El coronavirus y los h¨¦roes
?No ha habido h¨¦roes? ?Solo gente que se ha comportado de manera m¨¢s o menos correcta o admirable? No lo s¨¦
Debe de ser una de las palabras m¨¢s usadas en los medios desde que se declar¨® la pandemia. Me refiero a la palabra h¨¦roe. Es comprensible: se trata, me imagino, de intentar levantar la moral del pa¨ªs, y sobre todo de dar las gracias a aquellas personas ¡ªsanitarios, principalmente¡ª que ocupan la primera l¨ªnea del combate contra el virus. Arrastrados por ese ¨ªmpetu encomiable, los discursos pol¨ªticos, las campa?as institucionales y las cu?as publicitarias han buscado confortarnos a los dem¨¢s ciudadanos con la promesa de que todos pod¨ªamos ser h¨¦roes y de que, para serlo, bastaba con que cumpli¨¦ramos con las reglas del confinamiento. Lamento en el alma tener que hacer otra vez de aguafiestas, pero es falso. Lo s¨¦ porque yo he seguido al pie de la letra esas reglas y no soy ning¨²n h¨¦roe. Es verdad que, para un tipo como yo, estos d¨ªas de encierro son m¨¢s llevaderos que para el com¨²n de los mortales: al fin y al cabo, la vida cotidiana de un escritor es una vida de encierro, dedicada b¨¢sicamente a escribir, leer y pensar en las musara?as. Pero da igual: si yo soy un h¨¦roe, Claudia Schiffer es una luchadora de sumo.
Un h¨¦roe es otra cosa. Mi libro favorito de Fernando Savater se titula La tarea del h¨¦roe; el fil¨®sofo lo escribi¨® cuando todav¨ªa era un ¨¢crata peligroso (o poco menos) y en ¨¦l se lee: ¡°H¨¦roe es quien logra ejemplificar con su acci¨®n la virtud como fuerza y excelencia¡±. La definici¨®n sigue pareci¨¦ndome v¨¢lida. El hero¨ªsmo es una categor¨ªa moral suprema, como la santidad; igual que los santos, los h¨¦roes son excepcionales. Es l¨®gico entonces, se dir¨¢, que tiendan a manifestarse en circunstancias hist¨®ricas excepcionales, como la crisis del coronavirus. Lo es. Pero todos convendremos en que, si no nos dejamos obnubilar por las trolas halagadoras de las campa?as institucionales y la publicidad, y por nuestra inagotable capacidad de autoenga?o, muchas de las cosas ocurridas en estos d¨ªas de pesadilla no son precisamente honorables. No me refiero s¨®lo a las trapacer¨ªas multimillonarias de los traficantes de material sanitario o de las sempiternas sanguijuelas burs¨¢tiles, ni a las infinitas mezquindades cotidianas provocadas por la cobard¨ªa, el oportunismo o el miedo. Tambi¨¦n ha habido pol¨ªticos inmorales, categor¨ªa en la que han brillado con luz propia algunos del PP; no incluyo entre ellos a ciertos l¨ªderes del secesionismo catal¨¢n: con sus celebraciones de los muertos en Madrid y su triunfante eslogan seg¨²n el cual, adem¨¢s de robarnos, Espa?a nos infecta y nos mata, han ingresado de lleno en el territorio del bestialismo (m¨¢s o menos como Vox). ?No ha habido h¨¦roes, por tanto, en esta crisis? ?S¨®lo gente que se ha comportado de forma m¨¢s o menos correcta o admirable? No lo s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es que algunas personas se han jugado la vida cumpliendo con su obligaci¨®n ¡ªsobre todo sanitarios, ya digo, pero tambi¨¦n trabajadores de residencias de ancianos, polic¨ªas o militares¡ª, y que eso, jugarse la vida, es lo que hace un h¨¦roe. No es una condici¨®n suficiente, aunque casi siempre es necesaria. Consciente o inconscientemente, el h¨¦roe considera que hay cosas que lo trascienden, que son superiores a ¨¦l, y est¨¢ dispuesto a apostarse entero para protegerlas. Es probable que haya habido gente as¨ª en estos d¨ªas. Tambi¨¦n es probable que est¨¦n muertos (y que se cuenten entre los primeros muertos). Si alguno ha sobrevivido, estar¨¢ callado, no aparecer¨¢ en los peri¨®dicos ni en la tele ni en la radio. Porque otra cosa es segura: el h¨¦roe jam¨¢s alardea de su excelencia (de hecho, raramente es consciente de ella); todo lo contrario: como la virtud es secreta o no es, el h¨¦roe hace cuanto puede por ocultar su propio hero¨ªsmo y, si esto no es posible, por quitarle importancia o disfrazarlo, para que nadie lo reconozca. En definitiva, la expresi¨®n h¨¦roe an¨®nimo es un pleonasmo: a menos que est¨¦ muerto, un h¨¦roe deja de ser un h¨¦roe en cuanto deja de ser an¨®nimo.
As¨ª que lo mejor es no abusar de esa palabra; usarla s¨ª, pero poco y con cuidado. Lo mejor, cr¨¦anme, es dejarnos de mandangas, que el que todav¨ªa sepa rezar rece una oraci¨®n por los muertos y los dem¨¢s a volver al trabajo.
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