Gritos de socorro
Observen bien esta fachada perteneciente a un edificio de la plaza de la Hoja, en Bogot¨¢. En el interior de esas viviendas permanece la gente confinada por culpa del coronavirus. En principio, lo ¨²nico que llama la atenci¨®n es la simetr¨ªa, a la que somos tan aficionados porque nos representa (estamos compuestos de dos mitades iguales unidas entre s¨ª). Lo sim¨¦trico nos proporciona calma, nos tranquiliza. De ah¨ª el modo en que los jardineros recortan los setos de aligustre y el porqu¨¦ de que las hachas prehist¨®ricas fueran de doble faz. De ah¨ª tambi¨¦n nuestra pasi¨®n por los n¨²meros capic¨²as (61016), tan demandados en las administraciones de loter¨ªas, y por las palabras conocidas como pal¨ªndromos, que dicen lo mismo le¨ªdas de izquierda a derecha que de derecha a izquierda (solos).
Sin embargo, la simetr¨ªa perfecta es pr¨¢cticamente inexistente. Parta usted en dos una naranja, una manzana, una patata y observar¨¢ que siempre hay diferencias m¨¢s o menos visibles. En la fachada que nos ocupa, llama la atenci¨®n el trapo rojo que cuelga de algunas de las ventanas quebrando la armon¨ªa crom¨¢tica del conjunto. Significa que en el interior de esas viviendas se pasa hambre, que no hay comida, en fin, que no existe la igualdad que podr¨ªan sugerir los elementos arquitect¨®nicos. Ese microcosmos carece, pues, del equilibrio deseable. Si traslad¨¢ramos ese lenguaje al resto del mundo, en muchos balcones de aqu¨ª y de all¨¢, en vez de las banderas patri¨®ticas a las que somos tan aficionados, ondear¨ªan estos gritos de socorro que actuar¨ªan tambi¨¦n como denuncia del desorden que nos habita.
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