfermedad, pero incluso en esas sesiones se dec¨ªa a los trabajadores que el abastecimiento de equipos de protecci¨®n estaba "en crisis", cuenta Neo Maleka, una de las personas que asistieron a uno de los talleres municipales de Merafong. "?Qu¨¦ pasa si he estado visitando una casa sin equipo de protecci¨®n, sin saber que en ella viv¨ªa alguien con covid-19?"
Una comparaci¨®n cruel
En los pa¨ªses que han contenido la epidemia, el rastreo de los contactos ha desempe?ado un papel fundamental a la hora de ralentizar la propagaci¨®n del virus
A unos 400 kil¨®metros de Carletonville, el panorama es muy diferente. La Cruz Roja sudafricana ha desplegado un equipo de casi 20 rastreadores para identificar a las personas que han tenido contacto estrecho con los enfermos que dieron positivo en las pruebas realizadas en uno de los centros de culto de la Iglesia de la Restauraci¨®n Divina de Bloemfontein, en la provincia del Estado Libre.
Los rastreadores recibieron cinco d¨ªas de formaci¨®n varias semanas antes de que la pandemia atacase tambi¨¦n las costas del pa¨ªs, mucho m¨¢s que el curso acelerado de tres horas que se ofreci¨® a Mviko y los dem¨¢s sanitarios de proximidad. En la iglesia de Bloemfontein solo cinco personas dieron positivo por coronavirus, pero ese grupito dio much¨ªsimo trabajo al personal de Cruz Roja encargado del seguimiento. "En la lista hab¨ªa 1.032 nombres", cuenta Claudia Mangwepape, jefa de la secci¨®n de la organizaci¨®n humanitaria en Estado Libre.
Aunque Mangwepape y su equipo trabajaban m¨¢s de 12 horas para ponerse en contacto con todas las personas de la lista lo m¨¢s r¨¢pidamente posible, ten¨ªan el consuelo de contar con un equipo de protecci¨®n completo, incluidas mascarillas especiales tipo respirador dise?adas para evitar el contagio de los sanitarios y guantes quir¨²rgicos. El contraste es enorme. Los rastreadores del departamento de sanidad de Gauteng carecen casi por completo de equipo. "El Departamento ha vuelto a fallar a sus sanitarios de proximidad", denuncia Tshepo Matoko.
El 21 de abril, en Sud¨¢frica hab¨ªa 76 sanitarios contagiados. Sin embargo, a finales de marzo, cuando solo eran cinco, el Ministerio de Sanidad afirm¨® que la mayor¨ªa no se contagi¨® a trav¨¦s de sus pacientes, sino, m¨¢s probablemente, de sus familiares o durante un viaje al extranjero. De vuelta a casa, en su cuarto de estar, Mar¨ªa Molefi se siente intranquila. Chasquea la lengua y dice: "No es justo".
Nuevo virus, viejas heridas
El Foro de Asistencia Sanitaria Comunitaria de Gauteng y el Departamento de Salud de la provincia est¨¢n enfrentados desde hace tiempo. En 2016, cinco trabajadores del foro llevaron al departamento ante los tribunales despu¨¦s de que este publicitase varias vacantes de sanitarios sin previo aviso. A pesar de ganar el caso y de la declaraci¨®n del exministro de Sanidad Aaron Motsoaledi, en la que afirmaba que en 2018 se volver¨ªan a crear plazas p¨²blicas, poco ha cambiado para Mviko y sus compa?eros.
Por eso, cuando transmite la noticia, a los dem¨¢s trabajadores de la cl¨ªnica de Carletonville les parece indignante. "Es demasiado", protestan. Mviko explica: "Nos jugamos la vida en este trabajo. Me gusta lo que hago y tengo la paciencia necesaria, pero no dispongo de protecci¨®n, y no nos pagan bien".
De momento, los trabajadores sanitarios de proximidad del pa¨ªs tienen un contrato de un a?o con el Departamento de Salud, explica Matoko. "Eso significa que recibimos un salario mensual, pero no las mismas prestaciones que otros trabajadores de la sanidad, como atenci¨®n m¨¦dica o jubilaci¨®n". Adem¨¢s, los sueldos son muy bajos. Tan solo 3.500 rand (170 euros).
En diferentes correos electr¨®nicos dirigidos a Masuku, Matoko solicit¨® que los trabajadores sanitarios de proximidad fuesen incorporados a la plantilla del Departamento de Salud, y que se les entregase equipo para protegerse del coronavirus. Masuku les prometi¨® que, el 1 de abril, se les dar¨ªa una plaza fija, afirma Matoko, pero hasta ahora nada indica que eso vaya a ocurrir.
Esta era la petici¨®n de la trabajadora: "No es la primera vez que los sanitarios de las comunidades reciben el encargo de atender a los trabajadores para evitar la propagaci¨®n de una pandemia infecciosa. Los sanitarios de proximidad estuvimos en primera l¨ªnea en la lucha contra el sida y la tuberculosis. Muchos perdieron la vida sirviendo a sus vecinos". La oficina del primer ministro no respondi¨® a las peticiones de comentarios por parte de este medio.
En su casa de Midrand, Mar¨ªa Molefi aspira profundamente entre frase y frase. El estr¨¦s que le provoca hablar de lo que la espera en las pr¨®ximas semanas hace aflorar sus sentimientos.? "El Gobierno no para de decir que los trabajadores sanitarios comunitarios hacemos un trabajo magn¨ªfico, pero cuando se trata de dinero, ?qu¨¦ pasa? Que les cuesta soltarlo". Molefi suspira. "No s¨¦ qu¨¦ m¨¢s decir. Arriesgamos nuestra vida para salvar la de los dem¨¢s. Me gusta mucho mi trabajo, pero necesito protecci¨®n contra el coronavirus y merezco que me paguen bien. Hacemos m¨¢s de lo que nos corresponde".
Este art¨ªculo fue publicado originalmente en ingl¨¦s por Bhekisisa, publicaci¨®n sudafricana especializada en salud. Se puede consultar la newsletter Bhekisisa Centre for Health Journalism aqu¨ª
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