Doble sentido

Las limitaciones a la movilidad impuestas por el Gobierno en virtud del estado de alarma no han supuesto un cuestionamiento de la naturaleza auton¨®mica del sistema pol¨ªtico espa?ol; tampoco puede suponerlo el que se levanten. La situaci¨®n excepcional generada por la pandemia del coronavirus, que, al tiempo que pon¨ªa en riesgo la vida de los ciudadanos, amenazaba con colapsar el sistema sanitario, exigi¨® adoptar respuestas in¨¦ditas e inevitablemente improvisadas que tendr¨¢n que ser decaer o ser revisadas tanto en su concepci¨®n como en su ejecuci¨®n para mejorar la eficacia. Pero la necesidad de transformar los errores en experiencia, as¨ª como de incorporar los aciertos a las pautas regladas de acci¨®n para el futuro, exige huir de cualquier aproximaci¨®n diferente de la pragm¨¢tica.

Un balance exhaustivo de la gesti¨®n de la pandemia realizada por la totalidad de la estructura del Estado ser¨¢ imprescindible en su momento, y m¨¢s tomando en consideraci¨®n el hecho de que la sanidad es una de las competencias descentralizadas. Pero ese balance no puede convertirse en una coartada para forzar la recentralizaci¨®n de las autonom¨ªas ni para justificar la deconstrucci¨®n del Estado. El principio de subsidiariedad es el que rige la relaci¨®n entre ambas instancias, y opera en el doble sentido y no solo en uno como parecen creer algunas fuerzas pol¨ªticas desde posiciones sim¨¦tricas. Para que las comunidades puedan desarrollar aquellas competencias en las que tienen ventajas comparativas es preciso que reconozcan que el Estado central tambi¨¦n tiene las suyas, manteniendo ambas partes un equilibrio respetuoso y leal. Un equilibrio que deriva de exigencias institucionales, pero que ahora viene impuesto, adem¨¢s, por la necesidad de cooperar eficazmente ante una amenaza que puede repetirse.

Algunas autonom¨ªas exigen al Ejecutivo la totalidad de las competencias para gestionar la salida del estado de alarma. El argumento que invocan es que ellas conocen mejor la realidad sobre el terreno. Se trata de un argumento irrebatible, a condici¨®n de admitir que tambi¨¦n lo es el de que el Gobierno conoce mejor que ellas la situaci¨®n de conjunto. Y esto sin tomar en consideraci¨®n la dimensi¨®n europea e internacional de la pandemia. Espa?a ha tenido que estar presente y activa en ambos escenarios para contenerla y tendr¨¢ que volver a hacerlo para dejarla definitivamente atr¨¢s, tanto en t¨¦rminos sanitarios como econ¨®micos.

Aunque sin olvidar la tragedia vivida por muchos ciudadanos y el esfuerzo sobrehumano realizado por los profesionales de la sanidad, la relativa sensaci¨®n de alivio que pueden producir algunos datos recientes no es la mejor actitud para abordar un tramo que est¨¢ m¨¢s cerca del final, pero que dista mucho de serlo. No solo porque el virus sigue produciendo muertes y los hospitales contin¨²an trabajando a un ritmo fren¨¦tico, sino tambi¨¦n porque el riesgo de contagio no ha desaparecido. En ning¨²n momento de esta crisis los c¨¢lculos pol¨ªticos deber¨ªan haber primado sobre el inter¨¦s general, y tampoco deber¨ªan hacerlo cuando lo peor de la pandemia parece haber quedado moment¨¢neamente a la espalda. Entonces y ahora era el momento de la subsidiariedad, porque entonces y ahora se necesita que, por razones institucionales y de eficacia, la totalidad de las Administraciones hagan aquello que mejor pueden hacer.