Haile Selassie: entre veneraci¨®n y odio
Vali¨¦ndose de una tradici¨®n antiqu¨ªsima y de mucha inspiraci¨®n religiosa, el Rey de Reyes consigui¨® sostener 44 a?os su mandato
El futuro soberano de la casa real et¨ªope tuvo su primer encuentro con el poder al ser designado regente, en 1916. Coronado en forma pomposa en 1930, desde ese momento Haile Selassie I consider¨® su investidura mon¨¢rquica como sacra. Amparado en un linaje que lo retrotra¨ªa hasta la ¨¦poca b¨ªblica, quien tambi¨¦n fue conocido como Ras Tafari Benti por multitudes que lo veneraron como a un dios, gobern¨® con mano de hierro y casi en soledad Etiop¨ªa hasta ser derrocado en septiembre de 1974. El ¨²ltimo monarca absoluto del pa¨ªs respet¨® una tradici¨®n heredada por siglos en la que, por ejemplo, se entend¨ªa como una terrible ofensa mirar al soberano a los ojos y el vulgo deb¨ªa arrodillarse y tocar con la frente el suelo en presencia del Negus Nagast (Rey de Reyes), t¨ªtulo honor¨ªfico, entre varios que detent¨® como muestra de su egocentrismo y en cumplimiento de sus distinciones sagradas.
Momentos de consagraci¨®n?
El Le¨®n de Jud¨¢ se granje¨® una muy buena imagen internacional que fue reforzando a partir de mostrarse como un adalid del panafricanismo, de la lucha contra el colonialismo y, entre 1935 y 1941, de la resistencia contra el fascismo. Etiop¨ªa ostent¨® el orgullo de ser casi el ¨²nico Estado africano que al momento del reparto de ?frica mantuvo la soberan¨ªa y rechaz¨® a las tropas italianas, infringiendo una dura derrota en Adua (1896).
Pero Benito Mussolini, en sus ansias de vengar la afrenta y de recrear el Imperio Romano, proyect¨® la construcci¨®n de sus dominios en suelo africano y Etiop¨ªa se present¨® como un interesante bot¨ªn. Il Duce logr¨® ocuparlo y el monarca debi¨® huir y exiliarse en Inglaterra. En 1941 lleg¨® la liberaci¨®n, obra de tropas brit¨¢nicas y de la resistencia et¨ªope, y Haile Selassie retorn¨® al trono como un importante aliado de las democracias de Occidente. La ocupaci¨®n fascista de Etiop¨ªa insufl¨® sentimientos de solidaridad en toda ?frica y tambi¨¦n entre la di¨¢spora. Fue un momento de gran simbolismo al verse agredida una naci¨®n soberana africana, reconocida por la comunidad internacional, por otra europea.
En 1955 el Negus concurri¨® a la conferencia de Bandung, haci¨¦ndole una buena propaganda a su r¨¦gimen en el extranjero, como uno de los representantes de las naciones libres de Asia y ?frica. En mayo de 1963 se cre¨® en Addis Abeba la sede permanente de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), principal cuerpo continental, oficiando el monarca de anfitri¨®n y vanaglori¨¢ndose de ser el gestor de su fundaci¨®n.
El ¨²ltimo monarca absoluto del pa¨ªs respet¨® una tradici¨®n heredada por siglos en la que, por ejemplo, se entend¨ªa como una terrible ofensa mirar al soberano a los ojos y el vulgo deb¨ªa arrodillarse y tocar con la frente el suelo en su presencia
Se trat¨® de otro momento de consolidaci¨®n del r¨¦gimen y de reforzamiento de la proyecci¨®n de una imagen internacional muy positiva. Sin embargo, lo anterior no fue otra cosa que la pantalla de sus excesos: represi¨®n a disidentes, la ocupaci¨®n previa de Eritrea y la resistencia mon¨¢rquica a reformar un sistema de tierras de corte se?orial.
En otro cap¨ªtulo de su adoraci¨®n como una divinidad, en 1966 Ras Tafari, como era conocido en Jamaica (y no solo all¨ª), cuna del movimiento rastafari y en donde era considerado un dios, visit¨® la isla caribe?a. Su llegada fue anunciada como la segunda venida de Cristo. Una parte considerable de la comunidad rasta consider¨® migrar a Etiop¨ªa, concebida como una tierra prometida. Se dio otro momento de paroxismo en la adulaci¨®n del l¨ªder et¨ªope.
Autoritarismo divino
Jam¨¢s Selassie pens¨® renunciar al trono, pues siempre entendi¨® que el pa¨ªs sin ¨¦l se desmoronar¨ªa, pens¨¢ndose a s¨ª mismo como art¨ªfice del Estado. En forma gradual, al Emperador le fue dificultoso mantener su dominio personal¨ªsimo sobre el gobierno en el cual todas las decisiones reca¨ªan exclusivamente sobre ¨¦l. Tampoco discuti¨® el tema sucesorio, su autoridad permaneci¨® incuestionable siempre. Como parte de sus modos exc¨¦ntricos, tuvo una flota de 27 autom¨®viles de lujo y un palacio alejado, muy lujoso, en servicio durante una veintena de a?os pero que solo ocup¨® un d¨ªa.
En la d¨¦cada de 1960 comenzaron a acumularse las dificultades, como rebeliones locales e intrigas palatinas. Emergieron choques frecuentes con la vecina Somal¨ªa, independiente desde 1960, y el conflicto con Eritrea fue escalando, pues el monarca progresivamente avasall¨® derechos, como imponer el ahm¨¢rico, lengua oficial et¨ªope, en detrimento del tigray y el ¨¢rabe.
Fue hecho prisionero en su palacio y en ¨¦l perdi¨® la vida, seg¨²n remiten algunas versiones, asesinado el 27 de agosto de 1975. Comenzaba la revoluci¨®n et¨ªope
Desde esa d¨¦cada la guerra de guerrillas fue la forma de resistencia eritrea que implic¨® un esfuerzo militar continuo et¨ªope. La feroz pol¨ªtica de represi¨®n imperial fue alienando cada vez m¨¢s voluntades en la peque?a naci¨®n, independiente desde 1993.
A comienzos de la d¨¦cada de 1970 se reconoci¨® dentro de los c¨ªrculos oficiales que el pa¨ªs se encontraba paralizado. Las arcaicas estructuras imperiales eran incompatibles con las necesidades de modernizaci¨®n. El hambre asol¨® varios distritos en 1973 pero nadie pens¨® en la remoci¨®n del monarca ni en la b¨²squeda de ayuda externa para no da?ar la excelente reputaci¨®n del r¨¦gimen. Voces cr¨ªticas aseguraban que la mayor parte de la poblaci¨®n viv¨ªa en la pobreza y en el analfabetismo mientras Selassie lo hac¨ªa a todo lujo.
D¨ªas contados
A comienzos de 1974 el aire de conspiraci¨®n se sent¨ªa. Estallaron motines en el ej¨¦rcito ante descontentos por salarios y malas condiciones. La situaci¨®n se desbord¨®, Addis Ababa presenci¨® manifestaciones masivas, as¨ª como otras ciudades, y la represi¨®n se hizo sentir frente a campesinos y estudiantes, sumada a los fracasos del gobierno en su lucha contra la guerrilla eritrea.
El 12 de septiembre tres oficiales asistieron al Gran Palacio del monarca y le anunciaron que estaba destronado. Una junta militar y policial lo derroc¨®, el Comit¨¦ Militar Administrativo Provisorio (Derg, por su sigla en ahm¨¢rico). Fue hecho prisionero en su palacio y en ¨¦l perdi¨® la vida, seg¨²n remiten algunas versiones, asesinado el 27 de agosto de 1975. Comenzaba la revoluci¨®n et¨ªope, al comienzo sin sangre pero en un proceso que se fue tornando violento, el ¡°terror rojo¡±. El nuevo gobierno se aline¨®, a partir de 1977, al bloqu¨¦ sovi¨¦tico e hizo causa com¨²n con el estudiantado marxista local.
El autor es historiador africanista argentino. Docente e investigador de las Universidades de Buenos Aires y Nacional de Tres de Febrero. Sus ¨²ltimos textos en el blog:? Colonialismo: Por qu¨¦ 1960 fue el a?o de ?frica? y ?frica tras la Guerra Fr¨ªa
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