Barenboim: ¡°En Espa?a quedan a¨²n muchos franquistas¡±
Es uno de los grandes personajes de nuestro tiempo. Pianista y director de orquesta de prestigio mundial, ha vuelto a los escenarios tras el confinamiento despu¨¦s de siete decenios de ¨¦xitos profesionales y algunos fracasos vitales. En esta conversaci¨®n sin filtros, ambientada con el humo de habanos en su casa de la provincia de M¨¢laga, habla sobre las trampas de la memoria, la ausencia de esp¨ªritu en esta ¨¦poca y lo que queda de aquel ni?o prodigio para la m¨²sica.
Ha vuelto a las sonatas de Beethoven. Nunca se alej¨® de ellas, pero el confinamiento le ha hecho profundizar en unas partituras que llevan acompa?¨¢ndole 70 a?os. Daniel Barenboim (Buenos Aires, 77 a?os) fue un ni?o prodigio. Debut¨® con siete en Buenos Aires cuando no sab¨ªa muy bien qu¨¦ quer¨ªa decir aquella expresi¨®n. Fue un misterio hasta los 15, cuando su padre y primer maestro, ya despu¨¦s de que se mudaran a Israel, le dijo: ¡°Tira a la basura el prodigio y qu¨¦date para siempre con el ni?o para la m¨²sica¡±. Quiz¨¢s por eso le cueste envejecer. M¨¢s cuando ve el mundo patas arriba, muchos asuntos por resolver pendientes y algunos de sus sue?os ya imposibles. Aunque como pianista y director de orquesta ha entrado en la historia, al menos, como agitador al frente de proyectos como el West-Eastern Divan, la orquesta de m¨²sicos israel¨ªes, ¨¢rabes y palestinos que form¨® junto a Edward Said, le queda la espina de no haber sido suficientemente comprendido. Ha vuelto a los escenarios al frente de la Filarm¨®nica de Viena con batuta y ante solo 100 personas: ¡°Rid¨ªculo¡±, dice. Al piano, en el Festival de Granada toc¨® para m¨¢s p¨²blico: se sinti¨® bien. Y en su casa de San Pedro de Alc¨¢ntara (M¨¢laga), donde nos recibe con su serenidad de sabio a media tarde envuelto en la nube de sus habanos, mejor.
Pregunta. ?C¨®mo se ha sentido en el escenario al reaparecer en esta nueva era covid-19?
Respuesta. El primer concierto que dirig¨ª con p¨²blico fue a principios de junio con la Filarm¨®nica de Viena. Solo, al piano, lo he hecho a finales de julio en Granada. A la orquesta la encontr¨¦ con una motivaci¨®n extraordinaria, incre¨ªble, por volver a tocar. Siempre lo hacen muy bien, pero esta vez los ojos se les sal¨ªan de las ¨®rbitas, estaban incendiados. Aunque en la sala hab¨ªa 100 personas. ?Rid¨ªcu?lo! Todas las decisiones que se est¨¢n tomando en ese aspecto son absurdas. El Gobierno austriaco dijo que lo que hiciera la orquesta sobre el escenario era responsabilidad de ellos, pero en el patio de butacas era suya: 100 personas, ni uno m¨¢s. Es falta de conocimiento.
P.?Seguimos sin saber apenas nada respecto a esta situaci¨®n?
R. No sabemos nada sobre esto. Yo estoy contento por no tener que decidir¡ No sabr¨ªa c¨®mo resolverlo. M¨¢s cuando llegue la crisis de manera fatal para mucha gente: va a ser muy duro. Muchas orquestas van a desaparecer. En lo que toca a la cultura, el problema viene de atr¨¢s: ya hab¨ªa perdido gran parte de su valor. Sigue siendo considerada por muchos pol¨ªticos como algo elitista. Eso no es m¨¢s que ignorancia por su parte. La cultura sufre un mal momento debido al cambio social que se ven¨ªa dando.
P. ?Por qu¨¦?
R. No existe la comuni¨®n necesaria en el mundo para que progrese porque no existe comunidad global.
P. Quiz¨¢s porque hemos pasado de una din¨¢mica de integraci¨®n a otra de desintegraci¨®n: de la utop¨ªa real que supone la Uni¨®n Europea, por ejemplo, a la divisi¨®n que fomentan los nacionalismos y populismos.
R. Usted, ?a qu¨¦ ha venido aqu¨ª? ?A deprimirme?
P. No, por Dios.
¡°De Wagner ya solo dirijo de memoria Trist¨¢n e Isolda. Estoy demasiado viejito para eso¡±
R. Hay muchas y variadas razones. Muy complejas. Vamos a empezar por Internet. Da posibilidades ¨²nicas que hemos podido comprobar. Pero mata la curiosidad. Si necesitas algo, das con el dedo y ya. Eso produce una confusi¨®n entre la educaci¨®n y la informaci¨®n. La curiosidad requiere tiempo y nuestra sociedad es impaciente. La curiosidad es el elemento que te hace progresar. Internet en s¨ª no es culpable. Es el uso que las personas hacemos de ello. Como esa frase: ?qu¨¦ es un cuchillo? Algo con lo que puedes partir un trozo de pan y dar de comer a la gente o un arma con la que matar a alguien. Internet es eso: un cuchillo. Se habla del esp¨ªritu del tiempo, el Zeitgeist que dicen los alemanes, pero nuestro tiempo carece de esp¨ªritu. Se valora lo mec¨¢nico, la velocidad, poco m¨¢s.
P. Por no hablar de lo que provocan en la memoria las b¨²squedas en Google. Alguien como usted, a quien hemos podido ver dirigir Trist¨¢n e Isolda (Wagner) casi cinco horas de m¨²sica, de memoria, ?qu¨¦ teme a ese respecto?
R. Cuando vio usted eso, ?qu¨¦ pens¨®? Que yo no sab¨ªa leer una partitura, claro¡ Existe la memoria mec¨¢nica y otra con pensamiento, para dirigir necesitas esta ¨²ltima. Pero ?qu¨¦ es eso comparado con Hans von B¨¹low, quien la estren¨® y lo hizo despu¨¦s de estudiar el manuscrito de Wagner directamente y la ejecut¨® de memoria.
P. ?Usted quer¨ªa ser en cierto modo Von B¨¹low?
R. ?No! Ten¨ªa un car¨¢cter muy jodido. Pero he le¨ªdo hace poco una gran biograf¨ªa sobre ¨¦l, de Alan Walker, bien escrita, con detalles y sin ornamentos: me la tragu¨¦¡ y he incorporado su pensamiento y su t¨¦cnica a ciertas cosas de Beethoven, del que he vuelto ahora a grabar todas las sonatas. Un efecto del virus. Tambi¨¦n ¨¦l las tocaba de memoria. Fue el primero en hacerlo. Compositor, pianista, gran director: cogi¨® una orquesta de Meiningen y la convirti¨® en una de las mejores de su tiempo antes de llegar a la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Compositor, int¨¦rprete, fil¨®sofo, poeta¡
P. ?As¨ª que ha vuelto a las sonatas de Beethoven?
R. Llevo desde los a?os sesenta con ello. Pero una buena partitura es como una monta?a. Siempre queda un lado que no ves. Hay que moverse para encontrarlo. Esa visi¨®n de Von B¨¹low me produjo sed. La forma de pensar, graduar, la digitaci¨®n nada convencional: no busca la comodidad, busca la expresi¨®n del pasaje. Las notas repetidas nunca las tocaba con el mismo dedo para no mecanizarlo.
P. El confinamiento, ?habr¨¢ influido en esa nueva visi¨®n suya de Beethoven?
R. Para m¨ª ha sido una bendici¨®n. Yo me levantaba por la ma?ana y me pon¨ªa a estudiar. Todo el d¨ªa. Temo decirlo porque s¨¦ que ha habido gente que ha sufrido, pero ha sido as¨ª en mi caso.
P. Y con ese goce, ?no ha llegado a pensar tambi¨¦n que quiz¨¢s tiene demasiadas cosas encima?
¡°Internet mata la curiosidad. Si necesitas algo, das con el dedo y ya. Eso produce una confusi¨®n entre la educaci¨®n y la informaci¨®n¡±
R. No, tampoco quisiera pasar mi vida as¨ª. Tengo gran curiosidad por volver a ver a la orquesta [la Staatskapelle de Berl¨ªn, de la que es titular] a finales de agosto. No me encuentro con ellos desde marzo. He disfrutado porque me he imbuido en la lectura de las partituras, a m¨ª no me gusta llamarlo interpretaci¨®n, prefiero llamarlo lectura. No creo que haya interpretaci¨®n y sin embargo pienso que hay muchos m¨²sicos que no saben leer el texto. Es como si les dieran un libro del que no conocen el idioma. Lo pueden decir, pero no leerlo, comprenderlo. Un m¨²sico es un lector, alguien que sabe leer notas y darles vida. No se presta atenci¨®n a la din¨¢mica ni a la influencia de la armon¨ªa, que es un elemento muy poderoso: mucho m¨¢s poderoso que lo dem¨¢s. El ritmo, tambi¨¦n. Von B¨¹low dec¨ªa: ¡°En el principio fue el ritmo¡±. No s¨¦ si estoy de acuerdo, creo que s¨¦ lo que quiere decir, pero para m¨ª el poder est¨¢ en el dominio de la armon¨ªa. Por mucha memoria que se tenga, hay que leer siempre la partitura para integrarla.
P. El anillo del Nibelungo wagneriano que har¨¢ usted en Bayreuth en 2022, ?tambi¨¦n lo dirigir¨¢ de memoria?
R. No, ya no. De Wagner ya solo dirijo de memoria Trist¨¢n e Isolda. Estoy demasiado viejito para eso.
P. ?Y qu¨¦ pasa cuando uno siente que las cosas que pod¨ªa hacer de memoria ya no es ?capaz de hacerlas?
R. Nada, nada.
P. Recuerdo que cuando cumpli¨® 70 a?os, en una conversaci¨®n que mantuvimos en p¨²blico en la sede de la Fundaci¨®n Juan March, se cabre¨® usted. Le sent¨® muy mal que se lo record¨¢ramos. ?No lleva bien que le caigan a?os? Aunque le encuentro muy sereno ahora.
R. ?Es que cada vez son m¨¢s! Recuerdo la primera vez que dirig¨ª a Arturo Rubinstein. Yo tuve una relaci¨®n privilegiada con ¨¦l por el simple hecho de que conoci¨® a mis padres cuando mi madre estaba embarazada de m¨ª. Era amigo de ellos y cuando empec¨¦ a tocar el piano me quer¨ªa o¨ªr. Yo le admiraba mucho y fue la primera persona que me invit¨® a almorzar sin mis padres. Yo ten¨ªa 12 a?os, ?me entiendes?
P. Claro, para usted fue un mentor.
R. Eso: me consideraba de t¨² a t¨². Cuando le dirig¨ª, le contaba, me dijo lo siguiente: ¡°S¨¦ que eres muy buen m¨²sico, pero ahora me he dado cuenta del o¨ªdo privilegiado que tienes. Te voy a pedir un favor¡ T¨² que vienes a escucharme a menudo, si alg¨²n d¨ªa me notas flojito, d¨ªmelo. No quiero que mis hijos escuchen que alguien les diga: ¡®S¨ª, tu pap¨¢ toca muy bien, pero ten¨ªas que haberle escuchado hace 10 a?os¡±. Aquello fue un gran cumplido.
P. ?Que le dijera: ¡°Vig¨ªlame¡±?
No sabr¨ªa c¨®mo resolverlo. M¨¢s cuando llegue la crisis de manera fatal para mucha gente: va a ser muy duro. Muchas orquestas van a desaparecer"
R. Exactamente. Claro que no hizo falta, ¨¦l se dio cuenta antes por sus problemas de vista.
P. ?Usted ya ha advertido a alguien para que haga lo mismo? ?Que se lo digan?
R. S¨ª.
P. ?A qui¨¦n?
R. No se lo voy a decir.
P. ?A su amigo Alfonso Aij¨®n, quiz¨¢s, el gran promotor espa?ol e ¨ªntimo suyo? ?A su hijo, Mischa, violinista? Fue ¨¦l quien le advirti¨® que aprovechara para tocar el piano m¨¢s antes de envejecer, que requer¨ªa fuerza f¨ªsica, ?se acuerda?
R. S¨ª, claro¡ Yo tengo una relaci¨®n muy ¨ªntima con ¨¦l, m¨¢s ¨ªntima que estrecha, que hay una diferencia, ?no? Yo empec¨¦ a tocar con cinco a?os. Todo el mundo dec¨ªa: ¡°Ni?o prodigio, ni?o prodigio¡±. Lo escuchaba, pero no sab¨ªa lo que quer¨ªan decir. Al cumplir los 15, mi padre, que fue mi maestro, me aconsej¨®, aunque yo no lo entend¨ª bien entonces: ¡°Ya te quedas solito. Hay tanta gente que asegura que eres un ni?o prodigio. ?Sabes lo que quieren decir? Ahora tira a la basura lo de prodigio y qu¨¦date para siempre con el ni?o para la m¨²sica¡±.
P. Muy sabio.
R. Mi padre lo fue¡ Con los a?os se pierden unas cosas y se ganan otras. La energ¨ªa visceral de los 20 no es la misma que a los 50, pero se equilibra. El problema se presenta cuando ya no se compensa energ¨ªa con madurez. Cuando ambas cosas bajan. Es ah¨ª cuando ?debes parar.
P. Y usted, ?d¨®nde se encuentra ahora?
R. Digamos que m¨¢s cerca de lo segundo. Yo cumplo este verano 70 a?os de mi debut: no recuerdo un solo d¨ªa de mi vida sin tocar el piano. Cuando sub¨ª a un escenario por primera vez ten¨ªa siete.
P. Y con nueve se fueron de Argentina a Israel. ?Por qu¨¦? Rara vez lo cuenta.
R. Es un poco complejo el tema¡ Mis abuelos maternos, sobre todo mi abuela, fueron grandes sionistas. Ella m¨¢s que mi abuelo. La mujer era la que mandaba en casa. Mi padre tampoco era un convencido. Digamos que se lo contagiaron mi madre y su suegra. El Estado de Israel se cre¨® en 1948 y mis abuelos se fueron en 1951. Despu¨¦s llegamos nosotros. Ese fue un argumento. Otro, por parte de mi padre, que pens¨® en m¨ª: deseaba que tuviera una base lo m¨¢s rica y cercana posible, me imagino. Quer¨ªa que yo creciera como parte de una mayor¨ªa, no de una minor¨ªa, que eso me proporcionar¨ªa m¨¢s estabilidad. Confiaba en que ten¨ªa un talento fuera de lo com¨²n, si me lo permite. Por esas dos razones se decidieron.
P. ?Fue duro el cambio?
R. Fue muy dura la adaptaci¨®n a otro alfabeto, a otro idioma.
P. ?Echaba de menos entonces Argentina?
R. No me acuerdo.
P. ?Y ahora?
R. Ahora, s¨ª. Ahora, s¨ª. Por varias razones. Porque con los a?os se vuelve a la infancia y porque lo que est¨¢ sucediendo en Israel me duele mucho.
P. Es que su familia, como dice, emigr¨® a Israel por la causa, y eso concretamente a usted se le cay¨®. ?C¨®mo era aquel pa¨ªs naciente?
R. Otra cosa radicalmente distinta a lo que se ha vuelto. La escalada militar, que se puede comprender, afect¨® a sus bondades. El fervor decreci¨®. No se puede ocupar militarmente otros pueblos con nuestra historia a cuestas, con siglos de persecuci¨®n. El sionismo comenz¨® con la idea de un pueblo para un pa¨ªs sin pueblo, una idea po¨¦tica y bell¨ªsima, pero falsa: a principios del siglo XX la memoria hist¨®rica all¨ª fue falsificada. No se pod¨ªa decir que aquel era un territorio sin pueblo. Hab¨ªa gente antes: solo exist¨ªa un 9% de jud¨ªos a principios del siglo XX, no es que no hubiera nadie, exist¨ªa un 91% que no lo eran. Pero eso se ocultaba, esa historia se falsific¨®.
P. A medida que fue creciendo, tambi¨¦n usted se arraig¨® como un icono. Incluso hasta convenci¨® seriamente de la causa a su primera esposa, Jacqueline du Pr¨¦. Eran la pareja del momento en el Estado de Israel como cuenta Ana Arambarri en su libro M¨²sica contra los muros.
R. No, yo no la convenc¨ª. Ella lo quer¨ªa. Por una raz¨®n muy infantil. Admiraba a grandes int¨¦rpretes de cuerda que eran jud¨ªos y crey¨® que para eso hasta pod¨ªa venir bien convertirse al juda¨ªsmo. Yo no influ¨ª. No fue necesario.
P. Aun as¨ª, era un icono usted.
R. Hasta que me di cuenta de que exist¨ªa mucha falsedad.
P. ?Cu¨¢ndo fue eso?
R. Tras la guerra de los Seis D¨ªas, en 1967. Fue la primera vez que se hablaba de dos opciones: devolver los territorios o mantenerlos, por lo que fuera, razones b¨ªblicas, milenarias. Rid¨ªculo. Yo eso no lo pod¨ªa aceptar ni entender. Cuando tienes dos opciones empiezas a preguntarte por qu¨¦. Israel hab¨ªa sido adem¨¢s el ¨²nico pa¨ªs que se hab¨ªa mantenido bajo una forma de gobierno verdaderamente socialista ¡ªno comunista¡ª durante dos d¨¦cadas. La gente que es inteligente no tiene nada contra la idea del socialismo. Pero en la pr¨¢ctica se harta porque no quiere trabajar solo para el Gobierno. Como el pa¨ªs se estaba construyendo, aquella ilusi¨®n dur¨®. Adem¨¢s, una guerra en 1948 contra cinco pa¨ªses ¨¢rabes fue ganada por un Gobierno socialista. La derecha no exist¨ªa. Era izquierda o extrema izquierda. Much¨ªsimos palestinos entraban a trabajar. Gaza queda a media hora de Jerusal¨¦n en coche. As¨ª surgieron los primeros millonarios israel¨ªes, con empleados palestinos. Ah¨ª empieza a surgir la derecha. En septiembre de 1970 me di cuenta de que mucho de lo que nos contaban no era cierto. Golda Meir, la primera ministra, lleg¨® a decir que los palestinos no exist¨ªan, que nosotros ¨¦ramos los palestinos del siglo XX, y aquello fue empeorando y empeorando¡ Hasta ahora.
P. ?Con la nueva partici¨®n del territorio propuesta el a?o pasado con mediaci¨®n de Trump y ahora en suspenso?
R. Ahora peor que nunca. El conflicto no lo saben resolver ni los israel¨ªes, ni palestinos, ni nadie. Ning¨²n pa¨ªs da con la clave. Este no es un conflicto entre dos Estados. La prueba es que cuando me dieron la nacionalidad palestina hubo un debate en el Parlamento para quitarme la israel¨ª. Al final, el ministro de Justicia lo zanj¨® de esta manera: dijo que nada le har¨ªa m¨¢s feliz que hacerlo, pero que no ten¨ªan derecho porque seg¨²n la ley no pueden desnacionalizar a nadie a no ser que acepte entrar a formar parte de un Estado enemigo. Y Palestina no es un Estado. ?Incre¨ªble! Por eso no se puede resolver el problema. Son dos pueblos que sienten el derecho absoluto a vivir en el mismo territorio sin el otro. No se aceptan el uno al otro. Nadie entiende esto: ni los americanos, ni los rusos, ni los europeos. Buscan un compromiso entre dos que se reconocen y no es posible. Hay que empezar por intentar que se admitan primero.
P. ?Esa fue la base de la creaci¨®n del West-Eastern Divan, la orquesta que inventaron Edward Said y usted con israel¨ªes, ¨¢rabes y palestinos?
R. Esa fue mi esperanza.
P. ?Y se siente fracasado?
R. Musicalmente, no. Para nada. Tocamos la Novena sinfon¨ªa de Bruckner el a?o pasado. Pero, pol¨ªticamente, como influencia en el pensamiento de la gente: cero.
P. Pasa el tiempo y observar esa cerraz¨®n, esos pasos atr¨¢s, lleva a pensar c¨®mo se sentir¨¢ usted, ¨ªntimamente.
R. Cuando estoy separado de ellos a veces me digo: qui¨¦n me manda a m¨ª meterme en este l¨ªo. Pero cuando hacemos m¨²sica juntos no conozco nada comparable a esa comuni¨®n. Tocamos una sinfon¨ªa de Brahms y en un solo, todos, absolutamente todos nosotros, nos concentramos en que salga bien. Eso me proporciona una inspiraci¨®n incre¨ªble.
P. ?Inspiraci¨®n o esperanza?
R. Con los a?itos, un poco menos de esperanza. Se afloja la esperanza con los a?itos¡
P. Ay, los a?itos, eso que le cabrea tanto a usted.
R. No me cabrean, pero los noto, los siento, es normal.
P. Y eso que han dicho el a?o pasado sobre que algunos m¨²sicos de la Staatskapelle se quejaban de maltrato, ?qu¨¦ fue?
R. Algo que magnific¨® la prensa. En 2000 me nombraron director a perpetuidad. Yo les dije que era el mayor honor que me pod¨ªan conceder, pero puse dos condiciones: si cambi¨¢is de opini¨®n al d¨ªa siguiente me voy. Y si me veis flojito, me lo dec¨ªs. Dejadme ir porque no quiero quedar como una momia. Ninguna de las dos cosas ha ocurrido. Ya va para 29 a?os que llevo con ellos.
P. ?Se qued¨® usted con la espina de no haber sido elegido titular de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn en 1999?
R. No, no, no. Y ahora me nombraron director honor¨ªfico.
P. ?Son muy suyos¡?
R. Son muy inteligentes¡ Y la gente inteligente¡ Ya en su historia se ve: una orquesta con un enorme grado de libertad y autonom¨ªa. Ya en 1887, cinco a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n, tomaban decisiones que ninguna otra tomaba art¨ªstica y musicalmente. Gracias a Von B¨¹low, que la configur¨® as¨ª.
P. Con Angela Merkel s¨ª se lleva bien. Le dio buenos fondos para su academia musical en Berl¨ªn, sede hoy del West-Eastern Divan.
R. Ella es una gran admiradora del Divan. Nos vio cuando cumplimos 20 a?os en Berl¨ªn. Y fue la primera que se levant¨® a aplaudir.
P. ?Qu¨¦ le pareci¨® su papel en la ¨²ltima cumbre europea? ?Cree que quiso ah¨ª resarcirse de los errores que cometi¨® en 2008?
R. No s¨¦, no lo s¨¦. Pero se lo voy a preguntar la pr¨®xima vez que la vea. La conozco suficiente como para eso.
P. Preg¨²ntele de mi parte, por favor.
R. De su parte¡
P. Aquello hizo, entre otras calamidades, resurgir el monstruo del neofascismo en Europa.
R. Ella en 2008 era otra persona, muy distinta a la que es hoy. Ha cambiado mucho. Una vez tuvimos una conversaci¨®n muy interesante. Yo la hab¨ªa puesto como ejemplo. Va a la ¨®pera y a conciertos y paga su entrada. En cualquier parte del mundo. Me pregunt¨® por qu¨¦ hablaba bien de ella cuando ten¨ªa ocasi¨®n y le respond¨ª que me parec¨ªa que en su manera de hacer pol¨ªtica me resultaba wagneriana: porque Wagner era el maestro en la coexistencia entre la estrategia y la t¨¢ctica¡ Y se mat¨® de risa, como usted ahora. Es verdad. Es verdad.
P. Y aqu¨ª, en Espa?a, ?c¨®mo lo ve? Se lo pregunto porque tiene pasaporte espa?ol tambi¨¦n y esto le incumbe.
R. Mal, mal.
P. Con esta polarizaci¨®n, m¨¢s que arm¨®nicos, ?andamos estridentes y disonantes?
R. Le voy a decir algo que a lo mejor no le va a gustar, pero me da igual. Alemania es el ¨²nico pa¨ªs de Europa que ha hecho bien las cuentas con su pasado. Francia, no. Italia, tampoco. Aqu¨ª quedan a¨²n muchos franquistas. ?Tengo raz¨®n o no? Esa es mi preocupaci¨®n. Hablamos de derechos humanos, pero no de responsabilidades. Se buscan formas de coexistencia artificiales, pero no reales. Pero el mundo, a pesar de eso, siempre ha seguido adelante. Yo me aplico lo que dec¨ªa Antonio Gramsci: intelectualmente pesimista, pero emocionalmente optimista. En eso, mis nietos, de cuatro y seis a?os, ayudan. Son muy inteligentes. Me encantan mis nietos¡ ?l toca el chelo y ella el viol¨ªn. No est¨¢ mal, ?no?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.