Las ceramistas de Sejnane: guardianas de un arte milenario
En este poblado al noreste de T¨²nez, las mujeres dominan t¨¦cnicas ancestrales para trabajar la cer¨¢mica que se han transmitido de generaci¨®n en generaci¨®n por m¨¢s de 3.000 a?os. Un conocimiento considerado hoy Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco
Sentadas en el suelo del peque?o taller, las tres cu?adas platican mientras sus manos, veloz y sutilmente, forman con barro distintas figuras que poco a poco se acumulan a su alrededor. Viven en las afueras de Sejnane, un poblado al noroeste de T¨²nez, en la regi¨®n de Bizerta. Est¨¢n casadas con tres hermanos que construyeron sus hogares uno al lado del otro. Cada una de ellas tiene un peque?o cuarto en el patio de su casa, adaptado como taller, en los que se re¨²nen para trabajar y pasar tiempo juntas.
La destreza de sus manos es prueba de su experiencia. Zohra, la cu?ada m¨¢s veterana, domina el oficio desde hace 40 a?os, mientras que Moufida trabaja la cer¨¢mica desde hace dos d¨¦cadas. ¡°Es la beb¨¦¡±, dice tiernamente Zohra. Como ellas, cientos de mujeres en Sejnane modelan el barro y son ¨²nicas en el planeta en hacerlo de esta peculiar forma que llam¨® la atenci¨®n de la Unesco: en 2018 las declar¨® Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
L¨ªneas en la piel
La cer¨¢mica de Sejnane tiene su origen en los amazigh, pueblo aut¨®ctono del norte de ?frica com¨²nmente llamados bereber, y se realiza desde hace m¨¢s de 3.000 a?os. La artesan¨ªa se ha mantenido hasta nuestros d¨ªas transmiti¨¦ndose de generaci¨®n en generaci¨®n. Las cu?adas aprendieron el oficio de sus madres, a quienes se lo ense?aron sus abuelas, que sab¨ªan por sus propias madres y as¨ª por tres milenios.
Nozha Sekik, entnoantrop¨®lga tunecina, ahora retirada y anteriormente investigadora del Instituto del Patrimonio Nacional, es una de las expertas en el tema y afirma que esta producci¨®n se remonta al Neol¨ªtico y Edad de Bronce. "Sabemos que el origen es amazigh, nada m¨¢s, a lo mejor nuestras abuelas lo sab¨ªan y, si vivieran, nos lo explicar¨ªan", comenta Najet, una de las tres cu?adas.
La sesi¨®n de cer¨¢mica se interrumpe y cada una vuelve a casa a preparar el almuerzo. En la mesa de Zohra reposa un plato de cus-cus con pollo y verduras, una jarra con zumo de frutas y un poco de pan reci¨¦n horneado. ¡°Pr¨¢cticamente lo ¨²nico que compramos es sal¡±, dice Zohra mientras se sienta a comer. Todo lo que est¨¢ en la mesa viene de su huerto y sus animales. La tierra no solo les da todo para alimentarse, tambi¨¦n todo para la cer¨¢mica.
En primavera, las mujeres recogen el barro y lo llevan a sus hogares sobre la espalda. ¡°Sacamos la arcilla de los cauces secos de la monta?a, despu¨¦s la trituramos y remojamos para amasarla. La preparaci¨®n dura tres d¨ªas, despu¨¦s la dejamos en agua para que no se estropee. El trabajo es dur¨ªsimo¡±, explica Zohra. Amasan el barro descalzas: durante poco menos de una hora lo pisan una y otra vez hasta obtener la consistencia para moldearlo. Crean las figuras y, cuando est¨¢n secas, las cocinan. Estos d¨ªas son lluviosos, pero esta tarde el cielo parece dar tregua, as¨ª que deciden poner las piezas al fuego.
La milenaria tradici¨®n no concibe ni de tornos ni de hornos. Najat va al granero; dentro hay tres vacas. De ah¨ª saca el excremento de aquellas bestias mezclado con paja y lo coloca sobre una l¨¢mina oxidada, creando un mont¨ªculo en cuyo interior se esconden las piezas. Enciende la hoguera y espera una hora.
Patrimonio inmaterial olvidado de la humanidad
¡°Nuestras madres y abuelas realizaban esta labor para crear objetos de su vida cotidiana: sartenes, ollas y morteros. Hoy trabajamos la cer¨¢mica para ganar dinero porque es el ¨²nico trabajo que podemos hacer¡±, explica Moufida. Su punto de venta son dos mesas viejas al lado del camino que conecta Sejnane con el resto de la regi¨®n. Pasan pocos autos, en su mayor¨ªa de residentes. Si alguien se interesa en las figuras, toca el claxon y saldr¨¢ alguna cu?ada a hacer la venta. Pero hoy, ya hace dos meses que nadie llega. "En un buen mes podemos ganar 60 dinares (19 euros)", explica Najat.
A pesar de tod,o nunca vamos a dejar este trabajo, es nuestro destino, algo escrito
Su situaci¨®n laboral poco ha cambiado tras la declaraci¨®n de Naciones Unidas. ¡°Es solo publicidad, la verdad es pura amargura. En 2018, despu¨¦s del reconocimiento de la Unesco, el Estado nos compr¨® a 70 mujeres, mercanc¨ªas por 160 dinares (50 euros), pero todav¨ªa no hemos cobrado ninguna. Fuimos al Ministerio de Cultura a pedir el pago, tomaron nuestros tel¨¦fonos para contactarnos, pero todas fueron falsas promesas¡±, afirma Najat.
Las j¨®venes se siguen preparando para el oficio. Hendai y Nada, hijas de Najat y Moufida respectivamente, prestan atenci¨®n. ¡°Para conservar nuestro patrimonio. Nos encanta este trabajo, nunca fue una obligaci¨®n¡±, explica Hendai, de 19 a?os, que comenz¨® a aprender a los 13. Est¨¢ a punto de casarse y asegura que, cuando lo haga, dejar¨¢ la escuela y se dedicar¨¢ a la cer¨¢mica por afici¨®n. Su prima, Nada, es estudiante y cuenta que le gustar¨ªa dedicarse ¨²nicamente a la cer¨¢mica si no fuera un oficio tan precario, pero por ahora buscar¨¢ empleo. Es dif¨ªcil encontrar un trabajo en la regi¨®n. El Instituto Nacional de estad¨ªstica de T¨²nez se?ala que en 2014 la tasa de desempleo nacional en mujeres era de 21,1%. Desde entonces, se ha avanzado poco: a finales de 2019 era del 21,7%, cifra que aumenta en zonas rurales.
La primavera que nunca lleg¨®
La llamada Primavera ?rabe de 2011 no termin¨® en una guerra civil o en una brutal represi¨®n en T¨²nez, a diferencia de lo que sucedi¨® en otros pa¨ªses. Desde entonces, este peque?o pa¨ªs magreb¨ª vive una transici¨®n a la democracia lenta y que a¨²n est¨¢ por rendir frutos.
El Estado est¨¢ poco presente en la vida de las ceramistas y cuando se presenta lo hace como ave de mal ag¨¹ero. ¡°Nada, del Gobierno no cobramos nada, estamos olvidadas, vivimos del poco dinero que ganamos, hemos intentados transmitir peticiones y quejas, pedir ayudas sociales para mejorar un poco estas terribles condiciones en que vivimos... Pero no hemos recibido respuesta¡±, exclama Najat, enfadada.
En Sejnane la revoluci¨®n les ha pasado del lado. ¡°Seguimos estando en la mierda¡±, concluye Zohra con una carcajada ir¨®nica. Las mujeres trabajan con resiliencia, pues tienen claro que de ellas depende su sustento. ¡°A pesar de todo, nunca vamos a dejar este trabajo, es nuestro destino, algo escrito. Agradecemos a Dios hab¨¦rnoslo dado y ojal¨¢ nos d¨¦ la salud para conservarlo¡±, concluye Zohra con una sutil, pero franca sonrisa.
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