C¨®mo el f¨²tbol de clase obrera lleg¨® a lo m¨¢s alto y muri¨® en Valencia hace 40 a?os
Cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, los buenos aficionados del Nottingham Forest siguen nutriendo su nostalgia con memorables an¨¦cdotas de aquel equipo provinciano que se puso Inglaterra y Europa por montera
Tuvo su momento de gloria, demostrando que no hac¨ªa falta ser ni un club millonario ni una plantilla de finos estilistas para alzarse con la Copa de Europa, pero el f¨²tbol ingl¨¦s de clase obrera empez¨® a morir en Valencia una tarde de oto?o de 1980. El 17 de diciembre, un grupo de orgullosos descastados procedentes de la Inglaterra profunda lleg¨® al Luis Casanova (hoy Mestalla) para jugar la vuelta de la Supercopa de Europa. Perdieron 1 a 0, con gol del uruguayo Fernando Morena en una jugada extra?a que tuvo algo de comedia an¨¢rquica y otro tanto de realismo m¨¢gico. El t¨ªtulo se qued¨® en Valencia. Artemio Franchi, presidente de la UEFA, le entreg¨® al cuadro valencianista una algo chapucera reproducci¨®n del trofeo, porque el aut¨¦ntico no hab¨ªa viajado a orillas del Turia.
El Nottingham Forest que hinc¨® la rodilla esa tarde ven¨ªa de ganar dos copas de Europa consecutivas, las de 1979 y 1980, en un par de finales plomizas, resueltas a base de sangre, sudor y l¨¢grimas. Era un genuino representante de un f¨²tbol en tonos sepia, proletario, montaraz y con un fuerte arraigo local que se perder¨ªa tras la entrada en vigor de la ley Bosman (1995). Todos eran brit¨¢nicos (ingleses, escoceses o irlandeses) con la excepci¨®n del suizo Raimondo Ponte. Eran, en su mayor¨ªa, fumadores, bebedores, lenguaraces y pendencieros, y alguno de ellos ten¨ªa vicios tan impropios de un deportista de ¨¦lite como las prostitutas o el juego. Practicaban un f¨²tbol norte?o, de ida y vuelta, aguerrido y abrupto, pero no exento de t¨¦cnica. La dosis de sofisticaci¨®n se la aportaba el inquilino de su banquillo, la verdadera estrella del equipo. Un tal Brian Clough.
Lo jugadores del?Nottingham Forest eran, en su mayor¨ªa, fumadores, bebedores, lenguaraces y pendencieros, y alguno de ellos ten¨ªa vicios tan impropios de un deportista de ¨¦lite como las prostitutas o el juego
Lo que diga el m¨ªster
Sobre Clough se ha escrito un libro estupendo, The Damned United, convertido en 2009 en una pel¨ªcula que dirigi¨® Tom Hooper y protagoniz¨® Michael Sheen. Es la cr¨®nica de los 44 d¨ªas en que el entrenador de Yorkshire, tras triunfar con el Derby County, se puso al frente de un equipo al que detestaba con toda su alma, el Leeds United, para acabar siendo cesado tras exasperar en tiempo r¨¦cord a jugadores, directivos, prensa y afici¨®n.
Clough fich¨® a continuaci¨®n por el Nottingham Forest, un club venido a menos. Encontr¨® al equipo penando en segunda divisi¨®n y, en un c¨ªrculo virtuoso con pocos (o ning¨²n) precedente en el f¨²tbol moderno, lo ascendi¨® a primera, lo hizo campe¨®n de liga por ¨²nica vez en su convulsa y ciclot¨ªmica historia y lo llev¨® a ganar esas dos Copas de Europa seguidas que hoy nos parecen un logro herc¨²leo. Como dir¨ªa Jos¨¦ Mota: ¡°No te pido que lo superes, igu¨¢lamelo¡±.
El Forest de oto?o de 1980 era un equipo que hab¨ªa ascendido ya sus cumbres del Himalaya y volv¨ªa al llano perplejo y exhausto. Un par de meses antes de su derrota en Valencia, el CSKA de Sof¨ªa les derrotaba en la primera ronda de la Copa de Europa, haciendo imposible un tercer t¨ªtulo consecutivo por el que las casas de apuestas hubiesen pagado una aut¨¦ntica fortuna. Clough aprovech¨® un corto par¨®n competitivo para llevarse a su escuadr¨®n de irreductibles a Cala Major, en la mallorquina bah¨ªa de Palma, el cuartel de invierno al que acud¨ªan cuando se hartaban de dar y recibir patadas bajo la fr¨ªa lluvia norte?a. ¡°All¨ª beb¨ªan, fumaban, ligaban y confraternizaban¡±, nos cuenta el periodista Paco Gisbert, autor del libro Ja tenim equip, una cr¨®nica de los cien primeros a?os de historia del Valencia.
Un partido ¨¢spero
Gisbert estuvo en el Luis Casanova la tarde en que Mario Kempes y compa?¨ªa derrotaron al Nottingham Forest. Hab¨ªa expectaci¨®n por ver a los de Clough ¡°por la m¨ªstica que acompa?aba en aquella ¨¦poca a los equipos ingleses¡±. Eran a?os de f¨²tbol casi clandestino, ¡°en los que se televisaba un partido de cada 50¡±, y jugadores como Peter Shilton o Trevor Francis eran leyendas para los aficionados espa?oles, ¡°entre otras cosas, por las pocas oportunidades que ten¨ªamos de verlos¡±. Gisbert recuerda a un equipo ¡°algo justo de ideas y que transmit¨ªa cansancio f¨ªsico y psicol¨®gico, pero aun as¨ª consigui¨® competir al l¨ªmite con un Valencia de muy alto nivel y poco menos que invencible en casa por entonces¡±.
Otro que vio el partido en la grada es el periodista deportivo Paco Lloret, director en su d¨ªa de deportes de Canal 9. Lloret recuerda que los ingleses hab¨ªan ganado 2 a 1 en la ida, disputada tres semanas antes en Nottingham, ¡°con dos goles de un tal Ian Bowyer en un partido que no pudimos ver, porque los c¨¢maras de la BBC estaban en huelga y el Forest impidi¨® al resto de cadenas acceder al estadio¡±. Eran tiempos en que los clubs viv¨ªan de la taquilla y estaban en pugna continua con las televisiones p¨²blicas, mucho menos dispuestas que ahora a hipotecarse por ofrecer espect¨¢culos deportivos en directo.
Los forajidos de Nottingham le causaron a Lloret ¡°una buena impresi¨®n¡±. Ten¨ªan ¡°un estilo muy brit¨¢nico, agresivo e intenso, pero dir¨ªa que no violento¡±. Recuerda en especial ¡°a Shilton, un portero con muy buena planta, siempre concentrado, siempre bien colocado¡±; a Trevor Francis, ¡°un delantero centro por el que hab¨ªan pagado una aut¨¦ntica fortuna y que a simple vista pod¨ªa parecer el cl¨¢sico tanque, tosco y robusto, pero con muchos recursos y muy bien pie¡±, y a Viv Anderson, ¡°el lateral derecho, el primer futbolista negro que jug¨® con la selecci¨®n de Inglaterra¡±.
?No era para tanto?
Para Santiago Segurola, periodista deportivo con una larga trayectoria en EL PA?S, As, Marca o Bein Sports, el futbolista m¨¢s interesante de aquel Forest tal vez fuese uno de los que menos llamaban la atenci¨®n, ¡°el volante escoc¨¦s John Robertson, un diestro que jugaba a pierna cambiada y que era listo, punzante, y hac¨ªa mucho da?o con su disparo lejano y sus diagonales hacia el ¨¢rea¡±.
A Segurola no le entusiasmaba Shilton, ¡°una leyenda, pero tambi¨¦n un portero sobrevalorado por la prensa inglesa, que quiso ver en su rivalidad deportiva de aquellos a?os con Ray Clemence, del Liverpool, una especie de duelo de titanes cuando ninguno de los dos era nada del otro mundo¡±. A Shilton le reprocha, sobre todo, ¡°que alarg¨® su carrera hasta el rid¨ªculo, hasta ser casi incapaz de mover los brazos, como en el mundial de 1986¡±, pero ya en 1980 le parec¨ªa un guardameta ¡°en decadencia a sus 30 a?os, aunque es cierto que ten¨ªa un cierto instinto y se colocaba bien¡±.
El espigado Trevor Francis tampoco era santo de la devoci¨®n de Segurola: ¡°El c¨¦lebre mill¨®n menos una libra que pagaron al Birmingham City por ¨¦l, cuando era poco m¨¢s que una eterna promesa de 23 a?os, siempre me ha parecido muy exagerado. No val¨ªa tanto, era el t¨ªpico delantero ingl¨¦s de la ¨¦poca. Tal vez con una t¨¦cnica y un talento por encima de la media, pero tampoco nada extraordinario¡±. S¨ª guarda muy buen recuerdo de Viv Anderson, ¡°un lateral de estilo muy moderno, de los pocos en aquellos a?os que llegaban por rutina a la l¨ªnea de fondo. Era fino y daba mucha profundidad a su equipo, aunque tampoco creo que fuese un excepcional defensor¡±.
El periodista deportivo Santiago Segurola considera muy significativo que ¡°las dos finales de copa de Europa que ganaron los futbolistas de Nottingham ya fueran consideradas en su d¨ªa las m¨¢s aburridas de la historia¡±
A qu¨¦ se jugaba por entonces
La opini¨®n sobre Clough de los expertos consultados tambi¨¦n var¨ªa sensiblemente. Los tres coinciden en su grandeza, pero con importantes matices. Paco Lloret le describe como ¡°un gran agitador que hac¨ªa mucho ruido para centrar los focos en ¨¦l y quitarle presi¨®n a los jugadores, como Jos¨¦ Mourinho a?os despu¨¦s¡±. Lloret recuerda al estratega de Yorkshire quej¨¢ndose en la sala de prensa del Luis Casanova ¡°por haber perdido aquella final debido al valor superior de los goles fuera de casa, una regla que defini¨® como absurda¡±. Tambi¨¦n protest¨® de manera muy vehemente ¡°por la dureza del Valencia", cuando lo cierto es que aquel fue un partido bronco, pero su equipo en absoluto se qued¨® atr¨¢s a la hora de cortar el juego y meter el pie.
Para Gisbert, ¡°Clough era un tipo de entrenador intervencionista, riguroso y creativo¡±. Trabajaba muy bien ¡°la presi¨®n avanzada y las jugadas de estrategia¡± en una ¨¦poca en que ¡°el futbol espa?ol estaba muy por detr¨¢s del ingl¨¦s en cuanto a orden y rigor t¨¢ctico, algo que descubrimos aqu¨ª pocos a?os despu¨¦s cuando el F¨²tbol Club Barcelona fich¨® a Terry Venables¡±. El f¨²tbol espa?ol segu¨ªa siendo en gran medida ¡°de los futbolistas¡±. Los entrenadores ejerc¨ªan ¡°de rudimentarios psic¨®logos, de alineadores y de gestores del grupo humano¡±. La principal diferencia entre aquel Valencia y aquel Forest estaba, seg¨²n Gisbert, ¡°en los banquillos: a los nuestros los entrenaba Pasieguito, un hombre de la casa, amable y sencillo, pero con ideas de f¨²tbol muy elementales, y ellos ten¨ªan a un genio avanzado a su tiempo como Clough¡±.
Para Segurola, ¡°Clough fue en aquel Nottingham Forest lo que Javier Clemente ser¨ªa en el Athletic de Bilbao pocos a?os despu¨¦s¡±. El hombre perfecto para echarse el club a la espalda y liderar un gran salto cualitativo. Segurola ha le¨ªdo The Damned United y le fascina ¡°el gran personaje que fue Clough dentro y fuera de los banquillos. Su egolatr¨ªa, su sentido de la lealtad, su historia de amistad, rivalidad y desencuentros con su ayudante, Peter Taylor, su tendencia a crearse enemigos, su desproporcionada sed de protagonismo¡±.
En su opini¨®n, Clough fue, sobre todo, ¡°una enorme figura medi¨¢tica en una ¨¦poca en la que muchos entrenadores era gestores grises. En eso se parec¨ªa a Bill Shankley, el estratega del gran Liverpool de los sesenta y setenta¡±. A Clough le reconoce Segurola ¡°ideas brillantes e intuiciones geniales¡±, as¨ª como una extraordinaria capacidad para sacar petr¨®leo ¡°de un grupo de jugadores competentes, pero m¨¢s bien discretos¡±. Pero el suyo no fue, en opini¨®n del analista deportivo, un equipo ¡°de autor¡±. No tuvo una influencia ni un legado, ¡°no transform¨® el f¨²tbol, ni siquiera dej¨® grandes partidos para el recuerdo¡±.
Jugamos como siempre, ganamos como nunca
Segurola considera muy significativo que ¡°las dos finales de Copa de Europa que ganaron los futbolistas de Nottingham ya fueran consideradas en su d¨ªa las m¨¢s aburridas de la historia¡±. Sobre todo, la primera, contra el Malmoe sueco: ¡°Marc¨® Trevor Francis en una acci¨®n aislada y echaron la persiana contra un equipo que ten¨ªa muy pocos recursos ofensivos y apenas fue capaz de crearles peligro. Puestos a reconocerles alg¨²n m¨¦rito a los de Clough, ser¨ªa el del entusiasmo y la solidaridad defensiva. Se dejaban la piel porque cre¨ªan en el grupo y en las ideas de su entrenador¡±.
Algo distinta fue la final de 1980 contra el Hamburgo, disputada en el Santiago Bernab¨¦u. Pero no por la actitud del Nottingham, ¡°que fue m¨¢s o menos la misma que el a?o anterior, pragm¨¢tica y especulativa¡±, sino por el encomiable esfuerzo del Hamburgo, ¡°un equipo excelente, con jugadores como Kaltz, Felix Magath (un zurdo con mucha clase y muy mal car¨¢cter) y Kevin Keegan, el mejor jugador ingl¨¦s de la ¨¦poca¡±. Ese d¨ªa, los alemanes desplegaron un f¨²tbol de alta escuela: ¡°Hicieron m¨¦ritos m¨¢s que suficientes para remontar el gol de Robertson, pero el f¨²tbol es un deporte en el que no siempre gana el mejor¡±. En aquella final tan sufrida, por cierto, Peter Shilton, el portero al que Paco Gisbert recuerda como ¡°mucho m¨¢s parecido al sobrio Zubizarreta que al efectista y espectacular Arconada¡±, hizo cuatro o cinco paradas de mucho m¨¦rito.
Vivir de recuerdos
Nottingham es una ciudad industrial de 321.000 habitantes a unos 200 kil¨®metros al nordeste de Londres. Su orgullo local, el Forest, dej¨® de coleccionar t¨ªtulos ya en los primeros ochenta. Hoy es propiedad del armador griego Evangelos Marinakis y acaba de quedar s¨¦ptimo en la Championship, la segunda categor¨ªa del f¨²tbol ingl¨¦s. Muy cerca de su estadio, el City Ground, con capacidad para 30.000 espectadores, hay una estatua de bronce de Brian Clough, el hombre que les permiti¨® asaltar los cielos. Los buenos aficionados del Forest siguen nutriendo su nostalgia con memorables an¨¦cdotas de aquel equipo provinciano que se puso Inglaterra y Europa por montera.
Historias como la del fichaje de Kenny Burns, un escoc¨¦s de 24 a?os que lo estaba bordando en el Birmingham, pero ten¨ªa reputaci¨®n de borracho, lud¨®pata y mujeriego. Peter Taylor, el ayudante de Clough, decidi¨® ponerle un detective para comprobar si los rumores sobre su vida privada eran o no ciertos. El informe final apuntaba a que, en efecto, Burns era juerguista y golfo, pero tal vez ¡°no mucho m¨¢s de lo normal¡±. Clough le dijo a Taylor: ¡°Vamos a ficharlo. Despu¨¦s de todo, los escoceses son gente esforzada y que tolera bien el alcohol¡±.
En cuanto a Francis, los seguidores del Forest est¨¢n orgullosos de que el fichaje del delantero de Plymouth costase ese mill¨®n de libras que le convirti¨® en su d¨ªa en el jugador m¨¢s caro de la historia. Creen que era un genio y que val¨ªa hasta el ¨²ltimo penique que se pag¨® por ¨¦l. Incluso insisten en que, de no ser por la fragilidad de sus rodillas y su tend¨®n de Aquiles, que lastraron su carrera, hoy le recordar¨ªamos como uno de los mejores delanteros centro de la historia. ?Marco Van Basten? ?Qui¨¦n es ese?
Tambi¨¦n resulta muy reveladora la historia (o leyenda) que se atribuye a Viv Anderson. Al lateral le toc¨® sufrir una ¨¦poca en que el racismo en los estadios no solo no era perseguido de manera activa, sino que se consideraba parte del paisaje. En Inglaterra ya le hac¨ªan la vida imposible, pero lo peor eran los desplazamientos internacionales, en los que resultaba habitual que los aficionados le dedicasen gestos gorilescos o le tirasen pl¨¢tanos. En esas circunstancias, Anderson ni siquiera pod¨ªa contar con la solidaridad de sus compa?eros. ¡°No te distraigas. Estate por lo que hay que estar. Juega como un hombre¡±, sol¨ªan decirle. Aquel era otro f¨²tbol.
La clase obrera conquista el para¨ªso
Lloret recuerda el deporte de los ochenta con cierta nostalgia, ¡°pese a lo primitivo, lo violento y lo casposo que era en ocasiones¡±. A¨²n no se hab¨ªa consolidado el ¡°sistema de castas, de jerarqu¨ªas econ¨®micas r¨ªgidas, que impera hoy¡±. Un equipo pod¨ªa surgir de la nada para conquistar el mundo y luego volver a la oscuridad dando paso a continuaci¨®n a otra supernova futbol¨ªstica. Paco Gisbert reivindica lo que de ¡°legendario, fascinante y m¨¢gico¡± ten¨ªa ese f¨²tbol anterior a la globalizaci¨®n: ¡°Ve¨ªamos tan pocos partidos internacionales que las finales europeas eran inmensos acontecimientos que se te grababan a fuego y recordabas para siempre. T¨² me dices que la final entre el Forest y el Malmoe de 1979 fue muy aburrida, y estoy seguro de que as¨ª fue. Pero yo la recuerdo como un partido ¨¦pico¡±.
Incluso Santiago Segurola, pese al escaso entusiasmo que le genera el Forest de Clough, reivindica que su ¨¦xito fue ¡°una de aquellas historias pintorescas que se produc¨ªan por entonces, cuando a¨²n era posible el f¨²tbol provinciano y de barrio¡±. Epopeyas obreras ¡°de antes de la irrupci¨®n de las antenas parab¨®licas de Murdoch y la dichosa ley Bosman, antes de que se impusiese el f¨²tbol metropolitano, caro, exquisito y muy profesionalizado, el de ahora¡±.
A finales de los setenta, las ligas eran muy abiertas, los equipos sufr¨ªan continuos altibajos e incluso un grupo de esforzados soldados a las ¨®rdenes de un cabo chusquero con mucho carisma y muy malas pulgas pod¨ªa irrumpir en la ¨¦lite por sorpresa y proclamarse campe¨®n de Europa. ¡°Eso s¨ª se echa de menos¡±, concluye Segurola.
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