Sociolog¨ªa coronaria
Falta una enormidad para aprender a cuidar de verdad el bien com¨²n, para ser socialmente respetuosos
Me gusta mucho la gente; digamos que soy lo contrario de un mis¨¢ntropo. Me interesan las personas, me emociono f¨¢cilmente con ellas, me intriga el peque?o enigma que alberga cada cual, nuestra peculiar manera de estar en el mundo. Porque hay dos afirmaciones que, pese a ser opuestas, son las dos verdaderas, a saber: todos los humanos nos parecemos y todos los humanos somos distintos. Y a m¨ª me regocija encontrar tanto las semejanzas como las diferencias. As¨ª que me paso el d¨ªa observando a los dem¨¢s.
La pandemia, c¨®mo no, ha ofrecido bastantes oportunidades para curiosear en la manera de ser de los individuos. Para hacer una especie de sociolog¨ªa barata. Por ejemplo, he descubierto, en el aplauso, un par de vecinos algo lejanos que tienen todo el d¨ªa las persianas de su casa bajadas, dejando tan s¨®lo un peque?o resquicio en la zona inferior, por donde sacan las manos para aplaudir, como cautivos. Tal vez hayan estado enfermos con el virus, me digo, y quieren extremar las precauciones para no soltar un reguero de microgotas ventana abajo. Pero no parece muy probable, porque llevan dos meses haciendo lo mismo y no levantan las persianas a ninguna hora del d¨ªa. As¨ª que tal vez sea una cuesti¨®n de hipocondr¨ªa y de miedo, miedo a que entre el bicho por la ventana (nada que objetar: cada cual es muy libre de buscar la manera en la que se siente m¨¢s protegido).
Peor son aquellos que van por la calle como si no pasara nada; los que te respiran en el cogote sin mascarilla cuando est¨¢s en el supermercado y manosean los productos para dejarlos despu¨¦s en las baldas. Hay borricos as¨ª de toda especie, sexo, edad y condici¨®n, pero en este arbitrario estudio coronario que estoy haciendo yo dir¨ªa que predominan los j¨®venes. Lo cual, por otra parte, ser¨ªa l¨®gico, porque a los 20 a?os la muerte no existe, ni siquiera en mitad de esta tragedia. A esa edad es mucho m¨¢s dif¨ªcil que te quepa en la cabeza que puede pasarte algo.
Luego est¨¢n los abuelos maravillosos. Al sacar a mis perras por la ma?ana coincido con la franja horaria de los mayores, y el primer d¨ªa que les autorizaron a salir fue memorable. Las aceras estaban atiborradas de hombres y mujeres veteranos, todos ellos con mascarilla, aunque, eso s¨ª, unos cuantos la llevaran por debajo de la nariz y sin estirar (tal vez no supieran que hay que desplegarlas). Me enterneci¨® especialmente un matrimonio de octogenarios que iban agarraditos del brazo, bien apuntalados el uno con el otro, pero que, cuando se sentaron en un banco al sol, se instalaron cada uno en una punta, lo m¨¢s lejos posible la una del otro, bajo la en¨¦rgica direcci¨®n de la mujer, que sin duda hab¨ªa escuchado lo de la distancia higi¨¦nica: ¡°?Vete m¨¢s para all¨¢, m¨¢s para all¨¢!¡±. Tambi¨¦n vi un par de septuagenarios recientes, dos hombres juveniles y de buen ver, corriendo en plan deportivo, resoplando como marsopas y claramente mortificados por tener que salir con los abuelos (dentro de muy poco ser¨¦ igual que ellos). Las franjas de edad son matadoras.
Pero lo m¨¢s matador es lo siguiente: muy cerca de mi casa, la acera se ensancha con un parterre de c¨¦sped y ¨¢rboles, y es ah¨ª adonde llevo a mis perras. Durante el mes y pico de confinamiento, esa peque?a isla de verdor ha estado limp¨ªsima. Pero a la ma?ana siguiente del primer d¨ªa que dejaron salir a los ni?os menores de 14 a?os, la zona parec¨ªa un basurero. Pa?uelos de papel sucios, guantes de goma, mascarillas, cubiletes de flanes o de helados, bolsas vac¨ªas de patatas fritas, pl¨¢sticos variados en diversos estados de desgarro. S¨®lo ech¨¦ en falta un buen pa?al sucio para completar la gorrinada. Y ya ven, no cab¨ªa el consuelo de pensar: es cosa de unos cuantos adolescentes, que todav¨ªa no les ha madurado del todo el cerebro. No. Fue tras la salida de los ni?os con sus padres, lo que indica la estupenda ense?anza, el formidable ejemplo que algunos de esos padres dan a sus hijos. No quiero desesperarme: s¨¦ que este pa¨ªs ha mejorado mucho en civilidad en los ¨²ltimos a?os. Pero a¨²n nos falta una enormidad para aprender a cuidar de verdad el bien com¨²n, para ser socialmente respetuosos. Para dejar de ser tan guarros, maldita sea. Hay gente que te pone muy dif¨ªcil lo de seguir queri¨¦ndola.
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