?frica tras la Guerra Fr¨ªa
La causa de los conflictos ya no es ideol¨®gica como en el pasado sino que se trata de contiendas privadas a efectos de depredar recursos econ¨®micos
Se cumplen 30 a?os de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn. El 9 de noviembre de 1989 fue una divisoria de aguas en la historia universal. Este hecho anunci¨® el principio del fin de la Guerra Fr¨ªa y del mundo bipolar hasta entonces conocido, con profundas transformaciones en todo el planeta. Poco m¨¢s de dos a?os m¨¢s tarde, el derrumbe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica termin¨® consolidando el cambio a una nueva etapa. En todo el proceso y despu¨¦s, ?frica atraves¨® muchos cambios.
P¨¦rdida de importancia, por un tiempo
El derrumbe del bloque sovi¨¦tico implic¨® un cambio importante en las relaciones internacionales. Si ?frica fue espacio de rivalidades y guerras ¡°calientes¡± en el marco de la Guerra Fr¨ªa, a partir de principios de la d¨¦cada de 1990 eso ¨²ltimo concluy¨®.
La importancia geoestrat¨¦gica africana decay¨® y con ello disminuy¨® el flujo de armamento mientras que la ayuda para el desarrollo se mantuvo en niveles bastante bajos. Se gener¨® cierto olvido de parte de las grandes potencias. En el caso ruso, el abandono del continente fue total y Mosc¨² comenzar¨ªa a recentrarse en ¨¦ste a?os m¨¢s tarde. En el caso de los Estados Unidos, Washington no se retir¨® pero la atenci¨®n destinada al mismo fue considerablemente menor.
Lo positivo fue que, atento al desinter¨¦s geoestrat¨¦gico mostrado por gran parte del mundo, los dirigentes africanos tuvieron m¨¢s margen de maniobra que en el pasado. Al menos durante los primeros a?os luego del fin de la Guerra Fr¨ªa, una ¨¦lite africana pareci¨® buscar soluciones locales a los problemas propios, sin injerencias externas, aunque a la larga terminaron mostr¨¢ndose serviles frente a poderes for¨¢neos. Lo cierto es que surgieron potencias regionales como Sud¨¢frica o Nigeria. En efecto, al d¨ªa de hoy ambos pa¨ªses disputan la primac¨ªa econ¨®mica africana.
Lo malo fue que la falta de atenci¨®n internacional posibilit¨® desgracias como el colapso de Somalia (1991), que incluy¨® una fallida intervenci¨®n estadounidense seguida por una r¨¢pida retirada, y el genocidio en Ruanda (1994), responsable del asesinato de, como m¨ªnimo, 800.000 personas masacradas en apenas 100 d¨ªas frente a la pasividad de la comunidad internacional. La vecina Burundi tambi¨¦n gener¨® violencia preocupante y, en ?frica occidental, Liberia y Sierra Leona vivieron la mayor parte de la d¨¦cada de 1990 en guerra civil. Como si no fuera poco, al finalizar los a?os noventa, la regi¨®n de los Grandes Lagos se convirti¨® en un verdadero polvor¨ªn con el inicio de lo que se dio a conocer como ¡°I Guerra Mundial africana¡±, responsable del mayor n¨²mero de muertes en conflicto b¨¦lico desde el t¨¦rmino de la II Guerra Mundial.
Los Estados colapsados son la mejor coartada para continuar depredando territorios inestables
Por ¨²ltimo, algunas instituciones ingresaron a ?frica en reemplazo del abandono de los grandes poderes, como organismos no gubernamentales, entre otros. En conclusi¨®n, aument¨® la imagen proyectada sobre el continente de la urgencia permanente por ser salvado, de la necesidad incesante del asistencialismo occidental.?
Globalizaci¨®n, nuevos conflictos y democracia
?frica nunca se mantuvo aislada del mundo, pese a lo que hicieron creer los apologistas del colonialismo para imponerlo. Al contrario, el continente se integra perfectamente en el proceso de globalizaci¨®n porque siempre estuvo vinculado a regiones extra-africanas. Lo anterior abre puertas, pero tambi¨¦n puede ser un arma de doble filo. Entonces, si bien sus pa¨ªses reciben cuantiosas inversiones y pr¨¦stamos, lo que se observa en los ¨²ltimos a?os es que ?frica se ha convertido en un espacio de disputa por inagotables recursos all¨ª presentes: petr¨®leo, diamantes, oro, uranio, etc.
Desde el final de la Guerra Fr¨ªa los conflictos tienen que ver con el aprovechamiento de las abundantes riquezas africanas. Es decir, la causa de los conflictos ya no es ideol¨®gica como en el pasado (comunismo versus capitalismo), sino que se trata de guerras privadas a efectos de depredar recursos econ¨®micos en determinadas zonas.
El factor com¨²n en estas guerras de rapi?a es que la principal v¨ªctima es la poblaci¨®n civil, que resulta masacrada o debe desplazarse
La I Guerra Mundial Africana (1998-2003) es un ejemplo de ello. Tras la liberaci¨®n del antiguo Zaire, luego de a?os de dictadura del Mariscal Mobutu Sese Seko (1965-1997), que funcion¨® como un dique de contenci¨®n del comunismo, una alianza local con apoyo militar de las vecinas Ruanda y Uganda, derroc¨® al gobernante e impuso un nuevo gobierno. Pero al cabo de unos meses esa coalici¨®n se rompi¨® y sobrevino la invasi¨®n de suelo congole?o por parte de esos dos pa¨ªses. El motivo de ese quiebre fue la codicia por hacerse de los cuantiosos recursos mineros de la actual Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. La guerra, iniciada en 1996 con el combate contra Mobutu, y las consecuencias que llegan al presente, son responsables de m¨¢s de tres millones de muertes en el coraz¨®n de ?frica central.
El factor com¨²n en estas guerras de rapi?a es que la principal v¨ªctima es la poblaci¨®n civil, que resulta masacrada o debe desplazarse. Otro aspecto importante es que los l¨ªderes africanos intervienen si hay recursos en juego que los pueden beneficiar e incluso lo hacen en perjuicio de sus gobernados y hasta con complicidad extranjera. Esos poderes externos son parte de redes que muestran la inserci¨®n de ?frica en el escenario global, como fue siempre.
Estas guerras posibilitan un nuevo fen¨®meno pol¨ªtico que es la irrupci¨®n de la estatalidad fallida. Los Estados colapsados son la mejor coartada para continuar depredando territorios inestables. Gran parte de los conflictos aqu¨ª mencionados, como el del antiguo Zaire, tuvo un sustrato basado en la disputa por valios¨ªsimos recursos naturales. En otras oportunidades, la importancia de intervenir en un enfrentamiento ser¨ªa justificada por el valor geoestrat¨¦gico del territorio afectado (Somalia).
?frica es muy diversa (la mayor¨ªa de sus naciones vive en paz) y una buena noticia fue la democratizaci¨®n de buena parte del continente
De todos modos, ?frica es muy diversa (la mayor¨ªa de sus naciones vive en paz) y una buena noticia fue la democratizaci¨®n de buena parte del continente. Previamente, la era comunista impuso en varios pa¨ªses reg¨ªmenes de partido ¨²nico alineados a Mosc¨² que, a partir de la crisis y posterior colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, debieron reformarse y adoptar el multipartidismo. En consecuencia, durante los a?os noventa, pa¨ªses como Angola, Mozambique y Etiop¨ªa implantaron la democracia y la vuelta al libre mercado, no sin atravesar procesos de ajuste y reforma econ¨®mica. Todo lo contrario sucedi¨® en SomalIa que, sin apoyo norteamericano, en vez de establecer la democracia se hundi¨® en los abismos.
Por otra parte, la retirada de las superpotencias alent¨® la finalizaci¨®n de la guerra civil mozambicana (1992), pues en ese conflicto, agrupaciones locales se enfrentaron amparadas por Washington o Mosc¨², junto a otros apoyos, como la Sud¨¢frica del apartheid. Tambi¨¦n en la otra gran excolonia portuguesa, Angola, se dieron cambios, como el retiro de la participaci¨®n cubana, pese a que la guerra civil se extendi¨® hasta 2002. En ambas contiendas el involucramiento estadounidense y ruso no fue directo sino que provey¨® fondos y armamento.
En el antiguo Zaire, la ca¨ªda de Mobutu implic¨® la llegada de la democracia, tensi¨®n que el dictador se resisti¨® a aceptar dando pasos vacilantes hasta que se hizo tarde. Tampoco se pudo sostener el basti¨®n racista sudafricano, que por d¨¦cadas fue otro baluarte frente a la ¡°amenaza roja¡±, resultando en las primeras elecciones democr¨¢ticas de su historia en abril de 1994 y la llegada de Nelson Mandela al poder. Washington celebr¨® la imposici¨®n democr¨¢tica, mostr¨¢ndose abanderada de valores llamados a triunfar sin la existencia del gigantesco rival comunista del pasado.
?frica vuelve a importar
¡°Vengan las adversidades que vengan, ?ahora nada puede pararnos! Ante las dificultades, ??frica estar¨¢ en paz! Por cuanto m¨¢s improbable pueda sonar a los esc¨¦pticos, ??frica prosperar¨¢!¡±. Partiendo del concepto de ¡°renacimiento africano¡± as¨ª se lee al final del discurso Soy africano, de mayo de 1996, del entonces presidente sudafricano Thabo Mbeki, en v¨ªsperas de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n nacional. Esa cita puede ir en alusi¨®n a la idea referida antes del control de las agendas por parte de los propios africanos. Sin embargo, a m¨¢s de 20 a?os, esas palabras tal vez suenen hoy huecas pues los conflictos contin¨²an en algunos puntos de ?frica, es decir, las guerras depredatorias cuya modalidad no es novedad (Libia, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Rep¨²blica Centroafricana, Sud¨¢n del Sur).
?frica promete, es un manantial de recursos y su poblaci¨®n aumenta a un ritmo sorprendente, augurando posibilidades para un mercado cada vez m¨¢s grande. Mbeki concluy¨® el discurso de 1996 insistiendo: ¡°?Nada puede pararnos ahora!¡±. No obstante, el fin del mundo bipolar abri¨® el juego a la entrada de m¨¢s competidores y hay una fuerte puja con la inclusi¨®n de pa¨ªses cuya injerencia en el continente es novedosa. Se trata de econom¨ªa pero tambi¨¦n de presencia militar. Estados Unidos, China y Rusia, antiguos conocidos, son los grandes protagonistas en todo sentido.
Si bien la prioridad de Estados Unidos es Medio Oriente, nunca se fue de ?frica (pese a que acuse menos inter¨¦s en la actual gesti¨®n Trump) y mantiene una f¨¦rrea pol¨ªtica de lucha contra el terrorismo a partir del 11 de septiembre de 2011. El pa¨ªs americano debe lidiar con el gigante chino, cuyos primeros pasos grandes comenz¨® a darlos desde 2000 y desde hace unos a?os es el principal socio comercial de ?frica. Tan solo a Nigeria, el Exim Bank de China ha concedido 5.600 millones de euros desde 2002, en concepto de pr¨¦stamos.
Rusia no se quiere quedar atr¨¢s, una vez retornada al relacionamiento con ?frica desde la era Putin, a partir de 1999. En efecto, el t¨¦rmino de la primera cumbre Rusia-?frica marca las ambiciones rusas y una pol¨ªtica m¨¢s afinada de acercamiento. As¨ª fue que, a finales de octubre, se alcanz¨® el compromiso de aumentar el ascendente comercio bilateral (no obstante, ubicado debajo del chino o el de la Uni¨®n Europea), y propender al desarrollo de los pa¨ªses africanos mediante la firma de m¨¢s de 500 acuerdos por unos 11.200 millones de euros. Aspecto a destacar, Mosc¨² condon¨® unos 18.000 millones a pa¨ªses africanos en concepto de deuda contra¨ªda durante el per¨ªodo sovi¨¦tico. En materia de suministro de armamento, Rusia es l¨ªder y, seg¨²n datos del Kremlin, la venta continental ascender¨ªa a unos impresionantes 3.600 millones este a?o.
Otros pa¨ªses menos poderosos tambi¨¦n quieren vincularse con ?frica como India, Turqu¨ªa, Jap¨®n, Vietnam y Brasil. Israel es un viejo conocido, otrora un vital apoyo del apartheid sudafricano, y hoy busca tambi¨¦n una porci¨®n del pastel que significa ?frica para estos m¨²ltiples poderes. Por su parte, las exmetr¨®polis del pasado, Gran Breta?a y Francia (en particular su Fran?afrique), siguen activas en el continente, y Alemania, luego de la re-unificaci¨®n en 1990, ha vuelto a interesarse. Adem¨¢s de Israel, m¨¢s pa¨ªses de Medio Oriente mantienen presencia militar en la regi¨®n del Cuerno de ?frica, como Arabia Saudita, Ir¨¢n y Emiratos ?rabes Unidos.
El continente africano vuelve a importar en la pol¨ªtica internacional. M¨¢s de 320 embajadas o consulados se abrieron entre 2010 y 2016.
Omer Freixa es historiador africanista argentino. Docente e investigador de las Universidades de Buenos Aires y Nacional de Tres de Febrero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.