?Qu¨¦ da m¨¢s miedo ¡®Tiburon¡¯ o ¡®Pinocho¡¯?
M¨¢s de cuatro d¨¦cadas despu¨¦s las dos historias se ven las caras en este extra?o verano. Se han cumplido los 45 a?os del estreno de la pel¨ªcula de Spielberg y est¨¢ a punto de estrenarse un Pinocho al servicio de los avances digitales
La pel¨ªcula que m¨¢s veces he visto en mi vida es Tibur¨®n, seguramente por mi incurable peterpanismo. La primera vez en uno de esos cines de verano en la playa cuyas sillas de pl¨¢stico resultaban criminales si llevabas pantalones cortos. Desde ni?a me aterra ba?arme en el mar de noche, pero echarle la culpa solo a la pel¨ªcula de Spielberg ser¨ªa injusto. Mi p¨¢nico le debe tanto a Tibur¨®n como a la serie que Luigi Comencini rod¨® en la misma d¨¦cada para la RAI sobre Pinocho y que yo deb¨ª ver en la emisi¨®n que se hizo en Espa?a en color en 1977. La serie estaba interpretada por Nino Manfredi en la piel de Geppetto, Gina Lollobrigida en la del Hada y el ni?o Andrea Balestri como el personaje de Carlo Collodi.
"Desde ni?a me aterra ba?arme en el mar de noche, pero echarle la culpa solo a la pel¨ªcula de Spielberg ser¨ªa injusto. Mi p¨¢nico le debe tanto a 'Tibur¨®n' como a la serie que Luigi Comencini rod¨® en la misma d¨¦cada para la RAI sobre Pinocho y que yo deb¨ª ver en la emisi¨®n que se hizo en Espa?a en color en 1977"
En el cap¨ªtulo final, Geppetto aparec¨ªa viviendo como un loco ermita?o dentro de la ballena que se lo hab¨ªa tragado y Pinocho, arrepentido de la mala vida que le hab¨ªa dado a su pobre padre, iba a rescatarlo. La ballena no era un juguete sofisticado como el escualo fabricado por los estudios Universal, sino una cutre recreaci¨®n de tela y gomaespuma que en ning¨²n caso pretend¨ªa ser muy cre¨ªble. Daba igual. Lollobrigida era una muerta viva con el pelo violeta y la historia era la un tronco de madera que hablaba. El caso es que hasta eso resultaba real, quiz¨¢ por c¨®mo Comencini recreaba en espacios naturales ese mundo de p¨ªcaros y marionetas donde robaban, secuestraban, ataban como un perro, llevaban a la c¨¢rcel y hasta convert¨ªan en burro a un ni?o ego¨ªsta y mentiroso. Creo que pocos personajes literarios me provocan tanta tristeza como Geppetto.
Es curioso que m¨¢s de cuatro d¨¦cadas despu¨¦s las dos historias se ven las caras en este extra?o verano. Por un lado se han cumplido los 45 a?os del estreno de Tibur¨®n y (si la pandemia lo permite) por otro, a finales de este mes se estrenar¨¢ en Espa?a la versi¨®n del personaje que ha filmado Matteo Garrone con Roberto Benigni de protagonista y un Pinocho al servicio de los avances digitales. Imagino que la ballena esta vez s¨ª ser¨¢ como las de verdad, aunque quiz¨¢ por eso mismo no logre dar tanto miedo. Como en Tibur¨®n, en Las aventuras de Pinocho la m¨²sica era un elemento inquietante. La banda sonora de Fiorenzo Carpi te llevaba a un mundo de juglares y trovadores lleno de misterio.
La efem¨¦ride de la pel¨ªcula de Spielberg ha servido no solo para volver a exhibirla en un centenar de salas de su pa¨ªs sino para que se publiquen decenas de art¨ªculos y reportajes sobre lo que signific¨® esta pel¨ªcula en Hollywood. En la mayor¨ªa se repiten las mismas an¨¦cdotas y datos del accidentado rodaje para ilustrar la que parece su mayor virtud, el efecto industrial que tuvo la pel¨ªcula. En su libro Misterios de la sala oscura (Taurus), la cr¨ªtica de cine mexicana Fernanda Sol¨®rzano va m¨¢s all¨¢ con un texto titulado La entronizaci¨®n de la adolescesncia que teoriza no solo sobre el nacimiento del blockbuster sino sobre la paradoja de que sea precisamente Spielberg, el menos joven de esp¨ªritu de su generaci¨®n, un cineasta que como escribi¨® Peter Biskind particip¨® poco del esp¨ªritu juvenil y contracultural de su ¨¦poca, el que mejor supo leer las necesidades del p¨²blico que nac¨ªa. Una generaci¨®n de perpetuos adolescentes que encontr¨® en esta pel¨ªcula la catarsis sin dolor que andaba buscando.
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