5.000 megavatios en territorio wayuu
Los autores viajan al coraz¨®n de este pueblo ind¨ªgena originario del mar Caribe, que en los pr¨®ximos a?os se ver¨¢ rodeado de infraestructuras de energ¨ªa e¨®lica y solar. Hasta ahora se manten¨ªan intactos por falta de carreteras
Cuatro de la ma?ana en una rancher¨ªa, en alg¨²n lugar de la zona norte extrema de la Alta Guajira entre Taroa y Nazareth. El putchipu (palabrero) Odilon Montiel saluda para hacer saber a las autoridades tradicionales que ya ha so?ado, y que ha sido reconfortante. Es el momento y la hora en la que los wayuu ¡ªpueblo originario de la pen¨ªnsula de la Guajira, sobre el mar Caribe, que habita principalmente en un territorio entre Colombia y Venezuela¡ª comparten sus sue?os, interpretan sus mensajes y toman las decisiones que pueden marcar el devenir de sus familias o clanes. Es el momento solemne de la palabra en may¨²sculas, la que no necesita m¨¢s que ser pronunciada para convertirse en compromiso inquebrantable.
En ese instante el putchipu comparte con las autoridades tradicionales la situaci¨®n que se avecina sobre la Alta Guajira, ese lugar al que ni siquiera Jos¨¦ Arcadio Buend¨ªa lleg¨® en sus 100 a?os de soledad; ese lugar al que ¨²nicamente se llega atravesando pistas de arena que solo los habitantes conocen; ese lugar santuario de todas las deidades de este pueblo nativo; ese lugar donde se encuentran los cementerios en los que se deben realizar tres enterramientos de cada cuerpo si se quiere que las almas vayan al Je¡¯pira, el espacio sacro de las almas wayuu. En pleno 2020, este lugar funciona al ritmo que marcan los dioses y en donde la palabra y el respeto a las normas culturales se convierten en una cuesti¨®n de honor.
La situaci¨®n no es nueva para los pueblos ind¨ªgenas. Tampoco para el pueblo wayuu, que lleva 40 a?os sufriendo las barbaridades de la mina de carb¨®n a cielo abierto m¨¢s grande de Am¨¦rica. En los pr¨®ximos cinco a?os se instalar¨¢n m¨¢s de 5.000 megavatios de energ¨ªa e¨®lica y solar en los territorios originarios de este pueblo ind¨ªgena. Un lugar que hab¨ªa logrado mantenerse intacto gracias a la incomunicaci¨®n y la falta de carreteras. Energ¨ªas renovables, s¨ª, pero que para ser instaladas necesitar¨¢n transformar la regi¨®n con infraestructuras que ahora no existen. Negocio, capital, capitalismo, s¨ªmbolo del individualismo frente a una cultura cuya convivencia colectiva es el fundamento de la ense?anza y el sentido de la socializaci¨®n. Este tipo de participaci¨®n posee un conjunto econ¨®mico, jur¨ªdico, social, pol¨ªtico y moral, y es precisamente lo que caracteriza la manera particular de vida del pueblo wayuu.
Riohacha, capital de la Guajira, es un hervidero de ingenieros, ambient¨®logos, relacionistas comunitarios, gerentes sociales de todas esas empresas que se ganaron los contratos con el Gobierno. Las mismas empresas que todav¨ªa no han variado su forma de acercamiento hacia estos pueblos, y que dejan la interculturalidad y el respeto por los derechos humanos para las ONG. Todos queriendo entrar a la regi¨®n, instalar sus proyectos, pero sin querer entender el mundo que van a profanar de manera irremediable. Ni rastro de la acci¨®n de las organizaciones no gubernamentales en este proceso.
Mucho se habla actualmente de las alianzas estrat¨¦gicas entre los diferentes actores, pero al parecer, en este caso cada uno ha decidido ir por libre. Las ONG no se comunican con las empresas y viceversa. ?Quiz¨¢s ser¨ªa un buen momento para replantearse verdaderamente los nuevos tipos de actuaciones, donde ambos colaboren y aprendan los unos de los otros? ?Quiz¨¢s estos nuevos modelos de cooperaci¨®n de los que tanto se habla basados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en la responsabilidad social de las empresas o incluso en los beneficios compartidos? Aqu¨ª es donde realmente se aprecia la inutilidad de las nuevas agendas internacionales y los muchos retos que tienen por delante.
Otra figura que ronda estos d¨ªas las rancher¨ªas son los asesores. Son individuos que se presentan ante las comunidades como defensores de los derechos de estos grupos, cuando los wayuu comienzan a negociar con las diferentes empresas compensaciones ante el impacto que tendr¨¢n sus acciones en los territorios. Algunos, antes del comienzo de las negociaciones entre empresas y comunidades, piden por adelantado dinero por sus servicios. No importa si despu¨¦s de las mismas las comunidades no hayan percibido nada porque ellos, los asesores, con su agenda paralela, habr¨¢n cobrado su plata. Otro ejercicio m¨¢s del abuso.
Hay quienes reciben con los brazos abiertos a las empresas, quienes quieren paralizarlo y los que apuestan por el desarrollo pero de manera controlada
Entre el pueblo la situaci¨®n es complicada. Hay quienes reciben con los brazos abiertos a las empresas, quienes quieren ejercer sus derechos en su totalidad y paralizarlo, y los que apuestan por el desarrollo, pero de manera controlada y garantizando el respeto de los derechos y la cultura propia.
Entre estos ¨²ltimos, una organizaci¨®n, Wayuu Arairayu, lucha contra viento y marea para que las empresas que quieran llegar respeten el derecho a la consulta previa; respeten el derecho de propiedad sobre tierras, territorios y recursos que tienen los pueblos ind¨ªgenas; respeten los derechos de autonom¨ªa y autogobierno; cumplan con la debida diligencia en derechos humanos; se comprometan a remediar los impactos negativos en derechos humanos y asuman nuevos modelos de negocios basados en la participaci¨®n en beneficios de las comunidades ind¨ªgenas.
Una lucha desigual, tit¨¢nica, en cierto modo po¨¦tica, que debe enfrentarse a todo tipo de actores interesados en todo menos en el beneficio de las comunidades.
Adriana Ciriza y Mikel Berraondo son expertos en Derechos Humanos y Pueblos Ind¨ªgenas y Empresas, en el Departamento de Innovaci¨®n Social de Zabala Innovation Consulting
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.