El cuestionado plan de Bolsonaro para Brasil
Caravanas de coches piden el desconfinamiento entre ecos de conspiraci¨®n y el presidente defiende que una crisis econ¨®mica ser¨¢ peor que el virus. La polarizaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs se adapta a la crisis sanitaria.
El quinto domingo de cuarentena en Brasilia (19 de abril), Jair Bolsonaro, de 64 a?os, particip¨® en un acto multitudinario contra las medidas de aislamiento por el coronavirus. Bolsonaro se mantiene firme como el ¨²nico presidente de una democracia que niega la gravedad de la amenaza mientras insiste en que una hecatombe econ¨®mica ser¨¢ mucho m¨¢s letal que esta crisis sanitaria. Ya no repite que la covid-19 es un resfriadillo o que cualquier brasile?o sobrevive a bucear en una alcantarilla. Haciendo caso omiso a las recomendaciones sanitarias m¨¢s b¨¢sicas, saludado por cientos de seguidores arracimados sin mascarillas que gritaban ¡°mito, mito¡±, los areng¨® desde la distancia entre toses que intent¨® frenar ech¨¢ndose la mano a la boca. El jefe del Estado m¨¢s poblado de Am¨¦rica Latina ten¨ªa dicho que nadie iba a cercenar su derecho de ir y venir como quisiera.
Brasil fue el primer pa¨ªs del mundo que vio en sus calles manifestaciones a favor de ese derecho y de la reapertura del comercio. Son caravanas de coches conducidos por bolsonaristas porque la polarizaci¨®n brasile?a se ha adaptado al coronavirus. Mientras el presidente hablaba sobre una camioneta en Brasilia, Tom¨¦ Abduch, de 44 a?os, portavoz del movimiento Nas Ruas (En las Calles), est¨¢ a punto de arrancar su coche para liderar en S?o Paulo, epicentro de la enfermedad en Brasil, la protesta que su movimiento ha convocado por todo el pa¨ªs. Los movilizados son sobre todo hombres, casi todos blancos, m¨¢s bien de clase media alta. ¡°Es f¨¢cil encerrar a todo el mundo en casa cuando tienes el frigor¨ªfico lleno y tu casa est¨¢ segura, pero la desnutrici¨®n va a causar innumerables muertes. Es importante equilibrar¡±, afirma este empresario, ingeniero civil y activista anticorrupci¨®n forjado en las grandes manifestaciones que cristalizaron en la destituci¨®n de la presidenta izquierdista Dilma Rousseff.
Aunque el pa¨ªs tiene la sanidad p¨²blica m¨¢s robusta de Sudam¨¦rica, el 15% de la poblaci¨®n brasile?a vive en regiones sin UCI
Ahora el terreno de batalla pol¨ªtica son las cuarentenas decretadas por los gobernadores y la cloroquina, un medicamento que Bolsonaro considera mucho m¨¢s prometedor de lo que la ciencia ha demostrado por ahora. El cisma es entre los que defienden el aislamiento social para evitar el colapso hospitalario y salvar vidas, aunque el da?o econ¨®mico sea inmenso, y los que abogan por aislar solo a los m¨¢s vulnerables para evitar una hecatombe econ¨®mica que se cebar¨¢ en los m¨¢s pobres. Una batalla que se libra en las instituciones, los medios y las redes.
Brasil ha realizado un n¨²mero de test ¨ªnfimo (300 por cada mill¨®n de habitantes) por falta de an¨¢lisis y de reactivos para procesarlos. Aunque Brasil tiene la sanidad p¨²blica m¨¢s robusta de Sudam¨¦rica, el 15% de la poblaci¨®n vive en regiones sin unidades de cuidados intensivos. El Estado de Cear¨¢ tiene ya todas sus UCI ocupadas, mientras en S?o Paulo la ocupaci¨®n ronda el 70%.
Abduch dice que no duda de la gravedad de la enfermedad. Sus padres est¨¢n aislados, pero defiende que quienes no son mayores y est¨¢n sanos, como ¨¦l y su esposa, deber¨ªan poder abrir sus negocios y salir a trabajar. ?l, como Bolsonaro, limitar¨ªa el aislamiento a los mayores de 60 a?os, los enfermos cr¨®nicos y quienes conviven con ellos. La OMS y el Ministerio de Salud e incluso las Fuerzas Armadas de Brasil insisten en que reducir al m¨ªnimo el contacto entre personas es por ahora la mejor manera de frenar los contagios. Cuando la crisis evidenci¨® que Bolsonaro estaba en un bando y su ministro de Salud en el otro, lo destituy¨® para nombrar uno m¨¢s af¨ªn que ha prometido cuidar de la salud y de la econom¨ªa de sus compatriotas. La mayor¨ªa de los brasile?os apoya las medidas de aislamiento social, pero el respaldo va mermando a medida que pasan las semanas.
Antes de la caravana, Abduch aseguraba en la cocina de su chal¨¦ que las cuarentenas son en realidad parte de un plan orquestado por los otros poderes para que Brasil quiebre y deshacerse de Bolsonaro. ¡°Si hacemos una proyecci¨®n, veremos que la ca¨ªda del empleo y la econom¨ªa va a matar mucho m¨¢s que el coronavirus. Por eso deber¨ªa haber preocupaci¨®n con las dos cosas. Y los gobernadores est¨¢n haciendo m¨¢s bien lo contrario. Consideran que el Gobierno federal les tiene que enviar dinero sin ninguna contrapartida. ?Y qu¨¦ pasa? Que el Gobierno federal no tiene ese dinero. Quiebra¡±, afirma este brasile?o emprendedor que veranea en Baleares. ¡°Est¨¢n claramente dando un golpe para que el Gobierno federal se quede sin dinero y pedir un impeachment de Bolsonaro, igual que hicieron con Dilma. Para m¨ª eso es una estrategia para derribar al Gobierno, un Gobierno que intenta cambiar nuestro pa¨ªs¡±. Los que salen ahora a la calle contra las cuarentenas consideran a Bolsonaro el garante del cambio radical que a su juicio requiere el sistema pol¨ªtico. Y a los l¨ªderes de los otros poderes, unos izquierdistas peligrosos.
Para el analista Oliver Stuenkel, de la Fundaci¨®n Getulio Vargas, las protestas son fruto de ¡°una estrategia sofisticada¡± adoptada por otros populistas como el venezolano Hugo Ch¨¢vez o el h¨²ngaro Viktor Orb¨¢n: ¡°En las democracias saludables no hay manifestaciones prorr¨¦gimen. Son producto de un l¨ªder reclamando a sus seguidores que ataquen a un enemigo escogido¡±.
Abduch recalca que ¨¦l no se considera bolsonarista. Apoya al presidente porque es rompedor y porque su llegada al palacio de Planalto fue un bofet¨®n al sistema corrupto. ¡°Puede que las formas [de Bolsonaro] no sean las mejores, pero el contenido s¨ª lo es¡±. En el v¨ªdeo de convocatoria, Abduch instaba a los conductores de la caravana a que se lavaran las manos, usaran mascarilla y no salieran de sus coches, pero llegado el d¨ªa a nadie parece importarle que hagan tiempo charlando en corrillos. Nadie levanta tampoco una ceja ante un cami¨®n con una enorme pancarta que dice: ¡°Exigimos una intervenci¨®n militar ya¡±.
Muchos brasile?os con trabajo fijo y ahorros empezaron a confinarse, asustados por las im¨¢genes que llegaban desde Europa, antes de que las autoridades estatales cerraran las escuelas, las tiendas, los estadios, las iglesias y los centros comerciales. S?o Paulo, con 20 millones de habitantes, est¨¢ desconocida sin el infernal tr¨¢fico de siempre. Pero en un pa¨ªs tan desigual una minor¨ªa puede trabajar desde casa y hacer pan por las noches mientras decenas de millones de personas necesitan salir a ganarse el pan a diario, no pueden mantener la distancia m¨ªnima porque viven hacinados. Los contagios y las muertes siguen aumentando pero a menos velocidad de lo inicialmente pronosticado por los expertos. ¡°Creo que no va a ser tan grave como en pa¨ªses fr¨ªos y con poblaciones m¨¢s mayores¡±, dice Elisabet Andrade, de 56 a?os, una vendedora de Avon y Natura que acude a la protesta con una mascarilla con la bandera de Brasil. Sostiene que todo el mundo deber¨ªa protegerse con m¨¢scara, gel¡, y que las tiendas deber¨ªan abrir por turnos, pero sobre todo que hay que salir a la calle para echar al gobernador, a los presidentes de la C¨¢mara de Diputados y del Senado para que dejen de poner trabas a Bolsonaro, que con su familia ¡°va a resolver los problemas de Brasil¡±.
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